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De escritores y escritoras

Que conste que escribo estas líneas un poco a la aventura, sin saber muy bien qué voy a decir, para intentar poner un poco de orden en algo que se me ocurrió el viernes a raíz de asistir a una charla de la Feria del Libro de Bilbao. Os pongo en antecedentes y luego suelto mi reflexión.

El viernes por la tarde hubo un encuentro literario en el que participaron cuatro escritores jóvenes de éxito: Jon Bilbao, Kirmen Uribe, Jesús Carrasco y Harkaitz Cano (también estaba por allí Iván Repila, al que Carrasco mencionó un par de veces). Todos tienen novelas en el mercado, algunas muy recientes. Jon Bilbao acaba de publicar Shakespeare y la ballena blanca; Kirmen Uribe publicó hace ya unos meses Lo que mueve el mundo (titulada Mussche originalmente en euskera); Carrasco es una de las sorpresas literarias de la temporada con su Intemperie (comparada hasta la saciedad con El niño que robó el caballo de Atila de Repila, novela de la que ya he hablado en el blog); y, por último, Harkaitz Cano es el autor de la conocidísima en el mundo euskaldun Twist. Obviamente, con este cartel, difícil resistirse a ir y escuchar lo que tienen que decir.

La charla fue amena y distendida. Tocaron muchos palos: por qué escriben, la «muerte» de la novela, la relación de varios de ellos con la música, su relación con las editoriales y los editores, Internet… Y, según avanzaba la charla, a mí me iba viniendo una idea a la cabeza a la que llevo dando vueltas todo el fin de semana. ¿Por qué no había ninguna escritora en la charla? ¿Por qué las novelas «de verdad» las escriben siempre hombres? ¿Acaso el mundo editorial es machista? ¿Estamos relegando a las escritoras? ¿Escriben las escritoras historias menores?

No sé por qué pasa esto. Pero soy la primera que lee más historias escritas por hombres que por mujeres. No es a propósito, pero echar un vistazo a mi biblioteca basta para ver que los escritores ganan por goleada. Y me fastidia reconocer que, aunque tengo obras magníficas (que no cambiaría por nada) de mujeres, en general los novelones tienen un nombre de hombre en la cubierta. ¿Son más profundos, más reflexivos? ¿Escriben mejor? Me niego a pensar esto. ¿La industria editorial es machista? Quizá… Aunque hay muchísimas editoras (de hecho, el viernes Uribe, Carrasco y Cano comentaron que comparten editora en Seix Barral). No entiendo qué pasa, la verdad. Pero ¿notáis algo de esto vosotros o es todo producto de mi mente? ¿Tenéis la sensación de que los hombres mandan en la literatura?

Supongo que sería un buen tema de debate: si queréis discutir en los comentarios, son vuestros. Pero yo lo voy a dejar aquí con una frase del celebérrimo Un cuarto propio de Virginia Woolf (¿se os ocurre un libro mejor para ilustrar esto?, ¿no es triste que, a pesar de lo que han cambiado las cosas, todavía estos temas estén sobre la mesa como en tiempos de la Woolf?): «… las mujeres y la novela son dos problemas que no he resuelto». Pues yo tampoco. Pero ojalá me demostrarais que estoy equivocada y que el hecho de que el viernes solo hubiera hombres fuera una gran casualidad…

Julio Oliva: ‘Siete años, un martes y un septiembre’

No suelo reseñar (ni apuntar en los libros que he leído) nada que tenga que ver con mi trabajo. Suelo evitarlo, porque, normalmente, hay una conexión especial con esos libros que me impide ser objetiva. A veces, porque me siento muy orgullosa del resultado final; otras, porque les he cogido manía a esos textos. Así que hablar de Siete años, un martes y un septiembre, de Julio Oliva, va a ser una excepción… Y, en parte, lo hago porque llegué a trabajar en esta novela casi de rebote (o sin casi), cuando yo ya había decidido leerla después de hablar con su editora, comentar alguna cosilla en Twitter con su autor y, sobre todo, después de haber leído alguna frase suelta que me maravilló.

Siete años, un martes y un septiembre

‘Siete años, un martes y un septiembre’

Siete años, un martes y un septiembre es un libro de relatos, que podrían ser poemas y debe ser leído como una novela. A lo largo del libro los personajes se encuentran y desencuentran en ciudades, parques, esperanzas y recuerdos.

Se trata en realidad de un libro doble, que también podría llamarse Set anys, un dimarts i un setembre, ya que fue escrito a la vez en dos idiomas, catalán y castellano, y los lectores podrán seguir la historia en el idioma que prefieran, o saltar de uno a otro con solo girar el libro.

Este libro te gustará si…

  • Esperas impaciente a Jesse y Céline en Before Midnight.
  • Te emocionaste con la pequeña historia de Once.
  • Te conmueve la voz grave de Leonard Cohen.
  • Cuando te encuentras un cronopio, juegas a la rayuela.

Ediciones con carrito es la apuesta editorial de Jaume Balmes y Nuria Sebastián. Es más que probable que a quienes estéis metidos en este mundillo editorial esos nombres os suenen… Jaume es un excelente grafista y tipógrafo, de lo mejorcito que se puede encontrar; y Nuria es una magnífica editora, mi queridísima editora con carrito (buena historia), con una sensibilidad muy especial a la hora de encontrar textos peculiares que tocan el interior del lector. De un equipo así solo pueden salir libros de una gran calidad, tanto en la forma como en el contenido. Y eso ya es una garantía.

He sido testigo (en la sombra) tanto del nacimiento de la editorial, como del de la novela de hoy. Tuve unas ganas tremendas de leerla desde que Nuria me habló de ella, hace ya un tiempo; cuando empezó a publicar alguna frase suelta en Twitter, ya no tuve dudas. Y, justo cuando la iba a comprar, me llega una llamada de Nuria: «¿Puedes corregir la novela?». Corregida o no por mí, yo la habría leído y la habría reseñado igual, así que por eso he hecho esta excepción. Por eso y porque quiero aportar mi granito de arena para que Ediciones con carrito la conozca cuanta más gente mejor. Porque, cuando las cosas se hacen muy bien, hay que reconocerlo. Y Jaume y Nuria hacen las cosas muy bien. Y tienen una visión del mundo editorial muy similar a la mía. Y me encantaría involucrarme más con ellos y su proyecto.

Vamos al libro en sí, que hoy me estoy enrollando mucho. Es exactamente lo que dice la sinopsis: relatos que podrían ser poemas, que se leen juntos como una novela. Eso sí, el lector tiene que hacer un ejercicio activo por poner «orden» a esta historia. Historia que me tocó mucho (es la primera vez en mi vida que lloro con un texto con el que estoy trabajando; me emocionó cosa mala), quizá por ciertas frases que yo oí en su día casi tal cual en mi vida personal y en mis historias (luego os copio alguna). Son pequeños fragmentos de prosa poética, dirigidos a una segunda persona que ya no está, en que se mezclan los lugares (Barcelona, Madrid…), los recuerdos, las alegrías, las penas, algún reproche, la nueva vida… ¿Le puedo poner algún pero? Sí, dos: es excesivamente breve (yo me quedé con ganas de mucho más) y en algunas ocasiones (y esto es opinión mía) peca de ligeramente sensiblero (sensible es todo el libro, pero a ratitos me daba la sensación de que se pasaba la línea). Pero se lo perdono con creces, porque a mí este libro me ha encantado. De hecho, lo leí dos veces seguidas del tirón (antes de meterme con las correcciones). Y no hay que ser un lince, viendo el «Este libro te gustará si…» de la sinopsis, para saber que me iba a maravillar (¿Jesse y Céline, jugar a la rayuela? Curioso que los junten, igual que hice yo en el reto).

Os voy a copiar un par de fragmentos, como muestra de la prosa de Julio. Como veréis es rápida, desordenada, llena de lirismo…

Se llama tiempo y cruje en los bolsillos, consumido de a poco, como un paquete de cigarrillos, como otra historia de reencuentros y tormentas, Barcelona, septiembre, casi oficina de objetos perdidos. Las paradojas temporales: yo necesitando diez vidas para poder olvidar lo que tú en diez minutos y taxi a la estación. Pero, amor, el tiempo, dos cucharadas, una película de Aristarain, una tarde de autobuses, esas cosas que hacen vernos en los demás, esas veces en las que volver era un verbo prohibido porque todo era un continuo, esas voces de las que hoy ya no recuerdas ni el idioma en el que se expresaban. Se llama tiempo a la distancia entre los ojos en que me miraba y ya no te quiero. Se llama tiempo a las hojas que nacen de las ramas de invierno. Se llama tiempo a otra cosa, a las manillas de un reloj, a quince grados en el parque. Se llama tiempo, amor, y es tan idiota que nunca vuelve.

Y una frase más (la causante de mis lloros de aquel día), para quien lo entienda:

¿Y después? Esa absurda necesidad de futuro perfecto. Y después… tus ojos.

Si queréis comprar el libro y, de paso, conocer a su autor, Julio, que es un tío majísimo, estará firmando este sábado 8 de junio en la caseta 240 de la Feria del Libro de Madrid. ¡Yo aprovecharía! Y, si no, siempre podéis adquirir el libro en la web de Ediciones con carrito.

Y unas líneas para Nuria… ¡Gracias por dejarme participar en tus proyectos! ¡Soy muy fan de tus locuras y lo sabes! Espero que nos veamos muy pronto, ya sea en Barcelona, Soria, Vitoria o Bilbao… Por cierto, pensaba devolverte el amuleto, pero creo que lo necesito unos meses más en mi casa… Te avisaré sobre Before midnight. ¡Ah! Y tengo las ventanas abiertas para airear. Y… ¡miranfú! Un besazo. 😉

La importancia de las primeras frases

En el último reto, en la categoría sobre novelas con un mal título, LV comentó que él no se fijaba mucho en los títulos, pero sí en la primera frase. ¡Qué importantes, los arranques! Y me acordé del comienzo de Firmin, de Sam Savage (me pareció tan brillante en su día que, ¡oh, milagro!, aún lo recuerdo). Y, como resume muy bien mi idea sobre un comienzo de novela redondo (aunque no es mi comienzo de novela favorito, que conste), os lo copio, para que lo disfrutéis…

Siempre imaginé que la crónica de mi vida, si acaso alguna vez llegaba a escribirla, tendría una primera frase excelente: algo lírico, como «Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas», de Nabokov; y, si no me salía nada lírico, algo arrollador, como «Todas las familias felices se asemejan, pero cada familia desdichada es desdichada a su manera», de Tolstói. La gente recuerda estas palabras incluso cuando ya ha olvidado todo lo demás que hay en el libro. En lo tocante a frases de apertura, la mejor, a mi modo de ver, es el comienzo de El buen soldado, de Ford Madox Ford: «Este es el relato más triste que nunca he oído». Docenas de veces lo habré leído, y sigue dejándome patidifuso. Ford Madox Ford era uno de los Grandes.

En toda una vida de esfuerzos por escribir, con nada he luchado más varonilmente —sí, esa es la palabra, varonilmente— que con las aperturas. Siempre me ha parecido que si esa parte me salía bien el resto seguiría de modo automático. Concebía la primera frase como una especie de útero semántico repleto de atareados embriones de páginas sin escribir, resplandecientes pepitas de genio, ansiosas de nacer. De ese gran recipiente fluiría, por así decirlo, el relato completo. ¡Qué desilusión! Ocurrió exactamente lo contrario. Y no es porque escaseen las buenas frases de arranque. Deléitese usted en esta, por ejemplo: «Cuando sonó el teléfono, a las tres de la madrugada, Morris Monk supo antes de levantar el aparato que la llamada era de una dama, y algo más: que decir damas es decir problemas». O esta: «Poco antes de que lo descuartizaran los sádicos soldados de Gamel, el coronel Benchley tuvo un vislumbre de la blanca casita de campo del Schropshire, con la señora Benchley a la puerta, y los niños». O esta: «París, Londres, Djibuti, todo le parecía irreal ahora, sentado entre las ruinas de otra cena más de Acción de Gracias, con su madre y su padre y el idiota de Charles». ¿Quién puede permanecer insensible ante unas frases así? Tan preñadas están de significado, tan, oso decirlo, tan a punto de reventar de significado, que es como si las hincharan los capítulos enteros sin escribir que llevan dentro: sin escribir, aunque ya presentes.

Firmin de Sam Savage

Carmen Martín Gaite: ‘Caperucita en Manhattan’

Una de las cosas que más me gustan de los retos de los treinta libros es la cantidad de sugerencias de lectura que saco de ellos. Todos los años he leído unos cuantos libros de los recomendados después y este no podía ser menos. De hecho, ya estoy con varios títulos que he sacado de vuestros comentarios (¡gracias!). Y alguno ha caído ya, como el libro que reseño hoy: Caperucita en Manhattan, de Carmen Martín Gaite.

'Caperucita en Manhattan'

‘Caperucita en Manhattan’

Caperucita es un clásico de la literatura sobre la iniciación a la vida adulta, sobre los peligros a los que tenemos que hacer frente y la exigencia de hacerlo en libertad y soledad.

Carmen Martín Gaite nos recrea magistralmente esta historia y la adapta a la sociedad en la que vivimos, con una Caperucita que es una niña de hoy y que se mueve en un bosque muy diferente (Manhattan), aunque también se encontrará con los personajes del famoso cuento, aquí completamente diferentes: miss Lunatic, Mr Wolf, etc. Al leer Caperucita en Manhattan, uno de los grandes éxitos de la literatura juvenil de los últimos años, se nos proporciona la ocasión de reflexionar sobre nuestro propio mundo, sobre la manera en que nosotros intentamos cada día ser diferentes y sobre cómo ser nosotros mismos en la sociedad en que nos ha tocado vivir.

¡Qué bien me lo he pasado leyendo Caperucita en Manhattan este fin de semana! Un libro superameno, de lectura muy fácil y que ha llegado en el momento más oportuno (y casi por casualidad, como siempre pasan estas cosas).

El libro lo recomendaron Mer y Maria hablando de la valentía. Porque la idea de una niña que va a casa de su abuelita sola por Manhattan parece, a priori, muy valiente, ¿no? Pues siento no estar de acuerdo… Esto, para mí, no es una historia de valentía, básicamente porque Sara Allen (la protagonista) no tiene miedo (la valentía implica hacer frente a algún miedo); ella es audaz y atrevida, pero no se enfrenta a sus temores. Por lo tanto, me sigo quedando con mi querido Holden Caulfield como personaje valiente.

Pero, aunque esto no sea, para mí al menos, un libro sobre la valentía, sí que me parece un gran canto a la libertad, al descubrimiento de lo que nos hace especiales a cada uno de nosotros, a la búsqueda de la felicidad personal y a la idea de que tenemos que seguir nuestros sueños… Y muchas de las reflexiones vienen de la mano de Miss Lunatic, un personaje que me ha fascinado. Yo quiero ser como ella de mayor. Me pido Miss Lunatic en mi próxima vida. Porque es libre (quienes hayáis leído la novela estaréis pensando: «¡Obvio!»), porque es sabia, porque hace el bien, porque transmite muy buen rollo, porque le saca el jugo a la vida, porque siempre se queda con la parte buena de las cosas, porque es fiel a sí misma y a sus ideales, y porque es feliz. Solo hay que leer la reflexión sobre la vida que copié el otro día…

Lo malo es que he leído esta historia en una edición pésima. ¡Qué horror! Tengo la edición de Siruela de la imagen (es de una colección juvenil) y… ¡de llorar! Erratas, faltas ortográficas y ortotipográficas, dobles espacios por doquier… Y la edición prometía, que hasta está ilustrada… Pero muy mala, de verdad, no es de justicia comprar un libro así (y cada vez pasa con más libros: ¡quejaos a las editoriales cuando encontréis libros mal editados, estáis en vuestro derecho!).

¿Habéis leído la novela? ¿Os gustó? ¿Os hicisteis superfansos de Miss Lunatic como yo? Tenéis los comentarios a vuestra disposición…

Reflexiones (XXX)

«Pero ¿a qué llaman vivir? Para mí vivir es no tener prisa, contemplar las cosas, prestar oído a las cuitas ajenas, sentir curiosidad y compasión, no decir mentiras, compartir con los vivos un vaso de vino o un trozo de pan, acordarse con orgullo de la lección de los muertos, no permitir que nos humillen o nos engañen, no contestar que sí ni que no sin haber contado antes hasta cien como hacía el Pato Donald… Vivir es saber estar solo para aprender a estar en compañía, y vivir es explicarse y llorar… y vivir es reírse…».

Miss Lunatic
Caperucita en Manhattan
Carmen Martín Gaite

Lo suscribo todo…

Pedro Gumuzio: ‘La herramienta comercial’

Esta reseña la prometí hace muchísimo tiempo y, la verdad, llevaba un año con ella a medio escribir… He pensado que podría ser un gran libro para este fin de semana (o para otro), así que, si tenéis ocasión, no dejéis de echarle un vistazo (¡no os dejéis confundir por el título!); hoy hablamos de La herramienta comercial, de Pedro Gumuzio.

'La herramienta comercial'

‘La herramienta comercial’

Juan García, joven abogado sin ambiciones profesionales y con una destacada desorientación personal, es contratado por la empresa en la que durante más de treinta años estuvo trabajando su padre; allí, en medio de una pintoresca colección de empleados, Juan descubre algunos de los mecanismos reales que mueven el mundo, y se da cuenta de que la gente siempre esconde algo.

La herramienta comercial es un relato sobre el amor, la falta de voluntad, el fracaso y el caos, y es también un estudio sobre las posibilidades del absurdo en una pequeña empresa. Pero es, sobre todo, una novela de humor.

Efectivamente, esta es una novela de humor, de esas que te van dibujando una sonrisa según avanzas en la lectura. Y es que esta novela es un canto a lo absurdo de la vida, a la falta de iniciativa e, incluso, a la mala suerte, elementos que se combinan en la particular bajada a los infiernos de Juan, el protagonista-narrador de esta novela. Porque, autoexiliado en un ático, Juan nos cuenta la historia de cómo ha llegado hasta esa situación, calamidad tras calamidad. Mala suerte en el amor, mal ojo eligiendo a los amigos y un trabajo que raya lo esperpéntico son los ingredientes de este cóctel de absurdos. Y todo narrado de forma muy seria y «objetiva» por Juan. Como complemento, la herramienta comercial, la agenda de su antecesor en su puesto de trabajo…

Aparte de lo original de la historia, me sorprendió la solvencia con la que está escrita (es la primera novela de su autor, aunque ya había participado en Tambor, que reseñé hace tiempo; por cierto, parte de los beneficios de esta novela también están destinados a la asociación Siempre Adelante, cuyo fin es recaudar fondos para la investigación y el cuidado de enfermos de ELA). Y, para original, el título, que, como el propio Pedro comentó en este blog, lleva a confusión… (podéis ver su comentario en la entrada sobre buenas novelas con malos títulos del último reto). Ahí podéis apreciar la guasa de Pedro, que se refleja muy bien en su novela. Una buena lectura (y divertida además).

¿Alguien ha leído La herramienta comercial? ¿La recomendaríais? Tenéis los comentarios abiertos. ¡Buen fin de semana a todos!

E. L. James: Trilogía de ‘Cincuenta sombras’

Empiezo esta entrada casi pidiendo perdón por publicarla. Aunque leo de todo (muy bueno, bueno, regular, malo e infame), no suelo publicar reseñas de la última categoría por respeto a quienes os acercáis a leer este blog; y estas novelas son malas a rabiar: peor que malísimas, no debería dedicarles una entrada. Pero, después del reto, que ha supuesto un subidón de visitas importante, ando como una yonqui con el mono y me vendo al mejor postor por sonreír viendo Google Analytics. Y me han asegurado que hablar de Grey multiplica las visitas…

Además, reconozco que me lo pasé teta (nunca mejor dicho) leyendo estos libros. No por los libros en sí (aunque deberían catalogarlos como libros de humor directamente), sino por cómo fue esa lectura y lo mucho que me reí. Y eso que me negaba a acercarme a ellos: ¡no me atraían nada! Todo lo que había leído sobre ellos era negativo. Para qué perder mi tiempo… Pero una vive en sociedad y tiene amigas. Y mis amigas leen. La mayoría, unos pestiños infumables con los que yo no puedo; pero, ya que leen, yo siempre les animo a ello. Lo malo es que, últimamente, no hay comida o cena a la que vaya en que no se hable de sus libros. Y, manda narices, yo que me paso el día leyendo, me siento excluida. Y encima me llaman esnob… (y, de verdad, no tengo problema con los bestsellers precisamente). Así que, en parte, decidí leer la primera novela (pensaba que no iba a pasar de ahí) para poder seguir las conversaciones con mis amigas y no sentirme un bicho raro. Y ya que estábamos, leyéndola veía si el éxito del porno para mamás está o no justificado… (sinceramente, me parece muy triste que esto tenga éxito, por muchas razones). Y fue ponerme y leerme las tres novelas del tirón en cuatro días; en parte, porque las leímos varias amigas a la vez y las íbamos comentando por Whatsapp (esas conversaciones son de guardar). No os podéis imaginar las carcajadas que echábamos. Es que es todo tan cutre, tan irreal, tan absurdo, tan tonto… que lo mejor es reírse de ello. Y ahora ya, empiezo a hablar de los libros… Hay spoilers, aviso…

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‘Cincuenta sombras de Grey’

Descubre la trilogía de la que habla todo el mundo. La romántica, sensual, erótica y totalmente adictiva historia de la apasionada relación entre una estudiante universitaria y un joven multimillonario……

Ella es una joven universitaria, inteligente, seria, estudiosa, amante de la literatura.
Él es un empresario multimillonario, culto, gourmet, exquisito y exigente sobre todo en sus preferencias sexuales.

Ella siente un amor profundo y apasionado por él, pero ha decidido que nunca podrá convertirse en la pareja que él desea.
El lado dominante y sobreprotector de él y los traumas de su infancia pondrán a prueba su relación.

Ella hará todo lo posible para liberar a su amante de su oscuro pasado.

Reconozco que la diosa que llevo dentro (ejem) se escandaliza con muy pocas cosas. Y leer textos de sexo explícito no es una de ellas; quizá porque, por trabajo, lo hago muy a menudo y, además, cosas mucho más «brutas» (¡viva Rusia!). Pero la diosa que llevo dentro sí se escandaliza con, por ejemplo, el modelo de relación que se vende en estas novelas. O con la burda justificación de ciertas preferencias sexuales que, para mí, solo denota lo sucio que le parece todo lo que escribe a quien lo escribe (en el fondo, aunque se haya hecho millonaria gracias a esto, sinceramente, su actitud no deja de parecerme en cierta forma bastante pacata). Porque, a ver, os cuento de qué va este rollo…

Una pava (porque más sinsorga no se puede ser), virgen para más señas (sin comentarios, no porque sea virgen, sino por el embolado en el que se mete la boba de ella), conoce a un tipo que la obnubila (porque, según ella [y esto leedlo con voz de lerda], «¡Uau [sic], qué bueno está, qué pectorales!»). Y resulta que él, aparte de ser un verdadero Adonis, está forradísimo (que no es asunto baladí, le dan muchísima importancia al tema pecuniario: ¿cuántos coches le regala en los primeros tres meses de relación?). Y, también, aparte de tener una cantidad de pasta indecente, tiene gustos sexuales «no muy convencionales»: a él le va el BDSM… Pero, claro, no le va porque sí, sino porque está traumatizado por su infancia (creo que no hay emoticono que exprese lo que me gustaría poner aquí), pero eso se descubre más adelante (son «sus sombras»). Entonces él se encapricha de ella y la quiere hacer su sumisa; y ella se enamora locamente y está dispuesta a hacer cualquier cosa por él… Y ella es tan angelical y tan insulsa y tan tan tan… que, cómo no, consigue enamorarlo y «redimirlo» de sus «vicios». Incluso acaban casados y con hijos… Vamos, un cuento de hadas simplón (es que la historia, en serio, no puede ser una estulticia mayor), eso sí, con sexo en cantidades industriales (por cierto, comentamos mucho en su día lo «machote» que es él, ¡menudo Superman!). Porque hay muchísimo sexo. Y es explícito. ¡Ah! Y todo eso de que es todo sadomaso… ¡prácticamente nada! Es todo, como ellos dicen, «sexo vainilla», así que tampoco es tan escandaloso como lo quieren vender (por si a alguien le echan los libros para atrás por eso: hay mil razones para no leerlos, pero no creo que esa sea una de ellas).

Historia simplona, por tanto, y escrita de manera no menos simplona. Seamos serios: esto no es literatura precisamente. Trabajo con el lenguaje: cero. Da mucha vergüenza ajena. A mí hubo algo que, de verdad, me sacó de mis casillas: el verbo musitar. No susurran, cuchichean, murmuran o bisbisean… Solo musitan, constantemente, todo el tiempo. En las escenas de sexo (yo calculo que el 75 % de los libros, mínimo), hacen lo que hacen… y se musitan cosas al oído. En serio, si cada vez que aparece el verbo maldito se bebiera algo, las borracheras serían de escándalo. De «la diosa que llevo dentro» y sus estupideces, la diosa que yo llevo dentro no me permite hablar…

Y ahora vamos a lo que realmente me parece escandaloso de estos libros: qué tipo de relación nos están vendiendo… No es una relación sana, todo lo contrario; de hecho, me parece todo bastante enfermizo. Y encima he tenido que oír a varias personas que quieren eso. Pues, en mi opinión, quien quiera eso está tan enferma como el protagonista del libro. Que no es un enfermo por lo que le gusta en la cama (o en su sala roja), sino por la obsesión que tiene de controlarla a ella. ¡Eso no es amor! ¡Eso es una locura! Pero, supongo, como es guapo y tiene pasta, da igual, ¿no? Sinceramente alucino bastante con opiniones que he oído al respecto, pero no podía dejar de escribir mi total desacuerdo con que estas novelas sean una historia de amor precisamente. Es la historia de una obsesión con mucho sexo. Y ya… Esto no es amor romántico, por mucho que se empeñen. De hecho, la historia no vale nada.

Razones para leerlas: que si las leéis con amigas (un poco abiertas de mente, eso sí), os vais a morir de la risa (y quizá podáis coger alguna idea… 😉 ). Razones para no leerlas: todas las demás. Por cierto, están preparando la película: ¿cómo van a hacer para que no tenga calificación X en Estados Unidos? Será interesante…

¿Habéis leído la infame trilogía? ¿Qué opináis? Por cierto, ¿algún chico la ha leído o la leería? Mera curiosidad…

El libro que mejor (crees que) te representa (‘bonus’ 30 libros)

Hoy acabamos el reto: esta es la última categoría. Es una especie de bonus que me propuso LV y, aunque me pareció complicada (o precisamente por ello), aquí me tenéis, con el libro que mejor (creo que) me representa… Bueno, no. Imposible hablar únicamente de un libro hoy… Voy a citar unos cuantos, cada uno por una razón. Sí, sé que es trampa, pero hacer un día 31 tampoco es muy ortodoxo, así que…

En las cuatro semanas que he estado dándole vueltas a esto (que se dice pronto), han pasado un montón de títulos por mi cabeza. Incluso he preguntado a mis más allegados y, sinceramente, nadie ha sabido dar con un libro en el que me pudiera ver retratada. Y yo, cómo no, vuelvo a mis libros de siempre. Quería ser un poco original, pero… Al final los libros fetiche de cada uno lo son por alguna razón… Así que os voy a hablar de un batiburrillo de títulos; os voy a ir contando cuál ha sido mi lógica para descartarlos o elegirlos… Y, con ello, supongo, podréis haceros un poquito más de idea, quizá, de la persona que soy y del momento vital en el que me encuentro ahora mismo (justo en el día que estreno los 36). ¡Preparaos para leer, que la entrada es larga!

Lo primero que se me ocurrió fue buscar un personaje con el que me identificara. Tarea realmente complicada. A ver, yo tengo mis personajes favoritos, aquellos por los que siento una simpatía (o empatía) especial, que me producen ternura y tengo la sensación de que los comprendo. Hasta me entran ganas de cuidarlos. Me pasa con Holden Caulfield (El guardián entre el centeno), por ejemplo. O con Cécile, la protagonista de otra de «mis» novelas, Buenos días, tristeza; pero, por mucha empatía que sienta por Cécile, yo no me identifico con ella: yo la comprendo y la acompaño en su dolor, pero Cécile no me representa. Porque yo no soy la pija, superficial y egoísta Cécile, aunque podría, a pesar de todo, ser su mejor amiga (o ella ser la mía, más bien; en el fondo, es buena chica). Y he ido repasando mentalmente los personajes de todos los libros con los que guardo una relación especial (porque, si hay algo parecido a mí en alguna historia, seguro que tengo una relación especial con ese libro) y, sinceramente, me cuesta mucho encontrar uno con el que me identifique y que crea que me puede representar. Pero, entonces, hace apenas unos días, me acordé de un libro y de su protagonista… Ya he hablado (mucho) de este libro en el blog, así que no va a suponer ninguna sorpresa: me refiero a Un matrimonio feliz, de Rafael Yglesias.

Un matrimonio feliz

‘Un matrimonio feliz’

Que conste que si escojo este libro es por su protagonista femenina: Margaret. No me siento identificada con ella al cien por cien (quizá ni siquiera al cincuenta por ciento), pero me pasó algo curioso al leer este libro que, aunque ya lo he contado varias veces, repito, por si hay nuevos lectores: tuve la sensación, más de una vez, de que Yglesias se había metido en mi cabeza para elegir las palabras de Margaret. No siempre, claro, pero sí en varias partes del libro (sobre todo en una). Y hay una frase que tengo grabada en mi mente, porque tengo la sensación de que no salió de Margaret, sino directamente de mí. Yo me veo diciendo las mismas cosas que Margaret. ¿Y cómo es Margaret? Pues me resulta francamente complicado describirla; además, que piense como ella en algunos fragmentos no me convierte en ella. Eso sí, compartimos incluso algunos rasgos físicos: por ejemplo, las dos tenemos ojos azules. Pero creo que ahí acaban las coincidencias (y, en parte, ¡menos mal!, porque, para quienes no conozcáis la novela, Margaret está muy enferma). ¡Ah! Y yo no sé si podría ser tan benévola como Margaret con Enrique ante ciertos hechos (quizá por mi propia historia personal): creo que ella es la gran heroína de esta novela, la más valiente, la más decidida y, sobre todo, la más generosa a la hora de darse a sí misma; ella es la artífice de esa relación, desde que se conocen prácticamente hasta el final, y es ella la que consigue que el matrimonio dure (no le quito su cierto mérito a él, pero yo creo que ella lucha mucho más desde el principio). Y aquí es cuando me pregunto a mí misma si yo coincido en eso con Margaret. ¿Soy luchadora? Sí lo soy (no tiro la toalla con facilidad y eso me hace vivir situaciones totalmente surrealistas a veces).

Así que, vale, tengo un personaje con el que me puedo sentir algo identificada. ¿Me representa ese libro? No… Es muy obvio que no. Así que, toca seguir buscando. Y parece que seguir por la vía de los personajes no me hace llegar a buen puerto. Bien, escojamos otro camino. Veamos, directamente, mis libros favoritos.

¿Cómo puedo elegir favoritos entre los libros? ¡Qué difícil! Depende de tantas cosas. Aun así, yo siempre digo que, si solo pudiera quedarme con un libro para lo que me resta de vida, elegiría Cien años de soledad. Me parece una novela redonda. Es perfecta desde su mítico comienzo, hasta ese final que deja sin palabras. Y, sinceramente, le tendríamos que dar las gracias a Gabo por haberse sacado de la chistera a Melquíades, uno de los mejores personajes de la historia de la literatura. Pero ¿tiene Cien años de soledad algo que ver conmigo? La respuesta es no. Por mucho que me guste la novela, por maravillosa que me parezca, no tiene absolutamente nada que ver conmigo. Parece que la vía de los libros favoritos tampoco da frutos…

Y entonces empecé a razonar al revés. En vez de buscar entre mis libros, me propuse ver a qué elementos de mi vida doy importancia ahora mismo e intentar descubrir esos elementos en un libro. Y, bueno, aquí sí ha habido resultados. Mi libro es Brooklyn follies de Paul Auster.

Portada española de 'Brooklyn follies'

‘Brooklyn follies’ de Paul Auster

Otro libro del que he hablado hasta la saciedad (en serio, siento no estar aportando títulos nuevos, pero, como ya he dicho, los libros fetiche lo son por algo). ¿Por qué Brooklyn follies? Porque mi vida creo que va en paralelo a la de Nathan, su protagonista; no literalmente, claro, pero sí de manera metafórica. Porque resulta que yo tenía una vida. Que era buena, mala o regular, da igual. Era mi vida. Y de repente me la arrebataron. O así lo viví yo. Y solo me quedaba aislarme aún más (tiendo al aislamiento cuando estoy triste y yo llevaba ya un tiempo mal): entrar en mi pequeño mundo, no permitir que nadie entrara en él y seguir sobreviviendo por inercia. Pero, cuando tienes a tu lado a personas que te quieren, no permiten que eso ocurra: te cogen de la mano, te acompañan en tu dolor y, cuando te ven un poco más fuerte, te devuelven al mundo. La gente que nos rodea es lo que nos da la vida. Y la felicidad. Y esa es, precisamente, la tesis de Brooklyn follies: una novela optimista sobre el valor de unirse a gente que nos aporte, que nos valore, que nos haga reír, que nos quiera… Una novela sobre perseguir los sueños, sobre la importancia de la amistad, sobre el amor… Y es que mi vida se convirtió en una especie de Brooklyn de repente. Se llenó de gente de nuevo. Los que habían estado siempre y sumaban se hicieron aún más presentes; quienes restaban desaparecieron. Y llegaron muchas personas a mi vida. Gente importante ahora mismo. Me siento muy afortunada en este momento, porque soy muy consciente de que estoy rodeada de gente que me quiere. Lo dije el otro día: me hacen la vida mucho más fácil. Y, para quien se lo pregunte, soy mucho más feliz ahora que antes en aquella vida que me arrebataron de la noche a la mañana. Quizá en aquel momento no lo entendí, pero ahora me alegro de que ciertas locuras no perduraran más aún en el tiempo, sobre todo porque tengo el total convencimiento de que lo que está por llegar va a ser muchísimo mejor de lo que me podía siquiera imaginar: quiero pensar que voy a ser muy feliz. Nathan encontró su felicidad en las personas a las que se unió en Brooklyn tras su bajada a los infiernos; yo tuve que vivir un desamor (dos, más bien, muy seguidos) para darme cuenta de lo que valía la pena y empezar a valorarme más a mí misma (que igual no es muy políticamente correcto que lo diga, pero soy una tía de puta madre; me permito decir estas cosas porque es mi día, que conste). ¡Ah! Y una consideración final sobre esta novela para los muy cotillas o quienes conocen la historia entera: la última vez que hablé de ella comenté que, en ese momento, esta novela me dolía un poco por razones muy personales. Bueno, pues ya no duele. Nada además. De hecho, me empieza a asustar mi indiferencia hacia esto y hacia ciertas personas. Pero decidí que en mi vida solo se quedaba la gente que sumaba… y él solo restaba (y se llevaba toda mi energía). A veces hay que hacer limpieza. Mejor así. Y, definitivamente, elijo Brooklyn follies como novela que representa mi vida (y mi filosofía de vida) actual.

Y esta entrada se iba a quedar así. Pero la vida es caprichosa a veces y, justo este fin de semana, me ha pasado algo que hace que haya decidido añadir otro título. Este sí que es nuevo… Me refiero a Siete años, un martes y un septiembre, de Julio Oliva. Es curioso, tanto tiempo pensando en libros que me pudieran representar y me llega este título, en plan encargo urgente de trabajo (buena forma de pasar mi fin de semana), y me he encontrado con cosas que me han dejado muy tocada, porque están muy íntimamente relacionadas conmigo. No os voy a copiar ninguna sinopsis, porque hablaré de él en una reseña en condiciones pronto. Un pequeño apunte: jamás había llorado con ningún texto en el que estuviera trabajando… hasta este libro. Como una magdalena el otro día, qué barbaridad. Y es que mis deseos más íntimos y profundos se explicitan mucho y me emocionó. Y, como además, lo reconozco, le doy muchas vueltas a la cabeza los días anteriores a mi cumpleaños (en plan valoración, como hace la gente en Año Nuevo) y me pongo tontorrona, pues me ha tocado aún más. ¿Me representa? Sí. Porque me he encontrado explicada, de forma muy poética, la única forma en que concibo que se debe amar (y cómo me gustaría que me amaran). Pero no ha sido un zarandeo que me haya hecho hundirme en la miseria, todo lo contrario: me ha emocionado porque cada vez tengo las cosas más claras y cada vez tengo menos miedo. Y eso es todo un paso.

Pues, después de mi perorata (no sé cómo he podido explayarme tanto, lo siento), os toca. Me encantaría que comentarais, dejarais vuestros títulos y, a poder ser, una pequeña explicación de por qué los elegís. ¡Me gustaría saber mucho más de vosotros! ¡Ah! Y le he pedido un favor especial a alguien, pero era complicado y no sé si lo logrará (si lo hace, lo veréis todo en los comentarios). Y nada más. Bueno, sí, que no sé cuándo podré moderar hoy comentarios, pero os leo de todas formas (hasta que me lo permita la batería del móvil al menos: no confío nada en ella; espero que no me deje tirada). ¡¡Gracias!! Y, ahora sí, doy por acabado el reto…

¡Gracias… y día 31!

Todos los años, cuando acaba el mes del reto, dejo que pasen unos días (más que nada para que descansemos todos un poco: yo, de escribir; vosotros, de leerme) y luego publico una entrada para daros las gracias porque vuestra participación en este experimento siempre es increíble. Este mes de abril no ha sido para menos: ha habido muchos comentarios y muchas menciones en Twitter (por cierto, para el próximo reto creo que voy a prescindir de Twitter, que esta vez me he vuelto tarumba y hemos vuelto loco a un tal @mobas al que le mandabais menciones y que, la verdad, entre nosotros, ya podía darme el nombre, que no tuitea). Y, sobre todo, ha habido muchas visitas. Muchísimas. Básicamente, el blog duplica sus visitas en estos días. Y hay días que incluso las cuadruplica… Y os aseguro que no sois dos o tres precisamente: hay veces que esto me da auténtico vértigo.

Así que, un poco antes que otros años (no os he dejado descansar mucho de mí esta vez), ¡¡muchísimas gracias!! Hacéis que todo el trabajo merezca muchísimo la pena. Y es una gozada encontrarse a otros lectores, con gustos muy diversos, cada uno de su padre y de su madre, y todos jugando a buscar algún título que encaje con el criterio de ese día… Y, no sé vosotros, pero ¡yo saco muchísimos títulos para leer después! Me esperan unos meses interesantes por delante, en parte con títulos que me habéis propuesto (de hecho, uno de los libros que estoy leyendo ya ha salido de este último reto).

El asunto está en que no he dado por terminado el reto. ¿Por qué? Porque me encantan los juegos y si, además, se meten libros en la ecuación, no sé decir que no. Y, claro, me proponen una nueva categoría para un día 31… ¡y me lanzo sin pensarlo! Así que, va a haber un día 31 propuesto por LV. Creo que es la categoría más difícil y personal de los tres retos: el libro que mejor (crees que) te representa. ¡Es complicadísima! Llevo pensando en esto más de tres semanas (desde el momento en que me lo propuso L.).

¿Y cuándo vamos a buscar los nuevos títulos? Pues el martes 7 de mayo. Por dos razones: una práctica y otra egoísta y jeta por mi parte… La práctica es que calculé que necesitaba una semana desde el último día «oficial» del reto para que me diera tiempo a escribir la nueva entrada (ando liadilla estos días y me pega que me va a llevar bastante; es que es muy difícil). La egoísta es que el día 7 es mi cumpleaños y no se me ocurre una fecha mejor que mi propio día para hablar de mí (admito llamadas, felicitaciones y regalos, por cierto; de hecho, me hacen muchísima ilusión). 😉

Y luego ya, sí, se acabó el tercer reto. Y las entradas muy personales (que, como me dijo alguien en Twitter el otro día, no puedo «amarillear» el blog). Pero, eso sí, habrá un cuarto reto. No sé cuándo, pero lo organizaré. De hecho, ya tenemos un montón de categorías pensadas (estáis de un inspirado todos últimamente…). Y, por supuesto, si se os ocurre cualquier otro juego o experimento que podamos montar en el blog, contactad conmigo, que liarme es bastante fácil…

Pues esto es todo lo que os quería decir hoy. De verdad, de todo corazón, ¡muchísimas gracias! Espero que lo hayáis disfrutado y os hayáis divertido buscando libros. Y, por supuesto, os espero el martes. Porque vosotros sabéis mucho de mí, pero a mí también me gusta saber de quienes me leéis, así que ver vuestros títulos va a ser interesante. Tenéis cinco días para pensar, ¡no me falléis! ¡Nos leemos el martes!

El libro que estás leyendo ahora mismo (30 libros)

Hoy me veo obligada a hacer trampa: no puedo hablar de un único libro. Mi forma caótica de leer hace que vaya picando de aquí y de allá, y siempre estoy con varios libros a la vez. Me acostumbré a leer así en los tiempos de la universidad, en que, como tenía varias asignaturas de literatura distintas a la vez, había que ir leyendo de todo al mismo tiempo. Después, por mi trabajo, también leo desordenadamente. Al final, mi cerebro se ha hecho a ello y no mezclo las historias (todo un logro, porque no os imagináis lo desastre que soy a veces). En este momento estoy con «solo» cuatro libros (lo normal es que esté con cinco o seis al retortero): La inmortalidad de Milan Kundera, Ya solo habla de amor de Ray Loriga, Ensayo sobre la ceguera de Saramago y La invención de Morel de Adolfo Bioy Casares.

'La inmortalidad'

‘La inmortalidad’

‘La inmortalidad’

A partir del gesto encantador de una mujer de cierta edad, el escritor crea el personaje de Agnes, alrededor de la cual aparecerán su hermana Laura, su marido Paul, y todo nuestro mundo contemporáneo en el que se rinde culto a la tecnología y la imagen. Pero ¿y si el hombre no fuera sino su imagen?, pregunta otro personaje, Rubens, quien comprueba finalmente que de la más excitante de sus amantes solo le quedan dos o tres fotografías mentales. Esta novela transforma todos los aspectos del mundo moderno en cuestiones metafísicas. Su forma es polifónica: las aventuras de los personajes imaginarios se mezclan con la historia de dos candidatos a la inmortalidad, Goethe y Bettina von Armin; la reflexión sobre el nacimiento del homo sentimentalis en la historia de Europa alterna con las peripecias parisienses del singular profesor Avenarius, para quien el mundo de hoy no sirve sino como objeto de juego. Kundera tiene el don de decir del modo más cristalino lo que a uno le resulta más difícil decirse, y en esta novela alcanza la cima de esta facultad.

Después de leer La insoportable levedad del ser el año pasado, decidí que iba a seguir leyendo a Kundera. Realmente, a la novela que le tengo más ganas es a La identidad pero, como conseguí esta, pues he empezado con ella. Os podéis hacer una idea del tipo de reflexiones que encierra la novela: sobre todo destacan los deseos de trascender más allá de la muerte a través del arte… Interesante, aunque reconozco que me está costando un poquito…

'Ya solo habla de amor'

‘Ya solo habla de amor’

‘Ya solo habla de amor’

Incapaz de superar la pérdida del amor, Sebastián se entrega con entusiasmo a su fracaso, a la inútil corrección compulsiva de traducciones de poemas de Blake, a observar a las mujeres con dedicada atención, a abusar de la paciencia de sus amigos y a dar vida a Ramón Alaya, su álter ego imaginario, jugador de polo argentino, leal, fuerte, atractivo e ignorante de todo ese absurdo territorio de ficción que consuela a los locos en su derrota. En una sola noche se verá obligado a caminar más de lo que ha caminado durante los últimos años…

El comienzo me encantó, pero está yendo a peor… Espero que remonte. Es lo primero que leo de Loriga y no sé si su prosa será siempre así, pero me está pareciendo terriblemente original. La novela es muy cortita y no creo que me dure mucho más, así que supongo que escribiré su reseña en breve (bueno, no prometo pasarme mucho por aquí en mayo, la verdad; no sé si cambiaré de idea después). En el reto Elvira ha sugerido otro título de Loriga que le fascinó: Lo peor de todo.

'Ensayo sobre la ceguera'

‘Ensayo sobre la ceguera’

‘Ensayo sobre la ceguera’

Un hombre parado ante un semáforo en rojo se queda ciego súbitamente. Es el primer caso de una «ceguera blanca» que se expande de manera fulminante. Internados en cuarentena o perdidos en la ciudad, los ciegos tendrán que enfrentarse con lo que existe de más primitivo en la naturaleza humana: la voluntad de sobrevivir a cualquier precio. Ensayo sobre la ceguera es la ficción de un autor que nos alerta sobre «la responsabilidad de tener ojos cuando otros los perdieron». José Saramago traza en este libro una imagen aterradora y conmovedora de los tiempos que estamos viviendo. En un mundo así, ¿cabrá alguna esperanza? El lector conocerá una experiencia imaginativa única. En un punto donde se cruzan literatura y sabiduría, José Saramago nos obliga a parar, cerrar los ojos y ver. Recuperar la lucidez y rescatar el afecto son dos propuestas fundamentales de una novela que es, también, una reflexión sobre la ética del amor y la solidaridad.

Este es uno de esos libros que siempre tenía pendientes, pero que al final nunca elegía. Pero, claro, después de animarme a leerlo de manera tan vehemente un día por aquí (y, después, todo sea dicho, de alguna bronca que me cayó por no haberlo leído), cualquiera lo dejaba en la lista de pendientes más tiempo. ¿Qué puedo decir? Que me está gustando muchísimo… Y que me alegro de que me hayáis empujado a él (aunque es duro, ¿eh?).

'La invención de Morel'

‘La invención de Morel’

‘La invención de Morel’

Un fugitivo acosado por la justicia llega en un bote de remos a una isla desierta sobre la que se alzan algunas construcciones abandonadas. Pasado el tiempo, el protagonista descubre el fin de su soledad absoluta, ya que en la isla han aparecido otros seres humanos. Los observa, los espía, sigue sus pasos e intenta sorprender sus conversaciones. Ese es el punto de partida del misterio, del tránsito continuo de la realidad a la alucinación que poco a poco lleva al fugitivo hasta el esclarecimiento de todos los enigmas.

Este libro puede compararse, por derecho propio, con los relatos más perfectos de Edgar Allan Poe. Su trama ingeniosa y, sobre todo, la admirable originalidad de la idea en torno a la cual gira la acción han convertido a La invención de Morel en una de las obras maestras indiscutibles de la literatura fantástica de todos los tiempos.

Siempre digo que este blog, además de muchísimo trabajo, me ha aportado algo increíble, que no me esperaba cuando lo empecé y que hace que todo merezca muchísimo la pena: sus lectores. Algunas de las personas que se han acercado a este rinconcito se han convertido en indispensables hoy por hoy en mi vida, he logrado reencontrarme con gente con la que hacía tiempo que no tenía relación y me ha unido a otros lectores o personas preocupadas por el lenguaje y sus intríngulis… Solo que me visitéis y me leáis ya es un premio para mí (y si comentáis, ni os cuento). Pero, claro, si encima un día llama el cartero a mi puerta y me trae un regalo de parte de una de las lectoras del blog… ¡felicidad absoluta! Y eso pasó la semana pasada: que me llegó este libro desde Sevilla, regalo de África (suele andar por los comentarios). África, te lo dije el otro día pero ¡muchísimas gracias de corazón! No era necesario, ni mucho menos, pero me hizo una ilusión loca… ¡Ya te contaré!

¡Os toca! ¿Qué libro(s) estáis leyendo ahora mismo? Como siempre, podéis contestar por Twitter o en los comentarios…

Y, colorín colorado, este reto se ha acabado. ¿Sí? ¿Seguro? Pues no… Quienes sigáis muy de cerca los comentarios sabréis que me hicieron una propuesta: un día 31 con un libro muy especial. Mañana descanso, pero el jueves o el viernes me paso de nuevo por aquí para contaros de qué va el asunto. ¡Gracias por un mes increíble!



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