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Carmen Martín Gaite: ‘Caperucita en Manhattan’

Una de las cosas que más me gustan de los retos de los treinta libros es la cantidad de sugerencias de lectura que saco de ellos. Todos los años he leído unos cuantos libros de los recomendados después y este no podía ser menos. De hecho, ya estoy con varios títulos que he sacado de vuestros comentarios (¡gracias!). Y alguno ha caído ya, como el libro que reseño hoy: Caperucita en Manhattan, de Carmen Martín Gaite.

'Caperucita en Manhattan'

‘Caperucita en Manhattan’

Caperucita es un clásico de la literatura sobre la iniciación a la vida adulta, sobre los peligros a los que tenemos que hacer frente y la exigencia de hacerlo en libertad y soledad.

Carmen Martín Gaite nos recrea magistralmente esta historia y la adapta a la sociedad en la que vivimos, con una Caperucita que es una niña de hoy y que se mueve en un bosque muy diferente (Manhattan), aunque también se encontrará con los personajes del famoso cuento, aquí completamente diferentes: miss Lunatic, Mr Wolf, etc. Al leer Caperucita en Manhattan, uno de los grandes éxitos de la literatura juvenil de los últimos años, se nos proporciona la ocasión de reflexionar sobre nuestro propio mundo, sobre la manera en que nosotros intentamos cada día ser diferentes y sobre cómo ser nosotros mismos en la sociedad en que nos ha tocado vivir.

¡Qué bien me lo he pasado leyendo Caperucita en Manhattan este fin de semana! Un libro superameno, de lectura muy fácil y que ha llegado en el momento más oportuno (y casi por casualidad, como siempre pasan estas cosas).

El libro lo recomendaron Mer y Maria hablando de la valentía. Porque la idea de una niña que va a casa de su abuelita sola por Manhattan parece, a priori, muy valiente, ¿no? Pues siento no estar de acuerdo… Esto, para mí, no es una historia de valentía, básicamente porque Sara Allen (la protagonista) no tiene miedo (la valentía implica hacer frente a algún miedo); ella es audaz y atrevida, pero no se enfrenta a sus temores. Por lo tanto, me sigo quedando con mi querido Holden Caulfield como personaje valiente.

Pero, aunque esto no sea, para mí al menos, un libro sobre la valentía, sí que me parece un gran canto a la libertad, al descubrimiento de lo que nos hace especiales a cada uno de nosotros, a la búsqueda de la felicidad personal y a la idea de que tenemos que seguir nuestros sueños… Y muchas de las reflexiones vienen de la mano de Miss Lunatic, un personaje que me ha fascinado. Yo quiero ser como ella de mayor. Me pido Miss Lunatic en mi próxima vida. Porque es libre (quienes hayáis leído la novela estaréis pensando: «¡Obvio!»), porque es sabia, porque hace el bien, porque transmite muy buen rollo, porque le saca el jugo a la vida, porque siempre se queda con la parte buena de las cosas, porque es fiel a sí misma y a sus ideales, y porque es feliz. Solo hay que leer la reflexión sobre la vida que copié el otro día…

Lo malo es que he leído esta historia en una edición pésima. ¡Qué horror! Tengo la edición de Siruela de la imagen (es de una colección juvenil) y… ¡de llorar! Erratas, faltas ortográficas y ortotipográficas, dobles espacios por doquier… Y la edición prometía, que hasta está ilustrada… Pero muy mala, de verdad, no es de justicia comprar un libro así (y cada vez pasa con más libros: ¡quejaos a las editoriales cuando encontréis libros mal editados, estáis en vuestro derecho!).

¿Habéis leído la novela? ¿Os gustó? ¿Os hicisteis superfansos de Miss Lunatic como yo? Tenéis los comentarios a vuestra disposición…

Reflexiones (XXX)

«Pero ¿a qué llaman vivir? Para mí vivir es no tener prisa, contemplar las cosas, prestar oído a las cuitas ajenas, sentir curiosidad y compasión, no decir mentiras, compartir con los vivos un vaso de vino o un trozo de pan, acordarse con orgullo de la lección de los muertos, no permitir que nos humillen o nos engañen, no contestar que sí ni que no sin haber contado antes hasta cien como hacía el Pato Donald… Vivir es saber estar solo para aprender a estar en compañía, y vivir es explicarse y llorar… y vivir es reírse…».

Miss Lunatic
Caperucita en Manhattan
Carmen Martín Gaite

Lo suscribo todo…

Pedro Gumuzio: ‘La herramienta comercial’

Esta reseña la prometí hace muchísimo tiempo y, la verdad, llevaba un año con ella a medio escribir… He pensado que podría ser un gran libro para este fin de semana (o para otro), así que, si tenéis ocasión, no dejéis de echarle un vistazo (¡no os dejéis confundir por el título!); hoy hablamos de La herramienta comercial, de Pedro Gumuzio.

'La herramienta comercial'

‘La herramienta comercial’

Juan García, joven abogado sin ambiciones profesionales y con una destacada desorientación personal, es contratado por la empresa en la que durante más de treinta años estuvo trabajando su padre; allí, en medio de una pintoresca colección de empleados, Juan descubre algunos de los mecanismos reales que mueven el mundo, y se da cuenta de que la gente siempre esconde algo.

La herramienta comercial es un relato sobre el amor, la falta de voluntad, el fracaso y el caos, y es también un estudio sobre las posibilidades del absurdo en una pequeña empresa. Pero es, sobre todo, una novela de humor.

Efectivamente, esta es una novela de humor, de esas que te van dibujando una sonrisa según avanzas en la lectura. Y es que esta novela es un canto a lo absurdo de la vida, a la falta de iniciativa e, incluso, a la mala suerte, elementos que se combinan en la particular bajada a los infiernos de Juan, el protagonista-narrador de esta novela. Porque, autoexiliado en un ático, Juan nos cuenta la historia de cómo ha llegado hasta esa situación, calamidad tras calamidad. Mala suerte en el amor, mal ojo eligiendo a los amigos y un trabajo que raya lo esperpéntico son los ingredientes de este cóctel de absurdos. Y todo narrado de forma muy seria y «objetiva» por Juan. Como complemento, la herramienta comercial, la agenda de su antecesor en su puesto de trabajo…

Aparte de lo original de la historia, me sorprendió la solvencia con la que está escrita (es la primera novela de su autor, aunque ya había participado en Tambor, que reseñé hace tiempo; por cierto, parte de los beneficios de esta novela también están destinados a la asociación Siempre Adelante, cuyo fin es recaudar fondos para la investigación y el cuidado de enfermos de ELA). Y, para original, el título, que, como el propio Pedro comentó en este blog, lleva a confusión… (podéis ver su comentario en la entrada sobre buenas novelas con malos títulos del último reto). Ahí podéis apreciar la guasa de Pedro, que se refleja muy bien en su novela. Una buena lectura (y divertida además).

¿Alguien ha leído La herramienta comercial? ¿La recomendaríais? Tenéis los comentarios abiertos. ¡Buen fin de semana a todos!

E. L. James: Trilogía de ‘Cincuenta sombras’

Empiezo esta entrada casi pidiendo perdón por publicarla. Aunque leo de todo (muy bueno, bueno, regular, malo e infame), no suelo publicar reseñas de la última categoría por respeto a quienes os acercáis a leer este blog; y estas novelas son malas a rabiar: peor que malísimas, no debería dedicarles una entrada. Pero, después del reto, que ha supuesto un subidón de visitas importante, ando como una yonqui con el mono y me vendo al mejor postor por sonreír viendo Google Analytics. Y me han asegurado que hablar de Grey multiplica las visitas…

Además, reconozco que me lo pasé teta (nunca mejor dicho) leyendo estos libros. No por los libros en sí (aunque deberían catalogarlos como libros de humor directamente), sino por cómo fue esa lectura y lo mucho que me reí. Y eso que me negaba a acercarme a ellos: ¡no me atraían nada! Todo lo que había leído sobre ellos era negativo. Para qué perder mi tiempo… Pero una vive en sociedad y tiene amigas. Y mis amigas leen. La mayoría, unos pestiños infumables con los que yo no puedo; pero, ya que leen, yo siempre les animo a ello. Lo malo es que, últimamente, no hay comida o cena a la que vaya en que no se hable de sus libros. Y, manda narices, yo que me paso el día leyendo, me siento excluida. Y encima me llaman esnob… (y, de verdad, no tengo problema con los bestsellers precisamente). Así que, en parte, decidí leer la primera novela (pensaba que no iba a pasar de ahí) para poder seguir las conversaciones con mis amigas y no sentirme un bicho raro. Y ya que estábamos, leyéndola veía si el éxito del porno para mamás está o no justificado… (sinceramente, me parece muy triste que esto tenga éxito, por muchas razones). Y fue ponerme y leerme las tres novelas del tirón en cuatro días; en parte, porque las leímos varias amigas a la vez y las íbamos comentando por Whatsapp (esas conversaciones son de guardar). No os podéis imaginar las carcajadas que echábamos. Es que es todo tan cutre, tan irreal, tan absurdo, tan tonto… que lo mejor es reírse de ello. Y ahora ya, empiezo a hablar de los libros… Hay spoilers, aviso…

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‘Cincuenta sombras de Grey’

Descubre la trilogía de la que habla todo el mundo. La romántica, sensual, erótica y totalmente adictiva historia de la apasionada relación entre una estudiante universitaria y un joven multimillonario……

Ella es una joven universitaria, inteligente, seria, estudiosa, amante de la literatura.
Él es un empresario multimillonario, culto, gourmet, exquisito y exigente sobre todo en sus preferencias sexuales.

Ella siente un amor profundo y apasionado por él, pero ha decidido que nunca podrá convertirse en la pareja que él desea.
El lado dominante y sobreprotector de él y los traumas de su infancia pondrán a prueba su relación.

Ella hará todo lo posible para liberar a su amante de su oscuro pasado.

Reconozco que la diosa que llevo dentro (ejem) se escandaliza con muy pocas cosas. Y leer textos de sexo explícito no es una de ellas; quizá porque, por trabajo, lo hago muy a menudo y, además, cosas mucho más «brutas» (¡viva Rusia!). Pero la diosa que llevo dentro sí se escandaliza con, por ejemplo, el modelo de relación que se vende en estas novelas. O con la burda justificación de ciertas preferencias sexuales que, para mí, solo denota lo sucio que le parece todo lo que escribe a quien lo escribe (en el fondo, aunque se haya hecho millonaria gracias a esto, sinceramente, su actitud no deja de parecerme en cierta forma bastante pacata). Porque, a ver, os cuento de qué va este rollo…

Una pava (porque más sinsorga no se puede ser), virgen para más señas (sin comentarios, no porque sea virgen, sino por el embolado en el que se mete la boba de ella), conoce a un tipo que la obnubila (porque, según ella [y esto leedlo con voz de lerda], «¡Uau [sic], qué bueno está, qué pectorales!»). Y resulta que él, aparte de ser un verdadero Adonis, está forradísimo (que no es asunto baladí, le dan muchísima importancia al tema pecuniario: ¿cuántos coches le regala en los primeros tres meses de relación?). Y, también, aparte de tener una cantidad de pasta indecente, tiene gustos sexuales «no muy convencionales»: a él le va el BDSM… Pero, claro, no le va porque sí, sino porque está traumatizado por su infancia (creo que no hay emoticono que exprese lo que me gustaría poner aquí), pero eso se descubre más adelante (son «sus sombras»). Entonces él se encapricha de ella y la quiere hacer su sumisa; y ella se enamora locamente y está dispuesta a hacer cualquier cosa por él… Y ella es tan angelical y tan insulsa y tan tan tan… que, cómo no, consigue enamorarlo y «redimirlo» de sus «vicios». Incluso acaban casados y con hijos… Vamos, un cuento de hadas simplón (es que la historia, en serio, no puede ser una estulticia mayor), eso sí, con sexo en cantidades industriales (por cierto, comentamos mucho en su día lo «machote» que es él, ¡menudo Superman!). Porque hay muchísimo sexo. Y es explícito. ¡Ah! Y todo eso de que es todo sadomaso… ¡prácticamente nada! Es todo, como ellos dicen, «sexo vainilla», así que tampoco es tan escandaloso como lo quieren vender (por si a alguien le echan los libros para atrás por eso: hay mil razones para no leerlos, pero no creo que esa sea una de ellas).

Historia simplona, por tanto, y escrita de manera no menos simplona. Seamos serios: esto no es literatura precisamente. Trabajo con el lenguaje: cero. Da mucha vergüenza ajena. A mí hubo algo que, de verdad, me sacó de mis casillas: el verbo musitar. No susurran, cuchichean, murmuran o bisbisean… Solo musitan, constantemente, todo el tiempo. En las escenas de sexo (yo calculo que el 75 % de los libros, mínimo), hacen lo que hacen… y se musitan cosas al oído. En serio, si cada vez que aparece el verbo maldito se bebiera algo, las borracheras serían de escándalo. De «la diosa que llevo dentro» y sus estupideces, la diosa que yo llevo dentro no me permite hablar…

Y ahora vamos a lo que realmente me parece escandaloso de estos libros: qué tipo de relación nos están vendiendo… No es una relación sana, todo lo contrario; de hecho, me parece todo bastante enfermizo. Y encima he tenido que oír a varias personas que quieren eso. Pues, en mi opinión, quien quiera eso está tan enferma como el protagonista del libro. Que no es un enfermo por lo que le gusta en la cama (o en su sala roja), sino por la obsesión que tiene de controlarla a ella. ¡Eso no es amor! ¡Eso es una locura! Pero, supongo, como es guapo y tiene pasta, da igual, ¿no? Sinceramente alucino bastante con opiniones que he oído al respecto, pero no podía dejar de escribir mi total desacuerdo con que estas novelas sean una historia de amor precisamente. Es la historia de una obsesión con mucho sexo. Y ya… Esto no es amor romántico, por mucho que se empeñen. De hecho, la historia no vale nada.

Razones para leerlas: que si las leéis con amigas (un poco abiertas de mente, eso sí), os vais a morir de la risa (y quizá podáis coger alguna idea… 😉 ). Razones para no leerlas: todas las demás. Por cierto, están preparando la película: ¿cómo van a hacer para que no tenga calificación X en Estados Unidos? Será interesante…

¿Habéis leído la infame trilogía? ¿Qué opináis? Por cierto, ¿algún chico la ha leído o la leería? Mera curiosidad…

Ahora sí: reto finiquitado

Lo dije el otro día, pero, por si acaso, lo hago oficial: tercer reto de los treinta libros acabado. ¡Muchísimas gracias a todos por haber participado! En unos meses, más y mejor, ¿os parece? 😉

Quiero recordaros que los comentarios quedan abiertos y podéis seguir dejando vuestras sugerencias cuando queráis. Si un día os viene a la cabeza el supertítulo no dudéis en apuntarlo… Y os recuerdo también que si a alguien se le ocurre alguna locura que podamos hacer aquí en el blog (que tenga que ver con libros o lenguaje, por favor), decídmelo, que si puedo me lío la manta a la cabeza de nuevo… ¡Ah! Y tenemos ya un montón de categorías para el próximo reto, pero, si se os ocurre alguna, ya estáis tardando en enviármela…

A partir de ahora, volvemos a los contenidos de siempre (un poco espaciados, eso sí): quiero publicar de nuevo sobre ortotipografía y gramática, y caerá alguna reseña que he prometido. Como siempre, los temas y propuestas son bienvenidos. Y si tenéis cualquier duda de cómo se dice o cómo se escribe algo, hacédmela llegar también (tenéis los comentarios, el correo electrónico, Formspring, Twitter…, os lo pongo bien fácil). Y un último recordatorio: si a alguien le apetece escribir algo para el blog (una reseña de un libro que le haya encantado —o no—, una entrada, lo que sea…), que me mande un correo electrónico con su idea y lo vemos, ¿vale?

Lo dicho: ¡muchísimas gracias a todos! ¡Nos seguimos leyendo! 🙂

El libro que mejor (crees que) te representa (‘bonus’ 30 libros)

Hoy acabamos el reto: esta es la última categoría. Es una especie de bonus que me propuso LV y, aunque me pareció complicada (o precisamente por ello), aquí me tenéis, con el libro que mejor (creo que) me representa… Bueno, no. Imposible hablar únicamente de un libro hoy… Voy a citar unos cuantos, cada uno por una razón. Sí, sé que es trampa, pero hacer un día 31 tampoco es muy ortodoxo, así que…

En las cuatro semanas que he estado dándole vueltas a esto (que se dice pronto), han pasado un montón de títulos por mi cabeza. Incluso he preguntado a mis más allegados y, sinceramente, nadie ha sabido dar con un libro en el que me pudiera ver retratada. Y yo, cómo no, vuelvo a mis libros de siempre. Quería ser un poco original, pero… Al final los libros fetiche de cada uno lo son por alguna razón… Así que os voy a hablar de un batiburrillo de títulos; os voy a ir contando cuál ha sido mi lógica para descartarlos o elegirlos… Y, con ello, supongo, podréis haceros un poquito más de idea, quizá, de la persona que soy y del momento vital en el que me encuentro ahora mismo (justo en el día que estreno los 36). ¡Preparaos para leer, que la entrada es larga!

Lo primero que se me ocurrió fue buscar un personaje con el que me identificara. Tarea realmente complicada. A ver, yo tengo mis personajes favoritos, aquellos por los que siento una simpatía (o empatía) especial, que me producen ternura y tengo la sensación de que los comprendo. Hasta me entran ganas de cuidarlos. Me pasa con Holden Caulfield (El guardián entre el centeno), por ejemplo. O con Cécile, la protagonista de otra de «mis» novelas, Buenos días, tristeza; pero, por mucha empatía que sienta por Cécile, yo no me identifico con ella: yo la comprendo y la acompaño en su dolor, pero Cécile no me representa. Porque yo no soy la pija, superficial y egoísta Cécile, aunque podría, a pesar de todo, ser su mejor amiga (o ella ser la mía, más bien; en el fondo, es buena chica). Y he ido repasando mentalmente los personajes de todos los libros con los que guardo una relación especial (porque, si hay algo parecido a mí en alguna historia, seguro que tengo una relación especial con ese libro) y, sinceramente, me cuesta mucho encontrar uno con el que me identifique y que crea que me puede representar. Pero, entonces, hace apenas unos días, me acordé de un libro y de su protagonista… Ya he hablado (mucho) de este libro en el blog, así que no va a suponer ninguna sorpresa: me refiero a Un matrimonio feliz, de Rafael Yglesias.

Un matrimonio feliz

‘Un matrimonio feliz’

Que conste que si escojo este libro es por su protagonista femenina: Margaret. No me siento identificada con ella al cien por cien (quizá ni siquiera al cincuenta por ciento), pero me pasó algo curioso al leer este libro que, aunque ya lo he contado varias veces, repito, por si hay nuevos lectores: tuve la sensación, más de una vez, de que Yglesias se había metido en mi cabeza para elegir las palabras de Margaret. No siempre, claro, pero sí en varias partes del libro (sobre todo en una). Y hay una frase que tengo grabada en mi mente, porque tengo la sensación de que no salió de Margaret, sino directamente de mí. Yo me veo diciendo las mismas cosas que Margaret. ¿Y cómo es Margaret? Pues me resulta francamente complicado describirla; además, que piense como ella en algunos fragmentos no me convierte en ella. Eso sí, compartimos incluso algunos rasgos físicos: por ejemplo, las dos tenemos ojos azules. Pero creo que ahí acaban las coincidencias (y, en parte, ¡menos mal!, porque, para quienes no conozcáis la novela, Margaret está muy enferma). ¡Ah! Y yo no sé si podría ser tan benévola como Margaret con Enrique ante ciertos hechos (quizá por mi propia historia personal): creo que ella es la gran heroína de esta novela, la más valiente, la más decidida y, sobre todo, la más generosa a la hora de darse a sí misma; ella es la artífice de esa relación, desde que se conocen prácticamente hasta el final, y es ella la que consigue que el matrimonio dure (no le quito su cierto mérito a él, pero yo creo que ella lucha mucho más desde el principio). Y aquí es cuando me pregunto a mí misma si yo coincido en eso con Margaret. ¿Soy luchadora? Sí lo soy (no tiro la toalla con facilidad y eso me hace vivir situaciones totalmente surrealistas a veces).

Así que, vale, tengo un personaje con el que me puedo sentir algo identificada. ¿Me representa ese libro? No… Es muy obvio que no. Así que, toca seguir buscando. Y parece que seguir por la vía de los personajes no me hace llegar a buen puerto. Bien, escojamos otro camino. Veamos, directamente, mis libros favoritos.

¿Cómo puedo elegir favoritos entre los libros? ¡Qué difícil! Depende de tantas cosas. Aun así, yo siempre digo que, si solo pudiera quedarme con un libro para lo que me resta de vida, elegiría Cien años de soledad. Me parece una novela redonda. Es perfecta desde su mítico comienzo, hasta ese final que deja sin palabras. Y, sinceramente, le tendríamos que dar las gracias a Gabo por haberse sacado de la chistera a Melquíades, uno de los mejores personajes de la historia de la literatura. Pero ¿tiene Cien años de soledad algo que ver conmigo? La respuesta es no. Por mucho que me guste la novela, por maravillosa que me parezca, no tiene absolutamente nada que ver conmigo. Parece que la vía de los libros favoritos tampoco da frutos…

Y entonces empecé a razonar al revés. En vez de buscar entre mis libros, me propuse ver a qué elementos de mi vida doy importancia ahora mismo e intentar descubrir esos elementos en un libro. Y, bueno, aquí sí ha habido resultados. Mi libro es Brooklyn follies de Paul Auster.

Portada española de 'Brooklyn follies'

‘Brooklyn follies’ de Paul Auster

Otro libro del que he hablado hasta la saciedad (en serio, siento no estar aportando títulos nuevos, pero, como ya he dicho, los libros fetiche lo son por algo). ¿Por qué Brooklyn follies? Porque mi vida creo que va en paralelo a la de Nathan, su protagonista; no literalmente, claro, pero sí de manera metafórica. Porque resulta que yo tenía una vida. Que era buena, mala o regular, da igual. Era mi vida. Y de repente me la arrebataron. O así lo viví yo. Y solo me quedaba aislarme aún más (tiendo al aislamiento cuando estoy triste y yo llevaba ya un tiempo mal): entrar en mi pequeño mundo, no permitir que nadie entrara en él y seguir sobreviviendo por inercia. Pero, cuando tienes a tu lado a personas que te quieren, no permiten que eso ocurra: te cogen de la mano, te acompañan en tu dolor y, cuando te ven un poco más fuerte, te devuelven al mundo. La gente que nos rodea es lo que nos da la vida. Y la felicidad. Y esa es, precisamente, la tesis de Brooklyn follies: una novela optimista sobre el valor de unirse a gente que nos aporte, que nos valore, que nos haga reír, que nos quiera… Una novela sobre perseguir los sueños, sobre la importancia de la amistad, sobre el amor… Y es que mi vida se convirtió en una especie de Brooklyn de repente. Se llenó de gente de nuevo. Los que habían estado siempre y sumaban se hicieron aún más presentes; quienes restaban desaparecieron. Y llegaron muchas personas a mi vida. Gente importante ahora mismo. Me siento muy afortunada en este momento, porque soy muy consciente de que estoy rodeada de gente que me quiere. Lo dije el otro día: me hacen la vida mucho más fácil. Y, para quien se lo pregunte, soy mucho más feliz ahora que antes en aquella vida que me arrebataron de la noche a la mañana. Quizá en aquel momento no lo entendí, pero ahora me alegro de que ciertas locuras no perduraran más aún en el tiempo, sobre todo porque tengo el total convencimiento de que lo que está por llegar va a ser muchísimo mejor de lo que me podía siquiera imaginar: quiero pensar que voy a ser muy feliz. Nathan encontró su felicidad en las personas a las que se unió en Brooklyn tras su bajada a los infiernos; yo tuve que vivir un desamor (dos, más bien, muy seguidos) para darme cuenta de lo que valía la pena y empezar a valorarme más a mí misma (que igual no es muy políticamente correcto que lo diga, pero soy una tía de puta madre; me permito decir estas cosas porque es mi día, que conste). ¡Ah! Y una consideración final sobre esta novela para los muy cotillas o quienes conocen la historia entera: la última vez que hablé de ella comenté que, en ese momento, esta novela me dolía un poco por razones muy personales. Bueno, pues ya no duele. Nada además. De hecho, me empieza a asustar mi indiferencia hacia esto y hacia ciertas personas. Pero decidí que en mi vida solo se quedaba la gente que sumaba… y él solo restaba (y se llevaba toda mi energía). A veces hay que hacer limpieza. Mejor así. Y, definitivamente, elijo Brooklyn follies como novela que representa mi vida (y mi filosofía de vida) actual.

Y esta entrada se iba a quedar así. Pero la vida es caprichosa a veces y, justo este fin de semana, me ha pasado algo que hace que haya decidido añadir otro título. Este sí que es nuevo… Me refiero a Siete años, un martes y un septiembre, de Julio Oliva. Es curioso, tanto tiempo pensando en libros que me pudieran representar y me llega este título, en plan encargo urgente de trabajo (buena forma de pasar mi fin de semana), y me he encontrado con cosas que me han dejado muy tocada, porque están muy íntimamente relacionadas conmigo. No os voy a copiar ninguna sinopsis, porque hablaré de él en una reseña en condiciones pronto. Un pequeño apunte: jamás había llorado con ningún texto en el que estuviera trabajando… hasta este libro. Como una magdalena el otro día, qué barbaridad. Y es que mis deseos más íntimos y profundos se explicitan mucho y me emocionó. Y, como además, lo reconozco, le doy muchas vueltas a la cabeza los días anteriores a mi cumpleaños (en plan valoración, como hace la gente en Año Nuevo) y me pongo tontorrona, pues me ha tocado aún más. ¿Me representa? Sí. Porque me he encontrado explicada, de forma muy poética, la única forma en que concibo que se debe amar (y cómo me gustaría que me amaran). Pero no ha sido un zarandeo que me haya hecho hundirme en la miseria, todo lo contrario: me ha emocionado porque cada vez tengo las cosas más claras y cada vez tengo menos miedo. Y eso es todo un paso.

Pues, después de mi perorata (no sé cómo he podido explayarme tanto, lo siento), os toca. Me encantaría que comentarais, dejarais vuestros títulos y, a poder ser, una pequeña explicación de por qué los elegís. ¡Me gustaría saber mucho más de vosotros! ¡Ah! Y le he pedido un favor especial a alguien, pero era complicado y no sé si lo logrará (si lo hace, lo veréis todo en los comentarios). Y nada más. Bueno, sí, que no sé cuándo podré moderar hoy comentarios, pero os leo de todas formas (hasta que me lo permita la batería del móvil al menos: no confío nada en ella; espero que no me deje tirada). ¡¡Gracias!! Y, ahora sí, doy por acabado el reto…

¡Gracias… y día 31!

Todos los años, cuando acaba el mes del reto, dejo que pasen unos días (más que nada para que descansemos todos un poco: yo, de escribir; vosotros, de leerme) y luego publico una entrada para daros las gracias porque vuestra participación en este experimento siempre es increíble. Este mes de abril no ha sido para menos: ha habido muchos comentarios y muchas menciones en Twitter (por cierto, para el próximo reto creo que voy a prescindir de Twitter, que esta vez me he vuelto tarumba y hemos vuelto loco a un tal @mobas al que le mandabais menciones y que, la verdad, entre nosotros, ya podía darme el nombre, que no tuitea). Y, sobre todo, ha habido muchas visitas. Muchísimas. Básicamente, el blog duplica sus visitas en estos días. Y hay días que incluso las cuadruplica… Y os aseguro que no sois dos o tres precisamente: hay veces que esto me da auténtico vértigo.

Así que, un poco antes que otros años (no os he dejado descansar mucho de mí esta vez), ¡¡muchísimas gracias!! Hacéis que todo el trabajo merezca muchísimo la pena. Y es una gozada encontrarse a otros lectores, con gustos muy diversos, cada uno de su padre y de su madre, y todos jugando a buscar algún título que encaje con el criterio de ese día… Y, no sé vosotros, pero ¡yo saco muchísimos títulos para leer después! Me esperan unos meses interesantes por delante, en parte con títulos que me habéis propuesto (de hecho, uno de los libros que estoy leyendo ya ha salido de este último reto).

El asunto está en que no he dado por terminado el reto. ¿Por qué? Porque me encantan los juegos y si, además, se meten libros en la ecuación, no sé decir que no. Y, claro, me proponen una nueva categoría para un día 31… ¡y me lanzo sin pensarlo! Así que, va a haber un día 31 propuesto por LV. Creo que es la categoría más difícil y personal de los tres retos: el libro que mejor (crees que) te representa. ¡Es complicadísima! Llevo pensando en esto más de tres semanas (desde el momento en que me lo propuso L.).

¿Y cuándo vamos a buscar los nuevos títulos? Pues el martes 7 de mayo. Por dos razones: una práctica y otra egoísta y jeta por mi parte… La práctica es que calculé que necesitaba una semana desde el último día «oficial» del reto para que me diera tiempo a escribir la nueva entrada (ando liadilla estos días y me pega que me va a llevar bastante; es que es muy difícil). La egoísta es que el día 7 es mi cumpleaños y no se me ocurre una fecha mejor que mi propio día para hablar de mí (admito llamadas, felicitaciones y regalos, por cierto; de hecho, me hacen muchísima ilusión). 😉

Y luego ya, sí, se acabó el tercer reto. Y las entradas muy personales (que, como me dijo alguien en Twitter el otro día, no puedo «amarillear» el blog). Pero, eso sí, habrá un cuarto reto. No sé cuándo, pero lo organizaré. De hecho, ya tenemos un montón de categorías pensadas (estáis de un inspirado todos últimamente…). Y, por supuesto, si se os ocurre cualquier otro juego o experimento que podamos montar en el blog, contactad conmigo, que liarme es bastante fácil…

Pues esto es todo lo que os quería decir hoy. De verdad, de todo corazón, ¡muchísimas gracias! Espero que lo hayáis disfrutado y os hayáis divertido buscando libros. Y, por supuesto, os espero el martes. Porque vosotros sabéis mucho de mí, pero a mí también me gusta saber de quienes me leéis, así que ver vuestros títulos va a ser interesante. Tenéis cinco días para pensar, ¡no me falléis! ¡Nos leemos el martes!

El libro que estás leyendo ahora mismo (30 libros)

Hoy me veo obligada a hacer trampa: no puedo hablar de un único libro. Mi forma caótica de leer hace que vaya picando de aquí y de allá, y siempre estoy con varios libros a la vez. Me acostumbré a leer así en los tiempos de la universidad, en que, como tenía varias asignaturas de literatura distintas a la vez, había que ir leyendo de todo al mismo tiempo. Después, por mi trabajo, también leo desordenadamente. Al final, mi cerebro se ha hecho a ello y no mezclo las historias (todo un logro, porque no os imagináis lo desastre que soy a veces). En este momento estoy con «solo» cuatro libros (lo normal es que esté con cinco o seis al retortero): La inmortalidad de Milan Kundera, Ya solo habla de amor de Ray Loriga, Ensayo sobre la ceguera de Saramago y La invención de Morel de Adolfo Bioy Casares.

'La inmortalidad'

‘La inmortalidad’

‘La inmortalidad’

A partir del gesto encantador de una mujer de cierta edad, el escritor crea el personaje de Agnes, alrededor de la cual aparecerán su hermana Laura, su marido Paul, y todo nuestro mundo contemporáneo en el que se rinde culto a la tecnología y la imagen. Pero ¿y si el hombre no fuera sino su imagen?, pregunta otro personaje, Rubens, quien comprueba finalmente que de la más excitante de sus amantes solo le quedan dos o tres fotografías mentales. Esta novela transforma todos los aspectos del mundo moderno en cuestiones metafísicas. Su forma es polifónica: las aventuras de los personajes imaginarios se mezclan con la historia de dos candidatos a la inmortalidad, Goethe y Bettina von Armin; la reflexión sobre el nacimiento del homo sentimentalis en la historia de Europa alterna con las peripecias parisienses del singular profesor Avenarius, para quien el mundo de hoy no sirve sino como objeto de juego. Kundera tiene el don de decir del modo más cristalino lo que a uno le resulta más difícil decirse, y en esta novela alcanza la cima de esta facultad.

Después de leer La insoportable levedad del ser el año pasado, decidí que iba a seguir leyendo a Kundera. Realmente, a la novela que le tengo más ganas es a La identidad pero, como conseguí esta, pues he empezado con ella. Os podéis hacer una idea del tipo de reflexiones que encierra la novela: sobre todo destacan los deseos de trascender más allá de la muerte a través del arte… Interesante, aunque reconozco que me está costando un poquito…

'Ya solo habla de amor'

‘Ya solo habla de amor’

‘Ya solo habla de amor’

Incapaz de superar la pérdida del amor, Sebastián se entrega con entusiasmo a su fracaso, a la inútil corrección compulsiva de traducciones de poemas de Blake, a observar a las mujeres con dedicada atención, a abusar de la paciencia de sus amigos y a dar vida a Ramón Alaya, su álter ego imaginario, jugador de polo argentino, leal, fuerte, atractivo e ignorante de todo ese absurdo territorio de ficción que consuela a los locos en su derrota. En una sola noche se verá obligado a caminar más de lo que ha caminado durante los últimos años…

El comienzo me encantó, pero está yendo a peor… Espero que remonte. Es lo primero que leo de Loriga y no sé si su prosa será siempre así, pero me está pareciendo terriblemente original. La novela es muy cortita y no creo que me dure mucho más, así que supongo que escribiré su reseña en breve (bueno, no prometo pasarme mucho por aquí en mayo, la verdad; no sé si cambiaré de idea después). En el reto Elvira ha sugerido otro título de Loriga que le fascinó: Lo peor de todo.

'Ensayo sobre la ceguera'

‘Ensayo sobre la ceguera’

‘Ensayo sobre la ceguera’

Un hombre parado ante un semáforo en rojo se queda ciego súbitamente. Es el primer caso de una «ceguera blanca» que se expande de manera fulminante. Internados en cuarentena o perdidos en la ciudad, los ciegos tendrán que enfrentarse con lo que existe de más primitivo en la naturaleza humana: la voluntad de sobrevivir a cualquier precio. Ensayo sobre la ceguera es la ficción de un autor que nos alerta sobre «la responsabilidad de tener ojos cuando otros los perdieron». José Saramago traza en este libro una imagen aterradora y conmovedora de los tiempos que estamos viviendo. En un mundo así, ¿cabrá alguna esperanza? El lector conocerá una experiencia imaginativa única. En un punto donde se cruzan literatura y sabiduría, José Saramago nos obliga a parar, cerrar los ojos y ver. Recuperar la lucidez y rescatar el afecto son dos propuestas fundamentales de una novela que es, también, una reflexión sobre la ética del amor y la solidaridad.

Este es uno de esos libros que siempre tenía pendientes, pero que al final nunca elegía. Pero, claro, después de animarme a leerlo de manera tan vehemente un día por aquí (y, después, todo sea dicho, de alguna bronca que me cayó por no haberlo leído), cualquiera lo dejaba en la lista de pendientes más tiempo. ¿Qué puedo decir? Que me está gustando muchísimo… Y que me alegro de que me hayáis empujado a él (aunque es duro, ¿eh?).

'La invención de Morel'

‘La invención de Morel’

‘La invención de Morel’

Un fugitivo acosado por la justicia llega en un bote de remos a una isla desierta sobre la que se alzan algunas construcciones abandonadas. Pasado el tiempo, el protagonista descubre el fin de su soledad absoluta, ya que en la isla han aparecido otros seres humanos. Los observa, los espía, sigue sus pasos e intenta sorprender sus conversaciones. Ese es el punto de partida del misterio, del tránsito continuo de la realidad a la alucinación que poco a poco lleva al fugitivo hasta el esclarecimiento de todos los enigmas.

Este libro puede compararse, por derecho propio, con los relatos más perfectos de Edgar Allan Poe. Su trama ingeniosa y, sobre todo, la admirable originalidad de la idea en torno a la cual gira la acción han convertido a La invención de Morel en una de las obras maestras indiscutibles de la literatura fantástica de todos los tiempos.

Siempre digo que este blog, además de muchísimo trabajo, me ha aportado algo increíble, que no me esperaba cuando lo empecé y que hace que todo merezca muchísimo la pena: sus lectores. Algunas de las personas que se han acercado a este rinconcito se han convertido en indispensables hoy por hoy en mi vida, he logrado reencontrarme con gente con la que hacía tiempo que no tenía relación y me ha unido a otros lectores o personas preocupadas por el lenguaje y sus intríngulis… Solo que me visitéis y me leáis ya es un premio para mí (y si comentáis, ni os cuento). Pero, claro, si encima un día llama el cartero a mi puerta y me trae un regalo de parte de una de las lectoras del blog… ¡felicidad absoluta! Y eso pasó la semana pasada: que me llegó este libro desde Sevilla, regalo de África (suele andar por los comentarios). África, te lo dije el otro día pero ¡muchísimas gracias de corazón! No era necesario, ni mucho menos, pero me hizo una ilusión loca… ¡Ya te contaré!

¡Os toca! ¿Qué libro(s) estáis leyendo ahora mismo? Como siempre, podéis contestar por Twitter o en los comentarios…

Y, colorín colorado, este reto se ha acabado. ¿Sí? ¿Seguro? Pues no… Quienes sigáis muy de cerca los comentarios sabréis que me hicieron una propuesta: un día 31 con un libro muy especial. Mañana descanso, pero el jueves o el viernes me paso de nuevo por aquí para contaros de qué va el asunto. ¡Gracias por un mes increíble!

Uno que te recuerde a tu actual canción favorita (30 libros)

Confieso que esta categoría está muy al final del reto porque, en el primero, hubo una parecida y me pareció de las más difíciles. Así que puse esta el día 29 para tener más tiempo para pensar. Y, al final, no ha sido tan complicado como pensaba. Incluso la elección de la canción ha sido relativamente sencilla… Os adelanto que hoy hablamos del libro El cielo es azul, la tierra blanca de Hiromi Kawakami.

De entre las cinco o seis canciones que ahora mismo diría que están entre mis favoritas, he optado por traer al reto la que mejor rollo me da (y además así aprovecho para hacer un guiño a alguien): «Into giants» de Patrick Watson. Os enlazo el vídeo…

Patrick Watson: «Into giants».

'El cielo es azul, la tierra blanca'

‘El cielo es azul, la tierra blanca’

Como ya he hablado anteriormente del libro, no os copio la sinopsis. ¿Por qué esta novela me recuerda a la canción? Por varios motivos. En primer lugar, porque creo que ambos, libro y canción, hablan de un amor que empieza «pequeñito» para ir creciendo, poco a poco, y que se convierte en algo importantísimo. Es una conquista cocinada a fuego muy lento (en el libro, además, con otros factores que influyen en esa «lentitud», como la diferencia de edad o el miedo a pasarlo mal por relaciones anteriores acabadas). Y hay otro motivo, quizá cogido por los pelos, pero que fue lo que me hizo decidirme justo por este libro (porque había otro que también me encajaba con esta canción): creo que ambos hablan de pequeños gestos cotidianos dentro de la vida de pareja. Hay una frase en la canción (carried our love in cups to go) que me hace pensar en pequeños detalles que pueden acabar convirtiéndose en un mundo; y en la novela Tsukiko y el maestro se acercan con gestos muy sutiles (una taza de té, un paseo, un viaje en tren compartido, una cena…) que culminan en un gran amor. Porque, a veces, y cada vez estoy más convencida de esto, las grandes historias de amor son las pequeñitas (o las que empiezan pequeñitas y, como dice la canción, no se sabe dónde acaban). El libro me encantó cuando lo leí. Me dejó un regusto muy dulce, de un amor tranquilo y sereno, sin grandes alharacas, pero hondo, importante, feliz… Y la canción me sugiere algo muy parecido: me transmite optimismo, es un amor alegre, positivo…

Vuestro turno: ¿cuál es vuestra canción favorita ahora mismo y qué libro os recuerda a ella? ¡Llenad los comentarios!

Chico del guiño: Gracias por descubrirme a Patrick Watson (sigues debiéndome música, por cierto). A ver si quedamos un día y me cuentas todo lo del concierto, ¿vale? 😉 En serio, gracias por seguir por aquí tanto tiempo después… Espero que te quedes muuuuucho tiempo más. ¡Un beso enorme!

Uno sobre la valentía (30 libros)

Seguro que mis amigos o mi familia habrán sonreído al ver la categoría de hoy, porque siempre estoy a vueltas con la valentía, ‘la palabra con v-‘. Es uno de mis temas recurrentes: el ser valiente. Pues, aunque no os lo creáis, esta va a ser una de las entradas más difíciles y, sobre todo, personales para mí de este reto. La categoría, obviamente, fue cosa mía (aunque estuve a un tris de quitarla) y responde a cosas de mi vida que la mayoría de las personas que os acerquéis a leer esto ni conoceréis ni os imaginaréis. Perdonadme que haya partes de la entrada de hoy totalmente en clave: mi gente más cercana sí que entiende de qué estoy hablando… Aunque sí os voy a explicar someramente de qué va todo esto (en el fondo, siento que debo ser sincera, aunque para ello tenga que abrirme un poco). Pero, primero, la elección de hoy (doble, por cierto, siento la trampa): El guardián entre el centeno, de J. D. Salinger, y Flow, de Mihaly Csikszentmihalyi (como comprenderéis, he tenido que mirar el nombrecito de marras).

'El guardián entre el centeno'

‘El guardián entre el centeno’

Si existe una obra mítica en la literatura norteamericana de la segunda mitad de nuestro siglo, es sin duda El guardián entre el centeno. Las peripecias del adolescente Holden Cauldfield en una Nueva York que se recupera de la guerra influyeron en sucesivas generaciones de todo el mundo. En su confesión sincera y sin tapujos, muy lejos de la visión almibarada de la adolescencia que imperó hasta entonces, Holden nos desvela la realidad de un muchacho enfrentado al fracaso escolar, a las rígidas normas de una familia tradicional, a la experiencia de la sexualidad más allá del mero deseo. Su epopeya neoyorquina es en cierta forma un viaje iniciático, así como un proceso de descubrimiento de las reglas que rigen el mundo hipócrita de los adultos. Guiado por la pasión, el desconcierto y los sueños propios de su edad, Holden consigue remover los cimientos morales de la sociedad de su tiempo, y nos hace evocar el recuerdo agridulce de la inocencia perdida.

Probablemente, cualquier novela de aprendizaje encaje perfectamente en esta categoría. El proceso de maduración siempre nos enfrenta a miedos y evolucionar va de la mano de la valentía. Y si hay una novela que se ajusta al tema del reto y me encanta, con un personaje asustado hasta la médula (o así lo creo yo), esa es El guardián entre el centeno. Yo me identifico mucho, a pesar de la diferencia de edad, con Holden. Y, la verdad, ya lo he dicho más de una vez: estoy un poco enamorada platónicamente de él desde la adolescencia. Me produce una ternura entrañable. Así que, no se me ocurre mejor elección que esta novela para hablar de valentía.

Mis miedos tienen poco que ver con los de Holden (aunque, no es por nada, pero las consecuencias, en parte, son muy parecidas). Vamos a resumir mucho mi vida diciendo que los últimos años han sido complicados… En muchos aspectos, sobre todo en uno. Y, después de estar un tiempo bastante perdida y dando tumbos (quizá refugiándome en personas que me hicieron más mal que bien), el año pasado decidí dar un giro a mi vida y retomar las riendas. Estaba sola, era libre, me rodeaba mucha gente que me quiere, mandaba yo… El problema: mis miedos. Nunca me he tenido por una persona especialmente valiente, pero siempre había sido capaz de enfrentarme a las situaciones que se me habían ido presentando. Pero en ese momento lo veía todo imposible y cuesta arriba. Un poco como Holden, por qué no. Yo me sentía defraudada, humillada, triste, con la autoestima por los suelos y, sobre todo, muy asustada. ¿Qué podía hacer en esa situación? La llegada de 2012 fue todo un punto de inflexión en mi historia, porque tomé una decisión tontísima, pero que funcionó muy bien mientras duró: 2012 sería mi año de la valentía. El qué iba a hacer (y cómo) me lo guardo para mí, aunque, de verdad, qué cosa más tonta… ¡y más eficaz! Todo empezó a ir bien y yo me tranquilicé mucho… Parecía que había encontrado, por fin, mi camino.

Y, entonces, a finales de junio pasa algo: una llamada telefónica vuelve a poner todo mi mundo patas arriba. Es curioso que, cuando se produjo esa llamada, yo estaba justo escribiendo una entrada para el blog, porque estaba inmersa en el anterior reto de los treinta libros… Quién me llamó o lo que me dijo se queda para mí; pero sí quiero explicar las consecuencias de esa llamada, porque están íntimamente relacionadas con el otro libro que he elegido. Me pasé tres días llorando desconsolada sin poder salir de la cama. Todo el trabajo personal que había hecho durante un año, perdido. Vuelta a la casilla de salida. Y con más miedo aún, porque ahora era consciente de que una llamada telefónica podía destrozarme (de nuevo). Y aquí se produce el verdadero salto valiente del año pasado. Creo que ha llegado el momento de hablar de Flow…

'Flow (fluir)'

‘Flow (fluir)’

Cada año se publican en el mundo multitud de títulos en los que se nos aconseja sobre cómo mantener la forma física, ganar dinero o desarrollar la autoestima. Sin embargo, lo que estos libros no explican es la manera de incrementar «la calidad de la experiencia». Debemos preguntarnos: ¿qué es lo que realmente hace felices a las personas?, ¿cuál es el fundamento de que la vida merezca la pena ser vivida? Durante más de veinte años, Mihaly Csikszentmihalyi se ha entregado al estudio de los «estados de experiencia óptima», esos momentos en los que uno se siente poseído por un profundo sentimiento de gozo creativo, momentos de concentración activa, de absorción en los que se está haciendo. Como resultado de sus investigaciones el autor explica que el meollo de la «experiencia óptima» es un estado de conciencia al que denomina flow, ‘fluir’. El presente libro explica cómo este fluir puede ser controlado, provocado incluso. Puesto que todo el mundo tiene, alguna vez, una «experiencia óptima», se trata de reconocer sus características y potenciar este sentimiento de fuerza, de superación del ego limitado, en el que el tiempo parece desaparecer y con él los conflictos emocionales. Se trata, en fin, de aprender a ser creativos y de alcanzar la genuina calidad de vida.

Pues sí, un libro de ¿autoayuda? Se supone que lo estoy leyendo, pero confieso que no he conseguido pasar de la página 30… (y no solo porque no es mi tema favorito, sino porque está fatalmente editado). ¿Por qué elijo este libro que, realmente, parece que no tiene nada que ver con la valentía? Porque para mí, aunque no trate la valentía directamente, está íntimamente relacionado con ella: propone ciertos cambios de vida y los cambios siempre exigen valentía. Y hubo cambios en mi vida (aunque no tengo ni idea de si son los que postula el libro porque, repito, no lo he leído). Con todo lo que conlleva (y me lleva a) Flow empezaron mis lunes libres, mis anotaciones del cuaderno mágico (inciso para Mer: aquí podría haber hablado de otro libro que tú y yo sabemos, pero no tiene que ver con la valentía) o mis hashtags #desagraviandoagravios y #adjustingsails en Twitter; volvieron mis compulsivos paseos kilométricos, mis eternas conversaciones telefónicas y el llevar gafas de sol siempre a todos sitios (confieso que lo de que me molesta la claridad por los ojos azules es, algunas veces, una mera excusa para esconderme del mundo). ¿Por qué digo que fue un salto valiente? Porque era muy consciente de que estaba tomando un camino muy difícil, pero el único que podía llevarme a mi situación actual: estoy genial, muy fuerte y muy contenta…

Y, ¿por qué he escrito una entrada tan personal en medio del reto, que lo lee tantísima gente? (¡Gracias por las visitas, están siendo espectaculares este mes!). Pues porque quiero dar las gracias a toda la gente que ha estado a mi lado apoyándome en mi viaje… Y como me siento mucho más «valiente» escribiendo que diciendo las cosas cara a cara (cosas de mi timidez), pues ¿por qué no aprovechar este rinconcito de Internet, que para eso es mío? Gracias a quienes me apoyasteis en mis decisiones, quienes fuisteis testigos de todo, quienes me consolasteis aquel día de agosto e hicisteis que la que se antojaba como la noche más triste del año fuera la más divertida, quienes conseguisteis que octubre y noviembre fueran meses locos y de muchas risas, quienes me ayudasteis a pasar las mejores Navidades de los últimos años… Mi familia, mis chicos de F. y toda esa cuadrilla, mis queridos satélites (¿qué haría yo sin vosotros?) y toda la gente que me rodea y me quiere: ¡gracias! Ser valiente es mucho más fácil con vosotros cerca (es como tener una gran red: si me caigo sé que me rescatáis). Y reconocer que se es vulnerable tampoco es tan malo: todos lo somos, solo que hay quienes lo cuentan y quienes se lo callan…

Aun así, tengo que admitir que la valentía llegó el 1 de enero de 2012 y se fue el 31 de diciembre de ese mismo año. Este año, aunque muy contenta, estoy, con perdón, cagada de miedo otra vez (sobre todo con un asunto). Quién sabe, quizá se trata solo de comprar una prórroga de la valentía, ¿no? A lo mejor… Unos meses de simplificación (o descomplicación) de la vida tampoco estarían nada mal…

Sé que he hablado mucho de mí y poco de los libros. Vosotros hablad de lo que queráis en los comentarios (aunque os aseguro que es más fácil limitarse al mundo librero y literario). También, como todos los días (a todas horas), me podéis encontrar por Twitter… ¡Y perdón por la chapa! 😉



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