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Henry James: ‘Los papeles de Aspern’

Si frecuentáis otros blogs dedicados a libros o estáis al tanto de las curiosidades literarias, este fin de semana habréis leído/oído por ahí que se celebraba el centenario de la muerte de Henry James. Casualidades de la vida, yo acabé de leer Los papeles de Aspern justo ese día (me enteré más tarde de todo).

'Los papeles de Aspern'

‘Los papeles de Aspern’

Un joven crítico y editor fascinado con la obra del difunto poeta Jeffrey Aspern se entera de que Juliana Bordereau, una de sus musas, vive aún, anciana y aislada, en un palazzo veneciano. Convencido de que conserva cartas y material inédito del poeta, se acerca a ella camuflando sus intenciones y consigue que lo acepte com o inquilino. El joven se introduce en un mundo agónico y fantasmagórico, volcado en el recuerdo, que la orgullosa anciana habita con la única compañía de una sobrina suya, una mujer ya madura que no parece haber conocido otra cosa que la reclusión y el legado de un esplendor desaparecido.

Hoy va de confesiones la cosa. Primera confesión: no habría leído esta novela si Navona no me la hubiera regalado; no estaba en mi lista de libros apetecibles, a pesar de las reseñas, siempre positivas e incluso a veces entusiastas, que había leído de ella en distintos blogs. Segunda confesión: no la habría leído porque hace mucho tiempo empecé otras novelas de James y me aburrieron soberanamente, no logré acabar nunca nada del autor; es la primera obra de James que termino. Y tercera confesión: para mi sorpresa, me ha gustado muchísimo.

La novela (corta) nos sitúa en un decadente palazzo de la decadente Venecia, donde viven (o dejan los días pasar) dos decadentes mujeres, tía anciana y sobrina madura. Y con ellas se instala el narrador. Formarán un curioso triángulo en que cada personaje desea algo de los demás (os imagináis la importancia de lo psicológico). Sutileza, locura, mentira y engaño hacen su aparición para que cada uno logre aquello que ansía. Y no os pienso contar más, porque la novela es cortísima y os la estropeo. Lo que sí os puedo adelantar es que mucha gente la considera de lo mejor de la producción de James, y solo por eso merece una oportunidad (a mí me ha parecido muy buena; de hecho, le daré más oportunidades al bueno de James, que ya me han recomendado algún otro título más).

De la edición solo diré que es preciosa (como todos los títulos de Los ineludibles de Navona), con esas tapas enteladas ya marca de la casa; y que, bueno, aunque tiene algún error, no son excesivamente cuantiosos (por desgracia, no puedo decir lo mismo de otras obras de la misma colección).

Sé que más de uno habéis leído esta novela (¿quizá en la edición de Alba?). ¿Os gustó tanto como a mí? Os espero en los comentarios.

Ley de Zipf

Que conste que, hasta la semana pasada, yo no había oído hablar de la ley de Zipf. El otro día explicaron en la radio en qué consistía y me pareció tan sumamente curioso que os la voy a comentar.

Resulta que en los años cuarenta del siglo pasado, el lingüista de la Universidad de Harvard George Kingsley Zipf descubrió una ley que tiene que ver con la frecuencia de aparición de las palabras en los textos literarios. Y la ley dice, básicamente, que la palabra que más aparece en un texto lo hace el doble de veces que la que aparece en segundo lugar de la lista, y el triple de veces que la palabra que aparece como tercera opción. Y así sucesivamente. Matemáticamente se expresaría así:

2f75bf2b253faee022e3f116513e2b17

donde Pn representa la frecuencia de una palabra ordenada n-ésima y el exponente a es próximo a 1 (explicación copiada tal cual de la Wikipedia, por cierto; si es incorrecto, quejas allí).

Lo curioso de esto: se cumple en todas las lenguas en las que lo han comprobado (más de treinta), excepto en lenguas inventadas tipo klingon o élfico (una salvedad: sí se cumple en esperanto).

Voy a ser sincera: me parece una gran curiosidad, pero no sé para qué sirve esto. Si hay algún lingüista en la sala que le ve utilidad y nos lo quiere contar, adelante. Supongo que tendrá alguna aplicación práctica, no lo dudo, pero lo desconozco. Aun así, me parece fascinante…

Un súper superbueno y superbarato

Supongo que, leyendo el título de la entrada, podéis imaginaros de qué vamos a hablar hoy: sí, de las diferencias entre súper (escrito separado y con tilde) y super- (escrito pegado a la palabra que lo sigue y sin tilde). Son dos conceptos muy distintos, pero que se mezclan continuamente.

¿Qué significa súper? Muy sencillo: ‘supermercado’ en la mayoría de los casos (puede ser, asimismo, un tipo de gasolina y también funcionar como adverbio, sinónimo de ‘sublime’).

¿Y super-? Es un prefijo que se une a adjetivos, sustantivos o adverbios para denotar preeminencia, exceso o grado sumo. Sería parecido al ultra- o el requete- (y se comporta igual). Hablaremos, pues, de superestructuras; diremos que algo es superbueno (o requetebueno) o que el coche va superrápido.

Normalmente, se confunden ambos usos y se tiende a escribir el super- incorrectamente, separado y con tilde. Así que, cuidado. Si decís que lo habéis pasado *súper bien, estáis diciendo que lo habéis pasado supermercado bien. Teniendo claro este concepto, que súper significa ‘supermercado’, ya tenéis el asunto solucionado. Y así, diremos, por ejemplo, que hemos encontrado un súper superbueno y superbarato.

Un día tenemos que hablar de prefijos en general, porque se usan bastante mal. ¿Vosotros empleáis bien el super- (prefijo)? ¿Os vais a acordar a partir de ahora del supermercado?

Cáncer infantil y cuidados paliativos

Hoy me alejo un poco de los asuntos habituales del blog para hablar de algo mucho más importante y necesario, la verdad. El lunes 15 fue el Día del Cáncer Infantil. Muchos sabréis que es un tema que me toca especialmente. De hecho, ya lo he tratado alguna vez en el blog, como el día en que os animé a donar sangre e inscribiros como posibles donantes de médula (me consta que varios lectores se hicieron el tipaje y ahora forman parte de REDMO, así que, ¡mil gracias!, a ver si hoy se anima alguien más).

Y, aunque el cáncer infantil se cura cada vez más, hay enanos que no lo consiguen. Y mueren.

El hijo del escritor Sergio del Molino murió de leucemia (trata todo esto en su obra La hora violeta). Y ahora él ha abierto una petición en Change.org que me parece imprescindible firmar. Porque es de justicia. En ella se piden cuidados paliativos infantiles para que los niños puedan morir en casa y no en el hospital. Los niños han de tener el derecho de contar con la asistencia adecuada en sus casas a la hora de morir. Para poder hacerlo en su entorno, rodeados de quienes más los quieren, sus padres, sus familiares, sus mascotas, rodeados de sus juguetes, sus cosas, en su hogar…

Tenéis todo muy bien explicado en la petición. Por favor, firmad, que no cuesta nada, a ver si nos hacen caso. Porque los chiquitajos se lo merecen.

Los niños tienen derecho a morir en su casa sin sentirse abandonados.

Porque no solo vivimos de libros…

peru_12Pues no, no solo vivimos de libros. Y, aunque los libros son una maravillosa compañía, hoy quiero, desde este pequeñito rincón, felicitar en su día a ese invento que hace mis días mucho más agradables: la radio. Hoy, 13 de febrero, es el Día Mundial de la Radio.

Para mí la radio es familia y, sobre todo, es mi padre. Lo recuerdo escuchando la radio siempre. Cuando era pequeña, la radio estaba puesta en casa las veinticuatro horas del día y me he criado con sus sintonías y sus programas. Ahora también escucho muchísimo la radio. Me informa, me divierte, me entretiene… Es una gran compañía en las eternas horas que paso sola trabajando en casa.

Así que hoy quiero felicitar a todas las personas vinculadas de una u otra forma a la radio: a quienes la escuchan y, también, cómo no, a quienes la hacen. Gracias por todas esas horas de noticias, música, tertulias, risas, entrevistas… y muchas felicidades.

¿Qué estáis leyendo ahora mismo?

¡Por fin, viernes! Seguro que más de uno aprovecharéis para leer un poquito este fin de semana. Y me puede la curiosidad. ¿Qué estáis leyendo ahora mismo?

Yo estoy con Los papeles de Aspern, de Henry James, en una preciosa edición de Navona (de verdad, aunque la colección «Los ineludibles» de Navona tiene sus cosillas, lo que no se puede negar es que los libros son muy muy bonitos).

No os puedo contar mucho de la novela, porque apenas he leído unas páginas (esta semana he tenido tanto trabajo que apenas he podido sacar unos minutos para leer), pero supongo que os contaré qué me ha parecido cuando la termine (tengo un montón de libros de los que hablaros aún).

Y os cedo la palabra. Tenéis los comentarios para contarnos lo que queráis sobre lo que estáis leyendo ahora mismo. ¿Os está gustando? ¿No? ¿Lo vais a dejar? ¿Lo recomendaríais? ¿Cuál ha sido el último libro que os ha encantado y nos recomendaríais? ¡Pasad muy buen fin de semana!

‘Títere’

Ayer unos amigos me preguntaron sobre esa palabra que no deja de sonar (por desgracia) en España estos días, titiritero. Tengo que admitir que no conocía su origen, pero he investigado por ahí y he decidido contaros los resultados de mis pesquisas.

Vamos a títere antes que a titiritero. El títere, según la RAE, es el muñeco que se mueve por medio de hilos. Y no es esta una cuestión baladí, porque una de las etimologías propuestas para títere tiene que ver, precisamente, con el ruido que producen esos hilos al moverse. En efecto, según una etimología muy extendida (y que es la que se adopta en el DRAE) títere sería una palabra onomatopéyica, que vendría de ti ti, sonido de, según parece, los hilos con los que se maneja al muñeco en cuestión. ¿Os convence? A mí solo a medias; no veo lo del ti ti de los hilos, pero…

Otra opción en cuanto al origen, también onomatopéyica. En las funciones de títeres, sería común que las personas que los manejaban, además de poner voces, tocaran unos pitos para hacer más voces y efectos de sonido. Esos pitos sonarían ti ti, y de ahí títere. Tampoco me convence mucho, pero esta es la preferida por Corominas, el gran maestro de la etimología castellana.

Y ya os he avisado de que títere no tiene una etimología clara, así que os propongo otra, que a mí me gusta mucho más. Según esta hipótesis, títere vendría del griego (cómo no) titupos, que significa ‘mono pequeño’ o ‘monito’. ¿Por qué podría venir de ahí? Porque el movimiento del títere con los hilos se parecería a los que hacen los monos. No sé a vosotros, pero a mí esto me convence muchísimo más…

Claro, de títere nos llega titiritero, es decir, la persona que maneja el títere. Pero este término es relativamente moderno, no era el que se utilizaba en la Edad Media o los Siglos de Oro. De hecho, en el Quijote vemos que el vocablo que se usaba por aquel entonces era titerero, que, si lo analizáis, es mucho más lógico.

Poco más que decir de este término, de origen desconocido y del que no hay consenso. En lo que me encantaría que hubiera consenso es en admitir que lo que estamos viviendo estos días es un auténtico despropósito. Bueno, vivimos en un despropósito continuo en este país, la verdad. Parece que asistimos a una representación infinita de un vodevil. Así nos va… Solo voy a añadir una cosita más: gora mi marioneta!

Svetlana Alexiévich: ‘La guerra no tiene rostro de mujer’

No es esta una de mis lecturas habituales, pero debo decir que, desde que cayó este libro en mis manos, no se me ha ido de la cabeza ni un segundo. Es La guerra no tiene rostro de mujer, de Svetlana Alexiévich.

'La guerra no tiene rostro de mujer'

‘La guerra no tiene rostro de mujer’

Casi un millón de mujeres combatió en las filas del Ejército Rojo durante la Segunda Guerra Mundial, pero su historia nunca ha sido contada. Este libro reúne los recuerdos de cientos de ellas, mujeres que fueron francotiradoras, condujeron tanques o trabajaron en hospitales de campaña. Su historia no es una historia de la guerra, ni de los combates, es la historia de hombres y mujeres en guerra.

¿Qué les ocurrió? ¿Cómo les transformó? ¿De qué tenían miedo? ¿Cómo era aprender a matar? Estas mujeres, la mayoría por primera vez en sus vidas, cuentan la parte no heroica de la guerra, a menudo ausente de los relatos de los veteranos. Hablan de la suciedad y del frío, del hambre y de la violencia sexual, de la angustia y de la sombra omnipresente de la muerte. Alexiévich deja que sus voces resuenen en este libro estremecedor, que pudo reescribir en 2002 para introducir los fragmentos tachados por la censura y material que no se había atrevido a usar en la primera versión.

Hay lecturas de las que es muy difícil no salir tocado e, incluso, hundido. Para mí, esta es una de ellas. Me he dejado muy conmocionada y me ha hecho reflexionar muchísimo. Tengo que reconocer que, según acabé este libro, empecé otro de la misma autora (que terminaré un día de estos), Voces de Chernóbil: otra lectura indispensable.

No sabía mucho de Alexiévich salvo que es periodista y que es la última ganadora del Premio Nobel de Literatura. ¿Y qué hace Alexiévich en sus libros? Recoge testimonios, da voz a quienes normalmente no la tienen y, mediante las voces ajenas, nos muestra el sufrimiento humano más crudo y puro a la vez. En el libro que nos ocupa hoy, cede la narración a mujeres que estuvieron en la guerra. La guerra, ese invento tan masculino, siempre contada desde el punto de vista del hombre, que aquí se humaniza gracias a la voz femenina. Y los episodios que se nos cuentan son estremecedores. Porque, además, esto no es ficción: es verdad.

La guerra siempre es cruel, pero más aún con los más inocentes. Me dejaron muy tocada ciertos episodios en que los niños eran protagonistas. Porque hay niños en las guerras, que mueren por decisiones tomadas en despachos muy alejados de esos lugares en contienda. Y puede que Alexiévich, en este libro, nos hable sobre la Segunda Guerra Mundial, pero supongo que los miles de refugiados a los que no dejamos entrar en Europa tendrían testimonios parecidos. La esencia de la guerra no cambia: solo provoca dolor, sufrimiento y muerte.

Lectura muy recomendable, con toda su dureza, para dejar de mirarnos nuestros cómodos ombligos occidentales y abrir los ojos a realidades que tenemos muy cerca, pero que nos son muy ajenas. Aunque sea a través de testimonios de hace tantos años. Pongámosle rostro al dolor, pongámosle rostro al sufrimiento, seamos más humanos. Esto es lo que provoca Alexiévich.

¿La habéis leído? ¿Recomendaríais su lectura? Tenéis los comentarios para lo que queráis.

Errores que me molestan mucho (3)

En entradas anteriores ya os hablé de algunos errores que me molestan sobremanera (podéis consultarlas aquí y aquí). Hoy voy a por otra tanda de incorrecciones molestas…

  • *Si habría… Esto os sonará a rayos a los que sois de fuera de Euskadi, pero demasiado corriente a quienes viváis aquí. Sé que suena raro, pero aquí la gente se trae unos líos morrocotudos entre el si hubiera, si hubiese, *si habría, si voysi vengo. Y yo no puedo soportarlo.
  • *De sobras. Sí, así, en plural, con esa s horrible que hace que sea incorrecto. Es catalanismo, por cierto. ‘Tengo tiempo de sobra’, pero no ‘Tengo tiempo *de sobras’.
  • *Ésto, éso, aquéllo. Partiendo de la base de que los demostrativos no llevan tilde, sean pronombres o adjetivos, aunque muchos os empeñéis en seguir poniendo la tilde en los pronombres, resulta que los neutros nunca han llevado esa tilde (porque sería una tilde diacrítica, y no hay posibilidad de confusión de esto, esoaquello con nada, porque solo pueden ser pronombres). Así pues, escribiremos siempre esto, esoaquello, sin tilde.
  • *Delante tuyo, *cerca mío. ¿Se puede decir *tu delante (por delante de ti) o *mi cerca (por cerca de mí)? No, y nos suena fatal. Si estos adverbios no pueden llevar posesivo delante, tampoco lo pueden llevar detrás. Es delante de ticerca de mí. Y lo de anteponer el posesivo es un buen truco para saber si una expresión es correcta o no. ¿Está bien dicho en contra mía? Sí, porque se puede decir en mi contra. Truco muy fácil y eficaz.
  • *En relación a. Expresión incorrecta. Relación siempre tiene que ir acompañada de la preposición con (como en la vida, que tenemos relaciones con gente). Así que podemos elegir entre entre con relación a en relación con, pero evitaremos *en relación a.

Hoy paro aquí (sigo otro día). Y, como siempre, si queréis quejaros de algún error que os saque de vuestras casillas o bien consultar(me) cualquier cosilla, tenéis los comentarios a vuestra disposición.

Bártulos

Seguro que más de una vez habéis usado expresiones como «Voy a preparar los bártulos», «Mira qué cargada va, llena de bártulos», «Recoge los bártulos»… Pero ¿sabéis de dónde vienen esos bártulos?

Vienen de Bàrtolo de Sassoferrato, un jurista italiano del siglo XIV, autor de un conocido manual de Derecho que usaban los universitarios. Era un manual pesado y voluminoso, de consulta obligatoria para los estudiantes, y era habitual verlos cargar de un sitio a otro con esos bártulos, esos manuales. De ahí pasó a denominarse bártulos a los enseres abultados. Y por eso ahora liamos nuestros bártulos (sobre todo cuando nos vamos enfadados de algún sitio) o recogemos los bártulos.



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