No es esta una de mis lecturas habituales, pero debo decir que, desde que cayó este libro en mis manos, no se me ha ido de la cabeza ni un segundo. Es La guerra no tiene rostro de mujer, de Svetlana Alexiévich.
‘La guerra no tiene rostro de mujer’
Casi un millón de mujeres combatió en las filas del Ejército Rojo durante la Segunda Guerra Mundial, pero su historia nunca ha sido contada. Este libro reúne los recuerdos de cientos de ellas, mujeres que fueron francotiradoras, condujeron tanques o trabajaron en hospitales de campaña. Su historia no es una historia de la guerra, ni de los combates, es la historia de hombres y mujeres en guerra.
¿Qué les ocurrió? ¿Cómo les transformó? ¿De qué tenían miedo? ¿Cómo era aprender a matar? Estas mujeres, la mayoría por primera vez en sus vidas, cuentan la parte no heroica de la guerra, a menudo ausente de los relatos de los veteranos. Hablan de la suciedad y del frío, del hambre y de la violencia sexual, de la angustia y de la sombra omnipresente de la muerte. Alexiévich deja que sus voces resuenen en este libro estremecedor, que pudo reescribir en 2002 para introducir los fragmentos tachados por la censura y material que no se había atrevido a usar en la primera versión.
Hay lecturas de las que es muy difícil no salir tocado e, incluso, hundido. Para mí, esta es una de ellas. Me he dejado muy conmocionada y me ha hecho reflexionar muchísimo. Tengo que reconocer que, según acabé este libro, empecé otro de la misma autora (que terminaré un día de estos), Voces de Chernóbil: otra lectura indispensable.
No sabía mucho de Alexiévich salvo que es periodista y que es la última ganadora del Premio Nobel de Literatura. ¿Y qué hace Alexiévich en sus libros? Recoge testimonios, da voz a quienes normalmente no la tienen y, mediante las voces ajenas, nos muestra el sufrimiento humano más crudo y puro a la vez. En el libro que nos ocupa hoy, cede la narración a mujeres que estuvieron en la guerra. La guerra, ese invento tan masculino, siempre contada desde el punto de vista del hombre, que aquí se humaniza gracias a la voz femenina. Y los episodios que se nos cuentan son estremecedores. Porque, además, esto no es ficción: es verdad.
La guerra siempre es cruel, pero más aún con los más inocentes. Me dejaron muy tocada ciertos episodios en que los niños eran protagonistas. Porque hay niños en las guerras, que mueren por decisiones tomadas en despachos muy alejados de esos lugares en contienda. Y puede que Alexiévich, en este libro, nos hable sobre la Segunda Guerra Mundial, pero supongo que los miles de refugiados a los que no dejamos entrar en Europa tendrían testimonios parecidos. La esencia de la guerra no cambia: solo provoca dolor, sufrimiento y muerte.
Lectura muy recomendable, con toda su dureza, para dejar de mirarnos nuestros cómodos ombligos occidentales y abrir los ojos a realidades que tenemos muy cerca, pero que nos son muy ajenas. Aunque sea a través de testimonios de hace tantos años. Pongámosle rostro al dolor, pongámosle rostro al sufrimiento, seamos más humanos. Esto es lo que provoca Alexiévich.
¿La habéis leído? ¿Recomendaríais su lectura? Tenéis los comentarios para lo que queráis.