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Hipocorísticos

A pesar de la palabra rara que he elegido como título de la entrada, en realidad hoy vamos a hablar de algo muy común y habitual: nombres y apelativos cariñosos de personas.

Los nombres de persona (es decir, los antropónimos) se ven sometidos a toda suerte de acortamientos, alargamientos y cambios fonéticos  como muestra de afecto de nuestros interlocutores. Las formas resultantes se denominan hipocorísticos, término que proviene del verbo griego ὑποκορίζεσθαι, hypokorízesthai, y que significa ‘llamar con caricias’. Para que os hagáis una idea más clara de a qué me estoy refiriendo, os pongo una lista de hipocorísticos con los que me llaman a mí mis amigos: Mo, Mon, Moni (lo odio), Monis, Nis, Monik…

¿Cómo se forman los hipocorísticos? De muy diversas maneras. Se pueden eliminar sílabas tanto al comienzo como al final (Lali por Eulalia, Toni por Antonio, Nico por Nicolás). Se pueden juntar dos nombres (Marisa por María Luisa, Juancar por Juan Carlos). Pueden ocurrir cambios fonéticos más complejos (Lola por Dolores; Curro, Pacho, Quico y más por Francisco; Nacho por Ignacio). Como comprenderéis, las posibilidades y los resultados finales son numerosísimos.

Y, con vosotros, ¿emplean algún hipocorístico? ¿Usáis vosotros alguno? ¿Sabíais que se denominaban así? Os espero en los comentarios…

¿Qué canción era número 1 el día que nacisteis?

Una curiosidad que me pasó un amigo el otro día. ¿Qué canción era la número 1 en las listas el día que nacisteis? Creo que se refiere a la canción de más éxito en Reino Unido en esa fecha (viniendo de quien viene el enlace, casi seguro, porque H. es british).

http://playback.fm/birthday-song

La mía, «Hotel California» de los Eagles. 😉

¿Las vuestras? Comentarios…

¿Sois ‘solistas’?

Hoy no me apetece mucho trabajar: no os voy a contar nada. Pero sí os voy a hacer una pregunta (que agradecería mucho que contestarais todos los que leáis esto). ¿Seguís poniendo la tilde al solo cuando es adverbio?

Hay debates estériles que se perpetúan durante años en todos los ámbitos. La tortilla de patata… ¿con o sin cebolla? (¡Con!). ¿Nesquik o Cola Cao? (Nesquik, no entiendo que a la gente le guste el engrudo que forman los grumos del Cola Cao). ¿El papel higiénico debe colgar hacia delante o hacia atrás? (Atrás). ¿Lectura en papel o digital? (Ambas, aunque ya hablaremos de esto otro día). Pues, en cuanto a ortografía, parece que todo el mundo está preocupadísimo por la tilde del solo. Prometo hablar del adverbio de marras y dar mi opinión sobre la postura de la RAE en otra entrada; pero, de momento, os pregunto: ¿colocáis la tilde o pasáis de ella? ¿Sois solistas? (Tengo una amiga que llama así a quienes siguen escribiéndolo con tilde).

Por favor, os agradecería muchísimo que contestarais. Lo moveré por Twitter también, a ver si consigo muchas respuestas. Y me interesa sobre todo la opinión de quienes no os dedicáis a tareas lingüísticas (porque me consta, por ejemplo, que casi todos los correctores tenemos la tilde descartadísima desde hace tiempo). Así que, hoy más que nunca, los comentarios son vuestros. Y si queréis contestar las otras preguntas, mejor. A ver si creamos debate concebollista y polémica, que sería divertido.

Conmigo, contigo…

Hoy, un apunte muy breve sobre el origen de los pronombres conmigo, contigo y consigo, que me han preguntado hoy por ellos y creo que se merecen una entrada en el blog. ¿Qué es esa terminación, -go? ¿Por qué no se dice, como sería lógico, con mí, al igual que se dice sin mí, para mí, a mí o por mí? Que me perdonen los filólogos más puristas, pero lo voy a explicar de forma muy sencilla, así que no os pongáis tiquismiquis (palabra cuya etimología es, asimismo, interesantísima: ¿la tratamos otro día?).

En latín, conmigo se decía mecum, formado por el pronombre personal me y la preposición cum. ¿Qué pasó? Pues que el hecho de que se pospusiera la preposición empezó a ser problemático; fonéticamente se desgastaba y se iba perdiendo la idea que se quería expresar. ¿Qué se hizo entonces? Reforzarla utilizando, de nuevo, la preposición cum. Así, tenemos el cum mecum, que, si lo hacemos evolucionar fonéticamente, da conmigo. Así pues, ese -go es el resto de un antiguo cum. Es como si dijéramos «con mí con».

Por supuesto, hubo un fenómeno similar con los pronombres personales de segunda y tercera persona. Así, teníamos tecum, que pasó a cum tecum y, por fin, a contigo; y secum se transformó en cum secum, esto es, consigo.

me+cum > mecum → cum mecum > conmigo
te+cum > tecum → cum tecum > contigo
se+cum > secum → cum secum > consigo

En otros idiomas, el cum pospuesto desapareció y, ahora, por ejemplo en italiano, decimos con me, con te… Totalmente lógico (más lógico, quizá, que la repetición).

Otro día, como he dicho antes, tiquismiquis (me encanta esa palabra). Hasta entonces, podéis dejar vuestros comentarios. ¿Conocíais esta redundancia del castellano? Por cierto, si alguien quiere la evolución fonética completa (que yo la he resumido bastante), que me lo pida en un comentario o un correo electrónico.

Reflexiones (LII)

«Cuando yo abro un libro, lo abro como puedo abrir un paquete de chocolate, o entrar en el cine, o llegar por primera vez a la cama de una mujer que deseo; es decir, es una sensación de esperanza, de felicidad anticipada, de que todo va a ser bello, de que todo va a ser hermoso».

Julio Cortázar
(1914-1984)
Escritor

Risas EMT

Para empezar septiembre con buen humor, os enlazo un artículo aparecido en El Mundo Today (supongo que casi todo el mundo lo conoce y no tengo que explicar qué es, ¿no?) que tiene que ver con la RAE…

La Real Academia critica el lenguaje de mierda que se habla en la puta calle.

Otro día, más. 😉

Pierre Lemaitre: ‘Vestido de novia’

Quería un libro sin muchas complicaciones para leer en la playa sin que se me recociera el cerebro y justo cayó en mis manos este de Pierre Lemaitre, Vestido de novia. Aunque no me pareció una obra de arte, cumplió con creces su cometido de entretenimiento playero.

'Vestido de novia'

‘Vestido de novia’

Sophie Duguet, la protagonista de esta novela, no entiende qué le sucede: pierde objetos, olvida situaciones y es detenida en un supermercado por pequeños robos que no recuerda haber cometido. Y los cadáveres comienzan a acumularse a su alrededor…

Debo confesar de antemano que este tipo de novela no es, ni mucho menos, de mis favoritos: la novela negra no es lo mío. Pero me hablaban tan bien de Lemaitre que quería leer algo suyo. No sé si elegí la mejor o la peor de sus obras, pero lo que sí os puedo decir es que, aunque me pareció una novela muy irregular, hacía tiempo que no pasaba tanto miedo con algo.

Es tremendamente complicado hablar de una novela así sin desvelar ningún detalle de la trama (que, por definición, debería sorprendernos), por lo que solo voy a comentar un par de cosas. En primer lugar, he dicho que la novela es irregular: algunos hechos no se sostienen, por lo inverosímil. Además, algunos giros me parecen tramposos. Y el final es flojete, para qué negarlo. Si alguien ha leído la novela y quiere que le cuente en privado qué elementos me chirrían, solo tiene que decírmelo. En segundo lugar, debo admitir que la atmósfera de thriller (y el consiguiente enganche al texto, porque quieres ver cómo va a seguir mientras te mueres del miedo) está muy bien conseguida. Es como si notaras todo el tiempo que la siguiente página va a ser aún más terrible, porque retumban los pensamientos del psicópata.

No descarto volver a leer a Lemaitre si cae otra de sus novelas en mis manos. Me dicen que esta no es precisamente la mejor; no obstante, a pesar de que, repito, no me pareció ninguna obra de arte, sí que me enganchó y la devoré en dos sentadas. ¿Se le puede pedir más a un libro que eliges para la playa? Yo creo que no.

¿Habéis leído a Lemaitre? ¿Cuál os parece su mejor novela? (No me digáis que es esta, por favor). Os espero, si queréis hablar de Lemaitre o de Vestido de novia, en los comentarios.

Mi ‘rentrée’

¡Hola a todos! ¿Qué tal las vacaciones? Me imagino que algunos habréis vuelto ya, otros seguiréis perezosos y desconectados por ahí… Estéis quienes estéis (y aunque yo sigo a medio gas), esta mañana se me han cruzado los cables y he decidido que tenía que empezar de nuevo con las actualizaciones del blog. Con septiembre a la vuelta de la esquina, me parece un buen momento para echar a andar de nuevo e ir publicando entradas.

Lo cierto es que ha sido un arrebato, porque no tenía pensado volver aún. Y os voy a contar por qué, aunque se suponía que era una sorpresa. Llevamos un tiempo trabajando para rediseñar el blog por completo. Nos está llevando bastante más tiempo del que yo pensaba, en parte porque soy una petarda y pongo pegas a todo lo que me propone Arturo (que es quien me está ayudando con todo). El rediseño es necesario: el blog actual está viejito y, además, hay que hacer algo que se adapte bien a móviles y tabletas, que ahora mismo los tengo un poco olvidados y cada vez entráis más desde esos dispositivos. A lo que iba: no tenía pensado volver hasta que el blog tuviera el aspecto nuevo. Como no sé cuándo va a ser eso, y lo mismo acabamos discutiendo o enterrados bajo una montaña ingente de trabajo y dejando el asunto parado unos meses (eso fue lo que nos pasó en enero), he tomado la determinación de empezar a publicar entradas desde ya. Además, ahora que sabéis que ando liada con el rediseño, me voy a sentir más obligada a trabajar y a acabarlo cuanto antes. Ya hablaremos de ello y de si os gusta lo que estamos haciendo o no cuando llegue el momento.

Y, hasta ese momento, ¿qué? Pues el blog va a seguir como siempre: entradas sobre gramática, resolución de dudas, algo de etimología y, cómo no, libros. Estas primeras semanas os hablaré sobre mis lecturas de este verano, aunque os participo desde ya que mis vacaciones no han dado mucho de sí en cuanto a lectura. Pero algo he leído, y algunas cosas merecen la pena. También os contaré qué libros de la rentrée literaria me llaman la atención, que vienen novedades enjundiosas. Y, además, tengo pensadas varias entradas que no tienen nada que ver con los temas habituales del blog y que me parece que pueden tener su interés (es decir, que me voy a marcar algún offtopic, alguno de lo más curioso). 

Por supuesto, estoy abierta a todas vuestras propuestas (no puedo prometer nada, pero las tengo muy en cuenta). Así que si se os ocurre algún tema que queréis que trate en el blog, decídmelo sin miedo. Y si alguien quiere participar de forma más activa, que me lo diga también.

¿Nos seguimos leyendo en el nuevo curso? Como siempre, vuestros comentarios son muy importantes para mí. Así que podéis empezar a comentar ahora mismo contándome/nos qué habéis leído este verano o si os ha surgido alguna duda lingüística. Todos los comentarios serán bienvenidos. Gracias por estar ahí de nuevo.

Vacaciones

¿Sabéis de dónde viene la palabra que más oímos estos días? Sí, me refiero a vacaciones. Pues viene del latín, de vacatio, vacationis para ser exactos. ¿Qué era una vacatio? Una dispensa del trabajo. ¿Y de dónde viene a su vez esa vacatio? Del verbo vacare, que significa estar vacío o desocupado. Así que, cuando nos vamos de vacaciones, dejamos nuestro trabajo desocupado y vacío… La verdad es que la palabra no tiene mucha chicha, tiene mucha más enjundia el concepto. Sobre todo ahora que nos vamos de vacaciones.

Pues sí, el blog se toma vacaciones (de hecho, cuando leáis esto, yo ya las estaré disfrutando). Este año estoy especialmente cansada y necesito parar y desconectar unos días (o semanas) para volver con ideas frescas y muchas lecturas bajo el brazo que compartir con vosotros (de hecho, ya tengo alguna reseña escrita para la rentrée). Y que conste que este año me voy como con miedo, porque normalmente para estas alturas suele haber habido ya un bajón considerable en las visitas, pero este año seguís ahí. No obstante, me imagino que agosto será otro cantar, así que mejor cerrar por vacaciones. ¡Y descansar: yo de blog y vosotros de mí!

No os puedo dar una fecha de cuándo publicaré de nuevo. Si alguien está muy interesado en saber cuándo empieza esto otra vez, que se inscriba a los comentarios de esta entrada y aviso a través de un correo electrónico, o que me siga en Twitter (a estas alturas, me da igual si optáis por el del blog o el personal, porque muchos me seguís en ambos ya), que algo pondré por ahí también. Y que conste que no doy una fecha por varios motivos: primero, porque no sé hasta cuándo voy a estar de vacaciones; segundo, porque en agosto, aunque aún no sé cómo lo vamos a hacer, le vamos a tocar las tripas al blog (y a la web): empezamos en enero, pero lo tuvimos que dejar parado, ahora ha llegado el momento de seguir.

Por lo demás, poco más que contaros de momento. Y repito lo de siempre: si a la vuelta alguien tiene alguna duda o quiere que hable en el blog de algo en concreto… proponedlo (no prometo nada, pero las ideas vienen bien). Si alguien quiere participar como firma invitada, que me lo haga saber también. ¡Ah! Y, aunque no haya actualizaciones, si queréis seguir comentando, podéis hacerlo, que puedo gestionar los comentarios desde el móvil (y prometo estar un poquito atenta).

Pasadlo muy bien. Nos leemos pronto de nuevo.

Karl Ove Knausgard: ‘Un hombre enamorado’

Hace unos días os hablé de la primera parte del macroproyecto a lo Proust del noruego Karl Ove Knausgård, La muerte del padre. Hoy os traigo mis impresiones sobre la segunda, Un hombre enamorado, que debo admitir que me ha gustado aún más si cabe.

'Un hombre enamorado'

‘Un hombre enamorado’

De ser hijo a ser padre. Este es el paso del autor en la segunda parte de las seis que conforman Mi lucha, esa inmensa novela autobiográfica que la crítica ha descrito como «un proyecto demencial que solo los verdaderos genios pueden alcanzar». Karl Ove deja a su mujer y se marcha a Estocolmo. Allí se hace amigo de Geir, otro noruego, intelectual y fanático del boxeo. Y vuelve a encontrarse con Linda, una poeta que le había fascinado en un encuentro de escritores y que será su segunda mujer. Su mundo cambia mientras él escribe y cuenta cómo es volverse a enamorar, los goces y los engorros de la paternidad, la necesidad de escribir, la cotidianeidad de la vida en familia o el cómico fracaso de sus vacaciones, la humillación de las clases de preparación al parto, las peleas con los vecinos… Knausgård escribe con una veracidad punzante sobre los instantes que componen una vida, la de un hombre que anhela con igual intensidad la soledad y el amor.

Hay un salto como de diez años entre el final de La muerte del padre y el comienzo de Un hombre enamorado. A Karl Ove le han pasado cosas muy importantes en su vida: ha dejado a su mujer Tonje, se ha ido a vivir a Suecia, ha conocido a Linda y tiene tres hijos con ella. En este tiempo también ha empezado a publicar y sigue escribiendo. Echa un poquito para atrás y lo que tenemos en Un hombre enamorado es la aventura vital de Karl Ove desde el momento en que se muda a Estocolmo hasta ese «presente» con tres niños y una idea de proyecto literario en la mente.

Hay varios temas que vertebran toda la novela (y la vida de Karl Ove). Uno es la escritura en sí, importantísimo. Su deseo de escribir, cómo se siente al escribir, charlas con otros amigos escritores plagadas de reflexiones (algunas de lo más interesantes, otras un poco más ajenas para quienes no conocemos el mundo editorial escandinavo…) y una cierta preocupación por la imagen que da a los demás de sí mismo, tanto en su escritura (que vive como una auténtica liberación: es feliz escribiendo) como en la promoción de sus libros (dice que jamás dan una imagen siquiera cercana de sí mismo; desde luego, después de estas novelas, espero que ya no tenga estos problemas, porque las novelas son un desnudo completo, se despoja de absolutamente todo, cuenta todo tal cual). Sobre todo destaca su obsesión por la soledad para escribir, que choca de manera frontal con su vida como padre de familia. Le es muy complicado conjugar ambos aspectos. No puede escribir si tiene que cuidar a su hija Vanja (la mayor y cuyos primeros años son el centro de la novela) y no puede ocuparse de su familia cuando se enclaustra para escribir, lo que desemboca en constantes crisis de pareja.

Pero el libro se titula Un hombre enamorado y, obviamente, es por algo. La novela es, por encima de todas las cosas, la historia de una pareja, la de Karl Ove y Linda, con sus momentos buenos y sus momentos malos. Karl Ove nos cuenta cómo conoció a Linda y cómo se reencuentra con ella en Estocolmo años después. La negativa de ella a tener algo con él en un principio. El acercamiento paulatino de ella cuando años después Karl Ove se muda a Estocolmo. Una especie de cortejo algo extraño (pero bonito), plagado de inseguridades. La explosión de alegría cuando por fin se juntan (si la primera noche con alguien que me gustara muchísimo, él me dijera lo que Karl Ove le dice a Linda, me muero allí de amor directamente). La felicidad contagiosa y eufórica de los primeros seis meses de relación. El comienzo de las crisis. El primer embarazo. El nacimiento de Vanja. Más crisis. Solución a las crisis. La decisión de tener a Heidi y a John después de Vanja (e, incluso, otro más, que no aparece en la novela, porque es anterior a su nacimiento, pero ya van por cuatro). Vida de pareja y vida de familia. Las suegras. Las compras en el supermercado con el carrito. Los problemas con la loca de su vecina. Escenas cotidianas que les sonaran mucho a todos los padres de familia. La vida, en definitiva. La construcción de una pareja y una familia, paralela a la construcción de una novela.

Y hay un tema que sobrevuela toda la novela y que me ha hecho muchísima gracia, quizá por desconocimiento sobre las culturas escandinavas. Resulta que los suecos y los noruegos no se llevan del todo bien. Y él es un noruego que vive en Suecia. A pesar de que las relaciones entre ambos países son muy habituales y comparten mucho (hasta el idioma es muy parecido), las formas de ser y la idea del otro son muy distintas y hay una especie de rivalidad entre ambos países muy presente en la novela y que, creo, los extranjeros miramos con curiosidad y diversión.

En Un hombre enamorado, de nuevo nos encontramos con una escritura algo desordenada, propia de quien va recordando y una anécdota le lleva a la siguiente. Lo único que puedo deciros es que engancha. Al leer, al menos yo, tuve todo el tiempo la sensación de «querer saber más». Y, la verdad, no quiero contar más (apenas he dicho nada). Coged el libro y leedlo. Se puede leer independientemente de La muerte del padre, aunque yo os recomendaría la lectura de ambas novelas. Aun así, si esta os apetece mucho, ¡a por ella! Quizá aparecen personajes y no sabéis muy bien quiénes son en algún momento (Tonje, la exmujer; Yngve, el hermano), pero no conocerlos no entorpece la lectura.

Y reconozco que ya estoy deseando meterme con la tercera, La isla de la infancia, pero voy a esperar un poco. ¿Alguien ha leído a Knausgård? ¿Alguien comprende mi enganche? ¡A los comentarios! 😉



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