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Un libro que te reconcilie con la vida (30 libros)

Hoy lo tengo muy claro. Básicamente, porque dije justo esto, que era un libro que te reconciliaba con la vida, cuando os hablé de esta novela hace ya unos meses. Así que, el título de hoy estaba cantado (valga la redundancia): Canciones de amor a quemarropa, de Nickolas Butler.

'Canciones de amor a quemarropa'

‘Canciones de amor a quemarropa’

Creo que, si mis cuentas no me fallan, esta es la tercera vez que sale a colación esta novela en el blog (podéis leer lo que hablamos las otras veces aquí y aquí). Lo cierto es que me gustó mucho cuando la leí y, siguiendo la categoría de hoy, sí me dejó con una sensación de buen rollo, de novela que apela a lo amable de la vida.

Un canto a la amistad (sobre todo), al amor, a la música… con Wisconsin como escenario. No obstante, a pesar de los paisajes nevados de Wisconsin, la familiaridad de lo que nos narra Butler en Canciones de amor a quemarropa hace que todos podamos sentirnos identificados. ¿Quién no tiene un grupo de amigos casi desde la infancia con el que comparte penas y alegrías? ¿Quién no tiene sensación de sentirse en casa rodeado de determinadas personas? Yo, desde luego, la tengo (y me siento muy afortunada en este sentido). Creo que, precisamente por esto, por la universalidad de lo que nos narra Butler, la novela deja un poso positivo, familiar… Reconcilia con la vida al mostrar su cara más amable (a pesar de las adversidades).

Esta es mi propuesta para hoy, ahora os toca a vosotros. ¿Algún libro que os reconcilie con la vida? Cualquier título vale… Os espero en los comentarios (o en Twitter, con el hashtag #30libros).

Un libro tonto (30 libros)

Pues empezamos reto. Y lo hacemos con una categoría que, sinceramente, me ha costado un montón. ¿Un libro tonto? He tenido que hacer memoria hasta que se me ha ocurrido el título, pero ya lo tengo: Mañana, de Graham Swift.

'Mañana'

‘Mañana’

Una semana después de que los gemelos Kate y Nick cumplan dieciséis años, sus padres han decidido revelarles un secreto familiar. Por la noche, los hermanos duermes, y Mike, el padre, también. Mientras, Paula, la madre, hilvana —en un formidable monólogo— la historia de la familia Hook, y nos lleva desde el Londres de finales de los años noventa hasta la Inglaterra rural de los sesenta, célebres por su ruptura de las convenciones y de los tabúes sexuales. Y gracias al dominio del tiempo narrativo propio de las novelas de Swift, el discurso nos invita a asomarnos a las preocupaciones e incertidumbres del «mañana». 

Hoy los Hook viven cómodamente instalados en una elegante zona de la ciudad. Paula es marchante de arte y Mike dirige una próspera editorial especializada en divulgación científica, pero el futuro de esta relación que dura ya veinticinco años depende de las reacciones que provoque su confesión.

Destilando con maestría medio siglo de historia personal y colectiva, el relato celebra los triunfos del amor, aunque traspasados por el temor a la pérdida y una desasosegada sensación de fragilidad. Tierna y ligera en el tono, pero profunda y, por momento, sombría en sus resonancias, Mañana, la primera novela del autor narrada íntegramente por una mujer, es una entrañable exploración de los recovecos más ocultos de la vida en pareja y del hecho de ser padres —más allá de lo meramente biológico—, así como de la cuestión, siempre inquietante, de los orígenes y de la identidad.

Aunque escribí en su día sobre esta novela en el blog, han pasado cuatro años y medio desde que publiqué esa entrada, así que he decidido copiar la sinopsis y hablar de la novela como si fuera la primera vez. Y así os explico por qué me parece un libro tonto.

Leyendo el texto de la contracubierta, la novela parece interesante. De hecho, los temas que plantea (la búsqueda de la identidad, sobre todo) son muy atractivos, al menos para mí. ¿Qué le pasa a Mañana, qué falla? Pues que todo parte de una base que… es tonta. Todo gira en torno a la «terrible» confesión que Paula ha de hacer a sus hijos. Pero es que es una bobada de tal calibre que eclipsa todo lo demás. Y, claro, si los cimientos de la novela se tambalean… Además, el adjetivo que mejor le va a la confesión es, precisamente, «tonta», y esto convierte al libro en un libro «tonto».

¿Cómo os ha ido a vosotros la búsqueda de un libro tonto? Os recuerdo que podéis participar proponiendo vuestros títulos en los comentarios o a través de Twitter (con el hashtag #30libros, para que yo los localice y pueda traerlos al blog). ¡Gracias de antemano por participar!

Sándor Márai: ‘El último encuentro’

Os voy a cansar con Sándor Márai estos días. El otro día, Divorcio en Buda; hoy, El último encuentro; y la semana que viene aparece en una de mis propuestas del reto. Pero merece tanto la pena…

'El último encuentro'

‘El último encuentro’

En un pequeño castillo de caza en Hungría, al pie de los Cárpatos, dos hombres que de jóvenes habían sido amigos inseparables se citan a cenar tras cuarenta años sin verse. Uno ha pasado mucho tiempo en Extremo Oriente, el otro, en cambio, ha permanecido en su propiedad. Pero ambos han vivido a la espera de este momento, pues entre ellos se interpone un secreto de una fuerza singular. Todo converge en un duelo sin armas, cuyo punto en común es el recuerdo imborrable de una mujer.

En esta magistral novela, Sándor Márai plantea la búsqueda de la verdad como fuerza liberadora, como soporte ético imprescindible para sobrellevar el peso de la existencia. La exactitud de su prosa, unida a la vigencia de sus propuestas morales, lo sitúa entre los grandes escritores europeos del siglo XX.

Tengo la sensación de que Márai nunca decepciona. Desde luego, vaya por delante que a mí este duelo dialéctico (aunque solo hable una persona) me ha parecido verdaderamente sublime. La amistad, los celos, la traición, la espera, la venganza, la verdad, la liberación… todo bien dispuesto en una historia que se va revelando poco a poco, desdoblándose, embaucando al lector, creándole la necesidad de saber más, de saber qué ocurrió, de saber por qué o por qué no. Una maravilla de novela. Y todo ambientado, como todo lo que he leído de Márai, en un mundo que se resquebraja, que está cambiando, donde la tradición ya no es sino algo decadente que agoniza ante un nuevo escenario (aquí, ambas posturas están muy bien reflejadas en los dos personajes).

Eso sí, aunque parte de la crítica dice que El último encuentro es la mejor novela de Márai, yo discrepo. Estoy recordando una larga discusión que tuvimos hace tiempo sobre cuál era mejor, si La mujer justaEl último encuentro (y yo añadiría Divorcio en Buda quizá también). Tengo muy claro que me quedo con La mujer justa. Es sobresaliente. No le resto ningún mérito a El último encuentro, pero, si tengo que elegir solo una, ahora que puedo hablar con conocimiento de causa, me quedo con La mujer justa.

¿Conocéis El último encuentro? ¿Os gustó? Quienes habéis leído tanto El último encuentro como La mujer justa (que me consta que alguno lo ha hecho), ¿tenéis preferencia por alguna de las dos? ¿Habéis leído algo más de Márai? Los comentarios están a vuestra disposición. Yo amenazo, como he anticipado, con seguir hablando de Márai la semana que viene en el reto.

‘Tsundoku’ y tiempo

¿Alguna vez os ha pasado que compráis libros un poco compulsivamente y luego se os quedan apilados porque no tenéis tiempo material para leerlos? ¿Se os cruzan libros por el camino y los comprados se quedan olvidados en la estantería o en la mesilla de noche? Pues es algo bastante corriente entre los amantes de la lectura. Hay, incluso, un nombre para este fenómeno, cómo no. Se llama tsundoku y es un concepto japonés. Significa, literalmente, ‘apilar libros no leídos’. Sinceramente, no entiendo por qué algo tan habitual no tiene su propio término en otros idiomas.

Si sois víctimas del tsundoku, quizá os interese saber cuánto tiempo os llevaría acabar con vuestra enorme pila de libros pendientes. Pues está todo pensado. Hay una página web que os hace el cálculo; está en inglés, pero es curiosa. Se llama TBR Time y, metiendo algunos datos, os podéis hacer una idea de cuánto tiempo tardaréis en acabar con la montaña que os mira amenazadoramente desde la mesilla. Al introducir cuántos libros tenéis pendientes, cuántos libros leísteis el año pasado y cuántos años tenéis, la página os hace la operación e, incluso, os da una fecha aproximada de cuándo podréis dar por finiquitada la lista de libros pendientes (to be read en inglés, de ahí el nombre de la web). Curioso, ¿no? 

¿Conocíais el tsundoku? ¿Alguien quiere contarnos para qué fecha va a acabar de leer lo pendiente? (Yo creo que nunca se acaba: siempre hay nuevos libros por leer). Tenéis los comentarios para contarnos lo que queráis.

Sándor Márai: ‘Divorcio en Buda’

Como algunos ya sabéis, estoy leyendo El último encuentro, de Sándor Márai. Y, aunque he leído varias novelas de Márai desde que lo descubrí (alguien me lo descubrió, más bien), en el blog únicamente he escrito sobre La mujer justa. No entiendo bien por qué no llegué a hablar sobre las otras novelas. Así que, voy a empezar a solventar esta injusticia y hoy voy a dedicar la entrada a otra magnífica novela de Márai: Divorcio en Buda.

'Divorcio en Buda'

‘Divorcio en Buda’

El último expediente llegado a la mesa de trabajo de Kristóf Kömives, juez en la Budapest de entreguerras, es el divorcio de los Greiner. Un caso más, excepto que el nombre de soltera de la mujer, Anna Fazekas, hace perder al magistrado su inmutable serenidad. El alegre desparpajo de la juventud, un paseo por el lago, una mirada arrebatadora: la evocación de aquellos instantes fugaces son suficientes para perturbar, después de tantos años, el aparente sosiego de su intachable vida burguesa. Y cuando el señor Greiner se presenta en su casa con la noticia del suicidio de su mujer, Kristóf no puede resistirse al aluvión de sentimientos encontrados que inundan su espíritu. Durante el transcurso de una noche, Kristóf asumirá el doble papel de acusado y testigo de la confesión de Greiner, que al desgranar la historia de su matrimonio pondrá de relieve el abismo que separa a los dos hombres; por un lado, el burgués que renunció a la emoción de lo desconocido para perpetuar los sólidos valores de una clase social asentada y satisfecha de sí misma, y por otro, el joven advenedizo que por conquistar una mujer que le estaba vedada se entregó a una existencia erigida sobre la impostura y encorsetada en unos cánones ajenos a su persona. Así pues, con el inminente estallido de la guerra más devastadora que ha conocido la Humanidad como telón de fondo, el azar les otorga la ocasión de reflexionar acerca de aquellas vivencias y sentimientos que nunca habían sido capaces de compartir con nadie, y redimir en parte, si acaso, los errores que les condujeron a la situación actual.

Leí el libro hace más de un año, pero aún recuerdo la intensidad de esa gran conversación final (que ocupa gran parte de la novela); y eso, con mi costumbre de resetear las historias, es un logro. Pero no es, en absoluto, mío, sino de Márai, que, a base de esculpir las frases como con cincel, consigue la expresión perfecta en prácticamente todos los párrafos del texto. No obstante, vayamos al principio.

La primera parte de la novela me costó un poco, si bien es necesaria para situar los hechos en su momento preciso: una sociedad cambiante y decadente, que ve sus valores tambalearse, constituye el escenario en el que se mueve el protagonista, un juez de clase alta, que se ciñe escrupulosamente a lo que se espera de él. Riguroso con su trabajo y con su propio entorno, su sorpresa al recibir cierto expediente es el desencadenante de toda la acción de la novela. Es un expediente de divorcio y la mujer, un antiguo amor suyo. Bueno, amor o algo que pudo parecerse al amor (la larga conversación final tiene mucho que ver con esto). Y cuando una noche se presenta en su casa el marido, un médico que se ha ido abriendo camino en la sociedad a pesar de su origen humilde, todo explota (no se me ocurre un verbo mejor).

Explota por varios motivos. Primero, por la noticia que trae el médico: su mujer, Anna, se ha suicidado esa noche. Segundo, por los motivos que la han llevado a hacerlo. Y aquí es donde se disfruta de Márai en estado puro: parece que hace orfebrería con las palabras. Y nos deja párrafos memorables sobre el amor, la infidelidad (muy curioso: ¿si sueñas con otra persona, estás siendo infiel a tu pareja?), las decisiones, el dejarse o no llevar, la desesperación por el desamor… La conversación entre el juez y el doctor debería ser de lectura obligatoria. Es pura perfección literaria. No os cuento absolutamente nada más, hay que leerla.

De Márai sí tengo recogidas un montón de citas en Tumblr, os dejo el enlace a las que se corresponden con Divorcio en Buda, para que podáis ir abriendo boca si no habéis leído esta maravilla. Yo sigo con El último encuentro (aunque he leído muy poquito, porque esta semana estoy dedicando muy poco tiempo a la lectura).

¿Alguien ha leído Divorcio en Buda? ¿Os gustó? Si no, ¿os llama la atención? Podéis, como siempre, comentar lo que queráis.

Marina Keegan: ‘Lo contrario de la soledad’

Vaya por delante que no suelo leer este tipo de libros. Pero me decidí por dos motivos. El primero: estando en una librería con Ainize Salaberri, directora de Granite & Rainbow, me dijo que el libro le llamaba la atención (y me fío muchísimo de su olfato). Segundo: alguien en mi Twitter (a quien no conozco, la verdad), empezó a poner fragmentos y tengo que reconocer que me gustaron mucho. Así que la decisión estaba tomada: iba a leer Lo contrario de la soledad, de Marina Keegan.

'Lo contrario de la soledad'

‘Lo contrario de la soledad’

La celebridad de Marina Keegan iba en aumento cuando, en mayo de 2012, se graduó magna cum laude en Yale. Una obra de teatro suya iba a estrenarse en el International Fringe Festival de Nueva York, y tenía un trabajo esperándola en la revista The New Yorker. Sin embargo, cinco días después de graduarse, Marina murió trágicamente en un accidente de coche. Mientras su familia, amigos y compañeros, rotos de dolor, se reunían para celebrar su funeral, el último artículo que escribió para el Yale Daily News, el inolvidable «Lo contrario de la soledad», se hizo viral y recibió casi un millón y medio de visitas.

A pesar de que solo tenía veintidós años cuando murió, Marina dejó un valioso tesoro en forma de prosa que, como en su artículo de cabecera, refleja las esperanzas, las incertidumbres y las posibilidades de su generación. Lo contrario de la soledad es un compendio de los artículos y relatos de Marina que expresa la lucha universal a la que todos nos enfrentamos cuando nos planteamos cuáles son nuestras aspiraciones y cómo encauzar nuestro talento para provocar un impacto en el resto del mundo.

Si habéis leído la sinopsis que os he copiado, ya os habréis enterado de que Marina Keegan murió con 22 años justo después de graduarse. Os aseguro que, aunque tiene su aquel, por ejemplo, en el texto que da título al libro, todo se olvida cuando estás con sus relatos o artículos. Pero, prefiero ir por partes y explicaros qué os vais a encontrar en el volumen de Lo contrario de la soledad.

En primer lugar, hay una introducción bastante interesante escrita por Anne Fadiman, profesora en Yale de Keegan y una de las recopiladoras de los cuentos y artículos que aparecen en el libro. Y digo que tiene su interés porque, además de acercarnos a la figura de Keegan como persona, hace un recorrido por su escritura. Nos cuenta qué pretendía Keegan con sus artículos, cómo decidió ser escritora, qué vicios veía en sus textos y cómo quería solventarlos… Nos habla de la personalidad (probablemente arrolladora) de Keegan, de cómo la veían sus compañeros, del impacto que tuvo en ellos su muerte. Para ser una introducción, de esas que reconozco que me suelo saltar, esta se lee con ganas.

Después, además de los agradecimientos, el artículo más famoso de Marina Keegan: «Lo contrario de la soledad». En él y en lo que dice sí que su muerte planea todo el tiempo. Por frases como estas:

Pero que nadie se confunda: los mejores años de nuestras vidas no los hemos dejado ya atrás. […] Tengo pensado divertirme cuando me haga mayor.

Somos muy jóvenes. Somos tan jóvenes. Tenemos veintidós años. Tenemos mucho tiempo por delante.

Vamos a hacer que pase algo en el mundo.

Desde luego, en mi opinión, el texto más ñoño, moñas y tonto del libro (aunque reconozco que el concepto de qué es «lo contrario de la soledad» me gustó mucho). Y, pasado el momento tristón, viene lo mejor del libro: los relatos y los artículos de Marina Keegan.

Efectivamente, el libro se divide en dos. Por un lado, los textos de ficción; por otro, los de no ficción. Para mí, mucho más interesantes los primeros (aunque uno de los artículos, el de por qué el 25 % de los estudiantes de Yale acaba trabajando en consultoría en vez de hacer algo productivo, lo voy a sacar a colación en la próxima cena con algunos de mis amigos). Son relatos frescos, emotivos, vibrantes, inteligentes, directos, divertidos… No le da miedo ningún tema, si bien se nota su juventud y es palpable que ella intenta conectar con la gente de su generación (y me apuesto lo que sea a que lo consigue). Pero no es un demérito, o al menos para mí no lo es. Marina Keegan tenía una extraordinaria capacidad para observar su entorno, identificar los problemas, poner el dedo en la llaga, describir a sus iguales y sus relaciones, cuestionarse el mundo, cuestionarse a sí misma y su futuro… Y encima escribía extraordinariamente bien. ¿Se le puede pedir más? Creo que, a su manera, y solo con este legado, consiguió un poquito de aquello a lo que ella aspiraba: hacer que pasara algo en el mundo.

Al acabar de leer el libro te quedas con la idea de que la vida te ha hecho perderte algo. Probablemente, a una escritora interesante. ¿Qué habría escrito Marina Keegan con treinta, cuarenta, cincuenta u ochenta años? ¿Cómo sería una novela de Keegan? No lo podemos saber, pero sí podemos disfrutar de este pedacito de su obra que, por cierto, está agotado (aunque Alpha Decay nos dijo por Twitter el otro día que lanzan una segunda edición esta misma semana). Por si a alguien le interesa…

No tenemos una palabra que designe lo contrario de la soledad, pero, si la hubiera, definiría lo que yo quiero en la vida.

Marian Engel: ‘Oso’

Esta novela no se me va a ir de la mente en mucho tiempo. Si no habéis leído Oso, de Marian Engel, ya estáis tardando; para mí, sin duda, uno de los libros del año.

'Oso'

‘Oso’

La joven e introvertida Lou abandona su trabajo como bibliotecaria cuando se le encarga hacer inventario de los libros de una mansión victoriana situada en una remota isla canadiense, propiedad de un enigmático coronel, ya fallecido. Ansiosa por reconstruir la curiosa historia de la casa, pronto descubre que la isla tiene otro habitante: un oso. Cuando se da cuenta de que este es el único que puede proporcionarle algo de compañía, surgirá entre ellos una extraña relación. Una relación íntima, inquietante y nada ambigua. Gradualmente, Lou se va convenciendo de que el oso es el compañero perfecto, que colma todas sus expectativas. En todos los sentidos. Será entonces cuando emprenda un camino de autodescubrimiento. A pesar del impacto que causó su publicación, Oso se alzó con el Governor General’s Literary Award en 1976 y está considerada una de las mejores (y más controvertidas) novelas de la literatura canadiense.

Publicada en 1976 y adorada por Robertson Davies («Una novela obscena y extraña. Uno de los títulos más hermosos y significativos de la literatura canadiense»), Margaret Atwood o Alice Munro, Oso es una novela delicadísima y calculadamente transgresora, una auténtica parábola de la vuelta a la naturaleza.

A veces la literatura es crónica social de un momento, a veces es expresión de sentimientos, a veces es entretenimiento, a veces es denuncia… y, otras, como esta, es provocación. Y está muy bien que nos provoquen y nos azucen un poco. Desde luego, una novela arriesgada e inquietante.

¿Por qué digo que Oso es provocación? Sobre todo, por la historia que nos cuenta en sí, el tema que trata: Oso narra la relación zoofílica de Lou con un oso con el que, por circunstancias, comparte casa. Sí, he escrito bien: relación zoofílica. Lou se enamora del oso y lo ama en cuerpo y alma. Hay relaciones sexuales entre ellos en la novela, explícitas. Y, a pesar de lo duro e, incluso, sórdido del tema, Oso me ha parecido una novela de una ternura y una delicadeza encomiables. Una verdadera obra de arte.

La historia de amor de Lou hacia el oso conlleva la autoexploración de Lou, que necesita respuestas con respecto a sus relaciones con los hombres, su trabajo, su vida en general. Y el tiempo que pasa con el oso (que intentará alargar al máximo) le va a servir para conocerse mejor y tomar decisiones.

Y aquí, con la historia de amor-sexo con el oso y la resolución de las dudas vitales de Lou podríamos acabar la lectura (y ya podríamos decir que la novela es muy muy buena). Pero, lo grandioso de este texto, como de toda la buena literatura, es que se presta a múltiples interpretaciones que hace que pueda haber tantos niveles de lectura como queramos los lectores.

En los días que han pasado desde que terminé Oso, no he dejado de pensar en qué podría simbolizar el oso. Ese oso del que nos advierten (Homer, otro de los personajes de la novela, advierte constantemente a Lou de que el oso es un animal salvaje y que puede hacerle daño), que nos infunde respeto e, incluso, miedo. Un oso que sabemos que puede acabar con nosotros, del que desconocemos por completo sus reacciones. Pero que está ahí, que ha llegado a nuestra vida por casualidad y que hay que atenderlo, porque no podemos/queremos desentendernos de él. Y resulta que ese oso, poco a poco, se va mostrando como lo que es en realidad: un animal leal, en el que se puede confiar, que nos hace compañía y que nos produce ternura, porque, a su modo, nos quiere. Aun así, tenemos nuestras reticencias, porque el oso da miedo. Y da miedo desnudarse ante él, dejar nuestras vergüenzas (reales o mentales) al aire, enfrentarse a él, sufrir un zarpazo. ¿Y si oso simbolizara nuestros miedos, nuestro miedo a algo que nos puede destrozar? Pero ¿y si, como en la novela, al acercarnos a nuestros osos, nuestros miedos, encontráramos la felicidad? El miedo, el respeto, la vergüenza que siente Lou en un principio se transforman en dulzura y ternura. Pues igual es que el oso no es tan fiero como lo pintan. Quizá, si el oso fuera el símbolo de nuestro miedo, este no sea para tanto. Cuando Lou se despoja de sus prejuicios, encuentra en el oso el amor y la felicidad. Y esto me hace pensar que esta novela, en el fondo, es una invitación a la desobediencia, a dejarnos llevar, a ser valientes, a salir de nuestras zonas de confort, a mostrarnos a los demás como somos, con nuestra vulnerabilidad. Porque es posible que no haya peligro, que el miedo no tenga razón de ser. En la novela, el oso, en un principio, por su propia naturaleza animal, da miedo; no obstante, es el personaje más puro, el único en el que de verdad se podría confiar.

Seguiré dando vueltas a la novela y no me voy a cansar de recomendarla. Sucumbid a la provocación de Engel. Viajad a esa pequeña isla canadiense y dejaos llevar por esta historia arriesgada y sorprendente. Y, después, sacad vuestras propias conclusiones.

¿Alguien lo ha leído ya? ¿Os seduce Oso? ¿Lo leeríais, aun sabiendo de qué va la historia? Podéis contar lo que queráis en los comentarios.

Carlos Castán: ‘La mala luz’

Hoy os quiero hablar de un libro que me ha parecido deliciosamente oscuro y bello. Es La mala luz, de Carlos Castán.

‘La mala luz’

«Querida Nadia. Estimada Nadia. Nadia a secas. Tú no me conoces. Soy amigo de Jacobo. No sé cómo decirte esto. No sé si estás al tanto de que ha muerto. Lo han asesinado, en realidad».

Jacobo y el narrador son viejos amigos que se acaban de trasladar a Zaragoza, ambos huyendo de un matrimonio fracasado, incapaces de soportar el peso de sus propias vidas. Mientras se habitúan a su nueva situación, comparten cervezas, libros y veladas cada vez más largas en un desesperado intento de eludir el mundo.

Un día, Jacobo empieza a tener miedo, un miedo desmesurado y aparentemente irracional a quedarse solo en casa, que consigue controlar con la compañía de su amigo, hasta que una noche Jacobo aparece apuñalado en su propia casa. El protagonista toma entonces el relevo de su vida, quizás como última posibilidad de huir de la propia, y así conoce a una mujer, Nadia, que se convertirá en su obsesión y junto a la que emprenderá la frenética investigación del asesinato de su amigo, lo que trastocará definitivamente su propia existencia.

Atrozmente romántica, la esperada primera novela de Carlos Castán es una historia sobre el deseo y la búsqueda de intensidad y, a la vez, un vertiginoso thriller que se lee en absoluta tensión.

Os prometo que creo que esta es una de las peores sinopsis que he podido leer de un libro en mucho tiempo. La mala luz no es, en absoluto, lo que Destino dice en su contracubierta. O, si lo es, yo he leído otra novela. Porque, sí que aparecen esos elementos, pero ¿vertiginoso thriller? ¿Resolución de un asesinato? ¿Obsesión por una mujer? No compro…

Os voy a contar lo que he leído yo, lo que me he encontrado yo en las páginas de La mala luz. Para empezar, me he encontrado una novela intimista, escrita con una delicadeza y un buen saber hacer realmente excepcionales. Me he encontrado una larguísima reflexión sobre la soledad de un solo (luego os cuento la teoría de los solos) que acaba de descubrir que lo es. Y en esa reflexión hay una especie de paseo por los bajos fondos, pero el narrador camina con la cabeza bien alta: no hay barro en sus zapatos (o no lo hay en un principio), al contrario, hay en sus palabras una dignidad, quizá producto de la resignación, que sirven de contrapunto a toda esa situación sórdida que se presenta. En La mala luz me he encontrado mucha desesperanza y, al final, un atisbo de felicidad en forma de mujer, que acaba convirtiéndose en miedo y en un cruel desenlace que, personalmente, me chirría por un motivo que no os puedo contar, porque os destrozo la novela.

Pero, básicamente, La mala luz es una larguísima reflexión, preñada de brillantes metáforas, sobre la soledad. Porque el narrador, del que no conocemos ni el nombre, es lo que, según la teoría de algunas de mis amigas, nosotras denominamos un solo. No es despectivo, ni nada de eso (de hecho, yo misma soy una sola según ellas). Los solos son personas a las que la vida las pone en cierto momento en un estado de soledad (suele coincidir que llevaban muchos años en pareja) y, por su forma de ser, normalmente personas tremendamente emotivas, profundas y sensibles, se «adaptan» de alguna forma a su situación haciendo de esa soledad una especie de refugio. Ojo, los solos no son personas solitarias, más bien al contrario; suele ser gente muy sociable, se rodean continuamente de familia y amigos. Tienen los umbrales de la felicidad y la tristeza mucho más extremos que la gente «normal» (se ponen más tristes en los momentos duros, pero son mucho más felices cuando toca serlo). Pero en su fuero interno son solos. Les cuesta mucho, además, volver a emparejarse, por miedo a que les hagan daño de nuevo y porque suelen ser exigentes. Y ¿por qué os cuento yo esta teoría peregrina que tenemos sobre los solos? Porque el narrador es un solo y el desenlace del libro tiene mucho que ver con nuestra teoría. Creemos que los solos, si quieren ser felices en el amor, tienen que encontrar a otro solo, pues únicamente ellos saben traspasar las murallas que ellos mismos se crean; cuando encuentran a otro solo y se quieren, su entendimiento es mucho más profundo y su felicidad, por lo que he comentado de los umbrales, inusitada (incluso, me consta, envidiada). Pero ¿qué pasa si se emparejan con un no-solo? Que la relación está condenada o bien al fracaso, o bien a una desilusión constante. Y ¿qué pasa en La mala luz? Que el narrador es un solo, pero Nadia es lo contrario. Ahí no cabe la felicidad. Cabe un cierto atisbo de algo en un principio, cabe el sexo (que los solos suelen unir casi siempre al amor, no suelen separarlo), cabe la obsesión por ella, pero no cabe la felicidad. Al contrario, la relación con Nadia traerá infelicidad, malestar, desesperación y un desenlace que, repito, a mí hay algo en él que me chirría.

Novela de lo más recomendable. De esas que a ratitos te retuercen un poco (solamente un poco) por dentro. Tremendamente bien escrita (el otro día me criticaron que dijera que las novelas están bien o mal escritas, que era un argumento ramplón, porque si algo está publicado es por algo; permitidme que me carcajee). Y con reflexiones y frases brillantes. Tengo medio libro subrayado. Solo os voy a copiar tres citas que me han gustado especialmente. La primera, la más larga, sería la explicación bien escrita de todo mi párrafo anterior, por cierto.

Y no puedo desligar mi idea del amor de todo eso, de ese estar perdido y lo identifico con el intento, desesperado e inútil, de un miedo de hermanarse con otro miedo como si ambos pudieran ser uno y las almas permeables en lugar de aquella ciudadela fortificada cuyos muros nadie puede franquear ni en un sentido ni en el contrario. Ese es el motivo por el que el amor tiene siempre ese aire de persecución de un imposible y por naturaleza es  trágico o apenas es. Solo puedo entenderlo como una especie de desconcierto compartido, mirar dos seres en una misma dirección y no ver apenas nada ni saber adónde ir e ir convirtiéndose, tras la telaraña que filtra la mirada, el mundo en laberinto. Se requieren dos seres perdidos, dos extravíos que en la oscuridad se rocen y se alejen y vuelvan a chocar. Han de temblar de algún modo las manos que se enlazan.

Los tiempos del miedo son siempre los del amor.

Roto el corazón, todo el amor se desborda.

¿Habéis leído La mala luz? ¿Os ha gustado? ¿Conocíais a Castán por sus relatos? Como siempre, los comentarios son más que bienvenidos.

Salvados, ETA y una recomendación

Escribo esto justo después de haber visto el último programa de Salvados, una larga entrevista a un etarra arrepentido cuyo testimonio, aunque en Euskadi ya era conocido porque los periódicos llevan hablando de él ya un tiempo (y en ETB han tratado el tema con mucha más profundidad), sigue siendo sobrecogedor. A veces es necesario escuchar cosas así (sobre todo, para que no se vuelvan a repetir). En el momento en que estoy redactando esto, aún no está el enlace para poder ver el programa en la web, pero intentaré actualizar la entrada cuando esté listo y ponerlo por aquí, por si a alguien le interesa (yo, sinceramente, os lo recomiendo).

Mientras veía el programa, me ha venido el título de una novela a la cabeza. La leí hace muchos años y me gustó, pero tengo que admitir que, en aquel momento, me esperaba otra cosa. Me estoy refiriendo a El hijo del acordeonista, de Bernardo Atxaga, donde se habla, entre otros temas, de cómo y por qué una persona se metía en ETA. La novela es muy buena, os la recomiendo desde aquí (aunque yo soy mucho más de Obabakoak o de Dos hermanos, sobre todo). Pero me he acordado de este libro viendo el programa y he considerado pertinente este pequeño apunte. Así que, ya sabéis, si queréis tocar este tema literariamente hablando, acudid a Atxaga.

Por supuesto, los comentarios están a vuestra disposición, como siempre.

Recordatorio: sexto reto de los treinta libros

Aprovecho el domingo (normalmente tranquilo por el blog) para recordaros que en junio volveremos a jugar al reto de los treinta libros. Esta vez he avisado con tanta antelación que me da un poco de miedo que os olvidéis. A mí, en esta ocasión, las categorías me resultan algo complicadas, así que os recuerdo todo este lío por si queréis ir dándole vueltas en la cabeza.

Tenéis las categorías en este enlace.

Y, recordad, como en junio solo va a haber entradas sobre el reto, cualquier duda que tengáis, cualquier libro del que queréis que hable (si veis que lo he leído, claro) o cualquier cosa, hay que resolverlo en mayo, así que podéis aprovechar los comentarios para pedir… (y, quizá, se os dará).



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