Hace ya algún tiempo que me acerco al blog en estas fechas y hago una especie de balance de lo que ha dado de sí el año para mí. Y, justo este año, en que he estado bastante desaparecida, pues creo que, con más razón, estaría bien que os contara lo que me ha ido pasando en este 2016 del que, creo, me va a ser difícil olvidarme. Para mí, 2016 ha sido un año magnífico (exceptuando el mes de diciembre, del que luego hablamos). Y es que, cuando todo va bien, pues todo va bien. Es así de simple.
En el trabajo ha sido el mejor año desde que empecé a trabajar en esto (allá por el año 2000, que ya ha llovido, ¿eh?). Empecé el año con muchas dudas, porque las cosas no pintaban bien. El último trimestre de 2015 fue muy inestable, tuve muchos problemas y estuve a punto de quedarme sin trabajo. Pero solventé la situación y ciertas personas volvieron a confiar en mí y en mi trabajo. Y justo en enero, llegó la sorpresa. Empecé a colaborar con cierto sello de un gran grupo y me tocó el premio gordo de la lotería: Svetlana Alexiévich, la nobel de Literatura 2015. Y su obra es tremenda, impresionante. A partir de ahí, este año he corregido, por ejemplo, a tres nobeles (y a uno en concreto, que escribe en castellano, le hice corrección de estilo; a ver, parémonos a pensar por un momento lo que esto significa: yo, la mindundi de Mónica, desde mi casita perdida de la mano de Dios en un minipueblito, corrigiendo el estilo de artículos de un escritor de talla universal, es alucinante). También he corregido a escritores de mucho renombre que, me gusten más o menos, entiendo perfectamente por qué han llegado ahí (es tan fácil trabajar con cierta gente…) y, la guinda del pastel ahora a finales de año: he tenido la oportunidad de hincar el diente al nuevo libro que se va a publicar de David Foster Wallace (aunque esto era una segunda corrección y debo admitir que el traductor, conocidísimo, y la primera correctora habían hecho un trabajo inmenso). Pero independientemente de que los autores fueran conocidos o no, o que los libros que he corregido sean mejores o peores (aunque no me puedo quejar en absoluto), lo que más agradezco a este 2016 en lo que al terreno laboral se refiere es que se me haya dado la oportunidad de trabajar con gente increíble. Gente que me valora, que me respeta, y a la que le gustan los libros y que se entusiasma con el trabajo igual que yo. Tengo que admitir que trabajo muchísimo, pero muy a gusto. Y este año por fin soy consciente de que soy muy buena en mi trabajo. Han tenido que venir a decírmelo (y no solo decírmelo, me lo han demostrado con hechos), pero por fin me lo creo. Para no olvidarme de nadie, no os voy a mencionar, pero mil gracias a todas las personas con las que he tenido el placer de colaborar en 2016. ¡Y por lo que viene en 2017, que estoy muy emocionada con cierto libro que empiezo ya!
En el ámbito más personal, hace ya unos meses que os conté que tenía la sensación de estar viviendo en un anuncio de cerveza. La sensación ha durado meses, prácticamente hasta que llegó diciembre y mi vida se empezó a tambalear un poquito. Hace unas tres semanas le encontraron a mi madre un tumor en un riñón. Las cosas están bien y controladas, le van a quitar el tumor (con el riñón de rebote), y en pocos meses esto va a ser una pesadilla olvidada. Como os podéis imaginar, no ha sido plato de gusto: he pasado mucho miedo y he estado muy nerviosa y triste. Sin embargo, acabo el año tranquila, animada y esperanzada. No obstante, quiero recalcar que, a pesar de este bache (del que se saldrá, y creo que será pronto), he tenido momentos tremendamente alegres en 2016. Y quiero que sigan en 2017… para perder la cuenta de los momentos felices y especiales con una persona que me ha hecho soñar este año. ¡Qué importantes nuestros sueños! Y la ilusión…
Os deseo muchos sueños, mucha ilusión y que os quieran mucho en este 2017. Y quered vosotros, que merece la pena. ¡Feliz año nuevo a todos!