Un poco de humor
Os dejo un enlace del WTF de Microsiervos para que os echéis unas risillas. No sé si llamarlo falso amigo o metedura de pata gorda a la hora de traducir.
Aquí tenéis las entradas sin rabo. 😉
Os dejo un enlace del WTF de Microsiervos para que os echéis unas risillas. No sé si llamarlo falso amigo o metedura de pata gorda a la hora de traducir.
Aquí tenéis las entradas sin rabo. 😉
Aunque estemos casi a mediados de mes (sin casi), todavía no os he comentado la etimología de la palabra marzo. Ahora mismo le ponemos remedio. Por cierto, esta entrada forma parte de una serie que empecé a principios de año y con la que quiero ir explicando la etimología de los nombres de los meses. Prometo no demorarme demasiado en abril…
Marzo es el mes que los romanos dedicaron a la guerra. Con marzo llegaba la primavera, el buen tiempo y, por tanto, se podían retomar las campañas militares. Así que, se nombró el mes haciendo referencia al dios de la guerra, Marte.
(‘De Marte’) Martius > marzo
Os recuerdo que también podéis consultar los meses de enero y febrero.
¿Me habéis echado de menos? Escribo para avisaros de que la semana que viene empiezan las actualizaciones. Probablemente no habrá (de momento) una al día, pero todo se andará. ¡Atentos al blog! Y gracias por todas las muestras de cariño de estos días: sois los mejores. ¡Un beso a todos!
Llevo unos cuantos días con un runrún dentro por ese mensaje un tanto críptico que os dejé en la última entrada y creo que os merecéis una explicación, sobre todo porque no sé ahora mismo cuándo me voy a sentar a escribir sobre comas o sustantivos… Lo voy a hacer, solo que ahora no tengo la cabeza en eso. Y ya que sabéis mucho de mi vida (los libros que leo, los trabajos a los que me dedico, os he ido dando alguna pincelada de otras cosillas…), pues quizá ha llegado la hora de que sepáis un poco más. Porque, en definitiva, quien escribe este blog es una personita, con su corazoncito (roto en este momento) y sus sentimientos.
Lo que me ha pasado no es nada que no les pase a diario a miles de personas, pero cuando lo vives en tus propias carnes cambia la cosa. La semana pasada acabó, de sopetón casi, la relación que yo tenía con mi chico, después de prácticamente once años juntos (no hemos cumplido los once años por una semana). Ha sido una relación difícil, larga y, por qué no decirlo, rara. Muy rara. Incomprensible incluso para mí. En mi defensa diré que lo quería muchísimo, como a nadie… Y que por ello he soportado mucho.
Pero llega un día en que la vida te hace reaccionar. Y las cosas se rompen. Y he estado una semana rota pero, hoy, en que por fin he conseguido dormir ocho horas seguidas, me encuentro mucho mejor y más fuerte. Y, desde ayer, tengo todo muy clarito en mi cabeza y sé cómo quiero que se desarrolle mi vida a partir de ahora. Y por eso me atrevo a escribir esto hoy, porque no quiero que penséis que os he abandonado o que no he leído vuestros mensajes o que no me apetece solucionaros dudas o contestar preguntas en el Formspring. No es eso.
Hay, a partir de ahora, un pequeño problema con este blog, no os lo voy a negar. Él era la parte técnica. Él hacía todo. Y no tengo certeza de que vaya a seguir siendo así. Creo que sí, pero cabe la posibilidad de que, en algún momento, tengamos que mudarnos. No os creáis, este tema me preocupa un poco. Pero todo se andará…
Pues esto es lo que pasa. Que estoy demasiado ocupada poniéndole tiritas a mi corazoncito y eso no me deja pensar mucho más allá. Pero amenazo con volver. Pronto… Gracias por vuestra comprensión.
Estoy pasando una muy mala racha personal, así que no va a haber blog durante unos días. Lo siento mucho…
«El adjetivo debe ser la amante del sustantivo y no la mujer legítima. Entre palabras van bien ligámenes pasajeros y no matrimonios eternos. De esto se desprende si un escritor es original».
Alphonse Daudet
(1840-1897)
Escritor
La entrada de hoy va a ser muy breve. Solamente quiero recordaros que los nombres de los distintos idiomas, en castellano, se escriben en minúscula.
Habla con fluidez francés, inglés y alemán. √
Está estudiando chino mandarín. √
Le ha costado mucho lograr hacerse entender en ruso. √
Aprender esperanto es muy sencillo. √
Por lo tanto, debemos desechar la costumbre de escribirlos con mayúscula, cada vez más de moda posiblemente por influencia del inglés (y no del Inglés).
¿Alguna vez os habéis preguntado si existe alguna forma específica para expresar las direcciones electrónicas o de correo electrónico en nuestros textos? Sí que la hay, sobre todo cuando el texto es plano, sin formatos.
Para expresar estas direcciones, debemos encerrarlas entre diples o antilambdas, es decir, los «menor que» y «mayor que» de toda la vida (que se llaman así, diples o antilambdas). Además, esto nos permite seguir con la puntuación normal en caso de necesitarlo (escribir un punto final o una coma después). Por lo tanto, escribiremos las direcciones como sigue:
Podéis encontrar información sobre mi trabajo en <http://mobas.es>. (Como veis, incluso puedo acabar la frase con su punto final).
Si queréis poneros en contacto conmigo, podéis hacerlo escribiendo a <monica@mobas.es>; la dirección para asuntos relativos al blog o para dejar dudas, cuestiones o sugerencias es <blog@mobas.es>. (Como se puede apreciar, usamos la puntuación como deberíamos y podemos emplear un punto y coma, punto, etc.).
Esto sirve, como ya he apuntado, para texto plano, así como para las referencias bibliográficas (en que, cada vez con mayor frecuencia, tenemos que mencionar artículos aparecidos en la red).
Leí este libro hace ya unos cuantos meses, pero todavía no os había hablado de él. Como me pareció entretenido, aquí tenéis mi opinión.
Un año antes de la temporada infernal en una empresa nipona vivida en Estupor y temblores, Amélie Nothomb se sube en Tokio a la montaña rusa de una hilarante educación sentimental en brazos del muy delgado y muy oriental Rinri, un ávido lector de Stendhal que sueña con entrar en la Orden del Temple. Amélie, decidida a aprender japonés enseñando francés a los autóctonos, conoce a Rinri en un bar. Pero, pocos días después, la relación entre maestra y alumno dará paso a una hermosa historia de amor. La primera noche de pasión se inicia con un cómico episodio en que profesora y alumno comparten una insípida imitación japonesa de la célebre fondue de queso francesa; le seguirán un viaje a Hiroshima y la lectura in situ de Hiroshima mon amour, un libro que Rinri detesta y no logra comprender, y el ascenso al monte Fuji, en el que la belga es poseída por el espíritu de la montaña.
Estos son solo algunos de los episodios que nos sitúan, una vez más, ante una rica y peculiar visión de Japón, la de alguien nacido allí pero cuyos orígenes son occidentales. La percepción de la alteridad de la cultura japonesa cobra en el libro los más variopintos matices. La relación de Amélie con Rinri se reviste de un barniz proustiano en una comida con los amigos de su amante en la que un okonomiyaki la catapulta a los sabores de su infancia. Y Nothomb también analiza sus experiencias desde una perspectiva casi antropológica, nunca exenta de ironía, en las reflexiones sobre la educación de los japoneses, o cuando la joven es examinada por los abuelos de Rinri, a quienes su mera presencia hace tronchar de risa.
Cuando Amélie Nothomb se adentra en el terreno de lo biográfico jamás defrauda. Así sucedió con Estupor y temblores, Metafísica de los tubos y El sabotaje amoroso y sucede de nuevo con Ni de Eva ni de Adán. Tan ácida y desternillante como la primera, la segunda incursión japonesa de la escritora belga se lee con un gran placer desde la primera hasta la última línea. La diversión está asegurada, pero también la ternura e incluso la melancolía…, porque cuando Nothomb escribe en primera persona fascina, divierte, hace pensar y hace reír.
Otra novela autobiográfica de Nothomb ubicada en Japón y, de nuevo, situaciones desternillantes ocasionadas por el contraste entre dos culturas muy distintas. Me quedo con Estupor y temblores, pero esta también me divirtió mucho (recuerdo una cena con los amigos de Rinri, yo alucinaba con lo que estaba leyendo). Por supuesto, las señas de identidad de Nothomb están presentes: la ironía, la brevedad, las escenas que parecen protagonizadas por una marciana (dicho con cariño, pero esta chica a mí me parece bastante extravagante y divertida), su voz personalísima y tan peculiar (coherente con su forma de ser). Si os han gustado sus anteriores novelas, esta también os gustará. Si no, con lo cortita que es, yo le daría una oportunidad. Seguro que, al menos, sonreís.
Creo que era la única de mi gran familia lectora que no había leído este novelón. Primero, un poco por falta de ganas: reconozco que no me atraía mucho. Sus 638 páginas tampoco ayudaban. Pero el otro día me decidí… y se me ha hecho corto.
La joven modista Sira Quiroga abandona Madrid en los meses previos al alzamiento, arrastrada por el amor desbocado hacia un hombre a quien apenas conoce. Juntos se instalan en Tánger, una ciudad mundana, exótica y vibrante donde todo lo impensable puede hacerse realidad. Incluso, la traición y el abandono.
Sola y acuciada por deudas ajenas, Sira se traslada a Tetuán, la capital del Protectorado español en Marruecos. Con argucias inconfesables y ayudada por amistades de reputación dudosa, forja una nueva identidad y logra poner en marcha un selecto atelier en el que atiende a clientas de orígenes remotos y presentes insospechados.
A partir de entonces, con la contienda española recién terminada y la europea a punto de comenzar, el destino de la protagonista queda ligado a un puñado de personajes históricos entre los que destacan Juan Luis Beigbeder —el enigmático y escasamente conocido ministro de Asuntos Exteriores de la primera época del franquismo—, su amante, la excéntrica Rosalinda Fox, y el agregado naval Alan Hillgarth, jefe de la inteligencia británica en España durante la segunda guerra mundial. Entre todos ellos la empujarán hacia un arriesgado compromiso en el que las telas, las puntadas y los patrones de su oficio se convertirán en la fachada visible de algo mucho más turbio y peligroso.
Escrita en una prosa espléndida, El tiempo entre costuras avanza con ritmo imparable por los mapas, la memoria y la nostalgia, transportándonos hasta los legendarios enclaves coloniales del norte de África, al Madrid proalemán de la inmediata posguerra y a una Lisboa cosmopolita repleta de espías, oportunistas y refugiados sin rumbo.
El tiempo entre costuras es una aventura apasionante en la que los talleres de alta costura, el glamour de los grandes hoteles, las conspiraciones políticas y las oscuras misiones de los servicios secretos se funden con la lealtad hacia aquellos a quienes queremos y con el poder irrefrenable del amor.
Esto es un novelón, de esos que cada vez se escriben (o publican) menos. Una novela de las de siempre. Con una trama que engancha escrita con solvencia y que va tocando varios palos: la trama sentimental se encaja en una novela histórico-costumbrista que nos transporta a un período de la historia de España bastante desconocido por mí (admito que del Protectorado español de Marruecos no sé absolutamente nada) y que, justamente por situarla en ese preciso instante (años treinta y cuarenta del siglo pasado), puede convertirse en una novela de espías. Y todo perfectamente «cosido», si me permitís la expresión dado el tema de la novela.
Sira es modista, una de las pocas profesiones que podía tener una mujer en la época y que le dará la oportunidad de salir adelante ella sola (y le permitirá, asimismo, moverse, más adelante en la novela, por ciertos ambientes que la ayudarán en su labor como espía). Llega a Tetuán después de ciertas desventuras en Madrid y Tánger y, allí, conocemos a algunos personajes que existieron en realidad (Rosalinda Fox, Juan Luis Beigbeder, Serrano Suñer, entre otros), y que transitan por la novela de forma muy verosímil (la labor de documentación ha sido esencial), con cierto protagonismo, incluso. Para algunos, el personaje de Beigbeder es el más interesante de la novela; no sé yo si tanto, pero tanto él como Rosalinda Fox, su amante inglesa, se convierten en la columna vertebral de esta historia, pues nada evolucionaría como lo hace si no fuera por ellos. Y así, entre Madrid, Tánger, Tetuán y Lisboa, vamos conociendo, gracias a Sira y a sus talleres de costura, los entresijos de una época, pasada pero cercana, desde un punto de vista algo distinto de aquel al que nos tiene acostumbrados la literatura.
No hay ningún tipo de experimentación en la prosa ni nada por el estilo. Muy bien escrita, es una muy buena prosa «clásica», que nos atrapa desde las primeras páginas y no nos deja hasta el final, con un ritmo trepidante (y con un muy buen uso de ciertos cebos para el lector, para que no decaiga el interés). Se lee muy fácilmente, no cuesta nada y la largura de la obra no se vuelve en su contra, porque, como ya he dicho, hasta se hace corto.
Antes de leer la novela, me informé sobre ella y apenas leí nada negativo. Parece que tanto crítica como público aplauden esta primera obra (quién lo diría) de su autora, que, esperemos, nos sorprenda pronto con otra historia tan entretenida como esta. Yo, desde luego, la he disfrutado y la recomiendo desde aquí. ¿Alguno la ha leído? ¿Os ha gustado? ¿La recomendáis? Contádmelo en los comentarios…
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