Amélie Nothomb: ‘Ni de Eva ni de Adán’

Leí este libro hace ya unos cuantos meses, pero todavía no os había hablado de él. Como me pareció entretenido, aquí tenéis mi opinión.

Ni de Eva ni de Adán

Portada del libro

Un año antes de la temporada infernal en una empresa nipona vivida en Estupor y temblores, Amélie Nothomb se sube en Tokio a la montaña rusa de una hilarante educación sentimental en brazos del muy delgado y muy oriental Rinri, un ávido lector de Stendhal que sueña con entrar en la Orden del Temple. Amélie, decidida a aprender japonés enseñando francés a los autóctonos, conoce a Rinri en un bar. Pero, pocos días después, la relación entre maestra y alumno dará paso a una hermosa historia de amor. La primera noche de pasión se inicia con un cómico episodio en que profesora y alumno comparten una insípida imitación japonesa de la célebre fondue de queso francesa; le seguirán un viaje a Hiroshima y la lectura in situ de Hiroshima mon amour, un libro que Rinri detesta y no logra comprender, y el ascenso al monte Fuji, en el que la belga es poseída por el espíritu de la montaña.

Estos son solo algunos de los episodios que nos sitúan, una vez más, ante una rica y peculiar visión de Japón, la de alguien nacido allí pero cuyos orígenes son occidentales. La percepción de la alteridad de la cultura japonesa cobra en el libro los más variopintos matices. La relación de Amélie con Rinri se reviste de un barniz proustiano en una comida con los amigos de su amante en la que un okonomiyaki la catapulta a los sabores de su infancia. Y Nothomb también analiza sus experiencias desde una perspectiva casi antropológica, nunca exenta de ironía, en las reflexiones sobre la educación de los japoneses, o cuando la joven es examinada por los abuelos de Rinri, a quienes su mera presencia hace tronchar de risa.

Cuando Amélie Nothomb se adentra en el terreno de lo biográfico jamás defrauda. Así sucedió con Estupor y temblores, Metafísica de los tubos y El sabotaje amoroso y sucede de nuevo con Ni de Eva ni de Adán. Tan ácida y desternillante como la primera, la segunda incursión japonesa de la escritora belga se lee con un gran placer desde la primera hasta la última línea. La diversión está asegurada, pero también la ternura e incluso la melancolía…, porque cuando Nothomb escribe en primera persona fascina, divierte, hace pensar y hace reír.

Otra novela autobiográfica de Nothomb ubicada en Japón y, de nuevo, situaciones desternillantes ocasionadas por el contraste entre dos culturas muy distintas. Me quedo con Estupor y temblores, pero esta también me divirtió mucho (recuerdo una cena con los amigos de Rinri, yo alucinaba con lo que estaba leyendo). Por supuesto, las señas de identidad de Nothomb están presentes: la ironía, la brevedad, las escenas que parecen protagonizadas por una marciana (dicho con cariño, pero esta chica a mí me parece bastante extravagante y divertida), su voz personalísima y tan peculiar (coherente con su forma de ser). Si os han gustado sus anteriores novelas, esta también os gustará. Si no, con lo cortita que es, yo le daría una oportunidad. Seguro que, al menos, sonreís.