No sé si este es el momento de escribir esta entrada, porque llevo un par de días de muy mal humor a cuenta de una novela que estoy corrigiendo y puede que mi estado de ánimo me haga ser un poco injusta. Pero, como muchos de mis problemas vienen por problemas con la traducción de la novela y sé que el blog lo siguen muchos traductores, voy a quejarme un poco (que es lo mío). Y aviso desde ya de que voy a generalizar. Ojo con darse por aludido, que no quiero líos después. Sé que no todos los traductores son iguales ni tienen la misma preparación, como no todos los editores son iguales. Pero yo hoy necesito desahogarme.
Os pongo en antecedentes. Estoy con una novela que, tengo que admitir, no me gusta nada. Me parece un rollazo. Es una novela de consumo fácil, cuyo autor dudo mucho que aspire al Nobel de Literatura. Es lo que es, no hay grandes pretensiones, pero la novela tiene que salir bien, debe ser digna (lo es, de hecho). A pesar de que es un libro de lectura sencilla, la traducción entraña cierta complejidad que, realmente (y aquí me quito el sombrero), el traductor ha solucionado de forma muy solvente (y me estoy refiriendo a terminología muy concreta de un ámbito especialmente complicado para los ajenos a la materia; no puedo dar más pistas). El problema viene cuando, aunque el léxico es correctísimo, la expresión es un horror. Muchas veces incorrecta, otras veces poco natural… Los problemas son abundantes y, claro, me toca arreglarlos (corrección de estilo, ojo; para más inri, texto ya maquetado: un infierno en toda regla). Y, al final, veo que estos problemas se repiten constantemente en casi todos los libros traducidos que me llegan, no son solo cosa de este pobre traductor que, aunque me lleve ciscando en él todo el fin de semana (pobre, le habrán pitado los oídos), creo que ha hecho un trabajo decente. Pero decente no es suficiente. Así que, os voy a contar qué cosas me encuentro (bueno, las primeras que me vengan a la cabeza). Y si, por casualidad, resulta que os dais por aludidos en algún punto, pues le pegáis un par de vueltas a la cocorota, a ver si esto, al menos, sirve para aprender algo y mejorar…
• En general, los traductores no tienen ni idea de ortotipografía. Es cierto que cada vez hay más traductores preocupados por esto, pero, creedme, a la mayoría le da igual. Y, claro, las reglas no son iguales en inglés, francés, alemán o castellano. Me encuentro diálogos, comillas y puntuaciones a la inglesa en todas las novelas. Un mínimo es necesario, fundamental diría yo. Normalmente, las editoriales tienen normas editoriales con este tipo de cuestiones explicadas (pues las normas pueden variar un poco de una empresa a otra); es tan fácil como seguir lo que os hayan dado. Si no hay normas, haceos con libros de ortotipografía (los de Martínez de Sousa son los mejores) y con buenos manuales de estilo (además del de Sousa, yo, barriendo para casa, os recomiendo el Chicago-Deusto).
• En castellano apenas se usa la pasiva. Lo natural es usar la voz activa, frases impersonales o la voz pasiva refleja (no pasiva sin más). Os aseguro que quitar tres o cuatro verbos en pasiva por párrafo es una tortura. Creo que esto se merece entrada aparte, porque se abusa de esto por influencia del inglés que da gusto.
• Tampoco se usa bien el gerundio. Aparte de los gerundios de posterioridad, se usa con profusión (expresión que me he encontrado esta mañana en la novela y por la que me han entrado ganas de asesinar, porque no venía a cuento encima) el gerundio del BOE (gerundio que actúa como adjetivo). Es muy normal en inglés, pero en castellano es incorrecto. Pues, venga, gerundios mal empleados por doquier. Tengo prometida desde hace meses una entrada sobre estas formas no personales. Acabaré de escribirla algún día (me da una pereza tremenda). Pero, por favor, si vais a utilizar un gerundio, paraos un segundo a ver si es correcto o no antes. Y, ante la mínima duda, no lo uséis, que casi seguro que está mal…
• Cuidado con los diálogos. Vale que muchas veces esto es culpa del autor, pero no siempre. No os imagináis los diálogos que he leído últimamente: más forzados imposible. Y todo por un afán de «elevar» el registro que no acabo de comprender. Y recalco aquí lo de la puntuación en los diálogos: hay reglas.
• Como en la variedad está el gusto, estaría bien que los nexus temporales no siempre se introdujeran con mientras. Y diferenciar mientras y mientras que tampoco vendría nada mal… (El junto a y junto con ya son para nota).
• Otra diferencia que parece que no se entiende del todo bien es la de explicativo-especificativo, sobre todo con los relativos. Y es importante, porque cambia la puntuación (el relativo especificativo no lleva coma y el explicativo, sí).
• Más sobre los relativos: abuso de cual, desaparición (como por arte de magia) del cuyo, empleo del quien incorrecto… Y, lo peor: un relativo dentro de un relativo dentro de un relativo… hasta el infinito, como si fueran matrioskas rusas. Al final te pierdes en la frase y no hay quien entienda nada.
• Parece que solo existen los verbos comodín. Con decir, hacer y poner, tenemos una novela montada. Pues no. Y, en general, hay muchísimas repeticiones de términos. Hay un remedio infalible, son tres palabras: diccionario de sinónimos.
Podría seguir, la lista podría ser infinita, pero hoy no tengo tiempo para más (tengo que seguir pegándome con la novela un ratito más). Por supuesto, tenéis los comentarios a vuestra disposición, como siempre…