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¿Cuarentainueve?

¡Nos han cambiado otra regla! Bueno, no del todo, pero os digo desde ya que, si veis números como treintaicinco, ochentaitrés, noventaisiete… escritos en una sola palabra, no pongáis el grito en el cielo.

Os recuerdo la norma y luego os explico el nuevo matiz. Hasta ahora, se escribían en una sola palabra las expresiones numéricas menores de treinta. Así, escribíamos veinticinco (todo junto) y treinta y seis (en tres palabras). A veces surgía la duda de hasta qué número se podía escribir en una sola palabra, pero se resolvía fácilmente.

En los últimos años, muchos autores americanos no han seguido esta norma y han empezado a escribir números mayores de treinta en una sola palabra. Realmente, no había ninguna razón de peso para elegir esta cifra como frontera entre lo que se puede escribir junto y no; y, por analogía con el diez y el veinte, empezaron a aparecer expresiones como cuarentaitrés o cincuentainueve.

Pues bien, la RAE les da la razón y, aunque sigue prefiriendo que se siga la norma de siempre, acepta estas nuevas grafías, que ya no pueden ser censuradas. Eso sí, como siempre, tiene que haber unidad en un mismo texto y no mezclar ambos criterios: si escribimos treinta y tres, después no podemos poner sesentaidós (tendremos que escribirlo en tres palabras: sesenta y dos).

‘Abril’

Lo prometido es deuda, así que, de nuevo con retraso (espero enmendarlo en mayo), aquí tenéis el artículo sobre la palabra abril (como muchos ya sabréis, iré hablando sobre la etimología del nombre de los meses durante este año).

Hay dos posibles explicaciones sobre el origen del vocablo abril. Por un lado, tenemos la teoría que haría venir a abril del latín aperire (‘abrir’) y que relacionaría el nombre del mes con el momento en que en Europa se abren las flores en primavera. De aperire se tomaría la forma aperilis y, de ahí, la haríamos evolucionar hasta nuestro actual abril.

Otra propuesta es la que originaría abril en el griego aphros (‘espuma’), que tiene relación con Afrodita (que nace de la espuma), la diosa de la belleza y el amor. El mes de abril estaría dedicado, por tanto, a esta diosa.

Ambas hipótesis son dudosas, es posible que ninguna sea del todo válida, pero son las dos explicaciones más extendidas. La RAE propone que viene del latín aprilis (es decir, que enlaza con la primera de las teorías).

Podéis consultar asimismo el origen del nombre de los meses de enero, febrero y marzo.

¿’Élite’ o ‘elite’?

Amigos al rescate. Hoy, Alcaraván me ayuda como firma invitada con una entrada de lo más interesante (y muy bien documentada). ¡Muchísimas gracias! Ando muy liada con trabajo, pero prometo hacer un esfuerzo por publicar alguna entrada más esta semana. Aquí tenéis el artículo de hoy.

Élite o elite, ¿cuál es la forma correcta? Pues ambas lo son, en efecto; se trata de una de esas palabras biacentuales —hasta 246 voces llega a contar Martínez de Sousa en la última edición del DRAE— que admite la Real Academia y que pueden pronunciarse y escribirse de dos maneras distintas. Así lo encontramos en su lema correspondiente del Diccionario:

élite o elite. (Del fr. élite). f. Minoría selecta o rectora.

Esta doble acentuación se debe al origen francés de la palabra. La voz élite, pronunciada /elít/, se adaptó al castellano como elite —/elíte/—, forma que acogió la Academia. Pero la grafía de la palabra francesa siguió influyendo en mucha gente y su tilde, que tiene una función distinta a la española, se tomó como un indicador de que la palabra era esdrújula. Por eso la pronunciación /élite/ se fue extendiendo cada vez más, hasta el punto de que hoy es élite la grafía que tiene mayor aceptación, incluso entre las personas cultas.

Como hemos visto, la RAE acepta en la actualidad las dos formas. En el DPD hace hincapié, incluso, en que la pronunciación esdrújula es la más extendida. Pero esta postura es relativamente reciente. La primera vez que yo me encontré frente al problema de esta doble acentuación —hace ya unos cuantos añitos—, la Academia tenía una opinión totalmente distinta.

Me encontraba redactando un trabajo de historia cuando me di cuenta de que el corrector automático del Word me subrayaba esta palabra en rojo cada vez que la escribía con tilde. Me extrañó porque yo siempre había escuchado, pronunciado y leído élite; sabía, por otro lado, que el corrector ortográfico no era una herramienta muy fiable. Pero me pudo la curiosidad lingüística, así que agarré el DRAE y busqué la palabra. Me quedé un tanto pasmado al encontrar que, efectivamente, elite se escribía sin tilde. Y no se hacía mención a ninguna otra posible acentuación ni grafía. Se ve que, en este caso, el corrector del Word sí que tenía razón: el diccionario solo la reconocía como forma grave.

Era, aquella, la 21.ª edición, la de 1992. En la siguiente, las cosas cambiaron. En la de 2001, como hemos visto, la Real Academia acepta ya la doble grafía. Y más tarde lo corrobora en el DPD. Como curiosidad, a partir de su versión de 2003, el Word también incluyó las dos formas en su lista de palabras y no detecta ninguna de ellas como error.

De todos modos, la Academia se limita a registrar el fenómeno y a indicar cuál es el uso más extendido. No recomienda ninguna de las dos soluciones. Manuel Seco, en su Diccionario de dudas y dificultades, hace lo mismo y tampoco se pronuncia. Ni la Fundéu, que tan solo dice que ambas formas son hoy correctas, y que se usa mayoritariamente la esdrújula.

Lázaro Carreter, sin embargo, siempre fue de la opinión de escribir y pronunciar la palabra como llana, ya que en francés el acento no tiene función tónica. Algunos otros autores, como Susana Rodríguez-Vida, también comparten esta opinión y son contrarios a optar por una forma no etimológica.

Martínez de Sousa piensa, sin embargo, que por encima de la etimología prevalece el uso. Por eso prefiere considerarla esdrújula, que es la forma generalizada. Suelen seguir esta idea los libros de estilo de los medios de comunicación, como los de El País, La Voz de Galicia o Canal Sur, que recomiendan utilizar la forma generalizada élite.

Resumiendo, vemos que el criterio de la Academia sobre la pronunciación y la escritura de esta palabra ha cambiado en los últimos años. Actualmente, las dos formas, llana y esdrújula, son aceptadas como correctas, aunque la más empleada es la segunda. No obstante, yo creo que lo más importante no es usar una u otra, sino ser consecuentes con el criterio que se elija para no andar mezclando después.

 

‘Marzo’

Aunque estemos casi a mediados de mes (sin casi), todavía no os he comentado la etimología de la palabra marzo. Ahora mismo le ponemos remedio. Por cierto, esta entrada forma parte de una serie que empecé a principios de año y con la que quiero ir explicando la etimología de los nombres de los meses. Prometo no demorarme demasiado en abril…

Marzo es el mes que los romanos dedicaron a la guerra. Con marzo llegaba la primavera, el buen tiempo y, por tanto, se podían retomar las campañas militares. Así que, se nombró el mes haciendo referencia al dios de la guerra, Marte.

(‘De Marte’) Martius > marzo

Os recuerdo que también podéis consultar los meses de enero y febrero.

Idiomas

La entrada de hoy va a ser muy breve. Solamente quiero recordaros que los nombres de los distintos idiomas, en castellano, se escriben en minúscula.

Habla con fluidez francés, inglés y alemán. √
Está estudiando chino mandarín.

Le ha costado mucho lograr hacerse entender en ruso.

Aprender esperanto
es muy sencillo. √

Por lo tanto, debemos desechar la costumbre de escribirlos con mayúscula, cada vez más de moda posiblemente por influencia del inglés (y no del Inglés).

Direcciones electrónicas y de correo electrónico

¿Alguna vez os habéis preguntado si existe alguna forma específica para expresar las direcciones electrónicas o de correo electrónico en nuestros textos? Sí que la hay, sobre todo cuando el texto es plano, sin formatos.

Para expresar estas direcciones, debemos encerrarlas entre diples o antilambdas, es decir, los «menor que» y «mayor que» de toda la vida (que se llaman así, diples o antilambdas). Además, esto nos permite seguir con la puntuación normal en caso de necesitarlo (escribir un punto final o una coma después). Por lo tanto, escribiremos las direcciones como sigue:

Podéis encontrar información sobre mi trabajo en <http://mobas.es>. (Como veis, incluso puedo acabar la frase con su punto final).

Si queréis poneros en contacto conmigo, podéis hacerlo escribiendo a <monica@mobas.es>; la dirección para asuntos relativos al blog o para dejar dudas, cuestiones o sugerencias es <blog@mobas.es>. (Como se puede apreciar, usamos la puntuación como deberíamos y podemos emplear un punto y coma, punto, etc.).

Esto sirve, como ya he apuntado, para texto plano, así como para las referencias bibliográficas (en que, cada vez con mayor frecuencia, tenemos que mencionar artículos aparecidos en la red).

‘A día de hoy’

¿Os suena bien la expresión a día de hoy? Muchos diréis que sí; de hecho, es relativamente fácil encontrarla en textos «cultos». No obstante, su uso no está recomendado en castellano.

La expresión a día de hoy, es un galicismo; es la traducción literal del aujourd’hui (‘hoy’) francés y no deberíamos emplearla porque tenemos propuestas para expresar exactamente lo mismo mucho más apropiadas. Os cito unas cuantas, así tenéis para elegir: hoy, en el día de hoy, ahora, hoy por hoy, hoy en día, hasta hoy, hasta el momento… Desde luego, no será por falta de alternativas.

Ratio

No recuerdo, porque han sido muchas, la cantidad de discusiones que he tenido por corregir esta palabra en textos de empresa y científicos. Ratio, palabra muy empleada, pero no del todo bien.

Ratio, a pesar de usarse mucho en masculino, es un sustantivo femenino (de hecho, si siguiéramos la evolución fonética nos lleva a razón) y debe, por lo tanto, emplearse en femenino a pesar de que acabe en o (que parece ser la causa de este uso incorrecto).

Los ratios de crecimiento en las ventas dan lugar a un moderado optimismo. ×
Las ratios de crecimiento en las ventas dan lugar a un moderado optimismo.  

Aspecto verbal (III)

Como podéis comprobar, llevo unos cuantos días dándoos la paliza con el aspecto verbal. Y todo para preparar la entrada de hoy, tras la cual no me cabe duda de que vais a pensar que soy un poco quisquillosa.

Realmente, todas las explicaciones previas sobre el aspecto (qué era y qué tiempos tenían aspecto perfectivo y cuáles imperfectivo) eran para poneros sobre la pista de una inexactitud que yo tiendo a modificar cuando hago correcciones de estilo. Creo que con un par de ejemplos vais a entender perfectamente a qué me refiero.

El delantero disparaba a gol en el minuto 32.

¿No notáis nada raro en esta frase?  «El delantero disparaba…». Es un verbo cuya semántica nos indica algo que ocurre en un momento, muy rápido (un disparo, sea del tipo que sea, es rápido) y, sin embargo, utilizado con un verbo en un tiempo con aspecto imperfectivo, es decir, que marca que la acción no está acabada, nos da la sensación de que el tiempo se paraliza y se alaaaaaaaarga (casi como en los dibujos animados de Oliver y Benji, en que un disparo duraba tres capítulos). Pero, claro, si a esto le sumamos que hay otra marca temporal en la oración (el complemento circunstancial de tiempo «en el minuto 32»), a mí me chirría. El tiempo verbal no está bien utilizado. Deberíamos emplear un tiempo con un aspecto perfectivo: se disparó y la acción está acabada. Para mí la frase quedaría mejor como sigue:

El delantero disparó a gol en el minuto 32.

Quizá le estamos quitando ese halo casi místico de la narración deportiva, pero es mucho más exacto. Además, si comparamos las frases siguientes, vemos que el uso de los tiempos verbales es más acertado, por ser más concreto (y, al final, cuanto más concreto, más completa es la información que estamos dando):

En aquel épico partido, el delantero disparó a gol en el minuto 32.
En aquella época, el delantero disparaba a puerta más de cien veces todos los días para entrenarse.

¿Apreciáis las diferencias entre el uso «correcto» de ambos aspectos verbales en estos ejemplos? En la primera frase la acción está totalmente acabada. En la segunda no; nos da una sensación de continuidad.

Otro ejemplo:

El famoso poeta moría en la madrugada del viernes.

«Moría». Otro verbo cuya semántica implica una acción muy corta en el tiempo (el morir es cosa de un momento). Y aquí lo alargamos, de forma muy artificial, por el uso, de nuevo, del Pretérito imperfecto y su aspecto imperfectivo. ¿No sería mejor poner «murió» y dar la acción por finalizada? Alguna vez que he puesto este ejemplo hay gente que me dice que puede tardar en morir y que ese hecho se alarga en el tiempo, con lo que el uso del aspecto imperfectivo es perfectamente admisible. Yo no lo veo así. En castellano tenemos una palabra para esto: agonizar. No es lo mismo agonizar que morir. Si queremos expresar que estuvo toda la noche agonizando no podemos decir que estuvo toda la noche muriendo (¿resucitaba y volvía a morir?). No es exactamente lo mismo. Un verbo sí admite aspecto imperfectivo; con el otro, en este contexto, a mí me chirría un poco y lo cambiaría por algo más exacto:

El famoso poeta murió en la madrugada del viernes (después de una larga agonía).

Son matices muy pequeños, pero creo que se trata de uno de esos casos en los que, realmente, no estamos diciendo exactamente lo que queremos decir, sino algo parecido. La semántica de ciertos verbos unida al uso del aspecto verbal puede dar combinaciones curiosas que, bien explotadas, pueden servir muy bien literariamente, pero que, para una narración «normal», chirrían. Por eso tenemos que tener cuidado y emplear los tiempos verbales con más propiedad.

‘Febrero’

El pasado mes de enero comencé una nueva serie de artículos que va a durar todo el año. Quería explicar, a comienzos de cada mes, la etimología de su nombre. Lo hice en enero y, este mes, entre unas cosas y otras, me he retrasado un poco (un poco más y llega marzo). Pero aquí está la entrada correspondiente a febrero.

Febrero viene de februarius, es decir, ‘el de la februa‘. ¿Y qué era la februa? La februa era una tira de cuero con la que los sabinos se azotaban en los rituales de las Lupercales, que perseguían la purificación y se celebraban el 15 de febrero (y de ahí que el mes tomara el nombre). Februa, en la mitología etrusca, era el dios de la muerte y la purificación; los romanos más tarde adoptaron estas festividades. Con estos rituales, además de purificarse, se aumentaba la fertilidad de las mujeres y se facilitaban los partos. Febrero es, por tanto, el mes de las purificaciones.

Februarium > febrarium > febrero




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