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‘Avestruz’

¿El avestruz o la avestruz? ¿Los avestruces o las avestruces?

Avestruz es voz masculina, a pesar de que muchas veces se utiliza en femenino (¿quizá por influjo del término ave?).

Las avestruces ×
Los avestruces

Corregirse a uno mismo

La semana pasada, una amiga me comentaba lo difícil que le resulta corregir sus propios textos. Nunca hemos tratado este tema en el blog y creo que puede resultar interesante, porque es un hecho que, al autocorregirnos, incurrimos en muchos más errores. Creo que aquí no hay trucos mágicos, pero sí os voy a contar lo que yo hago:

1) Conviene usar el corrector ortográfico ¡aunque sin fiarnos! Igual es una perogrullada, pero a mí a veces se me olvida que existe esta herramienta (quizá porque no me parece muy buena, pero eso es otro tema). Aunque no es, ni mucho menos perfecto, quizá pueda avisarnos de alguna errata.

2) Hay que intentar reposar el texto. Desde el momento en que se escribe hasta que se corrige, es conveniente que pase algo de tiempo. Si es posible dejarlo hasta el día siguiente, mejor, sobre todo si tenemos la sensación de que, al haberle dado tantas vueltas, casi nos sabemos el texto de memoria.

3) Resulta oportuno, asimismo, intercalar la lectura de textos de muy diversa temática. Es como un cambio de aire para la mente, un respiro… Después cogeremos nuestro texto descansados y con más ganas (lo que se traducirá en más atención).

4) Por supuesto, si tenemos la posibilidad de pasar el texto a otra persona después de haberlo corregido nosotros, mejor. Cuatro ojos ven más que dos… ¡Pero a ver a quién se lo damos! Lo siento, pero no todo el mundo sirve para corregir (y esto, por muy duro que sea, hay que tenerlo en cuenta).

Técnica Pomodoro

No es ningún secreto que, en mi profesión, la concentración es clave. Cualquier distracción (y hay muchas) puede hacer que pasemos por alto una errata, por ejemplo, y eso echaría por tierra nuestro trabajo. Sin embargo, no podemos pasar mucho tiempo seguido leyendo y corrigiendo, porque es imposible mantener niveles de atención altos continuamente.

¿Qué podemos hacer? Pues, por ejemplo, emplear la técnica Pomodoro a la hora de trabajar. Es sencilla, se puede empezar a aplicar en cualquier momento y apenas requiere aprendizaje.

Técnica Pomodoro

La técnica Pomodoro se llama así por los temporizadores de cocina con forma de tomate (pomodoro en italiano). Realmente, para ponerla en práctica, sirve cualquier temporizador (incluso software que realice la misma función); de todas formas, la medida de tiempo en esta técnica se denomina pomodoro, así que voy a ser fiel a la terminología y hablaremos, por tanto, de pomodoros.

Estas son las cinco reglas básicas de la técnica Pomodoro:

  1. Elegir una tarea que haya que completar. Si una tarea es muy larga, dividirla en varias más cortas.
  2. Ajustar el temporizador (25 minutos). Un pomodoro equivaldrá siempre a 25 minutos.
  3. Trabajar, sin preocuparse de nada más, en la tarea elegida hasta que suene la alarma del temporizador. No hay que estar pendiente del tiempo.
  4. Cuando suene la alarma, tomarse un descanso de unos 5 minutos. Es importante no pensar en la actividad que se ha estado realizando; se trata de desconectar por completo.
  5. Cada cuatro pomodoros, hacer un descanso más largo, de una media hora por lo menos (es decir, cada dos horas).

Lo importante es concentrarse en esos 25 minutos en la tarea sin que lo demás importe… Es una buena manera de fijar la atención en el trabajo y gestionar nuestro tiempo. Además, 25 minutos no es un lapso excesivamente largo, con lo que no produce ansiedad por tener que pasar mucho tiempo concentrados en algo (que no siempre nos apetece hacer).

La técnica es algo más compleja. Os recomiendo que visitéis su página web y que os descarguéis gratuitamente el libro que explica la técnica completa (podéis encontrar, por ejemplo, cómo lidiar con distracciones, llamadas telefónicas, etc.).

¿Usamos ‘y’ o ‘e’?

Todos sabemos que la conjunción copulativa y toma la forma e delante de palabras que comienzan por el sonido /i/ (es decir, no importa si lleva o no hache).

No te preocupes por el siete que te has hecho: nada que no pueda arreglarse con aguja y hilo. ×
No te preocupes por el siete que te has hecho: nada que no pueda arreglarse con aguja e hilo. √

Esta regla tiene dos excepciones:

1) Cuando a ese sonido /i/ le sigue una vocal con la que forma diptongo, se usa y.

Un conductor en estado de embriaguez mata a una persona e hiere a dos más. ×
Un conductor en estado de embriaguez mata a una persona y hiere a dos más.

2) En oraciones interrogativas, hay veces en que la conjunción adquiere un valor adverbial (y se hace tónica). En ese caso, tampoco se cambia por e ante el sonido /i/.

¿Y Iñigo? [= ¿Dónde está Iñigo? ¿Qué pasa con Iñigo?]. √

Esta es la norma básica. Después hay casuística que puede hacernos dudar, lo trataremos en un próximo artículo.

¿Tienes libros que no te interesan?

Si has respondido afirmativamente a la pregunta del título, tengo otra: ¿te gustan las setas? Porque, en ese caso, Kitchen Critic tiene una oferta para ti… Grow your own oyster mushrooms book kit. ¿Tentador? No sé yo, sinceramente.

¿En qué consiste este invento? Pues, explicado sencillamente, son unas esporas de setas ostra que se espolvorean sobre un libro (de tapa blanda), se humedecen y… voilà! En cinco semanas, tus libros te estarán dando unas maravillosas setas que puedes utilizar para cocinar.

No me convence en absoluto. Primero, reconozco que me da bastante asco el asunto. Segundo, no me veo destrozando mis libros.Pero, claro, esto nos da la oportunidad de comentar qué libros podríamos castigar y convertir en setales. ¿Alguno del que os queráis deshacer? ¿Alguno que no os haya gustado nada y que tengáis en rústica? Sinceramente, no sé si es que quiero mucho a mis libros, pero yo no les haría semejante cosa. Ahora, si me obligáis a elegir, diría, por ejemplo, Once minutos de Paulo Coelho; me lo regalaron y no me gustó en absoluto. Aunque no sé yo si las setas nacidas de ese libro serían muy buenas; quizá algo afrodisíacas… 😉

Desde luego, una curiosa alternativa a regalar o vender tus libros…

Ian McEwan: ‘Chesil Beach’

Poco os voy a decir de esta novela (no muy extensa, por cierto), salvo que corráis a leerla si todavía no lo habéis hecho…

Chesil Beach

Portada española de ‘Chesil Beach’

Tienen poco más de veinte años y se conocieron en una manifestación en contra de las armas nucleares. Florence es una chica de clase media alta. Edward, en cambio, pertenece a una familia que vive en la zona baja de la clase media. Ambos son inocentes, y vírgenes, y tras un largo cortejo se han casado. Es un día de julio de 1962, y el tsunami de la revolución sexual no ha llegado a Inglaterra. Edward y Florence van a pasar su noche de bodas en un hotel junto a Chesil Beach. Y lo que sucede esa noche es la materia con que McEwan construye su chejoviano, terrible mapa de una relación, del amor, del sexo, y también de una época, y de sus discursos y sus silencios.

Lectura totalmente recomendable si os queréis acercar a un buen libro, no muy extenso y con una historia que refleja muy bien las ansiedades, dudas y problemas de una época pasada, aunque no tan alejada en el tiempo. Creo que no estaría mal pasar estas vacaciones en la costa de Dorset, en el pequeño hotel junto a Chesil Beach y adentrarnos un poco en la vida de Florence y Edward para compartir con ellos su noche de bodas…

Yoko Ogawa: ‘La fórmula preferida del profesor’

Este es uno de esos libros para el que las reseñas no escatiman elogios. Y no me extraña: rara vez podemos encontrar una novela que mezcle la amistad, la ternura y el amor por las matemáticas de manera tan sumamente elegante. ¿Por qué no me extraña que sea japonesa?

La fórmula preferida del profesor

Portada del libro

La fórmula preferida del profesor cuenta delicadamente la historia de una madre soltera que entra a trabajar como asistenta en casa de un viejo y huraño profesor de matemáticas que perdió en un accidente de coche la memoria (mejor dicho, la autonomía de su memoria, que solo le dura 80 minutos). Apasionado por los números, el profesor se irá encariñando con la asistenta y su hijo de 10 años, al que bautiza «Root» («Raíz Cuadrada» en inglés) y con quien comparte la pasión por el béisbol, hasta que se fragua entre ellos una verdadera historia de amor, amistad y transmisión del saber, no solo matemático…

Es un texto tranquilo, que fluye elegantemente al igual que la amistad entre los protagonistas. Y todo ello plagado de coincidencias y curiosidades matemáticas que le aportan un plus inusitado, que produce una gran curiosidad. La belleza de la amistad aunado a la belleza de las matemáticas. Un buen hallazgo que no puedo dejar de recomendaros; una lectura pausada que logra hacernos sonreír. Podéis encontrar más información en la página web de la editorial Funambulista.

Mira qué maravillosa sucesión de números. La suma de los divisores de 220 es igual a 284. Y la de los divisores de 284, igual a 220. Son números amigos. Son una combinación muy infrecuente, sabes. Fermat o Descartes solo lograron descubrir un par, cada uno de ellos. ¿No te parece hermoso? ¡Que la fecha de tu cumpleaños y el número grabado en mi reloj de pulsera estén unidos por un lazo tan maravilloso…!

Palabras comodín: el ejemplo de ‘tema’

En numerosas ocasiones, el desconocimiento de vocabulario específico provoca que usemos palabras vacías de significado para referirnos a muchos conceptos; por supuesto, es obligación del corrector de estilo encontrar el léxico oportuno para enriquecer el texto.

Uno de los ejemplos más extendidos actualmente es el de la palabra tema, término recurrente que empleamos como comodín y que, sin embargo, deberíamos sustituir en muchas ocasiones por otro más preciso. Con los siguientes ejemplos, se puede comprobar cómo el estilo del texto mejora considerablemente con palabras más apropiadas.

El tema de la droga preocupa a los padres de hijos adolescentes. → El problema de la droga preocupa a los padres de hijos adolescentes.

Debemos buscar soluciones para seguir adelante con el tema. → Debemos buscar soluciones para seguir adelante con el proyecto.

Ese tema no me concierne. → Ese asunto no me concierne.

No respondió al tema, pese a la insistencia del periodista. → No respondió a la cuestión, pese a la insistencia del periodista.

Expresiones latinas

En numerosas ocasiones, cuando hablamos o escribimos en un registro culto, recurrimos a fórmulas latinas, la mayoría de ellas muy conocidas. Sin embargo, no siempre son bien empleadas, lo que puede dar al traste con nuestra intención primera. He aquí una pequeña lista de expresiones que suelen dar problemas:

A grosso modo × → Grosso modo √
Contra natura × → Contra naturam √
De corpore insepulto × → Corpore insepulto √

De motu propio × → Motu proprio √ (más información en este artículo)
En albis × → In albis √
En articulo mortis × → In articulo mortis √
Ex proceso × → Ex profeso √

Status quo × → Statu quo √
Stricto senso × → Strictu sensu √
Suis generis × → Sui generis √
Urbi et orbe × → Urbi et orbi √


Signos ortográficos

Esta entrada la sugirió uno de los lectores del blog, Gastón. De nuevo os pido vuestra colaboración para que podamos completarla entre todos (y aprovecho para recordaros que podéis sugerir todos aquellos temas que queráis que trate mediante los comentarios o la dirección de correo electrónico que hemos puesto a vuestra disposición y que podéis encontrar en la columna de la derecha).

Después de unas semanas opinando sobre palabras, ahora les ha llegado el turno a los signos ortográficos (todos, signos de puntuación incluidos). ¿Cuál es el signo ortográfico que más os gusta? ¿Tenéis preferencia por alguno a la hora de escribir? ¿Alguno que os parezca particularmente expresivo?

Y, de paso, vamos a hacerlo más completo. ¿Cuál suprimiríais? ¿Cuál evitáis al escribir? ¿Cuál es el que no soportáis?

Abro yo la veda. Aquí van mis signos:

Me gustan los puntos suspensivos, porque me parecen muy expresivos. Son pausas al hablar que, para mí, representan silencios, misterio, intriga, sorpresa… También, a veces, abundancia. Son apropiados para momentos de reflexión, para tranquilizar. Creo que no solo los uso, sino que a veces incluso abuso un poco de ellos…

Y, aunque bien empleados me gustan, los dos puntos son los signos que más quebraderos de cabeza me dan a la hora de corregir. En general, se utilizan muy mal (es complicado hacerlo bien, habrá que dedicar algún artículo). Así que, por lo mucho que me hacen trabajar, elijo los dos puntos como signos menos atractivos para mí.

¡Vuestro turno! Los comentarios están abiertos.



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