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Juegos en el Kindle

Ayer descubrí que el Kindle trae varios juegos ocultos. Por si acaso tenéis uno y no lo sabíais, podéis acceder a ellos pulsando a la vez la siguiente combinación de teclas: Alt + Shift + M.

Hay dos juegos, bastante entretenidos (aunque son de los que yo llamo cometiempos). Por un lado, el clásico Buscaminas; por otro, uno bastante adictivo llamado Gomoku.

¡A jugar!

Poolga

En una entrada anterior os comenté que quería escribir sobre Poolga, una página que puede resultaros de interés a quienes tengáis un iPhone, un iPad o un iPod Touch.

A veces, buscar fondos de pantalla para estos dispositivos resulta casi una misión imposible. Es tremendamente difícil encontrar por Internet fondos ya adaptados que tengan una calidad aceptable. Pues precisamente para solucionar este problema se creó Poolga.

Poolga ofrece, de forma totalmente gratuita, fondos de pantalla adaptados a iPhone y a Ipad creados por algunos de los mejores ilustradores del momento. La nómina de artistas es increíble. A diario se suben al menos dos fondos nuevos, es decir, hay cantidad para elegir. Los estilos son muy diversos, así que es fácil que podáis encontrar uno que os enamore; no obstante, todos tienen en común que están realizados por ilustradores con una reputación y una calidad extraordinarias. Y, además, repito, es gratis. ¿Qué más se puede pedir?

Os invito a entrar en Poolga y a echar un vistazo. Seguro que acabáis bajando alguna ilustración. Os podéis descargar asimismo de la App Store la Poolga Collection, una recopilación de algunos de los mejores fondos de Poolga. También podéis seguir a Poolga en Twitter (@Poolga), para estar informados de todas las novedades.

¿No os gustan las ilustraciones y preferís tener una foto como fondo? No os preocupéis: también han pensado en ello y han puesto en marcha una página con fotografías espectaculares. Pero de esta página os hablaré otro día…

Donde manda capitán…

Hay un aspecto de mi trabajo que me desagrada especialmente. Cuando estoy trabajando para varias personas/editoriales/agencias a la vez, me ocurre en ocasiones que cada una tiene sus propias normas y me cuesta mucho concentrarme y centrarme para escribir todo como ellas quieren. El asunto se vuelve muy incómodo cuando, además, se contravienen normas que yo tengo muy interiorizadas, como, por poner un ejemplo tonto, colocarles tilde a estas alturas de la película a los pronombres demostrativos (tilde desaconsejada por la RAE desde hace muchísimos años). ¿No sería más fácil si todo el mundo siguiera la mismas normas? Sin duda…

Y yo me pregunto, algo ingenuamente, lo siguiente: ¿por qué cada editorial tiene sus normas, sus instrucciones, su «libro de estilo»? Desde luego, cuando aceptas trabajar para una editorial o publicación, aceptas sus normas (normalmente, son cosas pequeñas, sin la menor importancia, que conste; lo malo es que hay que acordarse de todo y ponerlo en práctica). Y donde manda capitán, no manda marinero… Hay que adaptarse, nos gusten o no las soluciones a las que hayan llegado. Eso no quita que podamos hablar con los editores y lleguemos a nuevos pactos; pero, generalmente, hay que aprenderse las «nuevas» directrices y seguirlas.

El problema viene cuando apareces en los créditos como corrector de los textos y no estás de acuerdo con lo que pone ahí, porque no es tu criterio el que prevalece sino el de la editorial. ¿Qué haríais: aceptaríais aparecer o pediríais que retiraran vuestros nombres de esa página? Porque a mí me ha pasado ver libros «mal» corregidos y, al ver el nombre del corrector, pensar: «¡Te has lucido!». Pero, pensándolo un poco más, igual no es culpa suya, igual ha hecho lo que le han mandado. Seguro que si todo estuviera perfecto, nadie repararía en su nombre; pero cuando es para criticar… ¡y encima es probable que haya muchos aspectos en los que él ni pinchaba ni cortaba!

Dejo aquí mi reflexión. Seguiré aprendiendo las normas de cada editorial. Me volveré loca de remate. Pasaré de corregir por la mañana un texto con tildes en los demostrativos y concordancia ad sensum prohibida, a corregir otro por la tarde sin tildes y con preferencia por la concordancia ad sensum. Como corregir ya es fácil de por sí, para hacerlo aún más sencillo…

Los candados de Federico Moccia

Llevo un tiempo oyendo hablar de los candados del amor. Incluso, el otro día, supongo que para rellenar el tiempo de noticias, volvieron a hablar de ello en la televisión, mostrando el lugar elegido por los madrileños para poner los candados de marras. Pero ¿qué son los candados? ¿De dónde han salido? Pues son un fenómeno que está arrasando en Europa salido de la imaginación de un escritor italiano llamado Federico Moccia, autor, entre otras novelas de Tres metros sobre el cielo y Tengo ganas de ti. Novelas que, aunque me dé un poco de vergüenza admitirlo, me he tragado en dos días; por fin he descubierto el misterio de los candados (que muchos habréis visto, aunque no sepáis qué son).

Las novelas que he leído (Tengo ganas de ti es continuación de Tres metros sobre el cielo) son de lo más tonto y previsible; ahora, enganchan que da gusto. Y porque estoy en la treintena y curada de espanto, pero llego a leer esto a los quince años y, aparte de enamorarme perdidamente de Step (el prota) en la segunda novela, tenemos un caso grave de bovarismo. Os dejo las sinopsis y luego os comento más cosas sobre los libros en sí y sobre los candados.

Tres metros sobre el cielo

Portada

En Roma, como en cualquier otra ciudad del mundo, los adolescentes quieren volar, buscan caminar ‘tres metros sobre el cielo’. Las chicas como Babi se esmeran en sus estudios, hablan del último grito en moda y se preparan para encontrar al amor de sus vidas; los chicos como Step prefieren la velocidad, la violencia, el riesgo y la camaradería de las bandas, pero todos ellos se implican en la vida como si cada segundo fuera el último.

Es la típica historia de amor adolescente entre una buena buenísima (Babi) y un malo malote de lo peor (Step), que, en el fondo no es malo, sino que solo es un incomprendido. Y la historia es preciosa y tiene toques de lo más romanticones y todo lo que os podéis imaginar de una novela para quinceañeras de este tipo. La prosa es mala a rabiar y, realmente, parece más un guion de cine que una novela (por cierto, hay ya dos películas de este libro, una italiana y una española muy reciente que ha sido todo un pelotazo en taquilla). Moccia estará encantado…

Y, si no queréis saber cómo acaba, pasad a la parte de los candados y omitir este párrafo y los relacionados con la continuación… La novela acaba fatal. De repente a Babi se le cruza la vena y pasa de Step, que se queda amargado y llorando por las esquinas. Y, así, enlazamos con Tengo ganas de ti…

Tengo ganas de ti

Portada

Tras pasar dos años en Nueva York, Step vuelve a Roma. El recuerdo de Babi lo ha acompañado todo este tiempo y teme el momento de reencontrarse con ella. Pronto se da cuenta de que las cosas han cambiado y de que poco a poco tendrá que reconstruir su vida de nuevo en Italia: hacer nuevos amigos, conseguir un empleo, empezar una nueva vida…

Cuando conoce a Gin, una chica alegre y preciosa, parece que podrá enamorarse de nuevo. Pero no es fácil olvidar a Babi, y cuando la ve por primera vez siente cómo todo su mundo se tambalea… ¿Es posible revivir la magia del primer amor?

En Tengo ganas de ti, la esperada segunda parte de Tres metros sobre el cielo, Federico Moccia nos deleita con una deliciosa novela que nos habla de deseos, de amor y de sueños. El «fenómeno Moccia» continúa: millones de jóvenes italianos imitan una escena de la novela y cuelgan en el puente Milvio candados con sus nombres. Son los candados del amor, un maravilloso ejemplo de cómo la realidad emula a la ficción.

De la novela en sí no voy a hablar porque es más de lo mismo. Aquí Step ya no es tan malote (aquí sí es «enamorable» para mí), Babi no es tan buena y entra otra chica en acción… Y aquí es donde una pareja (no os voy a decir quiénes, por si acaso) deciden sellar su amor con un candado en el puente Milvio, cuya llave tiran a las aguas del Tíber.

Y así empieza la fiebre de los candados. Es un auténtico fenómeno que traspasa fronteras (y que, aunque sea un pelín cursi para mi gusto, me hace ilusión que haya empezado en las páginas de un libro). En Italia se ha tenido que reforzar la estructura de algunos puentes (el Milvio sin ir más lejos) porque, del peso de los candados, había empezado a fallar. Y en París, por ejemplo, los han prohibido, como «violación contra la protección del patrimonio». Los hay por todos sitios, en todas las ciudades europeas. Y Bilbao no es una excepción: hay candados en el puente del Arenal y en el Zubizuri. La próxima vez que paséis por ahí (o por cualquier puente de vuestra ciudad), fijaos en si hay algún candado: simboliza el amor de una pareja…

Eduardo Mendoza: ‘El misterio de la cripta embrujada’

Este libro va a tener el honor de ser el primero que he leído en el Kindle. No es mala forma de empezar…

El misterio de la cripta embrujada

'El misterio de la cripta embrujada', edición para Kindle

El comisario Flores es un inspector de la Brigada de Investigación Criminal. Ante el caso de la desaparición de un niña de un colegio internado de madres lazaristas, el inspector decide buscar ayuda en un antiguo criminal que está interno en un manicomio. Así llegan a un trato entre el interno y el comisario: si ayuda a resolver el caso, se ganará la libertad.

Tras liberar al interno del manicomio, este volverá a Barcelona tras cinco años de internamiento. Aunque ha recuperado el control de sí mismo, sigue teniendo su viejo instinto que le permite inventarse identidades, suplantar a otros o abrir puertas sin llaves. Volverá a ver a su hermana y se involucrará en una historia en la que un adinerado industrial catalán quiere esconder el cuerpo de un muerto. Intentando tapar esta muerte se producirán otras muertes, que el exinterno conseguirá resolver con la ayuda de una exalumna del colegio, Mercedes.

Aparentemente nivelada y lisa, la estructura de Mendoza constituye un espléndido ejemplo de investigación literaria personal, ajena a todo mimetismo, que ahonda en las posibilidades del relato tradicional, e indagar así —como un buen detective, o como un personaje de Henry James— en el dibujo que se nos muestra al dorso del tapiz de la trama. Una farsa burlesca y una sátira moral y social que tiene sus raíces últimas en la picaresca y en el modelo cervantino.

Desde luego, una manera divertida y simpática de empezar las lecturas con el Kindle. Fue un poco por casualidad: encontré este libro (y otros de Mendoza) en el Kindle Store y, como todo lo que he leído anteriormente de él me ha gustado, pensé que era una buena elección. Junto con este están también La ciudad de los prodigios, La verdad sobre el caso Savolta, El laberinto de las aceitunas, Sin noticias de Gurb y La isla inaudita: si alguien quiere leer a Mendoza en un Kindle no hay excusas porque hay opciones.

En cuanto a la novela en sí, un poco loca. Mendoza dice que es una de sus favoritas; desde luego, se lo tuvo que pasar muy bien escribiéndola. Eso sí, no desaprovecha la ocasión para, a través de la mirada de un enfermo frenopático, meter toda la sátira social que puede. Critica todo y se ríe de todo. La trama policial en sí, para mí casi es lo de menos (de hecho, tengo que admitir que la resolución del caso me ha dejado un poco fría). Y todo ello con un estilo muy personal en el que destaca sobremanera el lenguaje exagerado y alambicado del protagonista (provoca más de una carcajada; yo todavía me río al pensar en la gayez). Merece la pena pasar una tarde con este libro: más que risas, auguro una constante sonrisa en la cara con él.

Un último apunte. Mendoza ha utilizado a su protagonista en otras dos novelas (conformarían, por tanto, una trilogía): El laberinto de las aceitunas y La aventura del tocador de señoras.

Reflexiones (XII)

«La palabra es lo más bello que se ha creado, es lo más importante de todo lo que tenemos los seres humanos. La palabra es lo que nos salva».

Ana María Matute
Escritora

Los templarios

Tengo estos días entre manos un libro sobre batallas medievales que me está trayendo por la calle de la amargura. La traducción no está muy bien y me las estoy viendo y deseando para que quede algo decente. Lo «bueno» es que me han surgido algunas dudas sobre aspectos lingüísticos que he podido resolver y hoy os voy a hablar de una de ellas.

¿Cómo se escriben los nombres de las órdenes militares religiosas? ¿Se debe escribir los templarios o los Templarios? ¿Hay que usar la mayúscula al hablar del Temple o dejarlo en minúscula, temple? ¿El sustantivo orden va en mayúscula o minúscula? Pues vamos por partes…

1) Nombres de las órdenes: se escriben con mayúscula todos los sustantivos y adjetivos que formen parte de él.

La Orden del Hospital de San Juan fue fundada originalmente para cuidar de los peregrinos.
Los caballeros de la Orden del Temple
usaban como distintivo un manto blanco con una cruz roja dibujada.

2) Nombre «abreviado» especificativo de las órdenes: se escriben con mayúscula inicial.

Los caballeros del Temple usaban como distintivo un manto blanco con una cruz roja dibujada.

3) Sustantivo orden: se utiliza la mayúscula cuando forma parte del nombre de la orden, pero no para referencias genéricas (en esos casos va en minúscula).

El último gran maestre de la orden (templaria) fue fray Jacques de Molay.

4) Nombres derivados de los miembros de la orden: se escriben en minúscula.

El último gran maestre de los templarios fue fray Jacques de Molay.
Los caballeros teutones
sufrieron una terrible derrota en la batalla de Tannenberg.
Los hospitalarios,
en un principio, cuidaban de los peregrinos.

Estas normas no solo se aplican a las órdenes religioso-militares, sino a cualquier tipo de orden religiosa. Así, hablaremos de los jesuitas (con minúscula), nos referiremos genéricamente a la orden jesuita (en minúscula), pero escribiremos en mayúscula el nombre «oficial» de la orden, esto es, Compañía de Jesús (que es como se llama realmente esta en concreto).

Libros en papel

Me ha llegado un correo electrónico esta mañana en que me preguntaban si, ahora que tengo el Kindle por fin, voy a seguir leyendo libros en papel. No tengo ninguna duda de la respuesta: ¡pues claro que sí!

No entiendo por qué mucha gente piensa que leer en un aparato o hacerlo en papel son excluyentes. Para mí no lo son, todo lo contrario, se complementan a las mil maravillas. Porque hay libros que merecen la pena disfrutarse en papel (esos coffee table books, tan bonitos, o esa primera edición de una novela de hace tiempo dedicada por alguien a quien le tienes mucho cariño, por ejemplo); pero hay otros que los vamos a leer y nos vamos a olvidar de ellos. O no vamos a ir de viaje con cinco novelones de mil páginas en papel pudiendo llevar un aparatito que pesa lo mismo que un libro de bolsillo donde puedes tener esos cinco novelones y mil más… Distintos usos, distintas necesidades, pero un mismo fin: leer. Porque, al final se trata de eso, de leer.

Yo soy una auténtica fanática de los libros, no solo como fuente de lectura, sino como objetos. Me gustan los libros. Me fijo mucho en su diseño: en su tamaño, en las tipografías, en las ilustraciones, en la maquetación, en el blanco del papel, en el tacto de las hojas… Y no pienso renunciar a eso. Pero, hablando en serio, ¿alguien compra la típica edición barata de bolsillo, hecha con papel malo, con unos márgenes e interlineados mínimos, incómodos de leer… y los guarda porque son una joya como objeto en sí? No me lo creo. Si hasta huelen mal… Y se estropean y amarillean muy rápido. Pues precisamente para esos libros, un archivo digital y listo. Menos árboles que talamos.

No entiendo que tener un lector de libros digitales suponga dar la espalda a los libros en papel. Yo abogo por la convivencia de ambos; al menos en mi vida van a convivir. Y por muchos años…

¡Mi Kindle!

Después de una espera muy larga (por las Navidades), por fin esta mañana me ha llegado el Kindle. ¡Qué maravilla de aparato!

Amazon Kindle 3

Kindle 3

La foto no es mía, es de Amazon, pero prometo fotos del mío más adelante. Cuando haya «jugado» más con él os dejaré también aquí en el blog mi opinión, pero ahora sí que me gustaría trasladaros mis primeras impresiones.

  • Al ver la caja ya te imaginas que es pequeño. Bueno, es pequeño, pero no minúsculo. Tiene el tamaño de un libro de bolsillo. Eso sí, es finísimo y pesa muy poquito (ideal para leer en la cama).
  • La pantalla tiene una nitidez increíble. No me ha costado ni una página acostumbrarme a él.
  • Creo que me va a venir muy bien poder modificar el cuerpo de la tipografía, sobre todo cuando noto la vista cansada y ya ni las gafas ayudan. Lo tengo puesto por defecto en el segundo o tercer tamaño más pequeño, así que tengo recorrido si necesito algo mayor…
  • Los botoncillos son chiquitines y eso, para una «dedazos» como yo, no sé si es muy bueno. Pero he tenido que meter varios datos y no me ha hecho falta borrar, así que bien. Lo que es un poco más rollo es meter símbolos…
  • El proceso de comprar libros es sencillísimo. También he metido algunos que me había bajado de Proyecto Gutenberg y perfecto. He podido, asimismo, y gracias a una herramienta muy útil de Instapaper (aplicación de la que os tengo que hablar porque yo ya no podría funcionar sin ella), pasarme artículos que tenía pendientes y leerlos desde el aparatito.

No os puedo hablar de la batería (ha tardado como dos horas y media larga en cargarse), porque tardará todavía un tiempo en descargarse (o, al menos, eso promete). Os iré contando cosillas según vaya toqueteando todo y lleve unas cuantas horas de lectura…

No compré funda (además, la de Amazon no me gusta), pero ya he encargado una esta mañana para que no se me raye la pantalla. He comprado una en Etsy (me gusta mucho esta página) que me tenía enamorada. Casualidades de la vida, resulta que la elabora una chica de aquí, de Vizcaya. Qué pequeño es el mundo. La funda es la que aparece en la foto y la tienda de Etsy donde puede adquirirse (si no esta, una igual de bonita) se llama nimoo.

Funda Kindle Nimoo

Funda para el Kindle de Nimoo

Creo que voy a estar un poco pesadita estos días con el aparato, pero es que estoy como una niña con zapatos nuevos… ¡Muchísimas gracias por el regalo, A.! 🙂

Redes sociales: el blog y mi vida personal

Quienes seguís el blog desde hace tiempo, sabéis que tengo varios cauces abiertos por si os queréis poner en contacto conmigo bien sea para preguntarme una duda, hacerme una sugerencia de lectura o comentar cualquier cosa que haya escrito en el blog. Tenéis a vuestra disposición una cuenta de Formspring, una cuenta de Twitter, una dirección de correo electrónico, los comentarios del blog… Creo que hay variedad suficiente para poder elegir. Y, aun así, algunos me preguntáis por Facebook… ¿Qué será lo próximo? ¿Un podcast? ¿Un videoblog o un canal en Youtube? 😉

Facebook no me gusta nada. Me hice una cuenta hace mucho tiempo y tengo muy poquitos amigos allí agregados (sobre todo, gente que vive fuera de Bilbao y con la que me es más fácil tener contacto a través de esa red social). Y, que esto quede bien claro desde aquí: salvo alguna excepción (que yo he decidido que sea así), los agregados en Facebook son mis amigos, los de mi vida real, totalmente ajenos al blog (la mayoría no sabe ni que existe) y a mi trabajo; son gente con la que comparto mi vida personal, que me gusta separar de esta más «virtual». Creo que muchos entenderéis que no tengo ganas de mezclar churras con merinas y, habiendo otras formas de ponerse en contacto conmigo, me parece innecesario liarme ahora con Facebook (que, la verdad, es una red social que aborrezco). Así que, a todos los que me habéis escrito pidiéndome mi dirección de Facebook o, incluso, a aquellos que me habéis encontrado allí y me habéis hecho una solicitud de amistad, lo siento, pero no. No quiero mezclar mi vida personal y el blog/trabajo. Os agradezco el interés, pero ni os voy a dar la dirección ni voy a aprobar las solicitudes. Y si ahora a alguno le ha entrado curiosidad y quiere ver mi  perfil de Facebook, que todo es posible, que sepáis que lo único que vais a lograr ver es una foto de mi gata Marmi que, para que no perdáis tiempo, os pongo aquí muy gustosamente (y así podéis admirar lo guapísima que es).

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