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Sara Herranz: ‘Todo lo que (nunca) te dije lo guardo aquí’

Han caído en mis manos un par de libros de ilustración estos días. Sin duda, me quedo con este de Sara Herranz, Todo lo que nunca te dije lo guardo aquí.

'Todo lo que (nunca) te dije lo guardo aquí'.

‘Todo lo que (nunca) te dije lo guardo aquí’

Sonó la peor canción de la historia y entonces llegaron las cenas, las copas de vino, las camas deshechas, los viejos poemas, las ganas de verte, de sentir el vacío, de disfrutar de las vistas. No somos la típica historia de amor.

Somos los héroes de la resistencia del asfalto.

Sara Herranz pertenece a ese grupo de ilustradoras que se están volviendo muy conocidas, todas con libro(s) y una legión de seguidores en las redes sociales. De hecho, ya se habla del «boom de las ilustradoras indies». Seguro que si os empezara a decir nombres, os suena más de uno: Paula Bonet (de la que he hablado ya en el blog; tiene un libro nuevo pre-cio-so), Lyona Ivanova (polifacética donde las haya), Sara Fratini (su La buena vida es optimista por los cuatro costados), Agustina Guerrero (quien no conozca a la Volátil no sabe lo que se pierde; creo que absolutamente todas las mujeres nos identificamos con ella) o Raquel Córcoles (con su Moderna de Pueblo: ¿cómo no amar al Cooltureta?), por poner algún ejemplo.

Las ilustraciones de Sara Herranz son fácilmente reconocibles: en blanco y negro con un toque de rojo. En Todo lo que nunca te dije lo guardo aquí, vienen acompañadas por pequeños textos que narran una historia de amor-desamor de lo más hipster (cómo no, aquí todos son modernetes barbudos lectores de Carver, Bukowski y Houellebecq, atormentados porque no saben canalizar la felicidad).

Una historia de amor como otra cualquiera. A la vez, una historia de amor sumamente especial como todas las historias de amor: «Somos la típica historia de amor de la que hablan todas las (buenas) canciones». (¿Por qué siempre pensamos que nuestra historia es «la más especial»? Quizá porque, para nosotros, lo es).

La protagonista de la historia, Sara, se enamora, vive una historia que la hace feliz, la dejan y se rompe. Y es una ruptura como todas las rupturas del mundo: «Es curioso. Nos sentimos únicos, diferentes al resto, pero al final todos sufrimos la misma mierda, alguien que nos hiere, nos quema, nos rompe, y ya nunca volvemos a ser los mismos. […] Que te rompan el corazón no es el fin del mundo, no es el fin de nada».

Tras un tiempo recomponiéndose («arrimándose a la barba que más calienta»), la rueda vuelve a girar y todo empieza de nuevo con otra persona. ¿Qué pasará después?

Os copiaría frases que me han gustado o que me han hecho gracia, pero el libro es tan breve que me arriesgo a copiar más de la mitad, así que mejor le echáis un vistazo, disfrutáis de algunas de esas frases (voy a hacer mías un par de ellas) y, sobre todo, os deleitáis con las ilustraciones de Sara Herranz, lo mejorcito de este libro sin duda.

¿Conocíais a Sara Herranz? ¿Alguien ha leído el libro? Podéis comentar lo que queráis.

David Trueba en ‘Página Dos’

Ayer, David Trueba fue el invitado principal de Página Dos, el programa sobre libros de La 2. Como justo hablé de Blitz, la última novela de Trueba, en la última reseña, creo que es buena idea que os deje el enlace al programa, en el que el propio Trueba habla sobre Blitz. Siempre es un placer escuchar a Trueba, tan lúcido y ameno. Si os lo perdisteis ayer en la televisión, aquí lo tenéis:

Página Dos: David Trueba

Reflexiones (XLVI)

Ando tristona estos días (algunos sabéis por qué), así que he decidido traeros una frase muy «Mr Wonderful», pero que es del gran Mark Twain. Son consejos para la vida… que yo me tomo como si me los estuviera dando cierta persona (quien, por cierto, en su día me dio consejos muy similares). Y a ver si se pasa la tristeza y, viviendo de verdad, somos todos un poco más felices. Riamos.

«La vida es corta, rompe las reglas.
Perdona rápido, besa lentamente.
Ama de verdad.
Ríe sin control.
Y nunca te arrepientas de nada que te haga sonreír».

Mark Twain
(1835-1910)
Escritor estadounidense

David Trueba: ‘Blitz’

Vamos con el libro del momento (con permiso de la novela de Busquets), Blitz, de David Trueba, autor por el que tengo predilección desde que leí, hace muchos años ya, su obra Cuatro amigos.

'Blitz'

‘Blitz’

Blitz podría ser una tragicomedia romántica. Pero como ese género no existe, estamos invitados a ignorar las etiquetas y centrarnos de manera apasionada en la peripecia de los personajes. En especial de Beto, un joven arquitecto paisajista que llega a las costas de Múnich en medio de un naufragio vital y sentimental. Invitado a participar en un concurso que podría solucionar sus perspectivas de futuro, ha llegado acompañado por su novia. Pero, casi al instante, su estancia en Alemania se convertirá en una comedia humana. Bajo el destello de un relámpago, que es exactamente lo que significa la palabra blitz, tendrá que afrontar un cambio de vida e ideales. 

Llena de emotivas instantáneas del amor perdido, bajo una escritura afilada por el sentido del humor, los personajes parecen deslizarse dentro de un reloj de arena. Porque será la reflexión sobre el discurrir del tiempo lo que conduzca al protagonista hacia una mujer de otra edad, Helga, en un encuentro intergeneracional que es el corazón del relato. Pegado a los pensamientos de Beto, el lector no dejará de preguntarse a cada momento por lo que le espera en la página siguiente. ¿Y ahora qué? La respuesta se esconde en esta narración destilada, la esperada nueva novela de David Trueba tras Saber perder, que se alzó con el Premio de la Crítica en 2008.

Trueba nos propone en Blitz una reflexión sobre el tiempo: el tiempo objetivo y el tiempo subjetivo. Y para ello cobra especial protagonismo un elemento que es la representación gráfica perfecta de su paso: el reloj de arena. Pero el reloj de arena sería el paso del tiempo objetivo. También es objetiva la distribución de los capítulos ordenados en meses. Y ¿cómo se expresa el subjetivo? Con la extensión de cada uno de esos capítulos. Aquellos en los que cambia la vida del protagonista o con vivencias que él percibe como importantes son largos (el capítulo dedicado a enero, con cuatro días verdaderamente definitivos en la vida de Beto, dura el 80 % o más de la novela), mientras que el resto se los ventila en apenas página y media (aunque sucedan hechos que podrían marcar al personaje, como un cambio de ciudad, a él no le afectan tanto afectivamente, no son importantes para él, no merecen más extensión). También juega con otros motivos relacionados con el tiempo como la edad (más bien, la diferencia de edad entre Helga y Beto) o con la forma diferente de percepción que de él tenemos (con ansiedad ella —y la entiendo, quizá porque últimamente yo también me siento un poco agobiada con este tema— o con apatía él).

Y, en ese discurrir del tiempo, de repente, un relámpago: algo que llega sin avisar y que nos cambia la vida por completo. Supongo que a todos nos ha pasado alguna vez (yo siempre digo, por ejemplo, que mi vida cambió para siempre en una llamada telefónica de dos minutos, no os podéis hacer a la idea de cuánto). A Beto le llega un whatsapp «por equivocación» y ese hecho lo va a dejar a la deriva, perdido, hasta que se choque frontalmente con una mujer, Helga, mucho mayor que él, con la que tendrá un encuentro sexual que, de nuevo, cambiará su vida (y todo en cuatro días; y es que la vida cambia en un tris).

No os voy a contar más. Mejor leéis el texto, si no lo habéis hecho aún, porque Trueba nunca defrauda. La novela me ha gustado mucho y a mí Trueba me parece un gran escritor. No obstante, sí que le pongo un pero enorme a Blitz: su extensión. Esto dura un suspiro. Son pocas páginas, con un cuerpo y unos márgenes enormes, con ilustraciones… Es excesivamente breve. Y, ojo, que el tema y la historia daban mucho más de sí. Yo no sé si aquí ha habido prisas por publicar por parte de Anagrama o si ha sido cosa de Trueba o qué, pero te quedas con ganas de más, de más lectura y de más profundización en la historia entre Helga y Beto. Parece más un relato largo que una novela en sí (de hecho, estoy corrigiendo un libro de relatos y algunos son más largos que Blitz). Pero me ha gustado mucho, fue una lectura de lo más amena.

¿Y ahora qué? Pues vuestro turno. ¿La habéis leído? ¿Qué opináis de Blitz? Como siempre, tenéis los comentarios a vuestra disposición.

Reflexiones (XLV)

«Escribir es una forma de terapia. A veces me pregunto cómo se las arreglan los que no escriben, los que no componen música o pintan, para escapar de la locura, de la melancolía, del terror pánico inherente a la condición humana».

Graham Greene
(1904-1991)
Escritor inglés

Infinitivo de generalización

Hoy me pongo más seria y me voy a la gramática, que hace mucho que no explico nada gramatical. Y he decidido hacerlo con un uso poco recomendable del infinitivo: el de generalización (también denominado fático, introductorio, radiofónico… tiene muchos nombres). Lo curioso del infinitivo de generalización es que estamos tan habituados a escucharlo a diario que a mucha gente no le chirría. Y debería hacerlo. Os cuento cuál es este infinitivo.

Poneos en situación: encendéis la televisión y elegís un informativo cualquiera. Y, cuando el programa está acabando, los presentadores dicen algo así: «Por último, comentar(les) que podrán seguir informados a lo largo de la tarde en nuestra página web». Comentar: infinitivo. ¿Os suena rara la frase?

Ese comentar es un infinitivo de generalización. Es el infinitivo que se utiliza como si fuera el verbo principal de la oración. Pero, claro, eso no puede ser: toda oración ha de tener como núcleo un verbo en forma personal. El infinitivo es una de las formas no personales del verbo, por lo que en nuestro ejemplo el infinitivo está desempeñando una función que no le corresponde. Ergo, poco recomendable, a pesar de su empleo, muy extendido.

Características habituales del infinitivo de generalización:

  • Suelen ser verbos de habla: anunciar, comentar, decir, destacar, expresar, señalar, añadir… También tienen cabida otros como desear o recordar.
  • Aparecen tanto para iniciar como para concluir un comentario: «Antes de la charla en sí, agradecer a la universidad que me haya invitado», «Para finalizar, desearles un buen fin de semana».
  • Su empleo está tan extendido que es habitual tanto en el habla como por escrito. Lo usan mucho los periodistas (de ahí que adquiriera el nombre de radiofónico).

¿Es correcto? Dejémoslo en que es poco recomendable (y muy poco elegante: si leéis los ejemplos despacio os parecerá casi que os habla Yoda). Para mí, es totalmente censurable. ¿Qué pasa? Que siempre se puede alegar que, en realidad, no está funcionando como verbo principal, sino que este está elidido y el infinitivo sería su complemento o la segunda parte de una perífrasis. Os pongo de nuevo un ejemplo:

Antes de la charla en sí, [quiero] agradecer a la universidad que me haya invitado.

Aun así, no hay razón para esa elipsis, con lo cual se recomienda utilizar un verbo en forma personal antes del infinitivo o bien utilizar ese mismo verbo en forma personal en vez de en infinitivo:

Por último, recordarles que las entradas saldrán a la venta el jueves (infinitivo de generalización). ×
Por último, debo recordarles que las entradas saldrán a la venta el jueves (perífrasis: verbo en forma personal + infinitivo). √
Por último, les recordamos que las entradas saldrán a la venta el jueves (verbo en forma personal). √

Y esto es. Repito que no es nada recomendable, así que evitadlo (y afinad el oído, que seguro que ahora os lo encontraréis por todos sitios). ¡Ah! Y antes de que alguien me lo diga en los comentarios, no he sido muy estricta a la hora de emplear la terminología, pero prefiero que se me entienda. Espero que así haya sido.

Día de Pi

Una curiosidad para celebrar el día de π de este siglo. Copio tal cual un tuit de Cris García-Tornel (@ComaConComilla), una de mis cuentas imprescindibles de Twitter y que deberíais seguir si os gustan las palabras y su origen:

La letra griega pi (π) significa ‘boquita’. Fue adoptada como símbolo matemático a partir de la inicial de περιφέρεια, ‘periferia’.

Que tengáis un buen Día de Pi…

Reading is sexy

Esta entrada se gestó en una larga conversación con mis amigas (cómo no). Empezamos a hablar sobre las ventajas e inconvenientes de leer (no puedo entrar en mucho detalle) y algunas acabamos reconociendo que nos gustan los tíos que leen. Mucho además. Y es que, como dice la famosa frase, reading is sexy, leer es sexy. Un tío leyendo gana muchos enteros. Y, para muestra, una cuenta de Instagram que se está volviendo de lo más famosa (casi 440 000 seguidores en poquísimo tiempo) y que nosotras descubrimos cuando apenas tenía un par de fotos: @hotdudesreading. Algunos están tremendísimos, las cosas como son (yo personalmente me pido a este, este [aunque me recuerda un poco a mi hermano, todo sea dicho] y este; el resto os los repartís). 😉

Por cierto, he buscado una cuenta similar de chicas, para que no haya agravios comparativos, y he encontrado una; problema: solo tiene una foto (y la chica a mí no me parece tan tan guapa). Aun así, aquí la tenéis: @insta_hotgirlsreading.

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Sawyer leyendo (Perdidos)

Todo esto, en realidad, no es nuevo (para mí al menos no lo es). Y en las series y películas es bastante habitual ver a personajes muy atractivos leyendo. Os pongo dos ejemplos (lo siento, pero son dos chicos de nuevo).

El guapérrimo de Pérdidos, Sawyer, es un lector compulsivo; a lo largo de la serie se le ve leyendo en numerosísimas ocasiones (y agenciándose gafas donde pille). De hecho, las lecturas de Sawyer eran interpretadas como pistas por los losties. No es el único personaje de Lost que lee. Recuerdo que Desmond, protagonista de, para mí, el mejor capítulo de Perdidos, «La constante» (se me cae la lagrimilla al acordarme), lee Historia de dos ciudades de Dickens (en cuyo comienzo, maravilloso y conocidísimo, también intentaron ver pistas sobre la isla).

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Don Draper leyendo a Dante (Mad Men)

Segundo ejemplo: el superfucker por excelencia, atractivo donde los haya a pesar de todo, Don Draper de Mad Men, también es un gran lector (y saca muchísimas ideas para sus anuncios de las lecturas). Justo en la foto está con «El infierno» de La Divina Comedia, de Dante (uno de mis clásicos favoritos: ¿cómo no me va a fascinar Draper?). Por cierto, en breve empieza la segunda parte de la última temporada de la serie. ¿Qué pasará con Don al final? En parte quiero saber, pero que acabe Mad Men para mí es una mala noticia, porque es mi serie favorita (de las pocas que sigo, que he dejado de ver casi todas).

Y, sin centrarnos en series o películas, es muy fácil encontrar fotografías de gente muy conocida leyendo. Os dejo el enlace a un tablero de Pinterest que se llama igual que esta entrada y donde podréis ver a unas cuantas personas conocidas (casi todas muy atractivas) leyendo (de este enlace yo me pido a Nikolaj Coster Waldau, el actor de Juego de tronos; el resto, os los repartís). Alegraos el ojillo aquí. 😉

Me despido ya (desde luego, no os quejaréis: lo de hoy, comparado con las cubiertas «románticas» de la semana pasada, es delicatessen). Pasadlo bien estos días (yo ando pachucha, así que estaré en casa tranquila, a ver si aprovecho para preparar alguna reseña para la semana que viene). Como siempre, podéis comentar lo que queráis… ¡Buen fin de semana a todos!

‘Inmundo’

El otro día me preguntaron por el significado del término inmundo y si tenía algo que ver con mundo. Habían intentado montarse una teoría sobre la suciedad (os recuerdo que inmundo quiere decir ‘sucio’) y el mundo en que vivimos que, tengo que reconocer, tampoco estaba del todo mal. Pero casi prefiero contaros bien de dónde viene.

Inmundo, como he dicho, significa ‘sucio’; viene del latín y está formada por el prefijo negativo in más el sustantivo mundo (del latino mundus). A pesar del origen latino, en realidad debemos ir a Grecia para entender bien el concepto. El concepto del mundus latino se corresponde con el kosmos griego. Tanto el kosmos como el mundus son el mundo, pero siempre siguiendo un orden. Es un universo ordenado. Ese orden es armónico, bello. El mundus es lo que se corresponde con la belleza ordenada, lo puro, lo limpio, lo perfecto. ¿Qué pasa con lo que no es mundus, lo que es inmundus? Que carece de esa belleza, de ese orden, de esa perfección, de esa limpieza. Es lo sucio, lo desagradable. De ahí viene el concepto de inmundo.

Con la llegada del cristianismo, el concepto cambió un poco. Si en el mundus latino (kosmos griego) cabían cielo y tierra, más adelante solo el cielo tiene categoría de bello, ordenado y perfecto; la tierra queda relegada a lo inmundo: es un lugar desagradable porque en ella hay pecado. Aun así, aunque cambia ligeramente el concepto, no lo hace el significado, pues lo inmundo continúa siendo lo sucio y desagradable.

Reflexiones (XLIV)

«El verbo leer, como el verbo amar y el verbo soñar, no soporta el modo imperativo».

Jorge Luis Borges
(1899-1986)
Escritor argentino



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