«Querida Nadia. Estimada Nadia. Nadia a secas. Tú no me conoces. Soy amigo de Jacobo. No sé cómo decirte esto. No sé si estás al tanto de que ha muerto. Lo han asesinado, en realidad».
Jacobo y el narrador son viejos amigos que se acaban de trasladar a Zaragoza, ambos huyendo de un matrimonio fracasado, incapaces de soportar el peso de sus propias vidas. Mientras se habitúan a su nueva situación, comparten cervezas, libros y veladas cada vez más largas en un desesperado intento de eludir el mundo.
Un día, Jacobo empieza a tener miedo, un miedo desmesurado y aparentemente irracional a quedarse solo en casa, que consigue controlar con la compañía de su amigo, hasta que una noche Jacobo aparece apuñalado en su propia casa. El protagonista toma entonces el relevo de su vida, quizás como última posibilidad de huir de la propia, y así conoce a una mujer, Nadia, que se convertirá en su obsesión y junto a la que emprenderá la frenética investigación del asesinato de su amigo, lo que trastocará definitivamente su propia existencia.
Atrozmente romántica, la esperada primera novela de Carlos Castán es una historia sobre el deseo y la búsqueda de intensidad y, a la vez, un vertiginoso thriller que se lee en absoluta tensión.
Os prometo que creo que esta es una de las peores sinopsis que he podido leer de un libro en mucho tiempo. La mala luz no es, en absoluto, lo que Destino dice en su contracubierta. O, si lo es, yo he leído otra novela. Porque, sí que aparecen esos elementos, pero ¿vertiginoso thriller? ¿Resolución de un asesinato? ¿Obsesión por una mujer? No compro…
Os voy a contar lo que he leído yo, lo que me he encontrado yo en las páginas de La mala luz. Para empezar, me he encontrado una novela intimista, escrita con una delicadeza y un buen saber hacer realmente excepcionales. Me he encontrado una larguísima reflexión sobre la soledad de un solo (luego os cuento la teoría de los solos) que acaba de descubrir que lo es. Y en esa reflexión hay una especie de paseo por los bajos fondos, pero el narrador camina con la cabeza bien alta: no hay barro en sus zapatos (o no lo hay en un principio), al contrario, hay en sus palabras una dignidad, quizá producto de la resignación, que sirven de contrapunto a toda esa situación sórdida que se presenta. En La mala luz me he encontrado mucha desesperanza y, al final, un atisbo de felicidad en forma de mujer, que acaba convirtiéndose en miedo y en un cruel desenlace que, personalmente, me chirría por un motivo que no os puedo contar, porque os destrozo la novela.
Pero, básicamente, La mala luz es una larguísima reflexión, preñada de brillantes metáforas, sobre la soledad. Porque el narrador, del que no conocemos ni el nombre, es lo que, según la teoría de algunas de mis amigas, nosotras denominamos un solo. No es despectivo, ni nada de eso (de hecho, yo misma soy una sola según ellas). Los solos son personas a las que la vida las pone en cierto momento en un estado de soledad (suele coincidir que llevaban muchos años en pareja) y, por su forma de ser, normalmente personas tremendamente emotivas, profundas y sensibles, se «adaptan» de alguna forma a su situación haciendo de esa soledad una especie de refugio. Ojo, los solos no son personas solitarias, más bien al contrario; suele ser gente muy sociable, se rodean continuamente de familia y amigos. Tienen los umbrales de la felicidad y la tristeza mucho más extremos que la gente «normal» (se ponen más tristes en los momentos duros, pero son mucho más felices cuando toca serlo). Pero en su fuero interno son solos. Les cuesta mucho, además, volver a emparejarse, por miedo a que les hagan daño de nuevo y porque suelen ser exigentes. Y ¿por qué os cuento yo esta teoría peregrina que tenemos sobre los solos? Porque el narrador es un solo y el desenlace del libro tiene mucho que ver con nuestra teoría. Creemos que los solos, si quieren ser felices en el amor, tienen que encontrar a otro solo, pues únicamente ellos saben traspasar las murallas que ellos mismos se crean; cuando encuentran a otro solo y se quieren, su entendimiento es mucho más profundo y su felicidad, por lo que he comentado de los umbrales, inusitada (incluso, me consta, envidiada). Pero ¿qué pasa si se emparejan con un no-solo? Que la relación está condenada o bien al fracaso, o bien a una desilusión constante. Y ¿qué pasa en La mala luz? Que el narrador es un solo, pero Nadia es lo contrario. Ahí no cabe la felicidad. Cabe un cierto atisbo de algo en un principio, cabe el sexo (que los solos suelen unir casi siempre al amor, no suelen separarlo), cabe la obsesión por ella, pero no cabe la felicidad. Al contrario, la relación con Nadia traerá infelicidad, malestar, desesperación y un desenlace que, repito, a mí hay algo en él que me chirría.
Novela de lo más recomendable. De esas que a ratitos te retuercen un poco (solamente un poco) por dentro. Tremendamente bien escrita (el otro día me criticaron que dijera que las novelas están bien o mal escritas, que era un argumento ramplón, porque si algo está publicado es por algo; permitidme que me carcajee). Y con reflexiones y frases brillantes. Tengo medio libro subrayado. Solo os voy a copiar tres citas que me han gustado especialmente. La primera, la más larga, sería la explicación bien escrita de todo mi párrafo anterior, por cierto.
Y no puedo desligar mi idea del amor de todo eso, de ese estar perdido y lo identifico con el intento, desesperado e inútil, de un miedo de hermanarse con otro miedo como si ambos pudieran ser uno y las almas permeables en lugar de aquella ciudadela fortificada cuyos muros nadie puede franquear ni en un sentido ni en el contrario. Ese es el motivo por el que el amor tiene siempre ese aire de persecución de un imposible y por naturaleza es trágico o apenas es. Solo puedo entenderlo como una especie de desconcierto compartido, mirar dos seres en una misma dirección y no ver apenas nada ni saber adónde ir e ir convirtiéndose, tras la telaraña que filtra la mirada, el mundo en laberinto. Se requieren dos seres perdidos, dos extravíos que en la oscuridad se rocen y se alejen y vuelvan a chocar. Han de temblar de algún modo las manos que se enlazan.
Los tiempos del miedo son siempre los del amor.
Roto el corazón, todo el amor se desborda.
¿Habéis leído La mala luz? ¿Os ha gustado? ¿Conocíais a Castán por sus relatos? Como siempre, los comentarios son más que bienvenidos.