Si bien nadie nunca me ha pedido que escriba sobre el corrector de Word, esta entrada llevaba en mi lista de pendientes prácticamente desde que decidí poner en marcha este blog. La razón es muy sencilla: estoy harta de oír que mi trabajo es inútil porque, «total, ya lo hace el corrector de Word» (o que, por el mismo motivo, debería cobrar menos).
No seré yo quien reniegue de la tecnología a estas alturas, ni siquiera del corrector de Word, que me parece una herramienta valiosísima siempre y cuando se utilice apropiadamente. El problema con el corrector de marras es que no hace, por mucho que se empeñe la gente, el trabajo de un corrector profesional (de carne y hueso). Y, aunque es difícil de creer, ni siquiera corrige todas las faltas de ortografía.
El corrector de Word no deja de ser una enorme base de datos repleta de palabras. Si escribes correctamente una palabra, estará en la base de datos, por lo que Word no la marcará; si la escribes mal, Word no la encontrara entre sus datos y enseguida aparecerá una línea roja bajo el término en cuestión. Esto es muy útil, sobre todo en el caso de las erratas (admitámoslo, a todos nos bailan los dedos alguna vez). Pero ¿qué pasa cuando dos palabras suenan igual pero se escriben de diferente manera?
Os voy a poner un pantallazo con unas frases que he escrito en mi Word (podéis verlo más grande pinchando sobre la imagen). Hay dos versiones de cada frase: la versión de arriba sería incorrecta y la de abajo correcta; no obstante, como podréis ver, salvo en el último caso (del que hablaré más tarde), no hay línea roja que marque error por ningún sitio…
Pantallazo de Word
Existen basto y vasto, halla y haya, mí y mi… ¿Cómo va a reconocer Word cuándo debemos emplear cada una? No lo sabe. Solamente sabe que esas palabras están en su base de datos, luego, para el corrector, todas esas frases son correctas. Pero no lo son. De hecho, por ejemplo la segunda encierra una falta de ortografía muy grave.
¿Estoy diciendo que el corrector de Word es inútil? No; lo que quiero decir es que es una herramienta muy útil pero limitada. Y que, para utilizarla adecuadamente, hemos de conocer sus limitaciones: si no, podríamos caer en errores sin querer.
Word no sabe distinguir un halla de un haya o de un aya, un sino de un si no... ¿Tenemos que dejar de emplear el corrector? No, porque nos puede señalar, por ejemplo, que cocreta está mal escrito o que ti no lleva tilde (mirad la última frase; para un error que marca y la gente se empeña en poner la tilde maldita). Pero sí que tenemos que ser conscientes de que no es infalible…