Últimas lecturas (mayo y junio de 2017)

Como os comenté hace poquito, voy a seguir comentando los libros que he leído este año. En la entrega de hoy, los de mayo y junio. Podéis consultar las primeras lecturas de 2017 aquí y aquí, de todas formas.

MAYO

Maggie O’Farrell: Tiene que ser aquí

‘Tiene que ser aquí’

Daniel Sullivan y Claudette Wells son una pareja atípica: él es de Nueva York y tiene dos hijos en California, pero vive en la campiña irlandesa; ella es una estrella de cine que, en un momento dado, decidió cambiar los rodajes por la vida en el campo, la fama por el anonimato. Ambos son razonablemente felices.

Sin embargo, esta idílica vida, trabajosamente construida entre los dos, se tambaleará cuando Daniel conozca una inesperada noticia sobre una mujer con la que había perdido el contacto veinte años atrás. Este hallazgo desencadenará una serie de acontecimientos que pondrán a prueba la fortaleza de su matrimonio.

Tiene que ser aquí cruza continentes y atraviesa husos horarios siguiendo a un heterogéneo grupo de personajes durante varias décadas para trazar el extraordinario retrato de una pareja, de las fuerzas que la unen y de las presiones que amenazan con separarla. Una epopeya íntima y cautivadora sobre aquello que abandonamos y aquello en lo que nos convertimos mientras buscamos nuestro lugar en el mundo.

Tengo sentimientos encontrados con esta novela. Voy a ser muy sincera: me acuerdo más de lo malo que de lo bueno. En mi nómina de lecturas de 2017 pasará con más pena que gloria; de hecho, me he acordado de la historia someramente por la sinopsis que he copiado. La historia en sí me gustó (ojo, sin ser nada del otro mundo), incluso creo que el planteamiento tiene un puntito original. ¿Qué pasa? Que es como un puzle. Lo cual no es nada malo en sí, a mí estos juegos literarios me suelen gustar (y motivar) bastante. Pero aquí no. Me pareció lioso y no le encuentro la razón. Si hubiera un porqué para ese desorden (temporal, geográfico, de personajes), pues genial; sin embargo, o bien no lo hay o bien yo no se lo encontré. Con lo cual me quedó una sensación agridulce desde el principio. Aunque me gustara la historia, la novela me chirriaba.

Además, a pesar de que me he prometido a mí misma no comprar más ebooks de Libros del Asteroide, volví a caer con este y… el horror. Si las ediciones en papel de esta editorial siempre tiene algún pero (y mira que me fastidia decir esto), lo de las ediciones digitales clama al cielo. Y eso a mí me saca completamente de la lectura. Decepción, en definitiva, porque esperaba mucho más.

Han Kang: La vegetariana

‘La vegetariana’

Yeonghye es una mujer aparentemente normal, joven, sin mayores virtudes o defectos. Una noche, sin ninguna actitud previa que hiciera suponer un cambio en su carácter, su marido la encuentra en la cocina tirando a la basura toda la carne almacenada en el congelador. Cuando él la increpa por lo que está haciendo, ella le dice que ha tenido un sueño y que abandonará la ingesta de carnes. Su determinación es absolutamente radical e irrevocable, pero el marido y la familia no están preparados para esta decisión ni para la transformación que comienza a gestarse en Yeonghye a partir de ese momento. La vegetariana es una novela con un fuerte componente psicológico, que cuestiona los límites culturales de la cordura, la violencia y el valor del cuerpo como un bien privado y último refugio.

«Hacer preguntas, eso es para mí escribir. No escribo respuestas, simplemente me afano por redondear las preguntas, trato de permanecer mucho tiempo dentro de ellas. De rodillas, arrastrándome otras veces, espero llegar hasta el final, hasta el centro (aunque sea imposible). Esta novela es también una pregunta imposible. Hay una mujer, un ser humano que ya no quiere formar parte de la humanidad. Un ser que pone en juego su vida para no dañar a nadie ni a nada, un ser a quien un día deja de importarle en absoluto vivir o morir. Simplemente quise preguntar si una mujer así se quedara en silencio, y llevara a cabo su decisión, qué es lo que pasaría; con qué se encontraría al final del camino».

Puede que este sea el libro que más me ha removido este año. Aviso: no es una lectura agradable. Intentar comprender las decisiones y actos de Yeonghye conlleva una reflexión profunda de nuestras propias decisiones y actos, y los de aquellos que tenemos a nuestro alrededor (y cómo nos comportamos ante ellos). Me pareció, dentro de su crudeza, una novela muy bella, íntima y genuina. Empaticé muchísimo con el personaje principal, esa mujer delicada y fuerte a un tiempo, y que tan bien ha conseguido dibujar Han Kang. He recomendado bastante la novela, a pesar de que la corrección era un desastre (encontré «problemas» en tantas páginas que dejé de contarlos, y acabé la novela por lo poderoso del texto, no por la edición; aun así, a pesar de esto, que a mí me molesta mucho, el catálogo de Rata me parece tan interesante que seguiré leyendo libros suyos).

Virginia Woolf: Las aventuras agrícolas de un cockney

‘Las aventuras agrícolas de un cockney’

Este libro, que narra las aventuras de un joven matrimonio del East End londinense que de repente se traslada al campo, es un tesoro para el lector entusiasta de Virginia Woolf.

Es la primera vez que se publican en castellano estas dos obras cortas, escritas por la autora entre los diez y los trece años, y son dos textos notables y sofisticados para una niña de esa edad. Una mirada diferente y divertida de la vida en pareja.

Este libro es una delicia. Dos cuentos de una Virginia Woolf todavía niña (en realidad, Virginia Stephen aún, claro), en los que ya se ven su humor, su inteligencia y su curiosidad por interpretar el mundo. Un regalo para los lectores de la autora británica, en una magnífica traducción de una de las personas que más conocen (y aman, y hago bien usando este verbo) a Virginia Woolf, Ainize Salaberri (sí, ya sé que muchos vais a decir que es una de mis mejores amigas y que le hago la pelota, pero nada más lejos: estoy orgullosísima del trabajo de Ainize en este libro). Y ojo a las ilustraciones de Maite Gurrutxaga, el complemento perfecto para los cuentos: imposible no enamorarse de ellas.

Stig Sæterbakken: A través de la noche

‘A través de la noche’

«La tristeza llega de muchas formas distintas. Es como una luz intermitente que se apaga y se enciende. Está ahí y es insoportable, luego desaparecer porque es insoportable, porque es imposible tener ahí todo el tiempo. Te llena y te vacía. Mil veces al día se me olvidaba que Ole-Jakob había muerto. Mil veces al día, de pronto, lo recordaba. Y ambas cosas me resultaban insoportables. Olvidarlo era lo peor que podía hacer. Acordarme de él era lo peor que podía hacer. Era una sensación de frío que iba y venía, pero nunca de calor. Solo había frío y ausencia de frío. Era como estar de espaldas al mar. Se me helaban los talones cada vez que una ola rompía sobre ellos. Luego la ola se retiraba. Luego volvía».

Cuando se afirma que el dolor nos hace más fuertes, no se tiene en cuenta el camino que hay que recorrer para armarse y seguir viviendo después de una pérdida que nos cambia para siempre. Solo los grandes autores, Agota Kristof, Thomas Bernhard, Imre Kertész y ahora Stig Sæterbakken, consiguen hablar de esos momentos de búsqueda existencial y encontrar palabras para definir la complejidad que caracteriza las relaciones y los sentimientos humanos.

Esta es una de las mejores novelas que he leído este año. «Puta mierda de los cojones». Así comienza un viaje terrorífico a través de la desesperación y la tristeza más absolutas, teñidas siempre de una culpa que mata en vida. Es un viaje hacia una pesadilla (para quienes lo hayáis leído: ¿qué sucede en esa casa?) de la que no se puede salir. Sæterbakken ha sido un gran descubrimiento este año. Espero que Mármara (o cualquier otra editorial) traduzca al castellano más obras suyas (aunque esta se considera la mejor). Muy recomendable.

María Sánchez: Cuaderno de campo

‘Cuaderno de campo’

En este libro se anota la vida, la que se recuerda y se ha perdido, la que nos ha forjado en sangre y en tierra, la que aguarda en la observación del día a día. María Sánchez ha afrontado en Cuaderno de campo una reflexión sobre la familia, y cómo nos construye, y sobre el cuerpo, y cómo nos acuna o nos aísla —según el lugar al que queramos dirigirnos—, y sobre nuestra propia posición con respecto a nuestros orígenes. Estos poemas transcurren en casas antiguas, durante ceremonias heredadas, entre animales que también nacen, crecen, se reproducen, mueren. Una obra sabia, delicada y a la vez en guardia, dispuesta a protegerse y atacarnos.

No soy una gran lectora de poesía (antes sí lo era, pero por muchos motivos la fui dejando y la retomo en poquitas ocasiones). Este libro me vino recomendadísimo y con mucha razón (estos días lo veréis merecidamente en casi todas las listas de mejores libros de 2017). Es una delicada reivindicación de nuestros orígenes, de una tremenda belleza. Por mis circunstancias personales, me quedo con un poema que no es ni el mejor ni el más representativo del poemario, pero que a mí me tocó enormemente y se queda ya para siempre en mi memoria para ilustrar un momento muy dulce de mi vida. Es la tercera parte de «La primera mancha» y tiene que ver con la voz, cómo no (para quienes me seguís en Instagram, está allí; os pongo el enlace, creo que lo podréis ver a pesar de que tengo la cuenta con candadito; si no podéis verlo, lo siento).

Karl Ove Knausgård: Tiene que llover

‘Tiene que llover’

De los años que captura este libro, apenas quedan unos pocos recuerdos, nos dice el autor. Y, por encima de todos, uno: el de la ignorancia, la ingenuidad, el fracaso. Y, sin embargo, en Tiene que llover un Knausgård concentrado y frontal exprime su prodigiosa capacidad evocativa para, cerrando el círculo, describir el camino por el que llegó a convertirse en el autor que conocimos con La muerte del padre, y dar vívido testimonio de los impedimentos, errores y tropiezos que contribuyeron a conformarlo.

Un camino que empieza, en 1988, donde terminaría catorce años más tarde: en Bergen, con un veinteañero Karl Ove convertido en el alumno más joven de la Academia de Escritura de la ciudad, y pletórico de un entusiasmo que no tarda en abandonarle. Y es que el precoz novelista se revela inepto en todos los frentes: el social, el amoroso, el literario. Sus textos son infantiles, están hechos de clichés, y Karl Ove combate (bebiendo, saliendo, enzarzándose en peleas o coqueteando con la delincuencia) la lacerante constatación de no ser un escritor en absoluto.

Pese a ello, persiste: va a la universidad, envía algunos cuentos, cosecha algunos rechazos; descubre un talento inesperado para la crítica literaria. Y tras sus primeros romances frustrados, el amor: Tonje, con la que se casará, y junto a la que verá cómo, cuando ya casi no lo esperaba, se convierte en algo parecido al autor que siempre había anhelado ser. Hasta que la insatisfacción que también lo había perseguido siempre se imponga, dando un sonoro carpetazo a la época que se dibuja en este libro: un tiempo del 
que emerge completa la silueta de un hombre atormentado, contradictorio e imperfecto, cada vez más próximo a emprender el autoanálisis inmisericorde que le llevará a descubrir el alcance de su vocación, tan trabajosamente conquistada. El mismo autoanálisis al que los lectores de todo el mundo han asistido, imantados, a lo largo de una saga de ambición infrecuente y escala titánica, que con Tiene que llover (veloz, libre, esencial, desnudo) entrega otro volumen inolvidable muy cerca de la culminación definitiva.

He llegado a un punto de adoración por Knausgård tal que no puedo ser objetiva. Me requetechifla, y punto. En esta quinta entrega (Dios mío, ¿qué voy a hacer cuando publiquen la sexta y última el año que viene?) se centra sobre todo en los años en que comienza a escribir más en serio, y la lucha que mantiene consigo mismo y con su propia escritura se convierte en la protagonista absoluta del libro. También se tocan otros palos, por supuesto, como las primeras relaciones amorosas serias (son los años en los que conoce, por ejemplo, a la que será su primera mujer) o el (ab)uso del alcohol. De este libro sí que quiero publicar reseña aparte (de hecho, está a medio escribir en este momento). Obviamente, a quienes les hayan gustado los anteriores libros de Mi lucha, les encantará; a quienes no soportan su obsesión por el detalle al escribir, pues no se lo recomiendo (¿para qué sufrir leyendo, habiendo tantos libros por el mundo?).

Annie Ernaux: No he salido de mi noche

‘No he salido de mi noche’

Mi madre sufrió la enfermedad de Alzheimer a principios de los años ochenta. Al final, tuve que ingresarla en una residencia de ancianos. Siempre que volvía de mis visitas, necesitaba escribir sobre ella, sobre su cuerpo, sus palabras, el lugar donde se encontraba. No sabía que aquel período me conduciría hacia su muerte, en 1986.

Al hacer públicas estas páginas, las revelo tal y como fueron escritas, fruto del estupor y el trastorno que entonces sentía yo. No he querido modificar nada al transcribir aquellos momentos en que me quedaba junto a ella, fuera del tiempo, de todo pensamiento. Había dejado de ser la mujer que había conocido, que velaba por mi vida, y sin embargo, bajo ese rostro inhumano, por su voz, sus gestos, su risa, era mi madre, más que nunca.

Desde que el año pasado descubrí a Annie Ernaux, se ha aupado a un puesto muy alto en mi lista de autores favoritos. Quizá no sea este el libro suyo de los que he leído que más me ha gustado, pero aun así me parece muy bueno (a pesar de que, en realidad, no es más que las transcripciones de las notas que la propia Ernaux fue tomando acerca de su madre durante el tiempo que abarca). Por el tema que aborda, la enfermedad  y muerte de su madre, como comprenderéis no es un libro de digestión fácil. Es breve, es emotivo y, no sé si por mis propias circunstancias cuando lo leí o porque el libro invita a ello, me hinché a llorar. Leed a Ernaux; creo que es la mejor recomendación que os puedo hacer.

JUNIO

Delphine de Vigan: Nada se opone a la noche

‘Nada se opone a la noche’

Después de encontrar a su madre muerta en misteriosas circunstancias, Delphine de Vigan se convierte en una sagaz detective dispuesta a reconstruir la vida de la desaparecida. Los cientos de fotografías tomadas durante años, la crónica del abuelo de Delphine, registrada en cintas de casete, las vacaciones de la familia filmadas en súper ocho o las conversaciones mantenidas por la escritora con sus hermanos son los materiales de los que se nutre la memoria. Nos hallamos ante una espléndida y sobrecogedora crónica familiar, pero también ante una reflexión sobre la «verdad» de la escritura, porque son muchas las versiones de una misma historia y narrar implica elegir una de esas versiones y una manera de contarla. Y esta elección a veces es dolorosa, porque en el viaje de la cronista al pasado de su familia irán aflorando los secretos más oscuros.

Otra novela que me gustó muchísimo, aunque debo decir que, en mi opinión, va de más a menos (al final, se me hizo hasta un poquito larga). Pero merece mucho la pena, por varias razones: primero, porque la vida de la madre de Delphine de Vigan, esa guapísima mujer que aparece en la cubierta del libro, es de lo más interesante (toda la parte de la niñez me pareció increíble); y, segundo, porque es un ejercicio de lo más peculiar sobre cómo escribimos las historias, nuestras historias, cómo ordenamos los recuerdos, cómo narramos nuestras vidas. ¿Y qué le puede interesar más a una lectora entregadísima a todo lo que huela a autoficción? Pues eso, que estaba claro que, como poco, esta novela me iba a intrigar. No solo lo consiguió, sino que la disfruté.

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Esto es lo que dieron de sí mayo (bastante) y junio (se nota que tuve más lío, ¿eh?). Os toca. ¿Habéis leído algo de lo que comento? ¿Os gustó? ¿Alguno de estos libros os recuerda a algún otro que nos queráis recomendar? Los comentarios son vuestros, como siempre.