Regla ortográfica (IV): interrogación y exclamación finales
Después de los signos que indican cierre de interrogación o exclamación (?!), no se escribe nunca punto.
¿Estás de acuerdo?. ×
¿Estás de acuerdo? √
¡Por supuesto!. ×
¡Por supuesto! √
Después de los signos que indican cierre de interrogación o exclamación (?!), no se escribe nunca punto.
¿Estás de acuerdo?. ×
¿Estás de acuerdo? √
¡Por supuesto!. ×
¡Por supuesto! √
Un dígrafo es un signo ortográfico compuesto de dos letras para representar un fonema (por ejemplo, ch y ll). Cuando una palabra que empieza con estos sonidos deba ir en mayúscula, solamente pondremos en mayúscula la primera letra (la segunda va en minúscula).
Ejemplos: Llorente (y no LLorente ×), Chile (y no CHile ×).
Las palabras acabadas en /bilidad/ se escriben con b, excepto movilidad y civilidad.
He pensado que, a partir de ahora, de vez en cuando voy a dar pequeñas reglas ortográficas muy básicas, a modo de pequeños apuntes…
Los verbos que acaban en /-bir/ se escriben con b, excepto hervir, servir y vivir (y sus compuestos: revivir, sobrevivir, convivir, etc.).
Para empezar el día con un poco de humor, os remito a la tira de hoy de Plétora de piñatas de Mauro Entrialgo.
… he decidido recordar que ti nunca lleva tilde. Por si las moscas…
La expresión de los grados crea numerosos problemas, sobre todo cuando esta se confunde con la de los ordinales…
Se esperan temperaturas de 32° (= treinta y dos grados).
Se esperan temperaturas de 32 °C (= treinta y dos grados Celsius).
Se esperan temperaturas de 89 °F (= ochenta y nueve grados Farenheit).
Como se puede apreciar en los ejemplos anteriores, cuando no se especifica el tipo de grado, el cerito se pega a la cifra (primer caso). Y hay que tener muy en cuenta que eso son grados y no ordinales. Cuando sí se especifica el tipo de grado, hay un espacio entre la cifra y el tipo (°C, °F, etc.); el cerito, en este caso, se pega a la letra que indica el tipo de grado.
Como he apuntado, no hay que confundir grados con ordinales. Por ejemplo:
La oficina está en el 2° piso. ×
La frase se lee de la siguiente manera: «La oficina está en el dos grados piso». Para que diga «segundo», que es lo que realmente pretendemos, ha de escribirse un punto entre el número y el cerito: 2.° piso (segundo piso).
Siendo estrictos, no se utiliza el mismo símbolo para grados y ordinales; el primero es un cerito y el segundo, una o volada (que debe llevar punto delante). Pero, al escribir, muchas veces, se solapan ambos, porque el ojo no siempre puede apreciar la diferencia, sobre todo cuando se utilizan cuerpos de letra muy pequeños. Por ello conviene, al menos, colocar el punto en los ordinales, además de por ser preceptivo, para diferenciar ambas expresiones.
Hasta hace bien poquito, solo había caído en mis manos una novela de Paul Auster, El libro de las ilusiones. Y no había caído ninguna más porque, resumiendo mucho, no me gustó. Recuerdo algunos detalles de la historia (un profesor que acaba de perder a su familia en un accidente vuelve a reír gracias a una película de cine mudo y decide ir en busca del actor, que, si mi memoria no me juega una mala pasada, era un necio de mucho cuidado). Me pareció una novela amarga e, incluso, algo perturbadora. No entendía cómo en todos sitios la ponían por las nubes (a mí, de verdad, no me gustó nada de nada; ahora sé que quizá no era el mejor momento de mi vida para leer algo así). Y como cada vez que Auster publicaba algo el adjetivo oscuro salía a relucir, asumí que yo no iba a ser capaz de conectar con este autor y que más me valía buscar lecturas por otros derroteros. Total, hay tanto, y tan bueno, por descubrir y leer…
Con esta única experiencia leyendo a Auster, me sorprendí cuando, a finales del año pasado, alguien me recomendó Brooklyn follies. Investigué un poco y resultó que gente de cuyo criterio me fío mucho la había leído y le había gustado… ¿Merecía la pena repetir? Decidí darle otra oportunidad al bueno de Paul. Y he aquí que, esta vez, no me ha decepcionado. En absoluto.
Esta novela es todo lo contrario a El libro de las ilusiones. Es positiva, es alegre, está llena de luz… Es la exaltación de la amistad como modo de solucionar los problemas y, en definitiva, de vivir la vida. Es el juego del azar, de las coincidencias, de encontrarse con determinada persona en determinado momento para hacer que tu existencia sea más llevadera. Es la humanización de una gran ciudad (Nueva York, como no podía ser de otra manera al leer a Auster), llena de personas que viven y sueñan y aman y ríen… Y que pueden tener muchísimos problemas, pero que saben que si los comparten y se ayudan mutuamente, se sale de cualquier pozo. Porque Brooklyn follies es un conjunto de historias con final feliz que se van enlazando unas con otras, por casualidad o causalidad, en un puzle perfecto que ofrece la visión más optimista de la vida.
El protagonista, Nathan Glass, es un hombre acabado que decide volver al Brooklyn de su infancia para morir tranquilo; sin embargo, hay otros planes para él: volverá a Brooklyn no para morir, sino para empezar a vivir de nuevo, gracias a un coro de personajes de todo tipo que lo ayudarán a reencontrarse consigo mismo y con el lado más amable de la vida.
En palabras del propio Auster acerca de la novela: «Una vez leí una frase del cineasta Billy Wilder que me impresionó hondamente: «Si te sientes realmente feliz, deberías escribir una tragedia; si te sientes verdaderamente desgraciado, deberías escribir una comedia». Escribir una comedia ayuda a poner las cosas en perspectiva. El mundo ha ido de tragedia en tragedia, de horror en horror, pero los seres humanos seguimos existiendo, enamorándonos y hallando alegría en la vida. Me pareció que este era un momento para recordarlo».
Por mi parte, he decidido seguir leyendo a Auster. Haré una criba de títulos e intentaré hacerme con sus mejores novelas (porque algunas, por lo que dicen por ahí, son de lo más mediocre). Los iré apuntando en la lista de deseos (¡se aceptan regalos!). ¡Ah! Y escribiré más reseñas sobre lo que voy leyendo, prometido.
El verbo satisfacer da más de un dolor de cabeza a la hora de conjugarlo, pero es muy sencillo.
Se conjuga igual que el verbo hacer, pero con f- (facer), con satis- por delante. Sirve para todas las personas y tiempos de la conjugación.
Hacer → Facer → Satis-facer → Satisfacer
Hago → Fago → Satis-fago → Satisfago
Hacías → Facías → Satis-facías → Satisfacías
Hizo → Fizo → Satis-fizo → Satisfizo
Haremos → Faremos → Satis-faremos → Satisfaremos
Hagáis → Fagáis → Satis-fagáis → Satisfagáis
Hicieran → Ficieran → Satis-ficieran → Satisficieran
Hecho → Fecho → Satis-fecho → Satisfecho
Haciendo → Faciendo → Satis-faciendo → Satisfaciendo
Obviamente, las segundas formas no existen en el español actual. Se trata de un mero ejemplo para seguir de forma ordenada y sencilla la explicación.
Vamos a tratar un tema peliagudo… ¿Lleva la palabra solo tilde? Hasta hace unos años, la respuesta habría seguido este esquema:
Sin embargo, la RAE cambió la norma hace unos años en un intento de simplificar la cuestión. El adjetivo sigue sin llevar la tilde y el adverbio, únicamente en casos ambiguos en que el contexto no nos aclara si la palabra es adverbio o adjetivo (en el resto de casos, la inmensa mayoría, no lleva ya tilde). Es decir, que la mayoría de las veces, solo no lleva tilde. Os pongo un ejemplo de un caso con posible ambigüedad:
Juan se va de vacaciones solo dos semanas. ¿En soledad? ¿Solamente dos semanas? Esto es un caso ambiguo y, por lo tanto, habría que diferenciarlo.
Juan se va de vacaciones solo dos semanas. (En soledad).
Juan se va de vacaciones sólo dos semanas. (Únicamente dos semanas de las tres que tiene disponibles).
Es curioso que, si el sujeto fuera un nombre femenino, no cabría duda y, por tanto, no habría tilde:
Marta se va de vacaciones sola dos semanas. (En soledad; como es adjetivo, cambia el género, ya no hay posibilidad de que resulte ambiguo).
Marta se va de vacaciones solo dos semanas. (Como no hay equívoco posible, no lleva tilde).
¿No os resulta un poco lioso? Lo han intentado simplificar y, para muchos, lo único que han conseguido es enredar más la madeja. Además, no es lógico que un mismo caso lleve o no tilde atendiendo al significado y no a lo gramatical: no es coherente ni consistente (como deben ser las reglas ortográficas). De ahí que muchas editoriales, todavía hoy, sigan la norma antigua (por ejemplo, ahora mismo estoy corrigiendo una guía sobre fósiles que se rige por la norma antigua y solo adverbio siempre va con tilde). No obstante, un editor que actualmente sigue la norma antigua sabe que está incurriendo en faltas ortográficas. Por ejemplo, la frase que sigue es incorrecta y, por lo tanto, censurable:
Marta se va de vacaciones sólo dos semanas. ×
Pero ¡no nos dejemos llevar por el desánimo! ¡Hay solución! Y una muy sencilla además… Es lo que yo hago. Siempre escribo la palabra solo sin tilde (siempre correcto); en casos de ambigüedad (que son poquísimos, muy raros) opto por sustituir el solo por solamente o únicamente. Así, siempre es correcto y no cometo ninguna falta.
Os animo a seguir la norma actual (aunque sigáis viendo el uso antiguo en algunas publicaciones). No es bueno anclarse en el pasado y, una vez que acostumbras al ojo a ver el solo adverbio sin tilde, realmente es muy sencillo. Los casos de anfibología (ambigüedad) son tan escasos, que no van a suponer ningún problema (y, en caso de encontrarnos uno, una simple sustitución y listo). Y no olvidéis que, con la norma antigua, estáis cometiendo faltas ortográficas…
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