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‘Imbatido’ ≠ ‘invicto’

Una curiosidad del lenguaje deportivo: aunque pudieran parecer sinónimos, hablando de fútbol, no es lo mismo imbatido que invicto.

Frente a invicto, que significa ‘nunca vencido, siempre victorioso’, imbatido es ‘que no ha recibido goles’. Es decir, un equipo puede estar invicto en un campeonato (porque ha ganado todos los partidos), pero no estar imbatido, por haber recibido algún gol en un partido que ha ganado.

Por ejemplo, de un equipo que, en tres partidos de liga, haya ganado 2-0, 1-0 y 3-0, podríamos decir que sigue invicto e imbatido. Sin embargo, si variamos los resultados de esos partidos a 2-0, 1-0 y 3-1, ya no podríamos decir que sigue imbatido, porque, aunque ha ganado siempre (sigue invicto), ha recibido un gol.

‘Doh’

Doh

Doh!

Es innegable el éxito que adquieren algunas muletillas y expresiones famosas gracias a la televisión. Podría poner muchos ejemplos, más o menos recientes, de frases en español, pero el caso que traigo hoy creo que es bastante significativo del influjo que muchas veces puede tener la televisión en nuestra vida.

¿Quién no ha oído alguna vez el archiconocido doh de Homer Simpson cuando mete la pata en su versión original? Pues bien, el doh se generalizó de tal forma, que hace unos años se decidió incluir la interjección en el diccionario Oxford de lengua inglesa (con apóstrofo, como en la imagen en 1998, y ya sin apóstrofo en 2001). Así, al buscar el vocablo podemos encontrar lo siguiente:

Doh. Expressing frustration at the realization that things have turned out badly or not as planned, or that one has just said or done something foolish… (Expresa frustración al percatarse de que algo ha salido mal o no como estaba planeado, o que alguien acaba de decir o hacer alguna tontería).

Al menos, a mi modo de ver, la interjección es hasta entrañable. ¿Os imagináis que ocurriera algo similar en España y la RAE aceptara algún vocablo televisivo? Rezo para que no sea fistro. No soporto ni la palabra ni a Chiquito…

Cuestionario sobre libros (2)

Segunda parte del cuestionario sobre libros que empecé la semana pasada…

9. ¿Lees con frecuencia libros que no sean novelas o ficción (filosofía, divulgación, guías de viaje, cómics…)?

Además de por trabajo (mayoritariamente, corrijo este tipo de libros), sí suelo leer libros que no sean ficción. Hay que leer de todo.

10. ¿Prefieres comprar los libros o aprovecharte de las bibliotecas? ¿Te gusta curiosear en los mercadillos de libros (feria del libro, libreros de viejo…)?

Prefiero comprar los libros. De todas formas, cuando he tenido una buena biblioteca al alcance me he aprovechado de ello. A ferias de libros voy más bien poco y me gustan los libreros de viejo para ver libro antiguo (que no suelo comprar).

11. Cuando acabas un libro, ¿cuánto tardas en empezar otro? ¿Lees puntualmente o siempre tienes un libro entre manos?

Normalmente, cuando acabo un libro tengo otro esperándome. Siempre tengo algún libro entre manos. Ahora mismo estoy con Trilogía de Nueva York de Paul Auster.

12. ¿Has escrito algo que consideres realmente literatura? ¿De hacerlo, tendrías algún género hacia el que te inclinases más?

No, rotundamente no. Creo que si alguien va a dedicarse a escribir en mi familia, no voy a ser yo. De hacerlo, no tengo ni idea de qué escribiría…

13.  ¿Qué libro deseas leer y jamás lo has hecho?

Ni idea. No se me ocurre.

14.  Un best-seller que no tengo el más mínimo interés en leer.

Cualquiera de Dan Brown.

15.  Un libro que nunca terminaré.

Nunca digas nunca. No lo sé. Quizá algo que ahora me puede parecer infumable, dentro de unos años lo miro con otros ojos… Sí puedo adelantar que tengo problemas para leer novela histórica, porque no me gusta.

16. Un libro infumable.

Pues suelo tener problemas para terminar, como ya he dicho arriba, la novela histórica. Pero no me atrevo a dar títulos.

17. Un libro que me sorprendió.

Un libro que me sorprendió para bien fue Juntos, nada más. Pensaba que era el típico culebrón cutre, pero me gustó. Las novelas de Anna Gavalda suelen ser entretenidas y muy fáciles de leer…

Viudas y huérfanas

Aunque a muchos os pueda sorprender el título, hoy el artículo va de líneas… De líneas incorrectas en composición, para ser exactos, y que se denominan viudas y huérfanas.

Una viuda es la última línea de un párrafo que aparece al comienzo de una página (es decir, todo el párrafo queda en una página salvo esta última línea, que queda aislada en la página siguiente).

Ejemplo de línea viuda:

Línea viuda

La marcada en amarillo es una línea viuda.

La huérfana es el caso contrario a la viuda. La línea de comienzo de un párrafo queda en una página aislada, porque el resto del párrafo se encuentra en la página siguiente.

Ejemplo de línea huérfana:

Línea huérfana

La marcada en amarillo es una línea huérfana.

Estas líneas son incorrectas y hay que eliminarlas. En los procesadores de texto más comunes, como Word, existe una opción (que suele venir marcada por defecto) que las elimina automáticamente. En los programas de maquetación, como Quark o InDesign, resulta más problemático, puesto que muchas veces hay que deshacerse de ellas manualmente. Lo importante es saber que no son correctas.

La primera imagen la he tomado prestada de Wikipedia y la segunda, de un blog sobre tipografía llamado Glifos & ligaduras.

Actualización: Tengo un lío considerable con estas líneas, porque tengo información contradictoria sobre cuál es cuál. Primero lo puse tal cual está ahora y varias personas me dijeron que estaba al revés y lo cambié. Pero no, según Sousa, era correcto al principio, por lo que lo vuelvo a corregir y así se queda, según Sousa… (¡Gracias, Nuria, por el chivatazo!).

‘La felicidad de los ogros’ de Daniel Pennac

Hoy quiero hablaros de una novela que me dejó un sabor agridulce. Es La felicidad de los ogros, de Daniel Pennac, de quien ya hablamos al enumerar los que él considera los «derechos del lector».

Daniel Pennac, La felicidad de los ogros

'La felicidad de los ogros'

¿Quién es Benjamin Malaussène? ¿Es un santo? ¿Un idiota? ¿Un hombre feliz? El primogénito de una familia curiosa y estrambótica, responsable de un batallón de hermanos, Malaussène vive en el barrio de Belleville y trabaja como «chivo expiatorio» en unos grandes almacenes parisinos. Si un comprador se queja de una mercancía defectuosa o de un fallo técnico, Malaussène aguanta la bronca y las amenazas de despido hasta que el cliente, compadecido, retira su reclamación. Y así, la dirección de la empresa ahorra dinero. Pero unas misteriosas explosiones en los grandes almacenes complican, más si cabe, la ya precaria salud emocional de nuestro héroe.

Me quedé con una sensación agridulce porque creo que no la disfruté tanto como debería haber hecho. La leí de forma rápida y apenas presté atención, con lo que me hice un lío con los nombres de los personajes, no sabía quién hacía qué… Un desastre, vamos. Y, aun así, sí me quedó la impresión de que me encontraba ante una muy buena novela, muy bien escrita (y muy bien traducida al español, el traductor recibe elogios por todos lados) y entreví momentos realmente geniales (empezando por el título, que me parece todo un acierto, al  trabajo del protagonista como chivo expiatorio, a cómo cuenta lo que pasa en los grandes almacenes a sus hermanos). Así que, aunque mi experiencia no resultó satisfactoria del todo con la novela, he decidido hablaros de ella, por si no la conocíais, para que la tengáis en cuenta. Desde luego, si buscáis reseñas por Internet, leeréis expresiones como «pequeña obra maestra» para calificarla.

Si alguien la ha leído o se anima a hacerlo, por favor, decidme qué os ha parecido en los comentarios…

Lecturas de septiembre

Septiembre se ha quedado en blanco en mi lista de lecturas. Estoy leyendo varias cosas a la vez y no me ha dado tiempo a acabar nada… Las semanas de vacaciones no he leído tanto como me hubiera gustado (al final, no hay tiempo para todo), pero espero que octubre me dé más ratitos para mis libros.

La pila de mi mesilla sigue siendo importante, así que no tengo ninguna compra a la vista. Aun así, ya sabéis que vuestras sugerencias son bienvenidas y yo me lo apunto todo para un futuro próximo. Si habéis leído algo que creéis que merece la pena, chivádmelo, para que lo añada a mi lista de deseos.

Reflexiones (V)

«Los escritores no viven una vida solamente, sino dos. Primero está la vida y, después, el escribir. Hay un «volver a», una reacción demorada».

Anaïs Nin
1903-1977
Escritora

Cuestionario sobre libros

Otro más. Me ha llegado este cuestionario sobre libros por correo electrónico, pero creo que ha estado circulando por varios blogs, así que me imagino que es un meme. Lo contesto y, si os apetece, lo respondéis vosotros también, en los comentarios o en vuestras propias bitácoras (eso sí, ¡dejadnos la dirección para que podamos leer las respuestas!). Por cierto, como es muy largo, lo haré en dos tandas (la semana que viene, la segunda parte).

No sé dónde se originó el cuestionario; si alguien lo sabe, que por favor me lo indique para que pueda darle al César lo que es del César…

1. ¿Cuál es la obra que más veces te has leído?

Ya os he comentado más de una vez mi enganche con Buenos días, tristeza. Creo que ese es el título que más veces he leído (aunque tengo que reconocer que este verano he fallado).

2. ¿Cuál es el último libro que te has dejado a medias?

Tengo a medias Soy un gato de Sõseki, aunque sí tengo intención de acabarlo. Dejé sin acabar Cuatro hermanas de Jetta Carleton y no tengo ninguna intención de retomar su lectura.

3. ¿Qué te suele llevar a preferir una lectura en vez de otra?

No sigo un criterio fijo para elegir mis lecturas. A veces me dejo guiar por reseñas de gente que conozco o de blogs que veo que, más o menos, pueden valorar los libros de la misma forma que lo hago yo. Si alguien de mi familia (bastante lectora) me recomienda algo, pues también lo devoro. Me gusta mucho pasearme por librerías, veo programas de libros en la televisión, leo muchos blogs sobre libros (y alguna revista también cae de vez en cuando). Al final, con todo, te haces una idea de lo que te vas a encontrar y te puedes guiar por tu gusto personal.

4. ¿Recomiendas libros con frecuencia? ¿Qué libros recomiendas más?

Sí suelo recomendar libros, pero sugiero cosas muy diversas en función de los gustos de la persona que me esté preguntando.

5. ¿Cuál fue el último libro de poesía que leíste?

No suelo leer poesía, pero me gustan mucho (y los releo a veces) el Cántico espiritual de S. Juan de la Cruz (una auténtica joya), los Veinte poemas de amor y una canción desesperada de Neruda (me parece que tienen una fuerza increíble), las Nanas de la cebolla de Miguel Hernández (por lo que significan) y un librito de García Lorca que se llama El diván del Tamarit y que me gusta mucho más que sus obras más famosas.

6. ¿Cuál es tu momento preferido del día para leer?

Me encanta leer los fines de semana nada más despertarme, en la cama bien tapada. Normalmente, entre semana leo por la noche.

7. ¿Recuerdas el primer libro «serio» o adulto que leíste?

Pues la verdad es que no, no lo recuerdo.

8. ¿Te gusta ir al teatro? ¿Y leer teatro?

Sí que me gusta ir al teatro. Ver, por ejemplo, a Lola Herrera representando Cinco horas con Mario no tiene precio. Ahora, a veces, he visto producciones que no me han gustado nada y no entiendo la obsesión de algunas compañías por provocar al público sí o sí (habrá obras que inviten a esa provocación y otras que no). En cuanto a leer teatro, obviamente no es lo mismo, pero sí lo hago a veces.


Miguel de Unamuno

Unamuno

Miguel de Unamuno

Hoy, 29 de septiembre, se conmemora el aniversario del nacimiento de Miguel de Unamuno, célebre escritor bilbaíno, cuya obra bien se merece una buena lectura. Desde aquí os voy a recomendar tres obras narrativas suyas (aunque también podéis acercaros a su poesía o a sus ensayos filosóficos):

Amor y pedagogía. Una obra muy divertida que encierra una tragedia con mayúsculas (con la que se quiere hacer una dura crítica de la sociología positivista). Se ve perfectamente la dicotomía razón-corazón que presidió el pensamiento unamuniano. Cuenta la historia de don Avito Carrascal, que cree que puede hacer de su hijo un genio si aplica los principios modernos de la pedagogía; lo que consigue es que su hijo sea un desgraciado.

San Manuel Bueno, mártir. Una novela cargada de simbolismo sobre la fe (o la falta de ella). Es la historia de un cura de pueblo que predica algo en lo que no cree, pues ha perdido la fe.

Niebla. Quizá su mejor obra. Una «nivola» en que se va exponiendo toda la filosofía unamuniana. Representa el rechazo a una muerte que signifique el final de la existencia, de la vida personal (de nuevo, la dicotomía razón-corazón: aquel que quiere creer, para conseguir trascendencia, pero la razón le dice que no hay nada más).

Libros para pensar, reflexionar y, también, disfrutar, de una calidad literaria indiscutible (por cierto, mis resúmenes anteriores son un poco simplistas, pero creo que suficientes para quien no conozca la obra de Unamuno).

Concordancia ‘ad sensum’

Desde muy pequeñitos sabemos que, en un sintagma nominal, debemos concordar todas las palabras en género y número. Así, una frase como la siguiente, sería incorrecta:

Los niña bueno van al colegio. ×

Si tomamos como referencia el núcleo (niña) del sintagma nominal que hace de sujeto (los niña bueno), los componentes del sintagma deberían concordar con niña e ir en femenino singular; asimismo, al ser el sujeto, el verbo debería concordar en número con ese núcleo.

La niña buena va al colegio.

Sin embargo, hay ocasiones en que podemos encontrar oraciones que nos suenan bien, pero que no cumplen con esta última concordancia de número entre sujeto y verbo. Os pongo un ejemplo:

La mayoría de los vecinos consideran que en el edificio hace falta un ascensor.

No nos chirría el verbo en plural, aunque el núcleo del sujeto (mayoría) va en singular. Aquí tenemos un caso de concordancia ad sensum o concordancia por sentido. Como mayoría de vecinos hace referencia a varios vecinos, es decir, un grupo plural, hacemos concordar el número del verbo con esta idea plural del significado real de mayoría de vecinos.

Este tipo de concordancia ad sensum está admitida; de hecho, existía ya en latín. Si quisiéramos ser estrictos gramaticalmente, deberíamos concordar el verbo con el núcleo del sujeto (singular en este caso), pero podemos dejarlo concordado por sentido sin temor a ser censurados.



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