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‘Inmundo’

El otro día me preguntaron por el significado del término inmundo y si tenía algo que ver con mundo. Habían intentado montarse una teoría sobre la suciedad (os recuerdo que inmundo quiere decir ‘sucio’) y el mundo en que vivimos que, tengo que reconocer, tampoco estaba del todo mal. Pero casi prefiero contaros bien de dónde viene.

Inmundo, como he dicho, significa ‘sucio’; viene del latín y está formada por el prefijo negativo in más el sustantivo mundo (del latino mundus). A pesar del origen latino, en realidad debemos ir a Grecia para entender bien el concepto. El concepto del mundus latino se corresponde con el kosmos griego. Tanto el kosmos como el mundus son el mundo, pero siempre siguiendo un orden. Es un universo ordenado. Ese orden es armónico, bello. El mundus es lo que se corresponde con la belleza ordenada, lo puro, lo limpio, lo perfecto. ¿Qué pasa con lo que no es mundus, lo que es inmundus? Que carece de esa belleza, de ese orden, de esa perfección, de esa limpieza. Es lo sucio, lo desagradable. De ahí viene el concepto de inmundo.

Con la llegada del cristianismo, el concepto cambió un poco. Si en el mundus latino (kosmos griego) cabían cielo y tierra, más adelante solo el cielo tiene categoría de bello, ordenado y perfecto; la tierra queda relegada a lo inmundo: es un lugar desagradable porque en ella hay pecado. Aun así, aunque cambia ligeramente el concepto, no lo hace el significado, pues lo inmundo continúa siendo lo sucio y desagradable.

Bienvenido. Bien hallado

Me preguntan bastante por una expresión que, aunque creo que está cayendo en desuso (o, al menos, yo no la escucho demasiado), no siempre se emplea con corrección. Se trata de la respuesta «Bien hallado» cuando nos dan la bienvenida. ¿Con qué (o con quién, más bien) debe concordar: con quien habla o con la/s persona/s a la/s que se dirige?

La respuesta debe concordar no con la persona que está hablando, sino con el interlocutor (o interlocutores). Como solo hay cuatro casos, os pongo ejemplos y acabamos antes.

Pongamos por caso que soy yo (femenino singular) quien habla todo el tiempo (así veréis que da igual).

  • Juan (masculino singular) me da la bienvenida. Responderé: «Bien hallado».
  • María (femenino singular) me da la bienvenida. Mi respuesta será «Bien hallada».
  • Juan y Pedro (masculino plural) o Juan y María (masculino plural también) me dan la bienvenida. Contestaré: «Bien hallados».
  • María y Paula (femenino plural) me dan la bienvenida. Os imagináis que mi respuesta será «Bien halladas».

Esto no tiene mayor misterio. Es como decir «Te encuentro bien», luego si os acordáis del «te», ya sabéis cómo tenéis que hacer la concordancia.

Y ahora podéis comentar lo que queráis (salvo lo del masculino genérico, que hay uno por ahí arriba y es un tema que me resulta muy cansino y ya sabéis lo que os voy a decir, ¿vale?).

‘Freelance’

'Freelance'

‘Freelance’

Me he enterado del origen de la palabra freelance y me ha parecido tan curioso que no me resisto a escribir sobre ello.

El término freelance apareció por primera vez en una novela, en Ivanhoe de Walter Scott para ser exactos. Con él se referían a los caballeros que, como no guardaban lealtad a ningún rey o señor, luchaban como mercenarios, ofreciendo sus servicios al mejor postor. Digamos que su lanza estaba libre para irse con cualquiera (free, ‘libre’, y lance, ‘lanza’).

Siguiendo la analogía, el actual freelance (o freelancer) es un profesional que no trabaja para alguien fijo, sino que ofrece sus servicios a quien los quiera contratar.

La RAE lo escribe en dos palabras (free lance) y desaconseja su uso (por muy extendido que esté), que sustituye por las expresiones autónomo, independiente o por libre.

Bárbaros

Hoy os voy a hablar sobre el origen de una palabra que me encanta: bárbaro. ¿Sabéis de dónde viene y qué significa?

Bárbaro, voz griega, significa ‘extranjero’ y siempre ha tenido una connotación peyorativa. De hecho, su forma tiene mucho que ver con esa connotación.

Los antiguos griegos decían que todos los que no hablaran su idioma (o, en su defecto, el latín) eran unos ignorantes que hablaban bar-bar (como si nosotros ahora utilizáramos bla-bla), es decir, balbuceaban. Al no entender el idioma extranjero lo reducían a una onomatopeya para ridiculizarlo. De aquellos sonidos onomatopéyicos, llega el barbaroi, ‘los que balbucean’. Para los griegos, todos los pueblos extranjeros de alrededor, como «balbuceaban» (porque ellos no comprendían sus idiomas), eran bárbaros. Y así se ha mantenido la palabra prácticamente hasta nuestros días.

Surrealismo

No dejo de ver por todos sitios un error muy común que tiene que ver con la palabra surrealismo y el adjetivo derivado surrealista. ¿No habéis leído alguna vez *subrealismo y *subrealista? ¿Verdad que sí? Pues es incorrectísimo. Os explico por qué.

Surrealismo, en realidad, es la equivalencia que buscaron en castellano de Surréalisme, un movimiento artístico surgido en Francia en los años veinte del siglo pasado. Viene de sur, que significa ‘encima’, y realité, esto es, ‘realidad’. Lo surrealista es lo que está por encima de la realidad, lo que sobrepasa lo real. Y, si está por encima y la sobrepasa, ¿por qué se emplea a veces el prefijo sub-, que quiere decir todo lo contrario? No es lo que está por debajo de la realidad, sino lo que está por encima. Por supuesto, dado el significado real de los términos surrealismo y surrealista, es un total contrasentido emplear el sub-, de ahí que sea incorrecto. Sí es correcto, en cambio, superrealismo (con el mismo significado que surrealismo).

Lo dejo aquí, porque me siento un poco como Coco en Barrio Sésamo explicando arriba y abajo. 😉

Solo una cosa más: mañana, aunque sea festivo, empieza el reto. ¡Os espero! ¡No me falléis!

‘Salario’

Hoy, etimología de nuevo, en concreto voy a hablar del origen de la palabra salario. ¿Sabéis de dónde viene?

Sal

Sal

Salario viene de salarium, que, a su vez, viene de sal. El salario era el pago en forma de sal que se realizaba bien a los soldados que trabajaban en la Via Salaria (una calzada desde unas salinas cercanas a Ostia hasta la ciudad de Roma), bien a los esclavos en las casas.

¿Por qué se les pagaba con sal? Porque la sal era un elemento muy preciado. Por un lado, servía, como en la actualidad, para condimentar. Pero ese no era, ni mucho menos, su uso más importante, sino el de conservar la comida: tener productos en salazón permitía que los alimentos duraran más. Y había un tercer uso de la sal: se empleaba como antiséptico.

Y de estos pagos, nuestros actuales salarios, aunque ya no se nos pague con sal.

Recordad que, si queréis decir cualquier cosa, tenéis los comentarios a vuestra disposición.

Histeria

Hoy os  voy a hablar de una palabra cuyo origen me parece ciertamente curioso (de hecho, creo que más de uno se va a sorprender). ¿Sabéis qué es la histeria y de dónde viene el nombre?

histeria

Histeria

La histeria es un trastorno neurótico en el que el paciente manifiesta angustia al suponer que padece ciertos problemas físicos o psíquicos (y, en la actualidad, por extensión, también se usa el término para cualquier estado de excitación nerviosa). Aunque los profesionales ya no utilizan la palabra histeria para designar este tipo de afección, su origen resulta sumamente peculiar.

Fueron los antiguos griegos quienes identificaron los síntomas de la histeria: convulsiones, desmayos, etc. Y los identificaron, principalmente, en mujeres. De ahí que la histeria fuera para ellos una enfermedad de mujeres y que tuviera que estar localizada en algún órgano femenino. ¿Qué tal el útero? Además, por aquel entonces, se pensaba que el útero era un órgano móvil, que deambulaba por el cuerpo de la mujer; si llegaba al pecho, se producían las convulsiones y las crisis nerviosas. Y de ahí empezaron a emplear el nombre de útero también para designar la enfermedad. Porque histeria viene de hystear (ὑστέρα), que significa, literalmente, ‘útero’.

‘Mesar’

Os pongo en situación. Estoy corrigiendo una novela cuyos protagonistas son tres policías. Uno tiene barba; el otro, un tupido mostacho (sic); y el tercero lleva su escaso pelo cortado al rape. ¿Os habéis hecho una imagen mental del trío calavera? Pues seguimos. Resulta que una de las características del barbudo es que, cuando se pone a reflexionar sesudamente, se «mesa» las barbas. El del bigote tiene la manía de «mesárselo» después de comer, y el rapado «se mesa» la cabeza cuando tiene que dar explicaciones… ¿Sí? ¡Pues no!

Esto es un error muy común. Muchísima gente cree que mesar significa tocarse la barba, acariciársela, manosear algo con pelo… Pero nada más lejos. Comprobad el DRAE. Mesar, que etimológicamente significa ‘cercenar’, quiere decir ‘arrancarse cabellos o pelos de la barba con las manos’. Así que, aunque (en este caso) el traductor pensaba que los había puesto a acariciarse las barbas (como hacen en el original), en realidad creo que estaba creando unas importantes calvas en los tres protagonistas a base de tirones (la novela es bastante entretenida, por cierto).

Pues esta es la curiosidad léxica de hoy para que empleéis bien el verbo mesar. Si queréis decir cualquier cosa sobre pelos, barbas, bigotes o cualquier otro tema, tenéis los comentarios abiertos. 😉

‘Paparazzi’

Hoy vamos con una palabra que, al menos a mí, me parece muy curiosa: paparazzi. Supongo que todo el mundo adivina que es de origen italiano, pero estoy segura de que a más de uno le sorprenderá de dónde viene en realidad.

De todas formas, antes de meterme en harina, quiero hablar de esa -i final de muchas palabras de procedencia italiana. A diferencia del castellano (y de otros idiomas), el italiano no hace el plural añadiendo una -s, sino mediante vocales. Y los sustantivos masculinos (muchos acabados en -o), hacen el plural en -i: il libro, i libri (‘el libro’, ‘los libros’). Por lo tanto, esa -i que vemos a veces en español en las palabras de origen italiano nos está diciendo que esos vocablos se han introducido en nuestro idioma en plural. Después, al castellanizarlos y usarlos en plural, solemos añadir la -s (porque no tenemos conciencia de que esa -i ya lo está marcando). Un ejemplo: comemos espaguetis (spaghetti en italiano). Y, aunque en Italia hablan de paparazzo y paparazzi, aquí diríamos paparazi y paparazis (según la adaptación gráfica sugerida por la RAE en el DPD, pero, ojo, no en el DRAE, que sigue prefiriendo la grafía italiana en cursiva y sin marca de plural; yo la escribo con doble zz).

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Cartel italiano de ‘La dolce vita’

Tras la lección de italiano de hoy, vamos con la palabra de la que os quiero hablar: paparazzi. Doy por supuesto que todo el mundo sabe que un paparazzi es el reportero de prensa que hace fotos de famosos. Pero ¿sabéis por qué se llaman así? Por Paparazzo, un personaje de la película La dolce vita, de Fellini. Paparazzo se convirtió en un auténtico icono, y desde entonces se usa el nombre de este personaje para denominar a ese tipo de fotógrafos… Curioso, ¿no?

Sobre la elección del nombre, hay dos teorías (y los numerosos dialectos italianos tienen mucho que ver: elijamos uno u otro como origen de todo, la explicación será distinta). Si vamos al dialecto de los Abruzos, paparazzo significaría ‘almeja’; estos moluscos abren y cierran sus conchas con mucha rapidez y sigilo, al igual que estos reporteros toman sus fotos. Y por esta analogía, uno de los coguionistas de La dolce vita habría sugerido el nombre para el fotógrafo de la película.

Otra versión de la historia dice que llamaban paparazzo a un compañero de colegio de Fellini, y este decidió utilizarlo en la película después. Paparazzo, en el dialecto de Rimini querría decir ‘mosquito’ y era un mote habitual para los niños inquietos, nerviosos y que interrumpían constantemente… (como los mosquitos, y como los paparazzi con los famosos). Esta es la explicación que yo siempre he oído (y la que me han contado todos los profesores de italiano que he tenido, es la más aceptada parece ser).

De todas formas, no se sabe con certeza por qué el personaje se llamó Paparazzo (Fellini daba una explicación distinta cada vez). Lo que es seguro es que los fotógrafos se denominan así por el personaje de la película, que os recomiendo desde aquí… (¿quién no recuerda a Anita Ekberg bañándose en la Fontana di Trevi?).

Y, ya puestos, os cuento que tengo unas ganas locas de ir a Roma (tengo chincho desde hace meses). ¿Alguien me lleva, aunque sea un fin de semana? Ya sabéis, quien no llora no mama (y pedid y se os dará). Acepto ofertas en los comentarios, el correo electrónico o donde más rabia os dé. 😉

‘Trabajar’

Otra entrada sobre etimología, que me decís que os gustan. Hoy voy a hablar de una palabra que, os aviso desde ya, tiene connotaciones muy negativas: trabajar. ¿De dónde viene trabajar?

Trabajar viene de tripaliare, que, a su vez, proviene de tripalium (‘tres palos’). El tripalium era un instrumento de tortura consistente en tres palos, como el propio nombre indica, donde se amarraba y azotaba al esclavo que no quería someterse (lo podéis ver en la ilustración de abajo; no tengo los créditos de la imagen, lo siento).

'Tripalium'

‘Tripalium’

La relación entre este castigo y el trabajo en sí viene dada por la idea de sufrimiento. En el trabajo, por definición, se sufre. ¿Entendéis mejor ahora esa angustia mañanera cuando toca ir a trabajar? 😉

Esta idea de trabajo como castigo se repite en otros vocablos que usamos a diario sin darnos cuenta de lo que realmente estamos diciendo. Por ejemplo, no nos extrañaría oír a alguien decir que se dedica a sus negocios. ¿Qué es el negocio? La negación del ocio (neg-otium). Y el ocio, el otium, es el descanso (primero, como concepto militar: los tiempos en que se paraba la guerra; luego pasa a tener una acepción más personal, como la entendemos ahora). Es decir, el negocio es la negación de nuestro descanso, de nuestro tiempo libre… Se repite, pues, la idea de algo que no nos permite disfrutar.

A pesar del origen de la palabra, y de lo mucho que cuesta madrugar (sobre todo los lunes, ¿no?), espero que tengáis trabajos que os gusten mucho, os den muchas satisfacciones y os hagan sufrir poquito. Y si un día os sentís fatal y agobiados trabajando, ahora ya sabéis que le podéis echar la culpa al origen del nombre.



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