Epónimos

¿Os gustaría inventar algo, haceros muy famosos y que ese algo llevara vuestro nombre? Vuestro invento tendría la suerte de tener un epónimo como nombre en ese caso. Porque un epónimo es eso: un nombre de persona o lugar que da lugar al nombre de un objeto, concepto, lugar, etc. (y perdón por repetir tantas veces el sustantivo nombre).

Hay muchísimos epónimos. Por ejemplo, entre los que tienen que ver con lugares se me ocurren Colombia (por Cristóbal Colón, o Christopher Columbus), Bolivia (por Simón Bolívar), Filipinas (por Felipe II), Atenas (por la diosa Atenea) o América (por Américo Vespucio).

En el ámbito técnico-científico hay numerosos epónimos para que quede claro quién fue el descubridor, la mayoría de las veces, del concepto que designan. Algunos son curiosos, como la famosísima ley de Murphy (por Edward A. Murphy, un ingeniero estadounidense), aunque hay muchos otros, de muy diverso tipo; tenemos la máquina de Turing (por Alan Turing, matemático), el lenguaje de programación Pascal (por Blaise Pascal, filósofo francés), la pasteurización (por Louis Pasteur, biólogo francés), los corpúsculos de Pacini (por Filippo Pacini, médico italiano), el código morse (por Samuel Finley Breese Morse, inventor estadounidense) o el daltonismo (por John Dalton, químico británico).

Pero es en el habla coloquial donde encontramos más epónimos. Quizá hoy hayamos comido un sándwich (por John Montagu, IV conde de Sandwich) o llevemos una camiseta de color fucsia (nombre que viene de Leonhard Fuchs, un botánico alemán). Es posible que nuestro coche tenga un motor diésel (por Rudolf Diesel, ingeniero alemán) o que, al poner las noticias, nos hablen de un linchamiento (por Charles Lynch, juez estadounidense) o de un ataque de unos milicianos con fusiles Kaláshnikov (por Mijaíl Kaláshnikov, diseñador ruso). Quizá estemos leyendo un libro escrito por un nobel (por Alfred Nobel, inventor sueco) o nos dé por tocar un rato el saxofón (por Adolphe Sax, músico belga). Puede que nos tilden de chovinistas (por Nicolas Chauvin, soldado francés) y entonces decidamos hacer un boicot (por Charles Cunningham Boycott, administrador inglés). Quizá un amigo que visita nuestra ciudad nos pida que le hagamos de cicerone (por Marco Tulio Cicerón) y que acabemos la noche viendo a un orfeón (por Orfeo, el personaje mitológico). O que, como hace frío otra vez, saquemos de nuevo del armario los leotardos (por Jules Léotard, acróbata francés).

Podría seguir con muchos más epónimos… ¿Se os ocurre alguno que no haya citado? Serán bienvenidos en los comentarios.