Comentarios

Me siento un poco incómoda escribiendo esta entrada, pero creo que es necesario para poner las cosas en su sitio después de un problema que ha surgido con alguien que comenta en el blog.

En prácticamente todas las entradas que publico hay una invitación al final para que me dejéis vuestros comentarios. Para mí son muy importantes (probablemente más de lo que pensáis): alguien se ha tomado la molestia de entrar en mi blog, leer una entrada y dedicar un tiempo a mostrarme que esa publicación le ha gustado o que no le ha gustado o que cuenta conmigo para que le resuelva alguna duda o, sencillamente, es alguien que me quiere saludar. Es como si os invitara a una fiesta en mi casa y, además de venir y llenarme la sala de gente, algunos me trajerais un regalo. No os podéis imaginar la ilusión que me hacen los comentarios. Muchísima. Y los agradezco infinito. Por eso procuro contestarlos todos, porque me siento tremendamente agradecida de que estéis y de que participéis en esta locura mía.

Pero en la fiesta no todo va como la seda. Hace un tiempo, alguien se empeñó en torpedearla y sabotearla. Personalmente consideraba sus comentarios totalmente inapropiados. Llegué a sentirme insultada por ellos. Y todo pasó el límite cuando otras personas que habían entrado a comentar se sintieron asimismo insultadas por esta persona. Así que le hice una amable invitación a que abandonara la fiesta, a que se fuera de mi casa (porque, a pesar de lo que él decía, esto es mi casa y este espacio de internet sale de mi bolsillo; lo pago muy gustosamente, es cierto, pero que quede claro que esto es mío). Le pedí por favor que no volviera a comentar en el blog. No me hizo caso, así que borré todos los comentarios que esa persona iba dejando hasta que se cansó. Y me sentí fatal. ¿Era censura? En cierta forma sí, pero no podía dejar que los demás se sintieran mal. Creo que fue la decisión acertada.

Dos años y pico después, esta persona ha vuelto a dejar comentarios. Y, como no me parece que tiene respeto por los lectores al comentar lo que le da la gana donde le viene en gana, he vuelto a borrar comentarios suyos. Y cuando le dije que no me gustaba lo que estaba haciendo, me sentí tremendamente insultada por el tono de su réplica. Le he vuelto a pedir que no vuelva a comentar. Y, esta vez, he metido todos sus datos en la lista negra: cuando el filtro los detecte le va a impedir publicar nada.

Como me imagino que te estarás dando por aludido, me dirijo a ti directamente: no vuelvas, por favor, a intentar comentar. No vas a poder. Y si, por casualidad, los filtros fallaran, que sepas que voy a borrar personalmente todo lo que intentes publicar. Porque tú te creerás muy gracioso y serás muy tolerante, pero yo no tolero ciertas faltas de respeto hacia mí en mi propia casa. Así que te agradezco (y te pido por favor) que no vuelvas a intentar comentar. Casi estaría más tranquila si supiera que ni siquiera entras en el blog, pero eso no puedo controlarlo, como tú comprenderás.

A los demás os quiero pedir perdón por esto. Va a ser la última vez que trate este tema en público (ya sabéis, don’t feed the troll). Y, por supuesto, vosotros estáis más que invitados a comentar. De hecho, ahora ya sabéis que me hace mucha ilusión recibir vuestros comentarios. Ahí lo dejo. 😉