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Carlos Castán: ‘La mala luz’

Hoy os quiero hablar de un libro que me ha parecido deliciosamente oscuro y bello. Es La mala luz, de Carlos Castán.

‘La mala luz’

«Querida Nadia. Estimada Nadia. Nadia a secas. Tú no me conoces. Soy amigo de Jacobo. No sé cómo decirte esto. No sé si estás al tanto de que ha muerto. Lo han asesinado, en realidad».

Jacobo y el narrador son viejos amigos que se acaban de trasladar a Zaragoza, ambos huyendo de un matrimonio fracasado, incapaces de soportar el peso de sus propias vidas. Mientras se habitúan a su nueva situación, comparten cervezas, libros y veladas cada vez más largas en un desesperado intento de eludir el mundo.

Un día, Jacobo empieza a tener miedo, un miedo desmesurado y aparentemente irracional a quedarse solo en casa, que consigue controlar con la compañía de su amigo, hasta que una noche Jacobo aparece apuñalado en su propia casa. El protagonista toma entonces el relevo de su vida, quizás como última posibilidad de huir de la propia, y así conoce a una mujer, Nadia, que se convertirá en su obsesión y junto a la que emprenderá la frenética investigación del asesinato de su amigo, lo que trastocará definitivamente su propia existencia.

Atrozmente romántica, la esperada primera novela de Carlos Castán es una historia sobre el deseo y la búsqueda de intensidad y, a la vez, un vertiginoso thriller que se lee en absoluta tensión.

Os prometo que creo que esta es una de las peores sinopsis que he podido leer de un libro en mucho tiempo. La mala luz no es, en absoluto, lo que Destino dice en su contracubierta. O, si lo es, yo he leído otra novela. Porque, sí que aparecen esos elementos, pero ¿vertiginoso thriller? ¿Resolución de un asesinato? ¿Obsesión por una mujer? No compro…

Os voy a contar lo que he leído yo, lo que me he encontrado yo en las páginas de La mala luz. Para empezar, me he encontrado una novela intimista, escrita con una delicadeza y un buen saber hacer realmente excepcionales. Me he encontrado una larguísima reflexión sobre la soledad de un solo (luego os cuento la teoría de los solos) que acaba de descubrir que lo es. Y en esa reflexión hay una especie de paseo por los bajos fondos, pero el narrador camina con la cabeza bien alta: no hay barro en sus zapatos (o no lo hay en un principio), al contrario, hay en sus palabras una dignidad, quizá producto de la resignación, que sirven de contrapunto a toda esa situación sórdida que se presenta. En La mala luz me he encontrado mucha desesperanza y, al final, un atisbo de felicidad en forma de mujer, que acaba convirtiéndose en miedo y en un cruel desenlace que, personalmente, me chirría por un motivo que no os puedo contar, porque os destrozo la novela.

Pero, básicamente, La mala luz es una larguísima reflexión, preñada de brillantes metáforas, sobre la soledad. Porque el narrador, del que no conocemos ni el nombre, es lo que, según la teoría de algunas de mis amigas, nosotras denominamos un solo. No es despectivo, ni nada de eso (de hecho, yo misma soy una sola según ellas). Los solos son personas a las que la vida las pone en cierto momento en un estado de soledad (suele coincidir que llevaban muchos años en pareja) y, por su forma de ser, normalmente personas tremendamente emotivas, profundas y sensibles, se «adaptan» de alguna forma a su situación haciendo de esa soledad una especie de refugio. Ojo, los solos no son personas solitarias, más bien al contrario; suele ser gente muy sociable, se rodean continuamente de familia y amigos. Tienen los umbrales de la felicidad y la tristeza mucho más extremos que la gente «normal» (se ponen más tristes en los momentos duros, pero son mucho más felices cuando toca serlo). Pero en su fuero interno son solos. Les cuesta mucho, además, volver a emparejarse, por miedo a que les hagan daño de nuevo y porque suelen ser exigentes. Y ¿por qué os cuento yo esta teoría peregrina que tenemos sobre los solos? Porque el narrador es un solo y el desenlace del libro tiene mucho que ver con nuestra teoría. Creemos que los solos, si quieren ser felices en el amor, tienen que encontrar a otro solo, pues únicamente ellos saben traspasar las murallas que ellos mismos se crean; cuando encuentran a otro solo y se quieren, su entendimiento es mucho más profundo y su felicidad, por lo que he comentado de los umbrales, inusitada (incluso, me consta, envidiada). Pero ¿qué pasa si se emparejan con un no-solo? Que la relación está condenada o bien al fracaso, o bien a una desilusión constante. Y ¿qué pasa en La mala luz? Que el narrador es un solo, pero Nadia es lo contrario. Ahí no cabe la felicidad. Cabe un cierto atisbo de algo en un principio, cabe el sexo (que los solos suelen unir casi siempre al amor, no suelen separarlo), cabe la obsesión por ella, pero no cabe la felicidad. Al contrario, la relación con Nadia traerá infelicidad, malestar, desesperación y un desenlace que, repito, a mí hay algo en él que me chirría.

Novela de lo más recomendable. De esas que a ratitos te retuercen un poco (solamente un poco) por dentro. Tremendamente bien escrita (el otro día me criticaron que dijera que las novelas están bien o mal escritas, que era un argumento ramplón, porque si algo está publicado es por algo; permitidme que me carcajee). Y con reflexiones y frases brillantes. Tengo medio libro subrayado. Solo os voy a copiar tres citas que me han gustado especialmente. La primera, la más larga, sería la explicación bien escrita de todo mi párrafo anterior, por cierto.

Y no puedo desligar mi idea del amor de todo eso, de ese estar perdido y lo identifico con el intento, desesperado e inútil, de un miedo de hermanarse con otro miedo como si ambos pudieran ser uno y las almas permeables en lugar de aquella ciudadela fortificada cuyos muros nadie puede franquear ni en un sentido ni en el contrario. Ese es el motivo por el que el amor tiene siempre ese aire de persecución de un imposible y por naturaleza es  trágico o apenas es. Solo puedo entenderlo como una especie de desconcierto compartido, mirar dos seres en una misma dirección y no ver apenas nada ni saber adónde ir e ir convirtiéndose, tras la telaraña que filtra la mirada, el mundo en laberinto. Se requieren dos seres perdidos, dos extravíos que en la oscuridad se rocen y se alejen y vuelvan a chocar. Han de temblar de algún modo las manos que se enlazan.

Los tiempos del miedo son siempre los del amor.

Roto el corazón, todo el amor se desborda.

¿Habéis leído La mala luz? ¿Os ha gustado? ¿Conocíais a Castán por sus relatos? Como siempre, los comentarios son más que bienvenidos.

Salvados, ETA y una recomendación

Escribo esto justo después de haber visto el último programa de Salvados, una larga entrevista a un etarra arrepentido cuyo testimonio, aunque en Euskadi ya era conocido porque los periódicos llevan hablando de él ya un tiempo (y en ETB han tratado el tema con mucha más profundidad), sigue siendo sobrecogedor. A veces es necesario escuchar cosas así (sobre todo, para que no se vuelvan a repetir). En el momento en que estoy redactando esto, aún no está el enlace para poder ver el programa en la web, pero intentaré actualizar la entrada cuando esté listo y ponerlo por aquí, por si a alguien le interesa (yo, sinceramente, os lo recomiendo).

Mientras veía el programa, me ha venido el título de una novela a la cabeza. La leí hace muchos años y me gustó, pero tengo que admitir que, en aquel momento, me esperaba otra cosa. Me estoy refiriendo a El hijo del acordeonista, de Bernardo Atxaga, donde se habla, entre otros temas, de cómo y por qué una persona se metía en ETA. La novela es muy buena, os la recomiendo desde aquí (aunque yo soy mucho más de Obabakoak o de Dos hermanos, sobre todo). Pero me he acordado de este libro viendo el programa y he considerado pertinente este pequeño apunte. Así que, ya sabéis, si queréis tocar este tema literariamente hablando, acudid a Atxaga.

Por supuesto, los comentarios están a vuestra disposición, como siempre.

Recordatorio: sexto reto de los treinta libros

Aprovecho el domingo (normalmente tranquilo por el blog) para recordaros que en junio volveremos a jugar al reto de los treinta libros. Esta vez he avisado con tanta antelación que me da un poco de miedo que os olvidéis. A mí, en esta ocasión, las categorías me resultan algo complicadas, así que os recuerdo todo este lío por si queréis ir dándole vueltas en la cabeza.

Tenéis las categorías en este enlace.

Y, recordad, como en junio solo va a haber entradas sobre el reto, cualquier duda que tengáis, cualquier libro del que queréis que hable (si veis que lo he leído, claro) o cualquier cosa, hay que resolverlo en mayo, así que podéis aprovechar los comentarios para pedir… (y, quizá, se os dará).

#Bookfacefriday

Me chiva mi amiga Jana una iniciativa que hay en Instagram los viernes y que me ha parecido genial. Se llama #bookfacefriday y ella la ha descubierto a través de la cuenta de la New York Public Library (@nypl).

El asunto va de sacarse una foto de tal forma que la cara se corresponda con un libro. Como dicen que una imagen vale más que mil palabras (aunque yo no estoy del todo de acuerdo con eso), os dejo el enlace de la etiqueta para que veáis de qué va este rollo. Es chulísimo. Algunas fotos están muy curradas.

¿Os animáis a sacar un bookface? En Instagram se suele hacer los viernes (es un poco como el #tbt de los jueves, que, por cierto, prometí uno, pero todos los jueves se me olvida; de verdad que un jueves de estos no se me va la onda y lo hago). También se puede publicar cualquier día con la etiqueta #bookface. Por favor, si alguien se hace alguno, que nos deje el enlace en los comentarios… No sé si Jana y yo nos animaremos, pero si nos lo sacamos o me lo saco yo (sinceramente tengo mis dudas), prometo poner la foto por aquí también…

Bebidas

He decidido que acaba totalmente mi momento más blandito en el blog (la vida 1.0 es otro cantar) y hoy os voy a contar qué significan los nombres de tres bebidas, dos de ellas bastante habituales sobre todo los fines de semana… ¿Sabéis de dónde vienen y qué significan las palabras sake, vodka y whisky?

La palabra sake, de origen japonés, es la que empleamos para designar una bebida alcohólica que se elabora a partir de la fermentación de arroz. Sin embargo, en Japón, a lo que nosotros llamamos sake lo denominan nihonshu, porque sake es una palabra mucho menos específica que utilizan para cualquier licor o bebida alcohólica en general. Aquí, sin embargo, el término ya está especializado; pero no en su origen ni en su significado original.

El significado literal de vodka me encanta. Su origen se encuentra en el término ruso voda (‘agua’), más bien en su diminutivo (vodka). Así que es vodka es… agüita. No sé por qué no me extraña. Viva Rusia (y los rusos, que tantas alegrías me dan). 😉

Y, por último, otro término relacionado con una bebida alcohólica con un significado muy interesante. Whisky (whiskey para los irlandeses) es un término de origen celta. No os puedo poner la evolución fonética, porque no llego a tanto, pero sí os cuento que viene de uisge beath, que, literalmente, significa ‘agua de la vida’. Interesante… sobre todo porque en la época medieval, las bebidas alcohólicas se dividían en dos según su graduación: por un lado, el aqua ardens (‘aguardiente’), con menor contenido alcohólico; y por el otro, el aqua vitae (‘agua de la vida’), con más alcohol (y comparte denominación con el whisky, por tanto, y da pistas sobre su graduación alcohólica). Por cierto, me niego a usar el engendro chapucero ese que la RAE pone en su diccionario (no lo voy ni a escribir siquiera).

Así que, ¿qué va a ser? ¿Una agüita, un agua de la vida? Podéis poner lo que queráis en los comentarios. ¡Buen viernes!

Reflexiones (L)

«Si deseas ser feliz, sé».

Henry David Thoreau
(1817-1862)
Escritor estadounidense

Felices. Obscenamente felices… sobre todo hoy. Y esto va dedicado a todos los que lo entiendan. 😉

Ósculo

La palabra ósculo (sinónima de beso, por si hay algún despistado por ahí) siempre me ha parecido muy graciosa. Literalmente, atendiendo a su origen, significa ‘boquita’, porque, al juntar los labios para dar un beso, la boca se vuelve pequeñita. El término en sí está formado por el sustantivo os (de os, oris, ‘boca’) más el sufijo -culum, que es diminutivo.

osculum > ósculo

Si justo traigo esta palabra al blog en estas fechas no es por casualidad. Estos días, en que estoy especialmente moñas y sentimental, quería agradeceros a todos que estéis ahí, que visitéis el blog y que me leáis. Últimamente escribo en el blog de noche, de madrugada prácticamente, y saber que, en ese preciso instante, está entrando gente o que muchos vais a entrar al día siguiente para ver sobre qué se me ha ocurrido escribir esta vez… me hace sentir muy acompañada (y esto es muy importante para mí en este momento en que, a pesar de estar rodeada de gente genial y que me quiere mucho, por razones que no vienen al caso me siento un poco solita). Así que muchas gracias a todos y cada uno de vosotros (sobre todo a unos cuantos, ya sabéis quiénes sois; y, si pensáis que os podéis sentir aludidos de alguna manera, daos por incluidos). Y a todos y cada uno de vosotros, un beso o un ósculo de boquita pequeña. Mil gracias.

Vocativos

Me imagino que todo el mundo sabe qué es un vocativo (al menos la mayoría lo declinabais en clase de latín; ¿os acordáis?: nominativo, vocativo, acusativo, genitivo, dativo y ablativo…). Por si acaso hay algún despistado (o alguien que no haya estudiado nunca latín), os cuento que los vocativos son aquellas palabras que sirven para llamar, apelar o invocar a una persona, animal o cosa personificada cuando nos dirigimos a ellos. Os pongo ejemplos donde os marco los vocativos en negrita…

María, ponte de pie.
¡Eh, chicos, venid a echarme un cable!
¡Sí, señor!
¡Por favor, gato loco, bájate de ahí…! 

Patricia y Silvia, volved a casa inmediatamente.

Como veis, el vocativo goza de una gran libertad de colocación (en los ejemplos están al principio, en medio de la frase y también al final). Incluso se pueden combinar varios como en el último ejemplo. No es necesario que sean nombres propios, pueden ser comunes (siempre que interpelen a quienes estamos llamando). Y, no sé si os habréis percatado de que todos tienen algo en común: están separados del resto de la frase por comas (en el segundo caso, por dos comas, totalmente separado). Y eso es así porque la coma del vocativo es una de las comas obligatorias. Por lo tanto, ya no vale escribir «Hola Juan» (incorrecto); pondremos «Hola, Juan» (correcto), con coma.

Pues nada más, queridos míos (vocativo). Como todos los días, tenéis los comentarios a vuestra disposición por si queréis decir cualquier cosa.

Su rodilla (posesivo + partes del cuerpo)

Leo hace unos días este titular en la prensa: «Muniain será operado el 7 de mayo de su rodilla». Y pienso automáticamente: «Menos mal que le van a operar de su rodilla y no de la de Aduriz, Susaeta o Beñat». ¿No os chirría el titular? Está pésimamente redactado (solo se salva que han puesto la fecha correctamente, con el mes en minúscula; bonita fecha, por cierto). E incurre en un error de estilo cada vez más frecuente, un anglicismo que está implantadísimo en todo tipo de textos y que deberíamos eliminar a la voz de ya.

Se ha puesto muy de moda utilizar el posesivo para referirse a las partes del cuerpo, al igual que se hace en inglés. Pero en castellano lo «normal» es utilizar el artículo. Y, además, no hacerlo lleva a frases ambiguas como el titular sobre Muniain… Os pongo ejemplos (ojo, igual a vosotros no os parece ambiguo ni habríais reparado en ello, puede que sea porque os habéis habituado; pero quedaos con que es un calco del inglés poco elegante e innecesario: el castellano tiene sus propias formas de expresión).

Llevaba un libro en su mano × → Llevaba un libro en la mano √

Para que su nieto no pasara frío, la abuela tapó sus piernas con una manta × → Para que su nieto no pasara frío, la abuela le tapó las piernas con una manta √

Como se ve en el último ejemplo, el complemento indirecto es nuestro gran aliado para marcar la «propiedad» de la parte del cuerpo (y no hay posibilidad de ambigüedad, cosa que sí ocurre con el posesivo: aunque se da por hecho que la abuela le tapa las piernas al nieto, igual es una bruja que se tapa a sí misma y deja a la pobre criatura temblando de frío; en el ejemplo del le, esa opción no existe).

Hay miles de frases en que el posesivo sí es lícito, pero en muchas otras se emplea sin razón. Mi única intención con esta entrada es poneros sobre la pista de este anglicismo para que, siempre que sea evitable, lo evitéis. Por supuesto, quienes corrijáis estilo debéis tenerlo siempre en consideración.

Reflexiones (XLIX)

«Descubrimos que, al final, las palabras que no existen nos pueden salvar… sin hablar».

«Rey Sol»
Un día en el mundo
Vetusta Morla



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