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Lecturas vacacionales

Con las vacaciones a la vuelta de la esquina (quedan muy poquitas entradas, ya programadas por cierto, antes de que le dé unas vacaciones al blog; os avisaré), se me ha ocurrido que podría contaros qué tengo pensado leer en estos días de descanso y luego, si os apetece, podéis compartir vosotros vuestros planes lectores.

Que conste que esto no son recomendaciones, porque ni los he leído; de hecho, ni siquiera tengo certeza de que vaya a leer todos o de que no se me cruce alguna otra cosa por el camino. Pero, de momento, esta es la lista de libros que quiero manejar estos días:

  • Karl Ove Knausgård: La isla de la infancia. Con el enganche que tengo con Knausgård, es obvio que acabaré sucumbiendo de nuevo a él, a pesar de que me había prometido leer este libro más adelante, dejar reposar todo un poco y, así, no tener que esperar tanto para la cuarta entrega (que ni siquiera he mirado cuándo sale). Esta tercera se centra en la infancia de Karl Ove.
  • Milena Michiko Flašar: Le llamé Corbata. Esta novela, muy breve por cierto, la tengo empezada y me está gustando muchísimo. Tengo subrayados un montón de párrafos. Narra el encuentro de dos personas muy solas/solitarias (no sé bien aún cómo calificarlas). Os hablaré de ella segurísimo a la vuelta de las vacaciones, porque, al menos lo que llevo leído, me está pareciendo una pequeña joya.
  • Jean-Philippe Toussaint: Fuir. Quienes me seguís habitualmente (y seguisteis el último reto), sabréis que Toussaint me parece sublime. Y tenía muchas ganas de hacerme con las dos novelas de la tetralogía de Marie que me quedan por leer (y que no están traducidas al castellano). Pues ya las tengo, así que este verano leeré casi con toda seguridad Fuir (segunda parte de las cuatro). Si me da tiempo, también caerá Nue (la cuarta).
  • E. F. Benson: Reina Lucía. Me apetece muchísimo leer algo divertido. Me recomendaron la serie de novelas de Mapp y Lucía, así que voy a empezar con la primera, que es esta Reina Lucía. Si me gusta, seguiré con las otras dos (Mapp y Lucía y La señorita Mapp). Me han dicho que me voy a reír todo y más, así que tengo muchas ganas de empezar con ellas. Además, están en Impedimenta… Queda todo dicho.
  • Julian Barnes: Niveles de vida. Tengo varias novelas de Barnes (que sabéis que es otra de mis debilidades) en mi interminable lista de pendientes, pero creo que le voy a hincar el diente a esta, porque asistí a una charla donde hablaba de ella y me quedé con el runrún de que tenía que leerla.
  • David Shields y Shane Salerno: Salinger. Si me diera tiempo, me gustaría echarle un ojo a esta biografía de Salinger. Me han hablado maravillas de ella. Si no, la dejaré para más adelante.
  • Teru Miyamoto: El río de las luciérnagas. Esto son dos nouvelles. Hacía mucho que no leía nada japonés (con lo que me suele gustar) y no me pude resistir con este libro. Dicen que recuerda a Banana Yoshimoto (de la que he leído varios libros y todos me han encantado) o al Murakami de Tokio Blues (el que más me gusta). Entre Le llamé Corbata y este, creo que el pabellón de lo asiático queda alto este verano para mí.

Tengo algún libro más apuntado, pero creo que ya me he pasado. No sé si conseguiré leer tanto. De todas formas, no prometo seguir la lista a rajatabla, quizá me encuentre con algo maravilloso por ahí y deje cosas en el tintero. Quedarme corta… lo veo difícil (más que nada, porque no me voy a pasar las vacaciones solo leyendo, habrá que hacer más cosas). 😉

Y vosotros, ¿qué tenéis planeado leer estas vacaciones? ¿Queréis compartirlo? ¿Algún título que debería meter en mi lista de manera impepinable? Tenéis los comentarios a vuestra disposición.

Al ver como rugen las flores

Llevaba un tiempo con la idea de escribir sobre una no-tilde en la cabeza. Y escuchando cierta canción (que alguno, sobre todo uno, habrá identificado por el título de la entrada) encontré el ejemplo perfecto para explicar ese como al que, me juego lo que sea, muchos estaréis pensando que le falta la tilde. ¿Me equivoco? Escribo el verso entero:

Callarán todos los miedos al ver como rugen las flores.

¿Le ponemos la tilde al como o no? Ya os imaginaréis que no, que ese como no lleva tilde. Pero ¿por qué, si siempre lo hemos escrito con tilde? Porque el cómo (con tilde) es adverbio y este como es una conjunción (disfrazada, eso sí, de adverbio, porque se pronuncia tónico). No obstante, como solo lleva un disfraz, vamos a desenmascararlo con un par de trucos que nos van a servir para reconocerlo fácilmente.

1) El como conjunción aparece con verbos de percepción (ver, oír y sus sinónimos). Con otro tipo de verbos (que no sean de percepción), nos podemos olvidar de él. En nuestro ejemplo, se cumple el requisito, porque se emplea el verbo ver.

2) El como conjunción puede sustituirse por otra conjunción: que. ¿Podemos hacer aquí la conversión? Si funciona y la frase sigue teniendo sentido… debemos ir olvidándonos de la tilde. En el verso de la canción, la sustitución encaja perfectamente:

Callarán todos los miedos al ver como rugen las flores

Callarán todos los miedos al ver que rugen las flores.

Básicamente, si se cumplen estos dos requisitos, estamos ante el como conjunción (sin tilde). Para no liarlo más, creo que es mejor quedarnos con esto. Como en estos temas dos y dos no siempre son cuatro, sí que hay alguna excepción en que podríamos buscar diferencias de significado, pero no merece la pena. Identificando estas dos cosillas, sabemos que no lleva tilde y listo. (Si alguien quiere profundizar más y quiere una explicación más gramatical, que me lo diga).

Nada más por hoy. ¿Erais conscientes de este uso? Lo corrijo muchísimo al trabajar. Espero que os quede claro y lo empleéis bien a partir de ahora. Y escuchad la canción («Rugen las flores», de McEnroe), que es una verdadera preciosidad (¡gracias por recomendármela, ya-sabes-tú-quién-eres!). Tenéis los comentarios para lo que queráis…

Laurie Colwin: ‘Tantos días felices’

Si os gustan las historias amables con final feliz, Tantos días felices, de Laurie Colwin, podría ser vuestro libro del verano.

'Tantos días felices'

‘Tantos días felices’

Guido y Vincent son amigos desde niños, estudian en Cambridge (Massachusetts) y comparten sueños: Guido quiere escribir poesía y a Vincent le gustaría ganar el Premio Nobel de Física. Cuando Guido se encuentra con la extravagante Holly a la salida de un museo se enamora perdidamente de ella, pero presiente que no tendrán una relación fácil. Vincent, más abierto y alegre, conoce a Misty en el trabajo y, aunque ella es una misántropa terrible, estaría dispuesto a darlo todo por salir con ella. A través de las relaciones de estos personajes, de sus cortejos, celos, rupturas y reconciliaciones en el Nueva York de finales de los setenta, Tantos días felices retrata a cuatro personas inteligentes y bienintencionadas que no pueden dejar de creer en el amor. Una maestra en la narración de sentimientos y relaciones afectivas, Laurie Colwin es uno de los secretos mejor guardados de la literatura norteamericana. Su prematura muerte en 1002 le privó del éxito que sin duda merecía; aun así, el número de devotos de sus peculiares comedias de costumbres no ha dejado de crecer desde entonces.

Vaya por delante que a mí este libro no me ha entusiasmado. A ratos me ha aburrido soberanamente y a ratos diría que «está bien», sin más. Es la típica lectura amable y sin pretensiones, buen libro de playa, por ejemplo (solo que yo no lo leí en la playa). ¿Cuál es, para mí, el problema de Tantos días felices? Los personajes. Son todos tan raros, están llevados tan al límite, que más que personajes parecen caricaturas (sobre todo ellas). Y no me refiero únicamente a los integrantes de las dos parejas protagonistas, sino también a todos a su alrededor: la secretaria, la prima, el primo, el profesor y su alumna… Todos personajes con formas de ser y actuar excesivamente extremas (más aún con el tema que se está tocando).

Eso sí, a quienes les gusten las historias de amor felices (y sin complicaciones, porque la máxima complicación es que ellas son raras las dos, pero forma parte de su «encanto») este libro les puede gustar mucho, porque tampoco son historias de amor al uso, sorprenden un poco. Pero ya. Desde luego, poso no deja la novela.

No sé si alguien habrá leído Tantos días felices y compartirá mi opinión. Tanto si os ha gustado como si no, o si os llama la atención, podéis dejar un comentario si queréis y hablamos sobre ello.

Karl Ove Knausgard: ‘La muerte del padre’

Aunque leo de forma muy caótica y desordenada, intercalando varios libros a la vez y demás, sí que tengo una regla que intento cumplir porque creo que es buena para mi salud mental: no leer dos libros seguidos del mismo autor. Sé que parece una tontería, pero para mí no lo es. A veces tan solo meto un par de capítulos de otro escritor entre libro y libro, pero eso ya me sirve para «salir» del mundo del autor en cuestión. Bueno pues, con Karl Ove Knausgård, me he saltado mi propia regla. Según acabé La muerte del padre, cogí Un hombre enamorado. No pude evitarlo, me tiene totalmente enganchada.

'La muerte del padre'

‘La muerte del padre’

Karl Ove Knausgård está luchando con su tercera novela casi diez años después de que su padre se emborrachara hasta morir. Quiere que sea una obra maestra, pero le atormentan las dudas sobre su talento como escritor y se pasa los días imaginando epitafios nada halagadores para sí mismo. La mente de Karl Ove deambula entre sus frustraciones actuales y su relación con su familia y el pasado —su infancia, las inseguridades de la adolescencia, el descubrimiento del sexo, del alcohol, esa «bebida mágica», su pasión por el rock— cuando su padre tenía la misma edad que él ahora. Era un niño serio y a menudo angustiado, con un hermano más feliz y menos complicado que él, una madre apacible y cariñosa pero casi invisible, y un padre distante e imprevisible. Un padre cuya muerte prematura suscitó en él emociones contradictorias, alivio, y también un profundo dolor, sentimientos que el protagonista aún no ha conseguido aceptar.

La muerte del padre es la primera novela de las seis que conforman Mi lucha y que pueden ser leídas de forma independiente o como partes de un proyecto muy ambicioso. Karl Ove Knausgård se embarca en una exploración proustiana de su pasado y desmenuza la historia de su propia vida hasta obtener las «partículas elementales». El resultado es una historia universal de los combates —grandes y pequeños— que todos debemos librar en nuestras vidas, una novela tan profunda como absorbente que nos atrapa desde la primera página, escrita como si la propia vida de su autor estuviera en juego.

Llevo una semana larga totalmente metida en la vida de Karl Ove Knausgård. Y me está gustando todo tanto que no quiero salir de Noruega y de Suecia en unos días más. Aunque ahora os contaré un poquito sobre La muerte del padre, primera novela del faraónico proyecto autobiográfico en el que se metió Knausgård, que vaya por delante que Un hombre enamorado me está gustando mucho más (quizá me es más cercano). Perdonad el juego de palabras tonto, pero el hombre enamorado me está enamorando a mí.

Aun así, me voy a centrar en La muerte del padre (ya habrá tiempo de hablar del resto de novelas más adelante). Lo primero que quiero decir es que no es una novela tan dura como podría parecer por el título e, incluso, quizá, por el texto de la contracubierta de Anagrama, aunque es obvio que hay un acontecimiento duro y todo el trasfondo es complejo.

La muerte del padre se centra en aquellos recuerdos de Karl Ove (lo llamaré así como personaje) que reflejan cómo era la relación con su padre. Desde recuerdos de la infancia, en que nos muestra a un niño temeroso de las reacciones de su progenitor, hasta la adolescencia, etapa en que Karl Ove vivió una temporada solo con su padre. Y es la adolescencia de Karl Ove lo que ocupa más páginas en la novela: sus primeras salidas, sus primeras borracheras, el primer enamoramiento, las primeras experiencias sexuales, el descubrimiento de la música y su empeño por tocar la guitarra… Una adolescencia muy «normal» en la que la ausencia de los padres es demasiado habitual. Y esa ausencia, quizá, explica el momento más duro de la novela.

El padre de Karl Ove muere alcoholizado y los sentimientos que esta muerte traen consigo son la parte que más vueltas nos hace darle a la cabeza. De la muerte en sí sabemos lo que Karl Ove y su hermano van descubriendo en los días posteriores, mientras preparan el funeral. Y son conscientes entonces de todo lo que había alrededor de la vida de su padre (ojo a la abuela).

La vida es sencilla para el corazón: late mientras puede. Luego se para.

Me repito: no es un libro tan duro como pudiera parecer en un principio, aunque el trasfondo sí lo sea. Está todo contado con una cierta ligereza (prosa sobria, sencilla y elegante) y de forma algo desordenada: no dejan de ser recuerdos que se van, en ocasiones, solapando unos a otros.

Creo que es una lectura absolutamente recomendable. No sé por qué no estáis todos hablando de Knausgård todo el tiempo conmigo… Y la segunda novela me está gustando aún más. Un gran descubrimiento, Knausgård, para este verano (¡qué rabia no haber hecho caso durante todo este año, que me lo han recomendado mil veces!).

¿Alguien ha leído a Knausgård o le llama la atención? ¿Alguien esperando la cuarta entrega como agua de mayo? Podéis hablar de lo que queráis en los comentarios. Me pega que la semana que viene os contaré algo sobre Un hombre enamorado. 😉

Deborah Levy: ‘Nadando a casa’

Una vez que hemos acabado el juego que os planteé para el mes de junio, creo que es hora de volver a la «normalidad». Y qué mejor forma que haciendo un pequeño comentario sobre una de mis últimas lecturas: Nadando a casa, de Deborah Levy.

'Nadando a casa'

‘Nadando a casa’

Nada más llegar con su familia a una casa en las colinas con vistas a Niza, Joe descubre el cuerpo de una chica en la piscina. Pero Kitty Finch está viva, sale del agua desnuda con las uñas pintadas de verde y se presenta como botánica… ¿Qué hace ahí? ¿Qué quiere de ellos? Y ¿por qué la esposa de Joe le permite quedarse?

Nadando a casa es un libro subversivo y trepidante, una mirada implacable sobre el insidioso efecto de la depresión en personas aparentemente estables y distinguidas. Con una estructura muy ajustada, la historia se desarrolla en una casa de veraneo a lo largo de una semana en la que un grupo de atractivos e imperfectos turistas en la Riviera son llevados al límite. Con un humor mordaz, la novela capta la atención del lector de inmediato, sobrellevando su lado tenebroso con ligereza.

Un matrimonio llega a una casa de las afueras de Niza para veranear junto con su hija y una pareja de amigos. Aparentemente felices y con ganas de unas vacaciones sin preocupaciones, la realidad se va a imponer desde el momento mismo de su llegada. La aparición en escena de una joven hará que sus vidas se tambaleen. ¿O es que llevaban tambaleándose ya un tiempo y lo único que hacen es explotar? Cada uno con un secreto en su interior, todos componen un puzle humano de lo más peculiar, que gira siempre en torno al personaje más especial de la novela, Kitty Finch, esa chica que logrará colocarlos a todos al borde de sus propios abismos.

¿Por qué Kitty Finch es capaz de detonar las pequeñas bombas que guarda el resto de los personajes en su interior en la semana escasa que pasa con ellos? Por sus propios demonios. Ella es la única capaz de ver, por ejemplo, la ruina de un matrimonio aparentemente feliz o reconoce (por haberla sufrido) la depresión en otro personaje. El tratamiento de la enfermedad mental, por cierto, es exquisito en la novela, apoyado sobre todo en el simbolismo del agua (la lluvia, la piscina de agua estancada donde Kitty está a punto de ahogarse al principio, el mar y sus olas donde van a pescar…). 

Novela muy fragmentada (se divide en días y estos, a su vez, en pequeñas secciones según las andanzas de cada personaje) que, con una prosa despojada de todo artificio inútil, compone, con su sentido del humor y su ternura, un retrato ligero y luminoso de un tema oscuro y triste (lo cual no deja de ser un logro de lo más encomiable).

Reconozco que no conocía a Deborah Levy, pero ha pasado a formar parte de la nómina de autores interesantes a los que hay que seguir la pista. ¿Vosotros la conocéis? ¿Alguien ha leído Nadando a casa y nos quiere dar su opinión? ¿Os llama la atención? Tenéis los comentarios a vuestra disposición.

Los correctores

Ayer parecía el Día del Corrector sin serlo. Entré en Twitter por la tarde y me encontré un par de elogios al oficio del corrector que quiero compartir.

En primer lugar, este tuit de la revista Jotdown:

Y, después, un artículo aparecido en El Trujamán, la revista de traducción del Centro Virtual Cervantes:

Elogio del corrector (1)

Se refiere, sobre todo, a revisiones de traducciones (la corrección abarca otras vertientes), pero es muy satisfactorio leer algo así, porque, básicamente, es a lo que yo me estoy dedicando en la actualidad.

¡Buen fin de semana!

Gracias

Hoy, una vez finalizado el mes de junio, me siento obligada a daros las gracias por el seguimiento que habéis hecho del reto. Las visitas, como siempre que organizo una locura de estas, se han multiplicado y, aunque este año hemos comentado poquitos, os puedo asegurar que muchísima gente ha seguido todo en la sombra. Ha sido el reto que más curiosidad ha suscitado con diferencia, y me quedo sin palabras, la verdad, al comprobar el número de visitas diario. Habéis superado mis previsiones más optimistas. De verdad, ¡gracias!

Y, por supuesto, si tengo que darle las gracias a alguien es, por supuesto, a todos los que habéis participado. A quienes lo habéis completado, a quienes habéis comentado días sueltos y a quienes empezasteis pero lo tuvisteis que dejar por circunstancias… ¡gracias! Sin vosotros, por mucho que yo escribiera todos los días, esto no tendría sentido.

Ya me habéis comentado varios a ver cuándo voy a organizar otro reto. Voy a ser sincera: me había planteado este como el último. No sé qué pasará. Si tenéis muchas ganas, si me ayudáis pensando categorías (podéis hacer como hizo alguien el año pasado, que aprovechó la entrada que escribí justo después para dejar más de veinte) y, fundamental, si me hacéis mucho la pelota… me lo pienso. Si consigo sacar tiempo para escribir las entradas y demás, pues quién sabe. No prometo nada, pero desde luego estoy mucho más abierta a plantear un séptimo reto que hace un mes. De todas formas, haya o no reto, seguirá habiendo juegos y lugares donde encontrarnos si queréis y me lo pedís (ya sabéis que vuestras propuestas son siempre bienvenidas).

Nada más. Ha sido un verdadero placer compartir todo esto con vosotros. Por supuesto, los comentarios siguen abiertos: si se os ocurre algún título que encaje en alguna categoría, podéis escribir con total libertad.

Y no me voy de vacaciones aún. El blog seguirá todavía unos días, así que, si queréis seguir acompañándome, estaré por aquí (espero, además, no estar tan ocupada como los últimos días e intentaré escribir a menudo).

Lo dicho, mil gracias y un beso enorme a todos. Seguimos leyéndonos.

Tu último libro-joya (30 libros)

Esto se acaba. No sé si lo escribo con pena o aliviada. Tengo que confesar que es el mes que antes se me ha pasado de todos los que ha habido reto y, salvo los últimos cuatro días, cuyas entradas no tenía preparadas y las he tenido que escribir a todo correr (y, justo, cuando estoy más liada de trabajo, ley de Murphy), lo he llevado muy bien (no suele ocurrir, suelo acabar muy cansada de estas cosas). Aun así, ya veremos si habrá otro reto, no sé yo…

Vamos con la categoría de hoy: tu último libro-joya. La verdad, hoy lo tenía muy claro a pesar de que no he leído aún el libro (sí, me atrevo a hablar de él incluso sin haberlo leído). Pero es que es tan bonito… Es La vida de las paredes, de Sara Morante.

'La vida de las paredes'

‘La vida de las paredes’

La vida de las paredes es la historia de un caserón de principios de siglo XX y de sus habitantes, una peculiar comunidad de vecinos que comparten sus vidas en torno a una escalera.

Sara Morante dibuja retratos de tinte surrealista enmarcados en un realismo casi costumbrista a través de un diálogo muy potente entre texto e imagen. Escenas muy visuales, un tanto oníricas, que se engarzan para crear una historia común: fotografías o cuadros que hablan durante la noche y se deslizan de un marco a otro, gárgolas perversas que cobran vida, una joven famélica desplumando a un jilguero para comerse hasta los huesos, una mujer que envuelve a su feto entre el hule sucio y paños de cocina…

Las paredes tienen vida y Sara Morante sabe poner palabras y color a un mundo insólito en este libro que incluye más de treinta ilustraciones. La vida de las paredes muestra el talento de la gran ilustradora en su máxima expresión.

La vida de las paredes es un libro cuidadísimo. Solo hay que apreciar la calidad del papel, la maquetación, el libro en sí. Y, aparte de que ya como objeto es una maravilla, lo que encierra es aún mejor. Los personalísimos dibujos de Sara Morante son fácilmente reconocibles, su calidad es innegable, pero es que aquí, además, Sara se atreve a escribir. Y parece que se ha sacado de la manga toda una serie de personajes a cada cual mejor. Y el texto y las ilustraciones (tan delicadas, tan ricas en detalles) parecen combinar a la perfección (por lo poquito que he leído y lo que dicen todas las reseñas que he leído de esta obra, todas muy elogiosas). Era de cajón que fuera mi elección de hoy. Y, además, me hace mucha ilusión poder traer el libro de Sara (que es una auténtica crac) al blog. A ver si lo leo prontito (si el trabajo me lo permite) y puedo hablaros de él con mucho más conocimiento de causa.

Y, por fin, por última vez en este reto, tenéis los comentarios para hablarnos de vuestros últimos libros-joya.

Un libro con tu villano favorito (30 libros)

Hoy voy a hacer trampas. Me perdonáis, ¿verdad? No voy a hablar de ningún libro, sino de una villana de cómic (que aparece en muchos títulos, así que hablaré de ella sin más). ¿Por qué no elijo un libro? Pues porque no soy muy de libros de buenos y malos, héroes y villanos; más bien me gustan los antihéroes, me parecen más reales, más identificables, más valiosos en todos los sentidos. Así que… me voy al mundo del cómic donde sí hay buenos y malos. Y una villana que me encanta. Hoy elijo a Selina Kyle, mucho más conocida como Catwoman.

Catwoman

Catwoman

Contaros la biografía de Selina Kylie, Catwoman, es complicado, porque en cada etapa de los cómics de Batman va cambiando. A grandes rasgos os diré que, en principio, es de los malos, pero no mucho. Es una villana con ciertos principios éticos (nunca mata, por ejemplo). En realidad, su único delito es el robo, y de poca monta. Según parece, empieza a robar para sobrevivir después de una infancia complicada. Hay épocas en que no es mala, sino buena, y «ayuda» a Batman (la verdad: se lo liga; solo por ligarse a Batman, ¡a Batman, nada más y nada menos!, la tenemos que amar). Y hay alguna historia un poco más chusca por ahí, pero al final se queda en un personaje ambiguo, con defensores y detractores por igual. Dejémoslo en que es una villana buena… ¡Soy muy fan!

Y, además, yo tengo una relación bastante especial con Catwoman. Un par de amigos míos, a partir de una broma, me empezaron a llamar Catwoman (tiene que ver con ser la orgullosa dueña de dos fieras felinas). La anécdota va mucho más allá, pero tampoco es cuestión de contar mi vida; eso sí, al menos esto os explica por qué, a temporadas, pongo a Catwoman de foto de perfil en las redes sociales. Y, claro, era casi obligado que hoy, al leer la categoría, eligiera a mi villana favorita por excelencia, aunque no aparezca como tal en ningún libro.

Os toca. ¿Vuestros villanos favoritos? ¡A los comentarios!

El libro con tu personaje secundario favorito (30 libros)

Para hoy tengo un personaje genial donde los haya. El personaje secundario que elijo se llama Miss Lunatic y aparece en Caperucita en Manhattan, de Carmen Martín Gaite.

'Caperucita en Manhattan'

‘Caperucita en Manhattan’

Caperucita es un clásico de la literatura sobre la iniciación a la vida adulta, sobre los peligros a los que tenemos que hacer frente y la exigencia de hacerlo en libertad y soledad.

Carmen Martín Gaite nos recrea magistralmente esta historia y la adapta a la sociedad en la que vivimos, con una Caperucita que es una niña de hoy y que se mueve en un bosque muy diferente (Manhattan), aunque también se encontrará con los personajes del famoso cuento, aquí completamente diferentes: miss Lunatic, Mr Wolf, etc. Al leer Caperucita en Manhattan, uno de los grandes éxitos de la literatura juvenil de los últimos años, se nos proporciona la ocasión de reflexionar sobre nuestro propio mundo, sobre la manera en que nosotros intentamos cada día ser diferentes y sobre cómo ser nosotros mismos en la sociedad en que nos ha tocado vivir.

Miss Lunatic es uno de los personajes con los que se encuentra Sara Allen (la Caperucita de Gaite) en su aventura por el parque en Manhattan. Y es el buen rollo personificado. Miss Lunatic es sabia, hace el bien, es libre, exprime la vida al máximo, se queda con la parte buena de las cosas, es fiel a sí misma y a sus ideales y, además, es feliz. ¿A quién no le gustaría ser Miss Lunatic o, al menos, encontrarse a una Miss Lunatic en la vida? A mí me encantaría…

Miss Lunatic resume su filosofía de vida en un párrafo que, aunque copié en su día en el blog, no me resisto a escribir de nuevo:

Pero ¿a qué llaman vivir? Para mí vivir es no tener prisa, contemplar las cosas, prestar oído a las cuitas ajenas, sentir curiosidad y compasión, no decir mentiras, compartir con los vivos un vaso de vino o un trozo de pan, acordarse con orgullo de la lección de los muertos, no permitir que nos humillen o nos engañen, no contestar que sí ni que no sin haber contado antes hasta cien como hacía el Pato Donald… Vivir es saber estar solo para aprender a estar en compañía, y vivir es explicarse y llorar… y vivir es reírse…

Acabo con esta reflexión (no lo olvidéis: vivir es reírse). Solo diré una cosita que entenderán quienes hayan leído la novela: ¡miranfú! Y ahora, os toca. ¿Vuestros personajes secundarios? Os espero en los comentarios.



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