Todavía no he tocado en el blog un asunto que me interesa bastante últimamente: el de los libros y lectores electrónicos, conocidos comúnmente como ebooks y readers.
Es más que probable que, si viviera en un país de habla inglesa, ya hubiese comprado un lector electrónico hace tiempo, a pesar de sus precios. Las ventajas, para mí, son incontables: apenas ocupan, apenas pesan, la tinta electrónica se ve prácticamente igual que el papel y los ojos se cansan como si estuviéramos leyendo en el soporte tradicional, la batería dura muchísimo, se puede almacenar una gran cantidad de libros en un mínimo espacio (y esto es práctico no solo en casa, sino también, imaginaos, al viajar, que ya no hay que cargar con un montón de pesados librotes) y son ecológicos (¡no a la tala!).
Por supuesto que seguiría comprando libros en papel, me costaría renunciar a ellos (hay libros que merecen la pena en su formato en papel y en la pantalla, no nos engañemos, no serían lo mismo). Pero hay libros que tenemos que no valen tanto la pena, que no los vamos a releer y que solo ocupan espacio y cogen polvo en la estantería… Para esos casos, los electrónicos me parecen la solución perfecta. Sinceramente, creo que ebooks y libros podrían convivir felizmente en mi casa.
Todavía hay varios inconvenientes que, supongo, el tiempo irá solventando. Los catálogos de libros electrónicos son escasos y no siempre de la calidad deseada. A las editoriales (hablo de las españolas) les está costando bastante ponerse las pilas en este aspecto. ¡El futuro ya está aquí, no queda más remedio que aceptar los cambios y adaptarse a la nueva situación! Y, aunque contáramos con un fondo editorial extensísimo, los precios de los readers son muy caros. Supongo que bajarán, pero a mí me sigue pareciendo abusivo pagar más de 200 euros por un aparato que solamente sirve para… leer y almacenar textos. No sé si las alternativas tipo iPad de Apple se acabarán comiendo la tostada (aunque, claro, el iPad no es un reader: la batería no dura tanto y no utiliza la tecnología de tinta electrónica; pero claro, nos sirve un poco para todo). El tiempo lo dirá.
Y veo otra desventaja: los precios de los ebooks. Quienes conocemos el proceso de edición y publicación de un libro sabemos que los costes son elevados y que la partida de distribución y almacenamiento no es, precisamente, la más alta; y son precisamente esas dos las que nos ahorramos. Realmente, la diferencia de precio, objetivamente, no debería ser mucha. No obstante, sí que tenemos la sensación de que algo sin soporte físico debería ser más económico (aunque sea una cuestión puramente cultural); así que, tirando piedras sobre mi propio tejado, creo que las editoriales deberían hacer un esfuerzo y ofrecer los precios competitivos que piden sus clientes/lectores. Ahora bien, si se empeñan en que los libros electrónicos tengan el mismo precio que los libros en papel, esta guerra la tienen perdida (y luego se quejarán de piratería). Pero no se puede ir a contracorriente: habría que llegar a un consenso.
Y si el asunto es ya peliagudo de por sí (en cuanto se nos toca el bolsillo, nos ponemos nerviosos), ahora llega el Gobierno y nos complica más aún el panorama (a pesar de ciertas promesas que van a quedar incumplidas de equiparar el IVA de los libros electrónicos al de sus hermanos en un soporte físico). Resulta que los libros electrónicos soportarán el IVA de lujo (16%, 18% a partir de julio). ¿Cómo es posible si los libros cargan el 4%? Pues porque el hecho de que te descargues desde una librería virtual un libro (sí, señores, he dicho bien, es un libro) se considera una transacción electrónica, con un 16% de IVA. Sin embargo, si nos dan el mismo texto, con el mismo tipo de archivo, misma maquetación, etc. (vamos, el mismo libro) en un CD o un pendrive, lleva un 4% (como el de papel), porque no hay una transferencia electrónica de datos. O el Gobierno arregla este follón (montado por la Comisión Europea, según parece) o a ver quién va a ser el guapo que va a apoquinar el IVA de lujo en algo que podemos conseguirlo con el reducido.
Aun así, yo estoy deseando que los readers sean algo habitual y que se generalice el llevar nuestros libros electrónicos en un aparatito de apenas 300 g. Además, sería bueno para el planeta, cosa que quería mencionar hoy, día de la Tierra. Los árboles son vida y a veces me siento un tanto culpable por trabajar en una industria que necesita, para sus fines, matarlos. Ahora esto ya no es tan necesario. Los tiempos cambian, nuestros hábitos también: adoptemos uno que, además, nos ayuda a vivir en un sitio un poco mejor… y más verde; usemos libros electrónicos, son ecológicos.