Leer por obligación
Aunque este tema de leer por obligación ha salido alguna vez a relucir por el blog (sobre todo, en comentarios o cuando yo he contado que he leído algún libro que no me gustaba para alguna asignatura en la carrera), nunca le he dedicado una entrada. Y el tema tiene su miga, porque a todos, en el colegio, nos han hecho leer por obligación. Y no siempre libros que nos gustaran o que pudieran encajar en nuestro mundo. Y, sinceramente, estoy empezando a pensar que es peor el remedio que la enfermedad…
La otra tarde llamé por teléfono a una de mis mejores amigas, profesora de Lengua y Literatura en ESO para más señas, y me dijo que había estado preparando un «control de lectura». Solo la expresión me chirría… Control de lectura. Para mí, prácticamente es un oxímoron. Y me comentó lo mucho que les cuesta a algunos alumnos leer las lecturas propuestas, porque son muy ajenas a sus intereses…
¿Por qué se les obliga a los chavales a leer? Yo soy una firme defensora de que se debe leer por placer, siempre. Lo que se quiera. Lo que más rabia dé en ese momento. Leer por ocio, por curiosidad, porque apetece… y no porque nos han mandado tal o cual libro. ¿Qué sentido tiene leer ciertos clásicos medievales, por poner un ejemplo que nos puede resultar familiar a todos, en la adolescencia? Muchos estaréis pensando que, si no, no leeríamos jamás a los clásicos. No estoy de acuerdo: se acercarían a ellos quienes sintieran interés, que es como se debe llegar a estas cosas. Leer por obligación me parece un error. Pero confieso que tampoco tengo otra solución (se me antoja complicado dar clases de Literatura sin lecturas; aunque, claro, tampoco entiendo que el estudio de la Literatura se limite, prácticamente, a la historia de la Literatura y no a otras ramas, quizá mucho más interesantes y útiles para todo el mundo).
Siempre que hablo de este tema recuerdo los derechos del lector de Daniel Pennac (os enlazo a uno de los primeros artículos de este blog donde ya hablaba de ellos, porque no puedo estar más de acuerdo con él). El primero es el derecho a no leer. Acabáramos. Si nos «obligan» a leer, están mermando nuestros derechos como lectores, yo lo veo clarísimo. Y si a la obligación de leer le añadimos que los títulos propuestos no siempre son los más acertados, lo único que estamos consiguiendo es crear no-lectores. Muy triste.
No siempre la culpa es de los profesores de Literatura, que conste. Por ejemplo, mi amiga está haciendo un gran esfuerzo por recomendar lecturas que puedan ser del interés de sus alumnos. De hecho, os pido vuestra colaboración desde aquí para le propongáis libros (yo ando muy pez en LIJ ahora mismo). Eso sí, a la dificultad de recomendar títulos para chicos de unos 14 años (por cierto, aviso a navegantes, lo del título que recomendarías a un adolescente será una de las categorías del próximo reto), se le une el hecho, en este caso, de que trabaja en un colegio con un ideario religioso muy estricto, que dificulta aún más la elección pues no puede recomendar nada que se aparte de ciertas ideas ultracatólicas. Si sabéis de algún libro que pudiera encajar y que les vaya a gustar a los alumnos… ¡os lo agradeceríamos!
Sé que este tema da para mucho y que podríamos tener animadas discusiones al respecto. Pero prefiero dejarlo aquí por el momento. Eso sí, si queréis mostrar vuestra opinión (sea cual sea), tenéis los comentarios a vuestra disposición…
Hola, Mónica:
No sé si te servirá como referencia, pero en 1o de la ESO, en Begoñazpi han tenido que leer «La tuneladora», de Fernando Lalana.
Y con bastante éxito, por cierto…
Un beso enorme,
Vero