Uno ruso que sí haya leído (30 libros)
Pensando en un libro para hoy me he dado cuenta de que tengo la literatura rusa bastante (por no decir totalmente) abandonada. No he leído ninguno de sus grandes títulos (ni de los menores casi tampoco). Ni Guerra y paz, ni Ana Karenina, ni Crimen y castigo, ni Los hermanos Karamazov… ¡Qué desastre! Hace poco me recomendaron El maestro y Margarita, pero tampoco lo he leído todavía. Y de literatura rusa actual no sé nada, soy una completa ignorante (espero que esta entrada sirva para que alguien nos dé alguna pista al respecto). Así que, tiremos de memorias del trabajo: hace no mucho corregí la novela El jugador de Dostoievski para una nueva colección de clásicos de la Literatura. Habrá que hablar de él…
El jugador es una pieza básica en el edificio de la obra de Dostoievski, pues contiene absolutamente todas las características de sus novelas más famosas, esto es, morbosidad, dramatismo, tensión casi intolerable, agresividad y revelación punzante y sutil de estados anímicos vividos y superados por el genial escritor. Dos pasiones principales campean en este libro: la del juego, que envenenó al propio autor hasta pocos años antes de morir, y la de un amor hecho de humillaciones, equívocos, odios y abnegación quijotesca. Obra de plena madurez por la reciedumbre de la trama y el trazado de sus personajes atormentados y complejos. El jugador absorbe al lector desde sus primeras líneas.
La novela me sorprendió muy gratamente. Es muy cortita, se lee en un tris, pero, como dice la sinopsis, es una obra madura, seria e, incluso, reflexiva. Quizá, al no haberla leído por «placer», mi lectura fue un tanto diferente (estaba más pendiente de que las llamadas al pie se marcaran de manera uniforme o que las traducciones del francés fueran correctas), pero, aun así, debo reconocer que la disfruté y que ha sido uno de los trabajos más gratificantes de este año 2011. Una buena opción si queréis meteros en el mundo de los casinos del siglo XIX y vivir una relación «amorosa» bastante tormentosa y apasionada.
Yo también tengo pendientes las grandes obras de los novelistas decimonónicos. Así que, en esta ocasión, recurriré a un cuentista y dramaturgo, Chéjov, y su obra teatral El jardín de los cerezos.
Buf… llevo algunas entradas atrasadas, pero hay algunas para las que me resulta difícil encontrar lecturas que haya realizado. O no las he tenido, o no me acuerdo, o no caigo que cierta obra pueda caer dentro de esa categoría.