Donde manda capitán…

Hay un aspecto de mi trabajo que me desagrada especialmente. Cuando estoy trabajando para varias personas/editoriales/agencias a la vez, me ocurre en ocasiones que cada una tiene sus propias normas y me cuesta mucho concentrarme y centrarme para escribir todo como ellas quieren. El asunto se vuelve muy incómodo cuando, además, se contravienen normas que yo tengo muy interiorizadas, como, por poner un ejemplo tonto, colocarles tilde a estas alturas de la película a los pronombres demostrativos (tilde desaconsejada por la RAE desde hace muchísimos años). ¿No sería más fácil si todo el mundo siguiera la mismas normas? Sin duda…

Y yo me pregunto, algo ingenuamente, lo siguiente: ¿por qué cada editorial tiene sus normas, sus instrucciones, su «libro de estilo»? Desde luego, cuando aceptas trabajar para una editorial o publicación, aceptas sus normas (normalmente, son cosas pequeñas, sin la menor importancia, que conste; lo malo es que hay que acordarse de todo y ponerlo en práctica). Y donde manda capitán, no manda marinero… Hay que adaptarse, nos gusten o no las soluciones a las que hayan llegado. Eso no quita que podamos hablar con los editores y lleguemos a nuevos pactos; pero, generalmente, hay que aprenderse las «nuevas» directrices y seguirlas.

El problema viene cuando apareces en los créditos como corrector de los textos y no estás de acuerdo con lo que pone ahí, porque no es tu criterio el que prevalece sino el de la editorial. ¿Qué haríais: aceptaríais aparecer o pediríais que retiraran vuestros nombres de esa página? Porque a mí me ha pasado ver libros «mal» corregidos y, al ver el nombre del corrector, pensar: «¡Te has lucido!». Pero, pensándolo un poco más, igual no es culpa suya, igual ha hecho lo que le han mandado. Seguro que si todo estuviera perfecto, nadie repararía en su nombre; pero cuando es para criticar… ¡y encima es probable que haya muchos aspectos en los que él ni pinchaba ni cortaba!

Dejo aquí mi reflexión. Seguiré aprendiendo las normas de cada editorial. Me volveré loca de remate. Pasaré de corregir por la mañana un texto con tildes en los demostrativos y concordancia ad sensum prohibida, a corregir otro por la tarde sin tildes y con preferencia por la concordancia ad sensum. Como corregir ya es fácil de por sí, para hacerlo aún más sencillo…