Desastre (y deseo)
Toc, toc. ¿Se puede? Hola a todos. Y perdón por la tardanza. Me da hasta respeto ponerme a escribir esta entrada: he perdido la costumbre y no sé bien cómo explicar lo que ha pasado todo este tiempo. Como os podéis imaginar, este parón de casi seis meses no estaba planeado. Ni remotamente. En realidad, mi ausencia se explica con tres palabras: cansancio (no del blog, sino de todo en general: mi año ha sido/está siendo más complicado de lo que esperaba, y eso que el 1 de enero sabía ya que iba a ser muy difícil, pero hoy no nos vamos a meter en cosas personales que seguro que os importan poco y sobre las que tampoco tengo muchas ganas de hablar), saturación (de trabajo, sobre todo) y espera (llevo meses esperando algo, que ocurrirá en breve [creo]; entonces entenderéis un poco más por qué no escribía en el blog: no, no es nada de mi vida personal, no esperéis ninguna noticia maravillosa, porque no tiene nada que ver).
Vamos, que se me ha juntado todo y… ¡el desastre! Bonita palabra, por cierto, a pesar de su significado. ¿Empezamos esta vuelta con un poco de etimología? Pues vamos con desastre.
Desastre, de origen latino aunque nos llega por otras vías. En ese origen latino reconocemos el prefijo dis- (que se convierte en de, y significa ‘separación’) y el sustantivo astrum (‘astro’, ‘estrella’). Un desastre sería la desaparición (por disgregación o separación en múltiples fragmentos) de una estrella. Y, por ende, al aplicarlo a una cosa o persona, sería ‘lo que no tiene estrella’ o ‘quien no tiene estrella’.
Y una curiosidad más. En latín era un término culto y poético. ¿Por qué lo sabemos? Precisamente porque se parte del sustantivo astrum, que no era la voz más habitual para referirse a las estrellas, sino una tomada del griego, de αστρον (astron), que se empleaba solo en textos literarios. Entonces, ¿qué términos se empleaban para los astros y las estrellas? Pues sidus (que nos dará vocablos como sideral) y stella.
¿Me permitís que tome ese sidus y juguemos con él un poco? Va a ser mi forma de convertir esta entrada en una declaración de intenciones (y vosotros os lleváis un 2 × 1 de curiosidades etimológicas). Pues, como iba diciendo, volvamos al sidus o, mejor dicho, vayamos a su plural, sidera (‘astros’, ‘estrellas’).
De la combinación del prefijo de- (esta vez para indicar lejanía) más el sustantivo sidera, tenemos toda la familia de desidera: por ejemplo, tendríamos desiderium (‘deseo’). Porque, sí, el deseo está relacionado con las estrellas. El deseo tendría que ver con la acción de contemplar las estrellas desde la lejanía. Las estrellas son lo ansiado y están lejos de nosotros. Eso es el deseo: la estrella que contemplamos y anhelamos.
Mi deseo en este momento está más cerca y al alcance de la mano: quiero sacar tiempo todas las semanas para publicar entradas. En 2018 no puede volver a ocurrir lo que ha sucedido este año (que no ha sido culpa de nadie; sencillamente, a veces se lía todo). De verdad que quiero (y deseo) activar el blog de nuevo. Para empezar, durante este mes iré comentando los libros que he leído este año (agrupados, eso sí, no sé si habrá alguna reseña suelta).
Antes de irme, una cosita más. Me sorprende mucho que el número de visitas apenas haya bajado estos meses (ha bajado, obviamente, pero el descenso ha sido casi impreceptible). Así que, mil gracias. Gracias por haber seguido ahí. Ahora sí, nos leemos pronto.
Buenas noches Mónica:
Sólo quería darte la bienvenida. Deseo que puedas cumplir tu deseo (valga la redundancia).
Cristina