‘El secreto’, de Donna Tartt
He estado una semana enganchadísima a El secreto, primera novela (novelón más bien, por su extensión) de Donna Tartt, recientemente premiada con el Pulitzer por El jilguero.
No es fácil ir haciendo amigos en un college de Nueva Inglaterra si eres un chico modesto y falto de afecto que llega de California, y Richard Papen lo sabe; por eso agradece que lo admitan en un pequeño grupo de cinco estudiantes capitaneados por un profesor de literatura clásica con mucho carisma y pocos escrúpulos.
Los chicos sueltan comentarios en griego y se ríen de la ingenuidad y la torpeza de los demás, pero bien mirado se pasan el día bebiendo y engullendo pastillas, hasta que un mal día las que parecían chiquilladas se convierten en palabras mayores. Solo entonces Richard y su pandilla descubren qué difícil es vivir sin máscaras y qué fácil es matar sin remordimientos.
En El secreto, la primera novela de Donna Tartt, se unen la tensión de la novela psicológica, el ritmo de un thriller y la crónica de una juventud que pide demasiado a la vida sin saber bien qué entregar a cambio. El resultado es una obra que se cuenta entre las mejores del siglo pasado.
«El secreto es una auténtica maravilla… Una historia poderosa y planificada paso a paso» (The New York Times).
A ver, ¿cómo os cuento yo esto sin contar nada? ¡Está complicado! El secreto es, básicamente, la historia de un asesinato. Pero sabemos desde la primera página quién ha matado a quién y cómo. Lo que no sabemos es por qué lo ha hecho. Y nos lo cuentan en, ni más ni menos, 770 páginas (en la nueva edición de Lumen; hay una más antigua, de Plaza & Janés, en que está todo más compacto y ocupa algo menos). Increíblemente, se hace cortísimo. Y se lee con una facilidad pasmosa.
¿Por qué se lee de forma tan fácil? Porque Donna Tartt escribe muy muy bien (impecable la traducción de Gemma Rovira). Es la típica novela en la que a mí me da la sensación de que no falta ni sobra nada. Y tiene el ritmo perfecto, los acontecimientos se suceden de forma que van enganchando al lector y no se puede dejar de leer.
Para mí, de todas formas, lo más interesante de la novela no es el asesinato o las consecuencias que este pueda tener. Lo que más llama la atención es la psicología de los personajes, muy bien dibujados. Richard, recién llegado a la universidad, consigue ganarse el favor del profesor y los, hasta entonces, cinco alumnos de la clase de griego. Es un grupito que se cree superior, tanto intelectual como socialmente (es gente muy adinerada), y ser parte integrante de esa pandilla es todo a lo que aspira Richard. Esto va a tener terribles consecuencias para él. Pero pertenecer es más importante que todo lo demás. Lo resume muy bien en una frase:
Quizá él había adivinado en mí esa cobardía, ese repugnante instinto de rebaño que me haría seguir la corriente.
En efecto, sigue la corriente, sigue al grupo y ese instinto de pertenencia le hará vivir la experiencia que marcará su vida para siempre:
Supongo en que hubo un tiempo en que tenía muchas historias que contar, pero ahora no hay otra. Esta es ya la única historia que jamás seré capaz de relatar.
Os contaría muchísimo más, pero no quiero destripar la novela. Daos el gusto de leerla. Yo, por mi parte, he decidido seguir leyendo a Tartt. Tiene solo dos novelas más (publica una cada diez u once años): Un juego de niños y El jilguero. Están todas recién publicadas (o republicadas) por Lumen.
Tenéis los comentarios a vuestra disposición para contar lo que queráis (sobre Tartt, sobre El secreto, sobre El jilguero o sobre lo que más rabia os dé).
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