Milena Michiko Flasar: ‘Le llamé Corbata’
Sé que llevo un tiempo sin publicar nada sobre libros, ya tocaba. Hoy os voy a hablar de Le llamé Corbata, de Milena Michiko Flašar: una de las novelas que leí este verano y de la que aún no os he comentado nada ni siquiera en esa entrada que dediqué a mis últimas lecturas.
En el banco de un parque se encuentran dos perfectos desconocidos: el joven Hiro, un hikikomori, un veinteañero japonés que ha vivido recluido en su habitación los últimos años, y un hombre mucho mayor, un salaryman, un oficinista como tantos otros. ¿Qué hacen allí, fuera de sus habituales refugios? Día tras día van contándose sus vidas el uno al otro. Ambos son marginados que no soportan la presión de la sociedad y, al experimentar de nuevo el afecto y que tras la tristeza puede esconderse la risa, retoman fuerzas para la despedida definitiva y emprender un nuevo comienzo en sus vidas.
Le llamé Corbata es una novela bellamente escrita sobre gente que habla de cosas que normalmente silenciamos, que conjura el miedo a todo lo que se sale de la norma y nos muestra la enorme fuerza anárquica de la renuncia. Una historia sobre el Japón contemporáneo, que es a la vez una historia sobre la vida cotidiana de todos nosotros.
No sé si sabréis qué es un hikikomori. Os voy a copiar lo que dice el glosario del libro al respecto, porque creo que da mucha luz sobre el problema que pone sobre la mesa la novela.
Hikikomori. Así se designan en Japón a las personas que se niegan a salir de casa de sus padres, se encierran en su habitación y reducen al mínimo el contacto con su familia. La duración del encierro varía. Algunos pasan hasta quince años o incluso más. No se sabe con certeza el número de hikikomoris existente, ya que muchos de estos casos permanecen en la sombra por miedo a ser estigmatizados. Se estima que existen entre 100 000 y 320 000, jóvenes en su mayoría. Como causa principal se señala la gran presión que provocan las tareas y la adaptación en la escuela y en la sociedad.
Una sociedad cruel y exigente que machaca a las personas: ese es el escenario en el que se desarrolla esta novela. Una novela llena de esperanza, que refleja la salida al mundo de un hikikomori tras su encierro. ¿Cómo va a conseguir Hiro volver y enfrentarse a esa sociedad que lo ha anulado? Pues gracias a la peculiar amistad que va a granjear con un individuo que, como él, también sufre la presión de la sociedad: un hombre que ha perdido su trabajo y al que él va a llamar Corbata.
El hecho de que le busque un nombre al otro es de vital importancia para el desarrollo de la historia. Al conocer el nombre de otra persona, ya no nos es indiferente, es alguien que empieza a formar parte de nuestra propia historia, de nuestra propia vida. Interactuamos con esa persona de otra manera, más cercana. Y esa persona empieza a ser diferente a nuestros ojos: más real, más vulnerable, más auténtica, más persona. Precisamente eso es lo que le ocurre a Hiro con Corbata; a partir del momento en que para él es Corbata, establece un vínculo con él que, poco a poco, se convertirá en la amistad que va a salvar a Hiro. Conocer la otredad para reconocerse a sí mismo. La bondad del individuo frente a la crudeza de la sociedad.
Me gustó la novela. Me pareció tierna y dura a la vez, si bien le pongo un pero. A pesar de que el tema tratado es lo suficientemente potente como para ahondar en el problema y hacer un ejercicio de introspección, no lo hace; se limita a presentar la situación y a mostrarnos la salida a la luz de Hiro. Pero ¿qué pasa en las sombras? Nos cuentan por qué hubo sombras; no obstante, pasa como de puntillas por ciertos aspectos que, sin duda, habrían hecho la novela más redonda. Aun así, debo reconocer que me hizo darle un par de vueltas en la cabeza a esta lucha sociedad-individuo y que, por la empatía que destilan, les cogí cariño a los dos protagonistas. Es, sin duda, una propuesta interesante.
¿Alguien conoce esta novela? ¿Os interesa el tema? ¿Sabéis algo de los hikikomoris? Tenéis los comentarios abiertos.
Me encanta la temática, principalmente porque despierta mi curiosidad morbosa. Además si es duro y tierno a la vez, qué más puedo pedir?