Karl Ove Knausgard: ‘La muerte del padre’
Aunque leo de forma muy caótica y desordenada, intercalando varios libros a la vez y demás, sí que tengo una regla que intento cumplir porque creo que es buena para mi salud mental: no leer dos libros seguidos del mismo autor. Sé que parece una tontería, pero para mí no lo es. A veces tan solo meto un par de capítulos de otro escritor entre libro y libro, pero eso ya me sirve para «salir» del mundo del autor en cuestión. Bueno pues, con Karl Ove Knausgård, me he saltado mi propia regla. Según acabé La muerte del padre, cogí Un hombre enamorado. No pude evitarlo, me tiene totalmente enganchada.
Karl Ove Knausgård está luchando con su tercera novela casi diez años después de que su padre se emborrachara hasta morir. Quiere que sea una obra maestra, pero le atormentan las dudas sobre su talento como escritor y se pasa los días imaginando epitafios nada halagadores para sí mismo. La mente de Karl Ove deambula entre sus frustraciones actuales y su relación con su familia y el pasado —su infancia, las inseguridades de la adolescencia, el descubrimiento del sexo, del alcohol, esa «bebida mágica», su pasión por el rock— cuando su padre tenía la misma edad que él ahora. Era un niño serio y a menudo angustiado, con un hermano más feliz y menos complicado que él, una madre apacible y cariñosa pero casi invisible, y un padre distante e imprevisible. Un padre cuya muerte prematura suscitó en él emociones contradictorias, alivio, y también un profundo dolor, sentimientos que el protagonista aún no ha conseguido aceptar.
La muerte del padre es la primera novela de las seis que conforman Mi lucha y que pueden ser leídas de forma independiente o como partes de un proyecto muy ambicioso. Karl Ove Knausgård se embarca en una exploración proustiana de su pasado y desmenuza la historia de su propia vida hasta obtener las «partículas elementales». El resultado es una historia universal de los combates —grandes y pequeños— que todos debemos librar en nuestras vidas, una novela tan profunda como absorbente que nos atrapa desde la primera página, escrita como si la propia vida de su autor estuviera en juego.
Llevo una semana larga totalmente metida en la vida de Karl Ove Knausgård. Y me está gustando todo tanto que no quiero salir de Noruega y de Suecia en unos días más. Aunque ahora os contaré un poquito sobre La muerte del padre, primera novela del faraónico proyecto autobiográfico en el que se metió Knausgård, que vaya por delante que Un hombre enamorado me está gustando mucho más (quizá me es más cercano). Perdonad el juego de palabras tonto, pero el hombre enamorado me está enamorando a mí.
Aun así, me voy a centrar en La muerte del padre (ya habrá tiempo de hablar del resto de novelas más adelante). Lo primero que quiero decir es que no es una novela tan dura como podría parecer por el título e, incluso, quizá, por el texto de la contracubierta de Anagrama, aunque es obvio que hay un acontecimiento duro y todo el trasfondo es complejo.
La muerte del padre se centra en aquellos recuerdos de Karl Ove (lo llamaré así como personaje) que reflejan cómo era la relación con su padre. Desde recuerdos de la infancia, en que nos muestra a un niño temeroso de las reacciones de su progenitor, hasta la adolescencia, etapa en que Karl Ove vivió una temporada solo con su padre. Y es la adolescencia de Karl Ove lo que ocupa más páginas en la novela: sus primeras salidas, sus primeras borracheras, el primer enamoramiento, las primeras experiencias sexuales, el descubrimiento de la música y su empeño por tocar la guitarra… Una adolescencia muy «normal» en la que la ausencia de los padres es demasiado habitual. Y esa ausencia, quizá, explica el momento más duro de la novela.
El padre de Karl Ove muere alcoholizado y los sentimientos que esta muerte traen consigo son la parte que más vueltas nos hace darle a la cabeza. De la muerte en sí sabemos lo que Karl Ove y su hermano van descubriendo en los días posteriores, mientras preparan el funeral. Y son conscientes entonces de todo lo que había alrededor de la vida de su padre (ojo a la abuela).
La vida es sencilla para el corazón: late mientras puede. Luego se para.
Me repito: no es un libro tan duro como pudiera parecer en un principio, aunque el trasfondo sí lo sea. Está todo contado con una cierta ligereza (prosa sobria, sencilla y elegante) y de forma algo desordenada: no dejan de ser recuerdos que se van, en ocasiones, solapando unos a otros.
Creo que es una lectura absolutamente recomendable. No sé por qué no estáis todos hablando de Knausgård todo el tiempo conmigo… Y la segunda novela me está gustando aún más. Un gran descubrimiento, Knausgård, para este verano (¡qué rabia no haber hecho caso durante todo este año, que me lo han recomendado mil veces!).
¿Alguien ha leído a Knausgård o le llama la atención? ¿Alguien esperando la cuarta entrega como agua de mayo? Podéis hablar de lo que queráis en los comentarios. Me pega que la semana que viene os contaré algo sobre Un hombre enamorado. 😉
Yo, en breve, me pondré con él.