Donna Tartt: ‘El jilguero’
Cuando el pasado mes de abril leí El secreto, de Donna Tartt, justo hacía apenas un mes que había salido en España El jilguero, la última novela de la autora; novela, por cierto, por la que le concedieron el premio Pulitzer 2014. ¿Merecido?
Al empezar El jilguero, entramos en una habitación de hotel en Ámsterdam. Theo Decker lleva más de una semana encerrado entre esas cuatro paredes, fumando sin parar, bebiendo vodka y masticando miedo. Es un hombre joven, pero su historia es larga y ni él sabe bien por qué ha llegado hasta aquí.
¿Cómo empezó todo? Con una explosión en el Metropolitan Museum de Nueva York hace unos diez años y la imagen de un jilguero de plumas doradas, un cuadro espléndido del siglo XVII que desapareció entre el polvo y los cascotes. Quien se lo llevó fue el mismo Theo, un chiquillo entonces, que de pronto se quedó huérfano de madre y se dedicó a malgastar su vida, mientras el recuerdo de una niña pelirroja llenaba sus noches y un bulto sospechoso iba pasando de mano en mano hasta llegar a Holanda.
¿Cómo acabará todo? Para saberlo hay que dejarse llevar por el talento de Donna Tartt, la autora que ha conseguido poner al día las reglas de los grandes maestros del siglo XIX, siguiendo a Dickens pero también a los personajes de Breaking Bad, y aquí está El jilguero, probablemente el primer clásico del siglo XXI.
Primer clásico de este siglo, premio Pulitzer 2014, primer puesto en las listas de mejores libros de 2014… ¿tan bueno es El jilguero? Mi humilde opinión: no. Vamos por partes.
Es indudable que El jilguero tiene sus virtudes. Una de ellas, incontestable desde mi punto de vista, es que Donna Tartt escribe muy bien. Porque, aunque muchos me critiquéis por decir esto continuamente, hacer que el lector se lea del tirón las casi 1200 páginas de la novela sin despeinarse a mí me parece un mérito de los gordos. No es nada fácil de conseguir. Y Donna Tartt lo hace magníficamente bien (ojo, me refiero a lo puramente formal, en el fondo entramos después). Tú te subes a la novela como si fuera un tren y te dejas llevar, sobre raíles. Un viaje cómodo y perfecto. Repito: esto no es fácil de lograr (y, ojo, no es lo que yo siempre busco como lectora, pero aquí está y está bien). Punto a favor de la Tartt (y de Aurora Echevarría, la traductora al castellano, y del equipo de corrección, que me parece que han hecho un trabajo inmenso, digno de aplauso).
Y, además, plantea una historia a priori interesante. Theo Decker lo tiene todo para ser un gran personaje: una infancia traumática, un padre problemático, un gran secreto, una historia de amor, problemas con las drogas, una cierta picaresca, una desazón vital importante… A mí me recuerda a ciertos personajes de Dickens en pleno siglo XXI. Pero la novela cojea y hace cojear a Theo.
Primer punto muy negativo, según mi punto de vista, de El jilguero: algunas de las tramas, después de páginas y más páginas de rollo macabeo, se ventilan en un párrafo. Y no son tramas secundarias precisamente. Pero la Tartt elige sobre todo una, que exprime hasta la última gota (o más), y el resto se queda en una especie de tierra de nadie. A mí esto me enfadó mucho, me pareció un timo. Sobre todo porque creo que a la novela le sobran unas 500 páginas (que se dice pronto); considero que podrían haber aprovechado ese espacio para acabar la novela en condiciones. Hay episodios eternos, que no tengo claro que aporten tanto como por su extensión se podría pensar. Quienes hayáis leído la novela igual me matáis con lo que voy a decir, pero todos los capítulos de Las Vegas, aunque imprescindibles por absolutamente todo lo que pasa después, son infumables. Yo ahí eliminaba muchísimas páginas. No me dicen nada. Claro que la trama principal le debe todo a la época de Las Vegas, pero reconozco que estuve a punto de dejar la novela ahí. Me reenganché con la vuelta a Nueva York, donde se abren vías interesantísimas; esas mismas que luego la Tartt se carga en un párrafo a lo sumo. No lo entiendo.
Segundo punto negativo: esto no es El secreto. El secreto me gustó muchísimo y pensaba, por todas las críticas que había leído, que esta iba a ser mucho mejor. Pues no. Mis expectativas no se cumplieron en absoluto. Claro, esto es problema mío. Pero hace que mi sensación general poslectura sea peor. ¿Me habría gustado más si no hubiera leído pocos meses antes El secreto? Probablemente, mi percepción sería la de que El jilguero es un muy buen libro de playa, sumamente entretenido (salvo que, como pesa como dos ladrillos o más, no es práctico para la playa). Porque, ojo, a pesar de que le sobran páginas y no cierra (o malcierra) algunas tramas, la aventura es de lo más amena. Y sigo pensando que Theo Decker es un gran personaje.
¿La recomendaría? No sé qué decir. Creo que es una novela con sus virtudes y sus defectos, que no me ha maravillado, pero que me ha entretenido. De hecho, al principio me gustó mucho (aunque luego estuve a punto de abandonarla en la estantería para siempre). No sé qué contestar. A ratos pienso que está bien, a ratos pienso que es un bodrio (y voy cambiando de opinión según los días; cada vez voy a peor, todo sea dicho). Quizá deberíais juzgar vosotros mismos. Sí que puedo decir que, por lo que leo en otros blogs y en las redes sociales, en general ha gustado bastante (aunque también leí que era la novela que más se había abandonado sin terminar en Inglaterra el año pasado: para gustos, los colores).
¿Alguien la ha leído? Pues que nos dé su opinión en los comentarios, por favor.
¡Pues sí que me dejas hecha un lío, Mónica! De momento la voy a dejar en suspenso, que 1200 páginas son para pensárselo. Un besote.