Bohumil Hrabal: ‘Una soledad demasiado ruidosa’
Aunque este ha sido para mí un verano muy poco lector (no era lo esperado), he tenido la suerte de encontrarme en el camino, por ejemplo, esta joya: Una soledad demasiado ruidosa, de Bohumil Hrabal. Me lo esperaba, por cómo me habían hablado del libro. Pero reconozco que ha superado mis expectativas…
Desde hace treinta y cinco años, Hanta trabaja en una trituradora de papel destruyendo libros y reproducciones de cuadros. En cada una de las balas de papel que prepara conviven libros, litografías, ratoncillos aprisionados y su propio esfuerzo. Pero para él, esos libros son mucho más que papel para prensar: son toneladas de saber que la humanidad ha ido acumulando a lo largo de los siglos y que Hanta ha ido adquiriendo con su trabajo. Mientras deambula por Praga, repasa su vida a la vez que reflexiona sobre las enseñanzas de los grandes maestros, Lao Tse, Nietzsche, Hegel o Kant.
Con la maravillosa prosa que le caracteriza, Bohumil Hrabal construye en Una soledad demasiado ruidosa, escrita cuando su obra estaba prohibida por el régimen comunista, una fábula sobre el sentido de la creación artística y literaria, sobre el amor y la soledad, la creación y la destrucción, o la crueldad del tiempo que también alcanza a Hanta, al que unos jóvenes obreros, gente modélica con nuevos métodos de trabajo, acaban sustituyendo.
Esta es pues la historia de un hombre dejado al margen de la sociedad que contempla con entrañable lucidez su vida y encarna a todos aquellos que desafian al tiempo que les ha tocado vivir. Uno de los textos esenciales de su autor que llegó a afirmar que solo había vivido para escribir este libro.
¿Alguna vez habéis tenido la sensación de que, si habláis mucho de un libro, lo estáis «contaminando»? Pues así me siento yo con Una soledad demasiado ruidosa. Creo que, diga lo que diga, no voy a hacerle justicia… Y, aunque en el fondo considero que con esto dejo muy clara mi opinión, voy a intentar escribir unas palabras sobre la historia de Hanta.
Me atrapó por completo desde la primera línea (el comienzo de la novela es sublime, luego os copio un fragmentito). Y lo «increíble» es que la novela no decae en ningún momento. Redonda. Y cautivadora, diría yo, porque me pasé un día (qué pena que no me durara más, pero es una novela muy cortita) totalmente hechizada por la vida de Hanta: un hombre aparentemente sencillo, cuya existencia pasa desapercibida en un trabajo anodino y curioso a partes iguales. Hanta tritura papel. Pero, antes, él se empapa de todos esos libros destinados a morir. Y, a pesar de él mismo, es un hombre cultísimo, de una lucidez apabullante, cuyas reflexiones nos golpean irremediablemente en la lectura. Hanta es un verdadero humanista, en el sentido más amplio del término. Y, sobre todo, yo creo que Hanta es un hombre libre.
Narrada con un estilo muy directo y sin artificios, destaca la repetición de ciertas frases, casi a modo de mantras (como la de «El cielo no es humano y el hombre que piensa tampoco lo es…»); es un recurso que me gusta, porque hace que las ideas importantes retumben en nuestras mentes al igual que lo hacen en la cabeza de Hanta. Concisa y muy bien escrita, no se les puede pedir absolutamente nada más a 100 páginas. Una verdadera joya… Os dejo el fragmento prometido, para que empecéis a saborear esta maravilla:
Hace treinta y cinco años que trabajo con papel viejo y esta es mi love story. Hace treinta y cinco años que prenso libros y papel viejo, treinta y cinco años que me embadurno con letras, hasta el punto de parecer una enciclopedia, una más entre las muchas de las cuales, durante todo este tiempo, habré comprimido alrededor de treinta toneladas. Soy una jarra llena de agua viva y agua muerta, basta que me incline un poco para que me rebosen los más bellos pensamientos, soy culto a pesar de mí mismo y ya no sé qué ideas son mías, surgidas propiamente de mí, y cuáles he ido adquiriendo leyendo, y es que durante estos treinta y cinco años me he amalgamado con el mundo que me rodea porque yo, cuando leo, de hecho no leo, sino que tomo una frase bella en el pico y la chupo como un caramelo, la sorbo como una copita de licor, la saboreo hasta que, como el alcohol, se disuelve en mí, la saboreo durante tanto tiempo que acaba no solo penetrando mi cerebro y mi corazón, sino que circula por mis venas hasta las raíces mismas de los vasos sanguíneos.
¿Habéis leído Una soledad demasiado ruidosa? ¿Conocéis a Bohumil Hrabal? Yo tengo muchas ganas de leer otra de sus novelas, Trenes rigurosamente vigilados, que también me han recomendado (si alguien me la quiere regalar, yo me dejo encantada). 😉