Uno sobre la valentía (30 libros)
Seguro que mis amigos o mi familia habrán sonreído al ver la categoría de hoy, porque siempre estoy a vueltas con la valentía, ‘la palabra con v-‘. Es uno de mis temas recurrentes: el ser valiente. Pues, aunque no os lo creáis, esta va a ser una de las entradas más difíciles y, sobre todo, personales para mí de este reto. La categoría, obviamente, fue cosa mía (aunque estuve a un tris de quitarla) y responde a cosas de mi vida que la mayoría de las personas que os acerquéis a leer esto ni conoceréis ni os imaginaréis. Perdonadme que haya partes de la entrada de hoy totalmente en clave: mi gente más cercana sí que entiende de qué estoy hablando… Aunque sí os voy a explicar someramente de qué va todo esto (en el fondo, siento que debo ser sincera, aunque para ello tenga que abrirme un poco). Pero, primero, la elección de hoy (doble, por cierto, siento la trampa): El guardián entre el centeno, de J. D. Salinger, y Flow, de Mihaly Csikszentmihalyi (como comprenderéis, he tenido que mirar el nombrecito de marras).
Si existe una obra mítica en la literatura norteamericana de la segunda mitad de nuestro siglo, es sin duda El guardián entre el centeno. Las peripecias del adolescente Holden Cauldfield en una Nueva York que se recupera de la guerra influyeron en sucesivas generaciones de todo el mundo. En su confesión sincera y sin tapujos, muy lejos de la visión almibarada de la adolescencia que imperó hasta entonces, Holden nos desvela la realidad de un muchacho enfrentado al fracaso escolar, a las rígidas normas de una familia tradicional, a la experiencia de la sexualidad más allá del mero deseo. Su epopeya neoyorquina es en cierta forma un viaje iniciático, así como un proceso de descubrimiento de las reglas que rigen el mundo hipócrita de los adultos. Guiado por la pasión, el desconcierto y los sueños propios de su edad, Holden consigue remover los cimientos morales de la sociedad de su tiempo, y nos hace evocar el recuerdo agridulce de la inocencia perdida.
Probablemente, cualquier novela de aprendizaje encaje perfectamente en esta categoría. El proceso de maduración siempre nos enfrenta a miedos y evolucionar va de la mano de la valentía. Y si hay una novela que se ajusta al tema del reto y me encanta, con un personaje asustado hasta la médula (o así lo creo yo), esa es El guardián entre el centeno. Yo me identifico mucho, a pesar de la diferencia de edad, con Holden. Y, la verdad, ya lo he dicho más de una vez: estoy un poco enamorada platónicamente de él desde la adolescencia. Me produce una ternura entrañable. Así que, no se me ocurre mejor elección que esta novela para hablar de valentía.
Mis miedos tienen poco que ver con los de Holden (aunque, no es por nada, pero las consecuencias, en parte, son muy parecidas). Vamos a resumir mucho mi vida diciendo que los últimos años han sido complicados… En muchos aspectos, sobre todo en uno. Y, después de estar un tiempo bastante perdida y dando tumbos (quizá refugiándome en personas que me hicieron más mal que bien), el año pasado decidí dar un giro a mi vida y retomar las riendas. Estaba sola, era libre, me rodeaba mucha gente que me quiere, mandaba yo… El problema: mis miedos. Nunca me he tenido por una persona especialmente valiente, pero siempre había sido capaz de enfrentarme a las situaciones que se me habían ido presentando. Pero en ese momento lo veía todo imposible y cuesta arriba. Un poco como Holden, por qué no. Yo me sentía defraudada, humillada, triste, con la autoestima por los suelos y, sobre todo, muy asustada. ¿Qué podía hacer en esa situación? La llegada de 2012 fue todo un punto de inflexión en mi historia, porque tomé una decisión tontísima, pero que funcionó muy bien mientras duró: 2012 sería mi año de la valentía. El qué iba a hacer (y cómo) me lo guardo para mí, aunque, de verdad, qué cosa más tonta… ¡y más eficaz! Todo empezó a ir bien y yo me tranquilicé mucho… Parecía que había encontrado, por fin, mi camino.
Y, entonces, a finales de junio pasa algo: una llamada telefónica vuelve a poner todo mi mundo patas arriba. Es curioso que, cuando se produjo esa llamada, yo estaba justo escribiendo una entrada para el blog, porque estaba inmersa en el anterior reto de los treinta libros… Quién me llamó o lo que me dijo se queda para mí; pero sí quiero explicar las consecuencias de esa llamada, porque están íntimamente relacionadas con el otro libro que he elegido. Me pasé tres días llorando desconsolada sin poder salir de la cama. Todo el trabajo personal que había hecho durante un año, perdido. Vuelta a la casilla de salida. Y con más miedo aún, porque ahora era consciente de que una llamada telefónica podía destrozarme (de nuevo). Y aquí se produce el verdadero salto valiente del año pasado. Creo que ha llegado el momento de hablar de Flow…
Cada año se publican en el mundo multitud de títulos en los que se nos aconseja sobre cómo mantener la forma física, ganar dinero o desarrollar la autoestima. Sin embargo, lo que estos libros no explican es la manera de incrementar «la calidad de la experiencia». Debemos preguntarnos: ¿qué es lo que realmente hace felices a las personas?, ¿cuál es el fundamento de que la vida merezca la pena ser vivida? Durante más de veinte años, Mihaly Csikszentmihalyi se ha entregado al estudio de los «estados de experiencia óptima», esos momentos en los que uno se siente poseído por un profundo sentimiento de gozo creativo, momentos de concentración activa, de absorción en los que se está haciendo. Como resultado de sus investigaciones el autor explica que el meollo de la «experiencia óptima» es un estado de conciencia al que denomina flow, ‘fluir’. El presente libro explica cómo este fluir puede ser controlado, provocado incluso. Puesto que todo el mundo tiene, alguna vez, una «experiencia óptima», se trata de reconocer sus características y potenciar este sentimiento de fuerza, de superación del ego limitado, en el que el tiempo parece desaparecer y con él los conflictos emocionales. Se trata, en fin, de aprender a ser creativos y de alcanzar la genuina calidad de vida.
Pues sí, un libro de ¿autoayuda? Se supone que lo estoy leyendo, pero confieso que no he conseguido pasar de la página 30… (y no solo porque no es mi tema favorito, sino porque está fatalmente editado). ¿Por qué elijo este libro que, realmente, parece que no tiene nada que ver con la valentía? Porque para mí, aunque no trate la valentía directamente, está íntimamente relacionado con ella: propone ciertos cambios de vida y los cambios siempre exigen valentía. Y hubo cambios en mi vida (aunque no tengo ni idea de si son los que postula el libro porque, repito, no lo he leído). Con todo lo que conlleva (y me lleva a) Flow empezaron mis lunes libres, mis anotaciones del cuaderno mágico (inciso para Mer: aquí podría haber hablado de otro libro que tú y yo sabemos, pero no tiene que ver con la valentía) o mis hashtags #desagraviandoagravios y #adjustingsails en Twitter; volvieron mis compulsivos paseos kilométricos, mis eternas conversaciones telefónicas y el llevar gafas de sol siempre a todos sitios (confieso que lo de que me molesta la claridad por los ojos azules es, algunas veces, una mera excusa para esconderme del mundo). ¿Por qué digo que fue un salto valiente? Porque era muy consciente de que estaba tomando un camino muy difícil, pero el único que podía llevarme a mi situación actual: estoy genial, muy fuerte y muy contenta…
Y, ¿por qué he escrito una entrada tan personal en medio del reto, que lo lee tantísima gente? (¡Gracias por las visitas, están siendo espectaculares este mes!). Pues porque quiero dar las gracias a toda la gente que ha estado a mi lado apoyándome en mi viaje… Y como me siento mucho más «valiente» escribiendo que diciendo las cosas cara a cara (cosas de mi timidez), pues ¿por qué no aprovechar este rinconcito de Internet, que para eso es mío? Gracias a quienes me apoyasteis en mis decisiones, quienes fuisteis testigos de todo, quienes me consolasteis aquel día de agosto e hicisteis que la que se antojaba como la noche más triste del año fuera la más divertida, quienes conseguisteis que octubre y noviembre fueran meses locos y de muchas risas, quienes me ayudasteis a pasar las mejores Navidades de los últimos años… Mi familia, mis chicos de F. y toda esa cuadrilla, mis queridos satélites (¿qué haría yo sin vosotros?) y toda la gente que me rodea y me quiere: ¡gracias! Ser valiente es mucho más fácil con vosotros cerca (es como tener una gran red: si me caigo sé que me rescatáis). Y reconocer que se es vulnerable tampoco es tan malo: todos lo somos, solo que hay quienes lo cuentan y quienes se lo callan…
Aun así, tengo que admitir que la valentía llegó el 1 de enero de 2012 y se fue el 31 de diciembre de ese mismo año. Este año, aunque muy contenta, estoy, con perdón, cagada de miedo otra vez (sobre todo con un asunto). Quién sabe, quizá se trata solo de comprar una prórroga de la valentía, ¿no? A lo mejor… Unos meses de simplificación (o descomplicación) de la vida tampoco estarían nada mal…
Sé que he hablado mucho de mí y poco de los libros. Vosotros hablad de lo que queráis en los comentarios (aunque os aseguro que es más fácil limitarse al mundo librero y literario). También, como todos los días (a todas horas), me podéis encontrar por Twitter… ¡Y perdón por la chapa! 😉
¡Todos los años deberían ser el año de la valentía! A ti, en especial, te sienta divinamente… 🙂
Yo para el día de hoy he elegido una fábula moderna que habla sobre la valentía y la libertad: Caperucita en Manhattan de Carmen Martín Gaite. Si queréis saber algo más sobre el libro o por qué me lo he vuelto a leer en estos días, podéis leer la entrada de hoy en mi blog: Un libro sobre la valentía.