Último libro que te han recomendado (30 libros)
Es obvio que, en estos días, con el reto, he recogido un montón de sugerencias de lectura (¡gracias!). Así que, voy echar un poco marcha atrás en el tiempo y voy a escoger para hoy una novelita que me recomendaron fuera del blog (aunque a propósito del reto, todo sea dicho) a comienzos de abril: Helena o el mar del verano, de Julián Ayesta.
Bastan seis estampas veraniegas y una invernal para radiografiar un corazón desbordado de felicidad. Siete bocetos para contagiar a los lectores el gozo de la vida y el fulgor que se extiende sobre lo cotidiano cuando, por primera vez, se descubre el amor. Julián Ayesta, diplomático y dramaturgo, probó en esta novela corta —la única que escribió— que la plenitud puede no ser otra cosa que un día de playa, una comida o un reencuentro familiar, o una guerra de almohadones. Pero también el redescubrimiento del amor de Dios después de un invierno de pecados, dudas y tentaciones, o el simple disfrute de los aromas y contornos de un paisaje (en este caso, los de la Asturias natal del escritor).
Helena o el mar del verano (1952) da voz a un preadolescente en estado de gracia, en el sentido literal y figurado de la expresión. Ese tiempo irrepetible en el que uno se asoma a los privilegios del mundo de los adultos sin por ello renunciar aún a los gozos de la infancia. Una edad, sí, en la que se descubre el temblor y el vértigo del amor, o el sabor cálido de los licores y las conversaciones adultas (sobre todo si se habla de fútbol), pero donde todavía cualquier situación sigue siendo propicia para la broma, el juego y la aventura.
Helena o el mar del verano es un relato exuberante, como corresponde a un tiempo de dicha y descubrimiento. En la voz del niño hay amabilidad y ternura al describir unos matrimonios familiares en los que se da una curiosa armonía entre las mujeres vigilantes de la corrección y los hombres de inclinaciones más relajadas; hay sensibilidad para degustar los sonidos de las palabras —el incomparable frigus del bosque, la fuerza de una «x»— e imaginación para fantasear y apropiarse de aventuras mitológicas (cuyo rastro será motivo añadido de satisfacción para los eruditos); y, sobre todo, un profundo deleite sensorial que refleja la feliz conspiración del mundo en favor del amor. En definitiva, esta es la novela de alguien que en un momento dado dice sentir «el cuerpo y el alma hinchados de alegría y de un gran sosiego y de un gran amor a todas las cosas».
Que conste que la sinopsis la he sacado de aquí, porque lo que dice la contracubierta del libro y nada… Y ahora os cuento quién y por qué me recomendó este libro que, por cierto, ya he leído y es una delicia…
Tengo que reconocer que, como no siempre encuentro libro fácilmente para estos días, a veces pido sopitas. Y siempre se las pido a la misma persona: Mer. Probablemente la conocéis por los comentarios. Mer es una de mis mejores amigas y, obviamente, hablo mucho de libros con ella (de hecho, nuestra amistad empezó por los libros, aunque luego hemos compartido muchas cosas juntas). ¡Sabe tanto de literatura…! Y yo le pedí que me diera pistas sobre una novela que tuviera x características (no os voy a contar todo tampoco, guardemos un poco el misterio…). Y Helena o el mar del verano se ajustaba, en principio, a lo que yo le había pedido. ¡Genial! La compré, la leí… y, al final, no servía para mi propósito. Pero… descubrí una novela que, sinceramente, no entiendo cómo no tiene un lugar más importante en los libros de historia de la literatura…
Es una novela muy cortita y, al leerla, hay que tener muy presente que se escribió en 1952 (algunas cosas chocarían mucho ahora y a mucha gente el libro hasta le parecería un poco cursi: a mí me resultó exquisito). Es la voz de un preadolescente que empieza a descubrir detalles de la vida adulta: conversaciones con los mayores, sus propias ideas sobre la religión y, sobre todo, el primer amor (con Helena). Y todo escrito con una delicadeza y una brillantez espectaculares. Y con un amor por la palabra exacta que me cautivó. Hay frases que son pura poesía…
Pues este ha sido el último título que me han recomendado (y me ha encantado). Os toca. ¿Qué me decís vosotros? Los comentarios os esperan…
Ayer mismo una amiga me recomendó «Riña de gatos», de Eduardo Mendoza.