Los candados de Federico Moccia

Llevo un tiempo oyendo hablar de los candados del amor. Incluso, el otro día, supongo que para rellenar el tiempo de noticias, volvieron a hablar de ello en la televisión, mostrando el lugar elegido por los madrileños para poner los candados de marras. Pero ¿qué son los candados? ¿De dónde han salido? Pues son un fenómeno que está arrasando en Europa salido de la imaginación de un escritor italiano llamado Federico Moccia, autor, entre otras novelas de Tres metros sobre el cielo y Tengo ganas de ti. Novelas que, aunque me dé un poco de vergüenza admitirlo, me he tragado en dos días; por fin he descubierto el misterio de los candados (que muchos habréis visto, aunque no sepáis qué son).

Las novelas que he leído (Tengo ganas de ti es continuación de Tres metros sobre el cielo) son de lo más tonto y previsible; ahora, enganchan que da gusto. Y porque estoy en la treintena y curada de espanto, pero llego a leer esto a los quince años y, aparte de enamorarme perdidamente de Step (el prota) en la segunda novela, tenemos un caso grave de bovarismo. Os dejo las sinopsis y luego os comento más cosas sobre los libros en sí y sobre los candados.

Tres metros sobre el cielo

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En Roma, como en cualquier otra ciudad del mundo, los adolescentes quieren volar, buscan caminar ‘tres metros sobre el cielo’. Las chicas como Babi se esmeran en sus estudios, hablan del último grito en moda y se preparan para encontrar al amor de sus vidas; los chicos como Step prefieren la velocidad, la violencia, el riesgo y la camaradería de las bandas, pero todos ellos se implican en la vida como si cada segundo fuera el último.

Es la típica historia de amor adolescente entre una buena buenísima (Babi) y un malo malote de lo peor (Step), que, en el fondo no es malo, sino que solo es un incomprendido. Y la historia es preciosa y tiene toques de lo más romanticones y todo lo que os podéis imaginar de una novela para quinceañeras de este tipo. La prosa es mala a rabiar y, realmente, parece más un guion de cine que una novela (por cierto, hay ya dos películas de este libro, una italiana y una española muy reciente que ha sido todo un pelotazo en taquilla). Moccia estará encantado…

Y, si no queréis saber cómo acaba, pasad a la parte de los candados y omitir este párrafo y los relacionados con la continuación… La novela acaba fatal. De repente a Babi se le cruza la vena y pasa de Step, que se queda amargado y llorando por las esquinas. Y, así, enlazamos con Tengo ganas de ti…

Tengo ganas de ti

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Tras pasar dos años en Nueva York, Step vuelve a Roma. El recuerdo de Babi lo ha acompañado todo este tiempo y teme el momento de reencontrarse con ella. Pronto se da cuenta de que las cosas han cambiado y de que poco a poco tendrá que reconstruir su vida de nuevo en Italia: hacer nuevos amigos, conseguir un empleo, empezar una nueva vida…

Cuando conoce a Gin, una chica alegre y preciosa, parece que podrá enamorarse de nuevo. Pero no es fácil olvidar a Babi, y cuando la ve por primera vez siente cómo todo su mundo se tambalea… ¿Es posible revivir la magia del primer amor?

En Tengo ganas de ti, la esperada segunda parte de Tres metros sobre el cielo, Federico Moccia nos deleita con una deliciosa novela que nos habla de deseos, de amor y de sueños. El «fenómeno Moccia» continúa: millones de jóvenes italianos imitan una escena de la novela y cuelgan en el puente Milvio candados con sus nombres. Son los candados del amor, un maravilloso ejemplo de cómo la realidad emula a la ficción.

De la novela en sí no voy a hablar porque es más de lo mismo. Aquí Step ya no es tan malote (aquí sí es «enamorable» para mí), Babi no es tan buena y entra otra chica en acción… Y aquí es donde una pareja (no os voy a decir quiénes, por si acaso) deciden sellar su amor con un candado en el puente Milvio, cuya llave tiran a las aguas del Tíber.

Y así empieza la fiebre de los candados. Es un auténtico fenómeno que traspasa fronteras (y que, aunque sea un pelín cursi para mi gusto, me hace ilusión que haya empezado en las páginas de un libro). En Italia se ha tenido que reforzar la estructura de algunos puentes (el Milvio sin ir más lejos) porque, del peso de los candados, había empezado a fallar. Y en París, por ejemplo, los han prohibido, como «violación contra la protección del patrimonio». Los hay por todos sitios, en todas las ciudades europeas. Y Bilbao no es una excepción: hay candados en el puente del Arenal y en el Zubizuri. La próxima vez que paséis por ahí (o por cualquier puente de vuestra ciudad), fijaos en si hay algún candado: simboliza el amor de una pareja…