Corregirse a uno mismo
La semana pasada, una amiga me comentaba lo difícil que le resulta corregir sus propios textos. Nunca hemos tratado este tema en el blog y creo que puede resultar interesante, porque es un hecho que, al autocorregirnos, incurrimos en muchos más errores. Creo que aquí no hay trucos mágicos, pero sí os voy a contar lo que yo hago:
1) Conviene usar el corrector ortográfico ¡aunque sin fiarnos! Igual es una perogrullada, pero a mí a veces se me olvida que existe esta herramienta (quizá porque no me parece muy buena, pero eso es otro tema). Aunque no es, ni mucho menos perfecto, quizá pueda avisarnos de alguna errata.
2) Hay que intentar reposar el texto. Desde el momento en que se escribe hasta que se corrige, es conveniente que pase algo de tiempo. Si es posible dejarlo hasta el día siguiente, mejor, sobre todo si tenemos la sensación de que, al haberle dado tantas vueltas, casi nos sabemos el texto de memoria.
3) Resulta oportuno, asimismo, intercalar la lectura de textos de muy diversa temática. Es como un cambio de aire para la mente, un respiro… Después cogeremos nuestro texto descansados y con más ganas (lo que se traducirá en más atención).
4) Por supuesto, si tenemos la posibilidad de pasar el texto a otra persona después de haberlo corregido nosotros, mejor. Cuatro ojos ven más que dos… ¡Pero a ver a quién se lo damos! Lo siento, pero no todo el mundo sirve para corregir (y esto, por muy duro que sea, hay que tenerlo en cuenta).